Verbena y Zeron

En un lugar desconocido



Estaba oscuro, el cielo era completamente negro y una fuerte tempestad azotaba el lugar. Gracias a los truenos y relámpagos que caían incesantemente cada varios segundos como rayos fulminantes sobre la tierra se podía vislumbrar una gran torre, una de las más altas y antiguas que han existido jamás. Imponente, observadora, desde lo alto de una montaña.Vigilante, su arqitectura gótica y afilada se alzaba imponente en la tormenta mostrando su lado más siniestro. Múltiples gárgolas guardaban el edificio de indeseables que que se atreviesen a acercarse, guardianes de piedra, inmóviles.

En lo más alto de la torre hay una sala, oscura y tétrica, ahi hay alguien, una persona que observa impaciente el desarrollo de los hechos, su rostro permanece oculto. La sala estaba completamente vacía a excepción de un pequeño altar en el centro donde hay un cuenco de plata y en su interior un líquido dorado, en el se dibujaba una escena de un lugar muy lejano. En es emomento otro individuo entró en escena, llevaba una capucha negra que ocultaba su rostro, se acercó al otro por detras.

-¿Que es lo que ves, hermano? -dijo el hombre que acababa de entrar, su voz era potente y firme.- Aún sigues observándolos? Llevas tres días seguidos.
- Ha empezado, por fin... -dijo el otro hombre con una voz mas suave, sinuosa.- Estan empezando a juntarse.

Un relámpago iluminó la habitación, el rostro del primer individuo se iluminó levemente mostrando su mentón pálido y arrugado, estaba sonriendo. Otra tercera figura se levantó desde la pared este de la habitación, tambien llevaba capa, pero su figura era femenina. Su rostro era bello, pelo negro largo y lacio, sus ojos... sus ojos una vez fueron gentiles, ahora parecían desquiciados, no había rastro de felicidad alguna. Cualquiera diría que aquella mujer pudiera haber tenido un rostro angelical y bondadoso, pero no era así. Avanzó a paso lento hacia el centro de la habitación, una sonrisá empezó a dibujarse en su rostro, no era una sonrisa de felicidad, era algo mucho más siniestro y triste. Se movía con temblores, sus ojos descencieron para ver en el interior del cuenco, entonces su rostro cambió completamente, parecía aterrada, lágrimas descendieron por sus mejillas y se tiró al suelo gritando y llorando mientras se agarraba la cabeza.

-¡No, sal de mí! ¡No quiero! -Estaba completamente desquiciada.- Aghhh... por favor...
-El muchacho morirá Verbena, no es algo que puedas cambiar, así esta escrito. -Dijo el anciano.- Resígnate.
-No... ¡No no no no no no! -Las lágrimas caían por el rostro de Verbena mientras golpeaba su cabeza contra el suelo.- ¡No!... Así no...



Se levantó, de su frente brotaba un hilillo de sangre, ahora sus ojos estaban abiertos, completamente fuera de sus orbitas, empezó a reír. Un relampago iluminó la sala y luego el silencio invadió el lugar, un silencio que solo era roto por la carcajada enloquecida de Verbena. Alzó su brazo izquierdo y abrió la palma de su mano, de ella surgieron unas sombras que se transformaron en una guadaña con una hoja negra y un mango de acero rojo. Enarboló el arma hacia atrás y saltó en dirección al anciano mientras gritaba.

-¡Yo cambiaré su destino! -Estaba completamente fuera de sí.- ¡No te dejaré hacerlo!

El otro sujeto se interpuso en la trayectoria de Verbena y bloqueó su ataque con un mandoble gigante de dos metros y medio. Con la velocidad del salto su capucha descubrió el rostro del segundo individuo. Sus facciones eran duras y masculinas, su ojo derecho había sido quemado y lo tenía ciego, una cicatriz subía por su mejilla derecha desde la comisura de su boca, haciendo que esta fuera mas grande por ese lado dandole una expresión grotesca. Su otra mitad de la cara estaba intacta, un tatueaje tribal con muchas flechas le cubría parte de la sien y los pomulos, su ojo izquierdo era de color miel, y su pelo corto y cenizo. Verbena saltó hacia atrás y empezó a gritar de pura rabia.

-No te esta permitido cambiar su destino y lo sabes -Dijo el anciano con más autoridad.- Hazle entrar en razón Zeron.

Zeron sonrió con su macabra boca y se puso en posición de combate. Su figura parecía imponente y poderosa enarbolando ese mandoble que era sin duda mucho más grande y pesado que él mismo que apenas llegaba al metro ochenta. Verbena continuaba riéndose, levantó su mano izquierda y de ella surgieron varias serpientes de oscuridad que salieron disparadas hacia Zeron. Este clavó el mandoble delante suyo y gritó con potencia, a su alrededor aparecieron unas llamas azules que disiparon el ataque de Verbena, esta frustrada por su ataque hizo aparecer una segunda guadaña y se lanzó al ataque. Zeron agarró el mandoble y esquivó el ataque girando a un lado y golpeando a Verbena con el filo plano de su espada. El cuerpo de Verbena salió despedido en dirección a la pared, esta chocó con ella y la atravesó haciendo añicos la piedra, su cuerpo siguió volando hasta varios metros fuera de la torre y entonces se desvaneció en una nube de sombras.

Zeron sonrió, miró hacia abajo, el filo de una guadaña asomaba por su pecho. No había prevenido la capacidad de teletransportarse de Verbena. Cogió la hoja con sus dos manos y empezó a tirar de ella. A su espalda Verbena agarraba el arma con fuerza, pero no era suficiente. Zeron sacó la guadaña de su pecho atravesandose el arma entera a través de su cuerpo. Tiró el arma al suelo y se giró, miró el rostro furioso de la mujer que tenía ante él.

-No puedes vencerme, lo sabes muy bien. -Zeron continuaba sonriendo.- Déjalo ya, nosotros cuidaremos de tí, ¿no te acuerdas? Te lo prometí.



El rostro de Verbena cambió por completo, se llevó las manos a la boca y empezó a llorar desconsoladamente. Cayó de rodillas al suelo mientras su llanto rompía el silencio sepulcral de la habitación solo iluminada por los incesantes relámpagos. Ahora ocultaba su rostro bajo sus manos pálidas y suaves que amortiguaban sus sollozos, no eran lágrimas de locura, no esta vez. Eran lágrimas de desesperación, de tristeza y... amor.

-No puede morir... no... él no... -musitaba entre sollozos.- y-... y-y-yo... yo... ¡lo AMO!... ¡lo amo, lo amo, lo amo, lo amo, lo amo con toda mi alma!
-Querida... -El anciano ahora se acercaba a la muchacha, su voz era compasiva.- Tienes que entenderlo, se que lo entiendes. Ojalá hubiera otra forma, pero no la hay, esas fueron las condiciones.
-No quiero... no puedo afrontarlo... yo... -el llanto no cesaba, la mano del anciano se posó reconfortante en la espalda de la chica.- ¡Por favor! Haz que pare...

Verbena se agarró desconsolada de la capa del anciano y siguió llorando. Lloró hasta no poder más y durante días su llanto retumbo entre las habitaciones vacías de la torre que se alzaba imponente en medio de la tormenta.