Three blind mice [Augus, Braith y Cassius]

Como todas las buenas historias la vuestra comienza en una taberna. Pese a ser una posada barata de situada en "Las casas colgantes", "El Salam" se precia de tener un menú más que decente y unas condiciones higiénicas maravillosas, si ignoras la mezcla de olores del sudor de los mineros y la potente capa de incienso que busca disimularlo. Su propietario es un viejo tayahar de nombre Mafut que la atiende junto a sus tres hijas, rollizas "doncellas".

Se dice que el viejo Mafut no huele ni gusta, pues es capaz de soportar la mezcla de olores de su taberna si apenas inmutarse y por su potente salsa "Hariq", que puede ser el camino a una noche gratis en la posada o un día de dolor extremo.


Augus

Después de la primera noche de descanso como es debido te sientes revitalizado. La peste no es mucho peor que la que tenias que soportar en los barrancones de Kaiser y tanto el viejo, como sus hijas y los comensales, en su mayoría mineros, os han recibido a tí y a tu dinero con bastante alborozo.

Pese a ser relativamente pronto para la pausa de la comida en las minas, hay bastante gente en la taberna. Una cuadrilla de mineros discute con caras sombrías, mientras las hijas de Mafut revolotean por la taberna, atendiendo a los comensales y preparando las mesas para la hora de la comida. En una mesa en las esquina descansa un muchacho que desayuna con calma y por la puerta entra un hombre sudoroso y con una notoria peste a tabaco.


Braith

Llevas ya tres días en la taberna y sigues sin tener noticias de Dahlia. Uno de sus asociados te dijo que estaría en Hécate y que quería verte pero, de momento, no has sabido nada de ella. Lo bueno, es que no has tenido que pagar pues has demostrado ser más duro que la salsa del propietario.

Mientras desayunas un curioso plato compuesto por pan sin levadura, varios tipos de salsas y mermeladas para untar y frutos secos; escuchas lo que parece ser una discusión seria de comensales, que antes habías identificado como mineros y por tanto no deberían estar aquí, y escuchas la puerta abrirse.

Cassius

Vuelves después de salir a correr por la barriada, pues entrenar con tu mandoble resulta bastante incómodo en estas calles tan estrechas y es posible que mates a alguien de un infarto si te ve blandiendo el mandoble a diestro y siniestro. Además, en la posada no te dejan fumar porque se queda el olor... Como si se fuera a notar.

Pese a que hay bastante espectativa por el Torneo de los Vientos, aún no se ha hecho una proclamación oficial y, entre el caballero enmascarado que varias personas afirman haber visto, la creciente inquietud entre los mineros y la disputa de sucesión; la ciudad está hecha un hervidero de rumores.

La posada está bastante activa, con dos comensales relativamente recientes y varios mineros conocidos, cuya presencia da peso a los rumores sobre una posible insurrección.

Advertir 20:

Cassius escuchó la conversación de los mineros. Por lo que decían, parecía que había dado en el clavo viniendo hasta la ciudad en busca de trabajo, pues posiblemente ya lo había encontrado.

-Señores, no es necesario discutir.- Dijo, acercándose a los mineros. -Si la guardia está ocupada con ese "torneillo" de pacotilla y no quiere encargarse de los asuntos importantes, ¿por qué no acudir al sector privado?- Cassius dió la vuelta a una silla y se sentó, apoyando su pecho en el respaldo. -Entre todos no debería ser difícil pagar mis honorarios, y en ese caso yo mismo me encargaría de investigar esas desapariciones. ¿Qué me decís?

Braith estaba sentado en una de las mesas más retiradas del centro de la instancia de manera que pudiera comer tranquilo, y aun así observando la instancia, con la esperanza de que la infinita espera terminase.

Un camarero le trajo el desayuno, no dijo nada, simplemente dejó el plato en la mesa y se retiró.

- Gracias - Dijo al camarero que ya le había dado la espalda y comenzaba a desaparecer entre las mesas. -Son ya 3 días los que llevo aquí y todavía no se le ha pasado por la cabeza ni saludar- sacudió la cabeza horizontalmente y retiró ese pensamiento de la cabeza, que hiciera lo que quisiera.

Cogió el tenedor que le habían traído y empezó a mover la comida del plato, identificando cada elemento. No tenía muy buena pinta, pero al menos era barato. Se rió para sus adentros y soltó una pequeña mueca que intentaba ser una sonrisa. Levantó la cabeza del plato y miró un poco alrededor, unos mineros discutiendo sobre lo peligrosa que es su vida.

Volvió su mirada a la mesa y se dio cuenta de que le faltaba algo. -Camarero, una bebida aquí ayudaría a pasar todo esto.- Dijo levantando la mano y señalando la mesa.

Entonces un hombre se acercó donde estaban los mineros, al parecer le ofrecía sus servicios. No podía permitir que se aprovechara de las desgracias para sacar beneficio.

Levanto la voz lo suficiente para que le oyesen y dijo -Si necesitáis ayuda de verdad, contadme lo que os ha pasado y yo os podré ayudar.- Desvió la mirada que antes estaba sobre los mineros al mercenario, pero solo unos instantes, de nuevo volvió la mirada hacia los mineros y continuo. -No creo que sea lo correcto abusar de su situación para lucrarse, pero si es necesario, yo mismo te pagaré por tu ayuda.- Pero ójala no tenga que hacerlo, al fin y al cabo no tenía apenas 5MP para darle.

Nota:

Spoiler:

Hace ya unas semanas que voy vagando por las tierras de Galgados, guiándome más por el instinto que por el mapa. Decidí ceñirme al borde de unas montañas para no perderme demasiado por el principado. Hace un par de días que divisé una gran ciudad en un paso de montaña y a juzgar por su situación deduje que se trataba de Hécate. Ayer cuando llegué pude confirmar que era así. En una gran ciudad es difícil encontrar a un hombre que no destaque demasiado, así que me fui a buscar una posada del montón donde pasar la noche.

Llegué a "El Salam" y al entrar un fuerte olor golpeó mis fosas nasales. El ambiente no parecía muy animado ni acogedor, pero al poner el dinero sobre la barra se suavizó un poco. Pedí una habitación donde pasar la noche y un balde de agua para lavarme. Subí a la habitación, hice ejercicios hasta que cayó la noche y bajé a cenar. Me ofrecieron probar una salsa rara diciendo que si era capaz de soportarla podría hospedarme gratis. Decidí no arriesgarme, esta primera noche quería descansar bien. Tras cenar me lavé y me fui a descansar como Dios manda. Hacía días que no dormía tan bien.

Esta mañana me he levantado casi al mediodía, no sabía si pedir el desayuno o la comida directamente. Qué demonios, desayuno y comida juntos, por si acaso. Unas monedas de propina se llevan cualquier inconveniente que pueda causar y me sirven lo que he pedido. Mientras como me fijo en que la taberna está tal vez demasiado llena para ser la hora que es, por lo que no puedo evitar poner la oreja para escuchar qué dicen los mineros. Al parecer últimamente han habido unas cuantas desapariciones en las minas y a la guardia de la ciudad no le ha importado demasiado. Esos cerdos no mueven un dedo por nadie, a menos que haya dinero de por medio. Un hombre que acaba de entrar a la posada se ofrece a investigar las desapariciones a cambio de una recompensa.

Me quedo mirando la mesa unos segundos. Miro mis reservas de dinero, que van siendo cada vez menores. Doy unos golpecitos en la mesa con los dedos mientras me decido pero otro hombre interrumpe en la conversación. Éste se ofrece a ayudar no solo gratis, sino además pagando los honorarios del otro hombre. Este gesto me coge por sorpresa, no esperaba un acto de generosidad así. Me fijo en el hombre que parece estar ciego. Ya he peleado antes con un oponente ciego y sé que pueden llegar a ser muy capaces, pero aún así...

- Vaya, vaya, un gesto bastante altruista. Hace tiempo que no veo algo así, la verdad. Si necesitas más ayuda puedes contar conmigo, no te cobraré nada. Si la guardia de la ciudad no quiere ver los problemas de los ciudadanos, alguien tendrá que hacerlo. Mi nombre es Augus. ¿Puedo saber el tuyo?

Dos hombres irrumpieron en la conversación, ofreciéndose a ayudar gratis. Desde luego, Cassius esperaba que hubira competencia, pero no a esos extremos. Si todos en Hécate eran así, se iba a morir de hambre.

Cassius se dirigió al primer hombre, que parecía ciego. -No entiendo ese razonamiento, señor. ¿Entonces tampoco es correcto para el herrero abusar de la necesidad de armas y herramientas para lucrarse? ¿Y para el tabernero abusar de la necesidad de comida? Lo considero un punto de vista erróneo.

Por supuesto, mi corazón me dice que debería prestar mi ayuda en este caso, dado que es obvio que alguien se tiene que hacer cargo, pero no puedo permitirme hacerlo sin cobrar, como vosotros dos, ya que necesito comida y un lugar donde dormir. Sin embargo, dado que no puedo dejar que esto se quede sin resolver, me conformaré con eso, lo suficiente para comida y estancia aquí durante cuatro o cinco días. No es mucho, y de cualquier modo no os arrepentiréis de contar con mi ayuda, ya que soy un experto luchador. ¿Qué me decís?- Dijo extendiendo la mano al hombre de los ojos blancos, como si supiera que este iba a aceptar.

-Por cierto, no me he presentado. Soy el capitán Cassius Brakys.

Le dí un par de bocados a la comida que había en plato, en pos de satisfacer el apetito que tenía, esperando a que alguno respondiera.

Sin embargo no se esperó que un tercero también ofreciese su ayuda de una manera tan filántropa.

-Alexei Ba...- A Braith no le dio tiempo a responder cuando el mercenario volvió a la carga, y argumentó tan acertadamente que Braith se rindió a sus palabras.

-Tiene usted razón capitán Brakys- dijo sin deshonor. -Rectificar es de sabios y es obvio que no me he dado cuenta de que lo suyo también es un trabajo- rápidamente se percato en que a lo mejor no era esa la mejor frase para excusarse.

Sin embargo, le pido que me entienda, en mi caso me gano la vida de otra manera menos sangrienta y por ello considero que no debería reclamar un honorario por ello.- continuó su réplica, mientras, se levantó de la silla apartándola un poco y le extendió la mano al mercenario. -Y seguro que su espada es mucho más hábil que la mía, y no tengo ninguna duda de que el sueldo que reciba sea justo capitán Cassius Brakys- le miró a los ojos, lo cual podría perturbar a algunos pero agregó una sonrisa a la ecuación, mostrando sus perfectos dientes blancos. Una sonrisa perfecta.

-Alexei Baikov es como me llaman- dijo al capitán sin cesar de sonreír y luego miró al hombre que también había ofrecido sus servicios.

-Es un tremendo placer conoceros.-

No fue hasta el momento en el que ese hombre le miró a los ojos que Cassius se dio cuenta de que ese hombre no era ciego, simplemente tenía los ojos blancos. -Ya me caes bien, Alexei, no hay mucha gente en el mundo capaz de admitir sus errores como lo ha hecho usted. Será un placer trabajar contigo.

Cassius se giró para seguir hablando con los mineros, a los cuales con una gran sonrisa en la boca dijo -¿Veis? Todo resuelto, a veces no hay como discutir los problemas en la posada adecuada JAJAJA.- rió al final mientras daba una palmadita en la espalda a uno de los mineros.

El capitán fue a echar mano de su jarra de cerveza, pero no fue sino en ese momento cuando se dio cuenta de que aún no había pedido ninguna, por lo que hizo gestos a una de las camareras para que se la trajeran. -Ahora sólo falta que nos digáis dónde se han producido esas desapariciones.

El hombre sudoroso se presenta como capitán Cassius Brakys. Capitán, ¿eh? Me pregunto de qué. Ya tendré tiempo de averiguarlo. El otro hombre, el ciego, se presenta como Alexei Baikov. Ambos llegan a un acuerdo para llevar a cabo el trabajo, en el cual no intervengo porque no es de mi interés. Me levanto de mi mesa, me limpio la boca en la manga y le digo a las camareras que no se lleven la comida, que me la voy a terminar. Me acerco a Cassius, Alexei y los mineros. Le tiendo la mano a los que van a ser mis compañeros.

- Encantado de conoceros. Estoy seguro de que entre los tres podremos sacar algo en claro de todo este asunto. Aunque no me veáis armado yo también se defenderme un poco.

Cassius se gira para hablar con los mineros, así que yo me acerco también y escucho de brazos cruzados.

- ¿Cuántos de los vuestros han desaparecido y cuándo empezaron a desaparecer? ¿Habéis notado algo raro aparte de las desapariciones?

El hombre que lleva la voz cantante, un gigante rubio de ojos verdes y barba desaliñada, os miró uno a uno detenidamente y respondió:

-Agradezco su ofrecimiento y si no estuviésemos desesperados lo rechazaría de forma tajante, pues los peligros de una mina son varios... ¡Y qué coño, esto es responsabilidad de la guardia! ¡Gracias a nosotros esta ciudad es lo que es y los tres niñatos que se pelean por el trono harían bien en recordarlo!

Tras respirar hondo y dar un trago de un líquido violeta y viscoso continúa en un tono mucho más calmado:

-Al principio fueron seis, cinco de ellos mineros experimentados; el otro, un muchacho que llevaba tres días en el trabajo. Estaban haciendo una inspección rutinaria de los túneles 7 al 10, para enseñarle al muchacho un poco el protocolo y tal... Pero no volvieron, ni uno.

En principio supusimos que podía ser causa de un desprendimiento o una explosión, pero cuando investigamos los túneles no había rastro de ellos, todo en perfecto estado y orden, como si nunca hubiesen bajado por allí...

Tras unos instantes de silencio un hombre de nariz ganchuda y calvo salvo dos matojos de pelo que le crecen por encima de las orejas añade

-¿Raro? Bueno, a veces se escucha un "cri, cri", como una cigarra ¿saben? Pero, claro, hace cerca de una semana que no bajamos por allí.

Para cuando los hombres acabaron de hablar, el ex-capitán ya había dado cuenta de más de la mitad de su jarra de cerveza. Tras la última palabra del segundo hombre, Cassius terminó lo que le quedaba de un trago antes de hablar. -Bueno, ya sabemos por dónde hemos de empezar. Dadme cinco o diez minutos, voy arriba a por mis armas y nos vamos, si os parece bien.

Cassius subió las escaleras mientras hurgaba en su bolsillo en busca de la llave que abría la puerta de su habitación. Una vez dentro, Cassius cerró la puerta y se sentó en el lecho. Mientras divagaba en sus pensamientos, apoyó los codos en sendas piernas y la cara en sus manos, frotándose el rostro, sólo para después elevar la mirada, dejando las manos en el sitio, quedado estas en una posición parecida a la de oración, y apoyando la barbilla en la punta de los dedos medios. "Desapariciones misteriosas, ¿eh?" Cassius sabía que de haber sido cualquier otro tipo de encargo, jamás habría pedido tan poco, pero esto en concreto le traía muchas cosas a la mente. Le traía recuerdos, recuerdos para nada buenos, pero sobre todo sentimientos, entre ellos un profundo sentimiento de culpa, que había estado moviendo a Cassius los últimos minutos, impulsándolo a ayudar. No obstante, ahora, a solas en su habitación, todo lo demás se arremolinaba en su mente, incluido el miedo de antaño...

El enorme hombre sacudió su cabeza. No, debía dejar de lado aquello por el momento, no podía recordarlo cada segundo, máxime si quería ser de ayuda.

Cassius recogió sus mandobles y los cargó en su lugar habitual antes de salir de la habitación. Tras haberse asegurado de cerrar con llave, la introdujo de nuevo en su bolsillo y bajó de nuevo donde los demás le esperaban. -Bien, ya estoy listo. Podemos partir en cuanto queráis.

Escucho con atención las palabras de los mineros. Seis hombres desaparecidos de golpe, cinco de los cuales ya estaban curtidos en el oficio. Eso es bastante raro, pero más raro aún es que no dejaran ningún rastro. Al menos ahora tenemos un lugar por donde empezar a buscar.

- ¿Alguno de vosotros va a acompañarnos por los túneles para guiarnos? ¿O tenéis un mapa de las minas para darnos? Ninguno de nosotros ha bajado ahí y sería un acto bastante estúpido hacerlo sin saber dónde nos metemos. Además no queremos acabar aumentando en tres el número de desaparecidos.

Otro de los mineros dice que se escuchaba un "cri cri" como de cigarra.

- ¿Un sonido de cigarra? Las cigarras son bastante comunes allá donde hace calor. Tal vez se os colaran algunas o fueran algún tipo de bicho parecido, no creo que haya que darle más importancia. Si eso es todo lo que tenemos, empezaremos por ahí.

Cassius sube a su habitación a prepararse. Momento que aprovecho para terminar de comer y hablar con los mineros despotricando contra la guardia.

[...] no son más que mercenarios pagados con vuestros impuestos [...] sólo se preocupan de sus propios intereses [...] el día que pase algo de verdad ya se verá lo inútiles que son...

Cassius baja de nuevo con dos mandobles a la espalda. Vaya, este tipo no se anda con chiquitas. Me termino de un trago la bebida y me levanto.

- Bien, acabemos con esto cuanto antes. Estoy listo.

Una cigarra, fue lo que más gracia le hizo... No era por burlarse de una situación como esa, pero inconscientemente sonrió.

-¿Quién se preocupa de animalejos cuando puede haber un grupo de bandidos o alguna grieta en el suelo que los haya engullido?- Mira alrededor para comprobar que nadie se haya dado cuenta, y al menos no lo parece, todos están atentos a lo que ahora dice el capitán.

No le dio mas importancia de la que tiene, al fin y al cabo desaparece gente constantemente. Si decir palabra vio como el capitán subió la escaleras a por sus armas había dicho.

Aprovechó y se sentó en la mesa esperando a que estuvieran todos listos ya que al parecer nos íbamos a ir enseguida. Mejor, cuanto antes terminemos antes podría volver a esperar al contacto de Dahlia.

Rápidamente dio unos amplios bocados de la comida y con ayuda de la cerveza bajó toda la bola que tenía en la garganta. Y cuando vio que Cassius ya bajaba cogió la mochila que tenía constantemente preparada al lado de la mesa para no tener que hacer esperar al contacto y salir de esa posada rápidamente, estaba ya cansado de la comida.

Braith se dirigió hacia el tabernero y le dijo -Si viene alguien preguntando por mí dile que vendré aquí todos los días a las 10 de la noche, que he tenido que encargarme de unos asuntos- deslizó dos monedas de cobre sobre la mesa para asegurarse de que cumpliera, aunque nunca podría estar seguro de ello.

- ¿Todos listos? -

-Eh, que vosotros preguntásteis por algo raro. Os dice el hombre que mencionó las cigarras.

El cabecilla, hace un gesto con lamano para zanjar el tema y responde a las preguntas de Augus:

-Os puedo acompañar hasta la boca de desciende a esos túneles. A partir de ahí os puedo dar un mapa aproximado de la zona… De verdad, gracias. Por cierto, mi nombre es Kayal Yosswell.

Mientras Cassius sube a prepararse, los mineros discuten con Augus sobre las circunstancias de la guardia de la ciudad. Te sorprende descubrir que pese al descontento general con la situación, no culpan tanto a la guardia como a los regentes.

Augus, Advertir 120:

Una vez bajas Cassius, dos de los hombres se quedan mirándote y el hombre que mencionó a las cigarras, señala tus mandobles:

-Allí abajo apenas tendrá sitio para mover uno de esos. El túnel es amplio, pero no hasta ese punto.

Braith, Mafut te mira atentamente luego mira las monedas con cierto desencanto y responde:

-Sí, sahib, avisaré a quien venga a buscarle de sus intenciones. Sin embargo, perdone a su siervo si la edad y las muchas horas preparando ricas salsas han aturdido su cerebro hasta el punto de olvidar ciertas cosas.

Pues la mente de su siervo es de carne y no es incorruptible como el oro o la plata.

Una vez solucionado el asunto como mejor puedes el asunto de Dahlia, Kayal te dice (a Braith):

-Agradezco enormemente su intención de ayudarnos pero, en sus circunstancias, se estaría exponiendo a un peligro aún mayor por el solo hecho de bajar. Necesitamos ayuda, pero no quiero que su muerte pese sobre mi consciencia.

-No te preocupes, puedo apañarme sólo con uno, pero no creo que pase nada si llevo el otro a la espalda.- Dijo Cassius al hombre que le había comentado el problema del espacio. Ya se había imaginado que en los túneles le sería difícil emplear su estilo Mordisco de Dragón con ambos mandobles a la vez, pero era posible que las minas fueran sólo la primera parada, pues sea donde sea el lugar al que han ido a parar los desaparecidos, no son los túneles, eso es casi seguro. De todos modos, esto podría servir a Cassius los movimientos que ha estado intentando desarrollar para combatir en ese tipo de espacios, que siempre le han dado problemas, moviendo los mandobles muy cerca de su propio cuerpo, aunque aún le faltaba tiempo para dominarlo. [OFF: Esto último es porque me voy a coger la tabla de combate en espacios reducidos al siguiente nivel, como ya dije]

- Bien, será más que suficiente. Encantado Kayal. -respondo al minero alfa al tiempo que le tiendo la mano cuando se presenta.

La charla con los demás mineros no deja dudas sobre su descontento con los gobernantes. No me sorprende, al fin y al cabo los que están arriba se creen demasiado importantes para velar por los que están abajo.

- No me hagáis hablar... no me hagáis hablar.

Mientras hablo con ellos me doy cuenta de que dos hombres me miran desde otra mesa y hablan entre ellos. Nada que me llame la atención hasta que escucho las palabras "es él, te digo que es él" y uno de ellos se va de la taberna. Mierda. ¿Hasta aquí ha llegado ese cabrón? Cassius baja y ya estamos listos para irnos, pero antes:

- Esperad un momento, casi se me olvida recoger algo. En seguida vuelvo.

Subo a mi habitación y recojo mis cosas, las pocas que tengo. Al bajar me aseguro de dejar pagado todo a Mafut y vuelvo con los otros.

- Vale, ya lo tengo. No perdamos más tiempo.

Finalmente os ponéis en camino. Braith parece haber accedido a los ruegos de Kayal y decide quedarse en la posada, de modo que Augus y Cassius seguidos los mineros (que tienen todos cara de limón agrio) partís en dirección a las minas.

El trayecto, aunque largo e incómodo, por causa del armamento descomunal de Cassius, transcurre sin mayores incidentes pese a que habéis llamado de forma considerable la atención de la gente y varios críos corretean alrededor de vuestro improvisado "desfile militar".

Una vez a la entrada de las minas, los mineros juegan al piedra - papel - tijeras y deciden que os acompañarán a los túneles "Dusty", el viejo de las cigarras, y "W-Tick" un hombre de cabello castaño y tremendamente pálido que se rasca constantemente; además de Kayal quien da una linterna sorda y un pico a los dos mineros, además de agarrar una cuerda y un par de frascos de "cristal topacio".

Una vez entráis a las minas, véis que se encuentran bastante bien iluminadas, merced de las pequeñas botellas de agua con trozos de lamprydae en ellas que se encuentran cada cierta distancia, pero que apestan de sobremanera.

Tras unos minutos de caminata, os detenéis frente a una encrucijada en "Y".

- Bien, esta es la entrada a los susodichos túneles. A partir de aquí nos ponemos en vuestras manos.- Dice Kayal con cierto temblor en la voz.

Advertir 180:

Antes de ponernos en marcha Braith se echa atrás y nos deja a Cassius y a mi todo el trabajo. Está feo, por no decir otra cosa, ofrecerse a hacer un encargo y echarse atrás antes de intentarlo. En fin, ¿de qué me sorprendo?

El camino hacia las minas parece una procesión, nosotros en medio y todo el mundo mirando. A la próxima intentaré conocer mejor a la gente con la que me asocie, así es imposible pasar medio desapercibido. Si los de la taberna me han reconocido, ahora no les va a costar nada seguirme la pista. ¡Me cago en todo lo cagable! Al menos si me siguen a las minas puedo intentar despistarlos allí o tenderles una emboscada, lo que sea.

En la entrada de las minas, los mineros se pertrechan para la exploración y procedemos al interior. Mientras caminamos, pregunto:

- ¿Estas minas tienen alguna otra salida? ¿Son peligrosas, hay algún punto con mayor riesgo de derrumbe que debamos evitar?

Al llegar a una encrucijada, Kayal nos dice que a partir de ahora mandamos nosotros. Me quito la capa y la guardo, dejando al descubierto la armadura de cuero.

- Uno de nosotros debería ir al frente y el otro cerrando la marcha. ¿Qué prefieres, Cassius, delante o detrás?

Sí que existe otra salida pero no es asequible desde esta zona. En cuanto a peligro de derrumbe, esta es de las zonas más estables del complejo. Si acaso deberíais andaros con cuidado pues en torno a esta zona - dice señalando una localización en el mapa- hay un desnivel de unos 60 pies métricos pero aparte de eso y de lo que sea que se ha llevado a los otros no debería haber ningún peligro.

Y las cigarras, no te olvides de las cigarras - dice W-Tick riéndose.

Cassius escuchó atentamente las explicaciones de los mineros. Al llegar a la encrucijada, Augus preguntó si quería ir delante o detrás. El mercenario no lo pensó dos veces antes de enarbolar su Canción de Hierro y decir con voz firme -Yo iré delante.

Cassius avanzó hasta la encrucijada, y oteó ambos caminos con la poca luz de la que disponía antes de preguntar -Y bien, ¿Por qué camino habríamos de ir?.

Antes de que os adentréis más tomad esto. No es mucho pero supongo que os será útil. Hay zonas que no están iluminadas- Dice Kayal mientras os alarga par de antorchas, así como sendos frascos de aceite. -Que Abel os proteja contra lo que sea que haya allá abajo... No nos hagáis añadir dos personas más a la lista de desaparecidos.

Elegís el túnel de la derecha, avanzando en típica formación de "lata de sardinas delante" por los túneles sin ver nada fuera de lo común. Se nota, sin embargo, que efectivamente hace ya algún tiempo que nadie baja or aquí porque la peste de los focos de lamprydae es más notoria y los carros de suministros están vacíos.

Sin embaargo parece ser que no hay nada fuera de lo común hasta dónde habéis avanzado.

Advertir 120:

Buscar 80:

Supervivencia 80:

Antes de avanzar, Kayal nos tiende unas antorchas para que podamos iluminar los pasillos y nos dedica unas palabras de despedida. Le pongo una mano sobre el hombro en gesto tranquilizador.

- No te preocupes, lo creas o no he salido de agujeros más peligrosos que este.

-Y bien, ¿Por qué camino habríamos de ir? -pregunta Cassius.

- Probemos con la derecha primero, si no encontramos nada probaremos con el otro.

Nos adentramos en el túnel unos cuantos metros sin notar nada raro. Tal vez lo que hubiera aquí se haya marchado ya. El túnel da la impresión de llevar ya un tiempo abandonado, puede que por eso se haya ido el causante de las desapariciones. Me acerco a una de las carretas de suministros, que está tan vacía como el resto que nos hemos encontrado. Sin embargo, algo llama mi atención. Por detrás del carro hay un rastro de ¿babas?

- Cassius, mira esto. Vamos, a ver dónde nos lleva.

Seguimos el rastro hasta un pequeño agujero. Lo comprobamos con el mapa, pero aquí no aparece reflejado.

- Creo que hemos encontrado la pista que buscábamos. ¿Crees que cabrás ahí dentro con la armadura y los mandobles?

Bueno, es un hueco grande y supongo que podría- dijo Cassius. -Pero no creo que pueda ir rápido, y tampoco tendría buena maniobrabilidad, así que opino que es mejor que vayas tú delante, ¿te parece?

Avanzáis por el túnel, encorvados y bastante incómodos. La baba, que antes era una película fina ido aumentando paulatinamente hasta formar pequeños charcos por el camino.

El tunel huele mohoso y estancado, como un cuarto cerrado durante mucho tiempo, que no llega a camuflar un tenue olor metálico.

Camináis durante unos 15 min alumbrados simplemente por la luz de las antorchas hasta que véis un fulgor azulado al fondo que os recuerda el de los focos de lamprydae de los túneles mineros. Al llegar hasta él véis que se trata de una entrada camuflada de forma similar a aquella por la que habéis entrado.

Advertir 80:

La criatura que os ha disparado echa a correr por el túnel y parece ser bastante rápida. Naturalmente la seguís pero su reducido tamaño y la mala iluminación dificultan el poder verla claramente... Si os preguntasen diríais que es el hijo bastardo de un lagarto y una cucaracha., que mientras corre va haciendo un ruido raro... Cricrí, cricrí.

Advertir 40, Atletismo ??:

Pasáis al tema de combate: Infinite Hunger

Conforme avanzamos por el camino el rastro se va haciendo cada vez más evidente. Llega un momento en que chapoteamos sobre las babas, lo que unido al hedor del túnel casi hace que me den arcadas.

- Buf, qué asco. Esto huele casi peor que la comida de El Salam.

Tras un rato de caminata vemos la entrada a otro túnel. Cuando voy a entrar una especie de criatura extraña nos lanza algo y echa a correr por el túnel.

- ¿¡Qué cojones era eso!? -digo antes de echar a correr tras la criatura.

Cuando la tenemos acorralada y vamos a atacarle, otros dos bichos se interponen. Estos son diferentes, tienen unas cuchillas como de guadaña. ¿Qué son estas cosas? Parecen bichos gigantes, pero también parecen lagartos. Estos deben de ser los causantes de las desapariciones. Tenemos que-

- ¡Eh! ¡Cuidado con eso!

Una de las criaturas de las cuchillas se lanza a por mi, pero consigo evitarla a tiempo. La otra criatura de las cuchillas ha ido a por Cassius, quien no parece cómodo luchando en un espacio tan reducido. La otra criatura se queda mirando, ¿por qué no atacará? Pronto lo descubro cuando vuelve a escupirme otra de esas bolas de babas. Esto va a ser más duro de lo que pensaba.

El combate no dura demasiado, pero me llevo unos cuantos cortes de la criatura. Durante el combate me ha parecido ver brillar el arma de Cassius, ¿o habrá sido algún efecto de las antorchas? Es igual, en todo caso el combate ha terminado y ya me hago una idea de qué pasa aquí.

- ¿Estás bien? -le pregunto a mi compañero- Creo que al final lo del cri-cri sí que va a ser importante.

Saco el mapa e intento localizar más o menos dónde estábamos antes de salirnos de los túneles marcados. Hago una X en el lugar aproximado, aunque sea con sangre.

- Creo que deberíamos llevarnos el cuerpo de uno de estos... bichos. Va a ser más creíble que salir ahí y decir lo que hemos visto.

Me detengo unos instantes a sopesar nuestras opciones. Podríamos volver con lo que hemos averiguado y dejar esto a las autoridades, pero también podríamos seguir investigando. Me giro a mi compañero.

- ¿Seguimos?