The rats in the walls [Fausto]

- No se excuse, madame, lo entiendo. Y lamento la pérdida, pobre criatura.

Mientras maquillaba mis pensamientos con palabras amables, no pude dejar de mirar la lánguida faz de aquella mujer. El tiempo le había pasado factura con suma dureza y las imperfecciones de su cara eran tan abundantes como sus canas. Su frágil mirada apenas podía sostener mis poderosos y penetrantes ojos.

Ante aquella patética criatura, no pude evitar sumergirme en otra de mis macabras fantasías. Me imaginé extendiendo los brazos y clavando mis dedos en aquel cuello de gallina. Apretando con fuerza y de forma tortuosa, mientras los ahogados gritos de la mujer luchaban por salir. Después, barría la mesa con aquel cuerpo pataleando, engarzándolo con los cristales rotos de los distintos ornamentos que la decoraban. Precisamente, con uno de esos cristales, imaginé cortando su lengua. Y acto seguido, sus tendones. Finalmente, en aquel mar de sangre y cristal, clamaría por el Maligno, pues su ofrenda ya estaba servida. Aquella vida mediocre y patética tendría el destino que se merecía.

Pero por suerte para la mujer, debía de conformarme con mi fantasía. No era apropiado ir asesinando a todo aquel que, según mi criterio, lo mereciese. Y dejando a un lado aquel fugaz y oscuro pensamiento, decidí indagar mas en el asunto de la pulsera.

- Disculpe que la importune, madame, ¿pero sería tan amable de indicarme dónde puedo encontrar al muchacho? Es posible que usted conozca qué lugares suele frecuentar.

Intenté fingir una mirada triste.

- Yo también tuve una infancia dura, más creo que mis consejos podrían devolverle el ánimo al pequeño.

- Un beschuit con margarina y leche fresca si la hay.

Respondí mientras me guardaba el papelito con las direcciones en el bolsillo interior de la chaqueta. Al rato, la mujer me trajo el desayuno y ambos nos hicimos compañía en silencio e inmersos en nuestra respectiva tarea.

- Delicoso, madame. Y ahora, si es tan amable, cóbreme de aquí.

Hice rodar una moneda sobre el mostrador. La mujer la recogió con agilidad y cobró el desayuno. Y tras un breve intercambio de halagos, subí a mi habitación para prepararme. Al abrir la habitación y asegurarme de que no hubiese nadie en el pasillo, cerré con llave.

- Zac.

- ¡Uurgh! ¿Qué quieres?

Aquella voz salió despedida de algún rincón de la habitación. Era una voz agria, rota y casi gutural.

- Necesito encontrar a un mocoso y me agradaría que me ayudaras. Según me ha dicho la vieja de abajo el crío frecuenta El paso de piedra por las mañanas. Démonos un paseo ¿te parece?

Para los de mi gremio no era común tratar tan educadamente a estas criaturas, pero yo pensaba de un modo diferente. Algunos conjuradores no consideraban que sus criaturas fuesen algo mas que meras herramientas, yo sin embargo incluso había bautizado a aquel ser: Zacharias, le llamaba. Mi visión de esos seres difería bastante de la común, pues para mi era un socio o aliado, en lugar de un esclavo.

- ¡¿Qué hacer con niño?! ¿Para qué querer niño? ¿Qué servir?

- Lleva una pulsera con este sello de invocación.

Dibujé el símbolo en un trozo de papel y se lo mostré a Zacharias. Acto seguido quemé el papel sobre una vela.

- Es un renacuajo enjuto y huesudo, rubio y de ojos marrones. El color de su tez recuerda al pan recién horneado.

- ¡Yo lo buscar! ¡¡Vaaamos!!

Aquella voz rota e irritante parecía moverse por toda la habitación, impaciente. Preparé lo necesario para salir y fui en busca del muchacho a El paso de piedra. Zac me ayudaría con la búsqueda, siguiéndome de cerca y bien escondido.

Necesitaba hablar con el crío, necesitaba que me contase todo lo referente a esa pulsera. Sin embargo, sabía que sonsacarle esa información no iba a ser nada fácil. Quienquiera que le hubiese dado ese objeto, le habría hecho jurar y rejurar que no le contaría nada a nadie. Por lo que es mas que probable que el niñato no diga nada. Mucho menos aún a mí, un desconocido. Por suerte para ese tipo de casos, había muchas formas de ser persuasivo.

En primer lugar necesitaba un lugar íntimo donde charlar con el crío. En plena calle principal de Hécate no podía actuar, demasiados testigos. Pero la mañana era larga, tenía el tiempo a mi favor para idear un plan. Mientras Zac y yo seguíamos al niño, mi cabeza empezaba a construir el plan que me haría obtener la información que necesitaba.

En un instante de ruido y confusión, sin quitarle el ojo de encima al crío, me aparté a un lado para susurrarle unas palabras a Zac.

- Debemos encontrar un lugar íntimo, privado, sin testigos. Llevaremos allí al crío y le sacaremos todo lo que sabe, por las buenas o por las malas.

- P-pero, ¿pero cómo hacer? ¿cómo Maestro lograr? niño no ir con extraño, niño no parecer tonto.

- ¿Recuerdas lo que hicimos aquella vez en Ascani, con el asunto del marqués Abatti?

- Oh... ejejejeje Maestro listo, Maestro sabeeee.

Zac lo recordó inmediatamente. Hacía poco mas de dos meses, nos encontrábamos en Ascani, la capital de Bellafonte. Durante la estancia, tropezamos con un arrogante marqués que se tomó demasiadas molestias en intentar echarme de la ciudad, dado que mi linaje nunca se ha llevado especialmente bien con los Abatti. Como venganza, decidí alterar la apariencia de Zac con mi magia y convertirlo en una hermosa y seductora joven. Fue bastante divertido ver como aquél idiota babeaba por besar los labios de un gier.

La estrategia sería parecida. Alteraría la percepción del niño para que en lugar de ver a Zac, viese a la señora de “Alleyne’s” con quien se acababa de reunir. Podría fingir que se le había olvidado algo en el último momento y ha tenido que salir tras él. Pero había una pega, Zac no podía imitar la voz de la mujer, por lo que su nueva apariencia debería permanecer callada. Pero presupongo que, gesticulando a lo lejos y haciéndole gestos de que la siga, el plan podría funcionar. Con el bullicio es complicado comunicarse sin hablar a gritos, por lo que es un punto a favor para resultar convincentes.

Pero antes de llegar a ese paso, debíamos encontrar un lugar adónde llevarlo para interrogarlo con privacidad.


Tiradas de Callejeo y Buscar, para encontrar un lugar dónde poder llevar al niño para charlar con él cómodamente y en intimidad. Callejeo por si conocemos algún sitio, y Buscar por si lo vemos por la calle mientras seguimos al crío. A parte, control de INT de Fausto para propiciar ideas.

Fausto
Buscar 41
Callejeo 51

Zacharias
Buscar 76
Callejeo 48

Fausto
Control de INT 19