[Prólogo](Teniente Generala Eleanor) La palabra de Diós

Allí estabas, en la oficina de Lucanor. En el mismo sitio en el que, hace quince años, empezó todo. El mismo sitio en el que, hace quince años, tu misión cambió de asesinato a infiltración, protección, y limpieza. Y ahí estaba Lucanor Giovanni, tal y como hace quince años, de pie, al lado de su asiento, detrás del tan conocido escritorio (en el cual habían dos tazas de café). -Buenas tardes, Teniente Generala. Por favor, siéntese. -Obviamente, te sentaste. Lucanor también.

Al lado del Príncipe de Lucrecio, su gran guardaespaldas, la gran pantera negra Daaku, echaba una pequeña siesta. Aunque, como sabías, estaba más despierta que bastantes cadetes... -Bueno, al asunto. Verá, Teniente Generala -o como muchos la llaman, Teniente Eleanor-, necesitamos su ayuda. -Lucanor empezó a saborear su taza de café. Levantó los ojos levemente, como si se estuviese pensando sus palabras... Pero sabías que no era verdad. Sabías que él lo tenía todo calculado.

-Supongo que sepa más o menos la situación de Hécate. -Lo recordabas perfectamente. Habías oído hablar sobre ello. Tres herederos al trono, batallando entre ellos. Wissenchaft claramente apoyaba a Marina, la única heredera femenina. Sin contar con que era la mayor. -Tenemos a más de un soldado de Wissenchaft por allí -de hecho, tenemos bastantes. El problema es que hemos recibido mensajes diciendo que uno ha sufrido una grave baja. -Te tendió un boceto. -Se llama Kalen Del. Cuidado con el contacto físico, el tipo es "víctima" de un... "Proceso." -Sonrió por debajo de la sombra de su rostro. Siempre te habías preguntado qué cosas pasaban por la mente de Lucanor...

-Tu misión es encontrarlo con vida, y reportarme sus desarrollos y su estado. Puede parecer misión fácil, pero resulta que el señor Del la ha fastidiado de tal manera, que otro agente de Wissenchaft ha tenido que ponerle... un "alto." -Dijo. Pese a su frío tono de voz, parecía como si estuviese alegre de los acontecimientos.

-¿Puede Wissenchaft contar con sus servicios una vez mas?

Se podía decir que era uno de esos días en los que tienes pocas ganas de hacer nada.

Técnicamente lo era. Pero como nuestro buen Murphy profetizaría, es precisamente en esos días en los que la suerte te putea lo bastante como para obligarte a trabajar más que nunca. Y esta vez no era una exageración o simplemente una imaginación sin fundamento, sino que estaba perfectamente constatado por una llamada por parte de mi jefe que algo de trabajo me iba a dar. Cuánto añoraba yo en ese momento la almohada de mi habitación. Los pasillos de la Universidad en comparación tenían la misma presencia que la que pudiera tener un muro de ladrillos desnudo. Y no era porque fuera austera, todo lo contrario: la ostentosidad que impregnaba cada centímetro del edificio habría hecho palidecer a más de un noble, pero en comparación a las mantas de mi cuarto y a lo bien que se estaba entre ellas...

Por no poder llevar, no podía ni llevar el hábito que usaba para las matanzas, ya que ahí dentro era la teniente generala de brigada superior Eleanor Rigby, y no Sor Elena, la identidad que solía adoptar para que la gente no sospechara de una servidora. No es que fuera religiosa, o no de manera radical al menos, si bien era cierto que no negaba la existencia de Dios, no creía en él como un padre salvador ni benevolente, por decirlo de alguna manera, me parecía más bien un ser bastante bajo e hipócrita, y la Iglesia no ayudaba a mejorar esa opinión que tenía de él. Pese a la religiosidad de la prenda ya mentada, el hábito era holgado y calentito, al contrario que el traje casi militar que llevaba en esos momentos. Nunca había sido amiga de las corbatas.

El caso es que tras dar un garbeo para despejarme por la Gran Universidad me dirigí a la oficina de mi jefe, Lucanor, la cual no había cambiado demasiado desde que, quince años atrás, entrara a asesinarle. Por aquel entonces, casi era un mozalbete imberbe, pero aun así destilaba un don de mando y una frialdad incomensurables. Ambas cosas se habían reforzado con el paso de los años.

El lugar en cuestión podría definirse fácilmente como “luz madera”, y es que la mayor parte de los muebles presentaban ese característico brillo de la madera recién pulida. Cosa irónica, teniendo en cuenta que tenían ya sus años, claro que Lucanor siempre había sido un ricacho, así que no ya no me extrañaba. Era difícil hacerlo después de ver a su mascota destrozar hecatondies experimentales de combate en cosa de segundos. Al lado de eso, el perenne brillo de un mueble se vuelve algo anodino y sin importancia. Y sí, sentado en su sillón estaba él, y sobre la mesa un par de tazas de café humeaban tenuemente. Al lado del escritorio, la gran pantera Daaku descansaba aparentemente dormida... Aparentemente.

Tras el saludo inicial, tomamos asiento y cada uno una taza de café. Aunque me había tomado una recién despertada, le di un sorbo. Al parecer, la misión consistía en encontrar a un tal Kalen Del, por el boceto que me tendió me sonaba de haberlo visto de vez en cuando por ahí. Y bueno, el tipo la había cagado de tal manera que otro agente había tenido que ponerle lo que Lucanor llamó un “alto”. Para colmo de males, había de ir a Hécate, que estaba jodidamente lejos y no en precisamente buena situación política. Pero al menos no era una misión de asesinato, que solían ser las más difíciles de preparar (Encontrar un sitio desde el que disparar no es tan fácil como un aficionado podría pensar), sino que solo era de reporte de estado. Había además de evitar el contacto físico con ese tipo, por algún tipo de Proceso. Sí, sin duda era un día que tenía más bien poco de tranquilo o relajado.

-¿Puede Wissenchaft contar con sus servicios una vez mas?-Preguntó. Casi parecía divertido ante el cariz de los acontecimientos.

-Obviamente.-Asentí, dando un nuevo sorbo. Miré por el rabillo del ojo el gigantesco ventanal a mi espalda, como echaba de menos salir por ellos... Pero claro, una ya no estaba para esos trotes... Y menos con una pantera descuartizadora cerca.-¿Es necesario que también lo traiga? Porque me niego a hacer de niñera de un crío tan inútil si no es por orden explícita.-Concluí, acabando el contenido de la taza.

Lucanor empezó a reir. Era una risa bastante... extraña. Escalofriante. Aunque bastante baja de volumen, cabe decir. Te miró un momento, y dijo:

-No hace falta que lo traigas. Necesito un reporte, no un estorbo que no sabe hacer más que interferir en todo.

Con un movimiento de cabeza, Lucanor te indicó que era hora de partir. -Prepara tu equipo. Lo que necesites, lo tendrás en tu habitación.

Lucanor se rió ante mi comentario; no era la típica risa que te invita a sonreír. De hecho, eran pocos los gestos de mi jefe los que te hacían sonreír. Su sola presencia te instaba o a seguirle hasta la muerte o a temerle como al más horrible de los demonios, pero no a reírte con él; pese a esto y para guardar las formas, sonreí.

-No hace falta que lo traigas. Necesito un reporte, no un estorbo que no sabe hacer más que interferir en todo.-Respondió. Eso sí me hizo gracia, criticar a los inútiles y a los descerebrados solía hacérmela; suena como si fuera una cabrona, pero teniendo en cuenta que me crecían cuernos de cuando en cuando...-Prepara tu equipo. Lo que necesites, lo tendrás en tu habitación.

Sabía a lo que se refería; cuando llegara a mi cuarto estaría todo lo que hubiera pedido. Era una de las cualidades de ese tipo que más me llamaban la atención: La organización; y para dirigir Wissenchaft ésta era necesaria. No como Abel, ¡Gobernados por una chiquilla! Aunque es jodidamente irónico, por otro lado, porque está llevando las cosas mejor que Lascar y Elías juntos...

-Necesitaré mi espada, la de siempre obviamente, y mi cota de mallas. El hábito lo tengo en mi cuarto, hace tanto que no lo uso que no he tenido que llevarlo a limpiar la sangre. Comida para el viaje y un par de mudas de ropa, que de esta última me sobra. Eso es todo.-Con infinita destreza, hice girar la taza de té sobre un dedo. La deposité sobre la mesa entonces.-Iré a ver a ese idiota, y con su permiso haré que se coma su propia ropa como castigo. Gracias por el café.

Y desaparecí.


Caminé entre dimensiones lo máximo que me permitía cada "salto" hasta la salida del despacho. A partir de ahí fui caminando hasta mi cuarto.

Fuiste apareciendo, y apareciendo, hasta encontrarte en la entrada de la oficina de Lucanor. Una salida espectacular... Oiste desde fuera del escritorio como Lucanor se reía levemente.

Empezaste a caminar por los oscuros pasillos de la Gran Universidad, pues te diste cuenta que todavía el Sol no había salido.

Cuando llegaste al cuarto, abriste la puerta. Ahí, en tu cama, había una maleta, con una nota encima de ella.

Señora Eleanor:

Ahí tiene usted todo lo que pidió, junto a un poco de dinero, para el viaje. Tenga cuidado, y por favor, no haga que su compañero se atragante.

Sinceramente,
Lucanor Giovanni.

Al llegar a mi cuarto tras pasearme por los pasillos de la Universidad, vi que quién fuera que utilizaba mi jefe para llevar las maletas había llegado ya, y eso que no había ido precisamente relajada, pues era de las que pensaban que la relajación era cosa de viejas chochas y ancianos seniles. Una anciana de verdad debía ir a toda caña por la vida, qué cojones. En todo caso, estaba bastante segura que el método del jefe tenía que ver con... el bambú. Por lo que miré desconfiadamente la planta de mi habitación hasta que ésta me demostró que no escondía ningún artefacto raro. No es que hubiera enloquecido de repente, la tecnología de Wissenchaft era simplemente apabullante. Basta con decir que mis maniobras se basaban en algunas de las teorías menos aburridas que los científicos de ese lugar hacían.

Volvamos a la realidad. Aproveché para cambiarme entonces y ponerme el cómodo hábito monjil, en el que escondí mi espada. Toda una obra de artesanía bélica, sin duda. Y tras eso salí a trompicones con mi equipaje hasta la salida, donde un señor con un carro me recogió.

-A Hécate.-Le ordené, simplemente.

Él obedeció.

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[Se me olvidó postiar. Acabo el post en la salida, si no tienes planeado algo para el viaje alargo el post.]

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El paisaje era, sin duda, precioso. E iba cambiando mientras viajabas. Desde verdes prados y llanuras, con cesped agitandose con el viento, hasta desiertos pueblos rodeados de oscuros y siniestros arboles. El viaje fue bastante tranquilo. Por suerte, nada (ni nadie) paso.

Cuando llegaste a Hecate, que te bajaste, empezaste a mirar alrededor. Las casas estaban colgando de dos rocosas paredes paralelas, que se extendian hasta casi tapar el sol. Mientras caminabas por los multiples callejones de la ciudad, no pudiste evitar distinguir una gran torre blanca a lo lejos, elevandose por encima de las casas.

Enseguida la reconociste, era la torre de la tan famosa Marina Daorland. El jefe menciono algo sobre el tal Kalen estando alli, protegiendo a Marina. Asi que te dirigiste alli.

Cuando llegaste a la torre, una mujer estaba en la entrada. Te pregunto: -¿A donde se dirige?

El viaje fue de lo más tranquilo, y lo pasé tumbada entre el heno y mirando el paisaje. Era sorprendente lo mucho que me había malacostumbrado a tener una cama blandita sobre la que dormir, y es que no esperaba que de nuevo dormir sobre madera me fuera tan complicado. No obstante, tras la primera noche todo fue más llevadero. La campiña se extendía bajo las ruedas del carro, jodidamente bonita. Al final quizá mereciera la pena ir a buscar a ese tal Kalen y todo...

Aunque jugar a parchís con doña Gumersinda será algo que eche de menos en mis días libres. Pensé, recordando las largas tardes de parchís en las terrazas de los bares.

Despues de unos días, nos sorprendió al señor que hacía de cochero (Un tal Vince Luca) y a mí una chiquilla de pelo blanco ridículamente escualida, pero con una espada que tendría aproximadamente su tamaño y que llevaba a la espalda como si nada, también llevaba una gallina sobre la cabeza. Era una de esas visiones que te hacían preguntarte por la cena del día anterior. Decía llamarse Payiki, o Chachiqui, o algo por el estilo, y estaba buscando a una señora falta de amor con tendencias lésbicas. Había muchas señoras así, por lo que tampoco pudimos ser de mucha ayuda, aunque don Luca decía que se sentía relacionado con lo primero. No habría sido preocupante sino fuera porque se pegó a una esquina mientras hacía circulitos en el heno. De nuevo me pregunté si la comida de Wissenchaft con tanto avance tecnológico no habría acabado volviéndose peligrosa.

Al final, y viendo que no podíamos ayudarla, acabó yéndose.

El resto del camino fue mucho más relajado, no volvieron a interrumpirnos. También fue más aburrido, pero hacía tiempo que no podía dormir tantísimo, así que lo agradecí y todo. Claro que también estuve despierta gran parte del camino, ya que el paisaje iba cambiando, y llegamos a ver desde frondosos árboles en verdes praderas hasta la versión diabólica de los mismos.

Y después de un tiempo, llegamos a Hécate.

Era una ciudad francamente rara, tal y como me habían contado. Era básicamente un gigantesco corte de tierra dentro del cual, en las paredes de la hendidura, se apiñaban las casas, unas sobre otras, formando una colosal metrópolis de aspecto caótico. Fui caminando por este lugar de manera errática, buscando algo que pudiera ayudarme a encontrar a ese desastre de agente; sabía por experiencia que normalmente había algo que acababa dándote una pista, y esa vez no me equivocaba.

Era una torre, blanca, enorme y con pinta de cara. Por tanto, tenía que pertenecer a alguien capaz de permitírsela, y opcionalmente a alguien enorme y blanco, y probablemente ese alguien tuviera cara. Nunca había visto a María Daorland, pero siempre que pensaba en alguien noble lo imaginaba (En este caso “la”) con traje pijo y siendo delicado... Bueno, la torre era bastante delicada en cuanto a acabado...

Ahora que lo pienso, el jefe dijo que el tal Kalen había estado “protegiendo” ahí a la María esa... Y que habían tenido que ponerle un alto.

Busqué una taberna y me cambié de ropa, dejando de lado el hábito y quedándome con una camisa, pantalones y capa. El cincho lo giré para que la espada y el arcabuz quedaran tapados por la capa. De paso me puse un sombrero de ala ancha. No había motivo real, pero me gustaban los sombreros.

Me dirigí a la torre, en cuya entrada había una señora.

-¿A donde se dirige?

Me levanté el sombrero de ala ancha a modo de saludo.

-A las güenas, moza.-Le dije, con el acento de mi ciudad natal, me interesaba parecer una ancianita adorable en lugar de una teniente generala de una organización secreta.-Esta vieja se dirige a veh a su yerno, que m'han contao que ha armao un buen pitote con la María esa. Que er mu cabrón se casa con mi hija en tres meses y como se haya metío en un lío mu chungo le van a dar por culo ¿Me podría decir ande está? Se llama Kalen Del o argo así.

Quizá lo de adorable no hubiera sido tan acertado.

La señora te miró extrañada. Era una típica secretaria de estas con uñas larguísimas que no sabes cómo las tienen; pero las tienen. Estaba ocupada usando el comunicador de la torre (un aparato que envía mensajes a través de señales de luz) a una persona. Según la chapita de enfrente de su escritorio, se llamaba Elizavetah. Un momento... -¿Elisabetta?

-Elisake? -Dijo. Tenía un acento raro, seguro que proveniente del tan famoso Nuevo Continente. -Io soi Elizavetah. Muxo guztho. -Se giró un momento. Cogió un papel, y empezó a leer. A paso de tortuga, claro. Pero era un milagro que leyese.

-Zi, Kalen Del. Ezhe gobensuelo tan xido! Emfermeria, zejhundo pizo.

Empezaste a subir las escaleras, sin ni siquiera despedirte. Primer piso... Segundo piso... Entraste al pasillo. Al final, viste el cartelito. "Enfermería." Y cuando fuiste a abrir la puerta, lo viste ahí, sentado en una silla de madera, hablando con un... ¿gato?