[Prólogo] El poder conllevará responsabilidad (Pancrasio)

Estudio de la Torre

La caja de música emitía una dulce melodía, llenando la sala. Te encontrabas en el propio estudio de tu amo, observando el paisaje por la ventana. Un bosque inmenso se extendía a los pies de la torre en todas direcciones. La torre era tan alta que prácticamente se podría ver desde cualquier punto del bosque, pero sabías que eso era imposible. A ojos de cualquiera la torre era invisible.

Te sentaste en la butaca de tu amo, complacido. Él estaba lejos, y te había dejado a ti a cargo de la torre. Sentías el poder que eso conllevaba. “Amo y señor de la torre” era un título que te sonaba muy bien.

De pronto la melodía de la caja de música se detuvo. Volteaste la cabeza y la viste allá, en una estantería. Todavía no sabías por qué tu amo te había atado a ese objeto tan cursi. ¿Por qué no un arma legendaria o un misterioso artefacto? Una reluciente y cara joya también habría estado bien. Pero no, tenía que ser una caja de música. ¿Qué sentido tenía? Al menos era más original que aquel orinal en el que te encerró un anterior dueño.

Te levantaste y te acercaste a la caja. Pudiste sentir el lazo invisible que te unía a ella. Tomaste la caja entre tus manos y la examinaste. Llevaba algo grabado en la tapa.

Un regalo muy especial para mi Valérie, te amo.

¡Ugh! Era la mariconada más grande que habías leído en tu vida. ¿Qué hacia esa cosa conteniéndote a ti? ¿Cómo había podido usar ese regalo, seguramente rechazado por la tal Valérie, para meterte dentro?

No pudiste darle más vueltas al tema porque de pronto la puerta del estudio se abrió, de un portazo.

- Me tienen hasta los cojones, Pan. ¿Me oyes? ¡Hasta los cojones! – gritó el joven que había irrumpido en el lugar. Te miró arqueando una ceja - ¿Qué se supone que estás haciendo? ¿Vagueando en horas de trabajo?

Era Asmodeo, tu compañero y el siervo más poderoso de tu amo. Detrás de él podías escuchar el estruendo que estaban ocasionando los alocados siervos “menores”. Podías sentir el enfado de Asmodeo, y eso que él era un tipo muy cachondo que no solía perder su buen humor.

Pancrasio

La vista era increíble, y no porque fuera una vista distinta a la habitual, simplemente era el sillón. Era un sillón fabuloso, simplemente increíble... pero tampoco era exactamente el sillón, sino a quién pertenecía. Pertenecía al Señor de la Torre y, mientras él estaba fuera, a mí.

Pancrasio, Amo y Señor por pleno derecho de la Torre. Oye, esto es mejor que la vez en la que hice creer a un pueblo que era un dragón de quince metros. Nunca había comido tanto en tan poco tiempo Pensé, y la verdad es que no se diferenciaban mucho, a fin de cuentas yo me consideraba, de lejos, el tipo más poderoso de ese lugar, como en el pueblo. Si obviamos a Asmo y a medio centenar más, claro está. Pero el más poderoso aún así.

Aunque pese a eso odiaba la cajita de música tan cursilona en la que me habían contenido ¡Con lo valiente, arrojado y genial que yo era! Debería haberme metido en una espada de fuego flameante, y que luego me la hubiera dado para encender mi chimenea ¿Pero una caja de música con una dedicatoria a una humana? Pfff... Peor que un orinal. Aunque el orinal tenía el problema de no oler bien, pero es que la cursilería que desprendía eso arañaba el límite de lo horroroso. Además que tenía que ser un pésimo amante ese Nic, mira que meter a un ser que se supone que es un “Demoooooooooonio horriiiiiiiiible” en un regalo de amor... Bueno, al menos no le había regalado un orinal conmigo dentro.

Entonces, la puerta se abrió y una figura humana joven entró furiosa, de fondo se escuchaba el estruendo ocasionado por los espíritus menores. Sirvientes inferiores de la torre.

-Me tienen hasta los cojones, Pan. ¿Me oyes? ¡Hasta los cojones! – Gritó Asmodeo, un bicho bastante chungo con el que había tenido la suerte o desgracia de intimar en la torre, a fin de cuentas era ligeramente superior a mí en habilidades. Me miró arqueando una ceja - ¿Qué se supone que estás haciendo? ¿Vagueando en horas de trabajo?

-Calma. No empieces a destruirlo todo, esto no es Kushistán.-Le corté, bostezando.-¿Qué demonios pasa ahí fuera, Asmo? Y no, no estoy vagueando, es que el viejo me ha dejado al cargo de la torre y estoy... ehm... Recuperando fuerzas. Sí.

Estudio de la Torre

El aparentemente joven Asmodeo se cruzó de brazos, fulminándote con la mirada.

- Están haciendo de las suyas por todo el piso inferior. He intentado controlarlos yo mismo, pero están tontos perdidos – Asmodeo cerró la puerta del estudio detrás de sí, con unas intenciones dudosas – Como no bajes tú conmigo a poner orden me los cargo a todos, ¿me oyes? ¡A todos!

Eras consciente del poder destructivo del siervo más fuerte de tu amo, y sabías por asuntos del pasado que sus amenazas nunca eran en vano.

- Cabe decir que si no cumples con la tarea que el amo te encomendó te espera un castigo – el demonio sonrió de una manera ciertamente maléfica. Tu esencia vibró, presa de un escalofrío.

Asmodeo abrió la puerta de nuevo, invitándote a pasar por delante de él. Los gritos de los siervos menores comenzaron a oírse, jurarías que venían de lejos, de los primeros pisos de la torre. Por suerte el desplazamiento por el interior de la construcción era relativamente fácil, ya que había puertas especiales que te podían llevar a través de toda la estructura de la torre. Facilidades de la fantástica guarida sobrenatural del amo.

- Tenemos mucho trabajo que hacer, Pan. Recuerda las órdenes de Nico.

Tu compañero era uno de los pocos siervos del amo que podría permitirse llamarlo por su nombre. Quizá fuera por la confianza que había entre los dos. No todos los demonios tenían esas personalidades tan agresivas y sádicas que habías visto en otros siervos, durante tus servicios anteriores a otros amos. Tenías la suerte de haberte topado con un demonio bastante poco interesado en seguir los patrones de su raza. Tu amo había logrado encontrar a un poderoso siervo con el que se sentía a gusto.

Se rumoreaba entre los siervos menores que antaño se llevaron tan bien que el propio Asmodeo le propuso al amo firmar un pacto para convertirse en su familiar, aunque el amo lo rechazó. De todos modos esos dos siguen llevándose tan bien como el primer día.

Pancrasio

- Están haciendo de las suyas por todo el piso inferior. He intentado controlarlos yo mismo, pero están tontos perdidos. Como no bajes tú conmigo a poner orden me los cargo a todos, ¿me oyes? ¡A todos!

Tendría gracia si no fuera porque le veo capaz de ello Pensé, resignado. Ya conocía el poder destructivo de Asmo, y desde luego era solo comparable a las ganas de follar que normalmente llevaba. Esto en una persona o incluso en un demonio normal no sería algo preocupante, pero cuando el tipo al que me refiero es un demonio de la lujuria...

-Cabe decir que si no cumples con la tarea que el amo te encomendó te espera un castigo.-Dijo, sonriendo de manera maléfica (1) y escalofriante mientras abría la puerta, invitándome a pasar delante de él.

-Obvio que voy.-Contesté como un resorte, adoptando la forma de una pantera mientras hacía que mi saco adoptara el aspecto de una corona que coloqué con cuidado sobre mi cabreza. Era una corona con nariz y boca, pero seguía siendo bastante imponente, y desde luego era mejor que un saco mugriento con boca.

Salimos por la puerta para dirigirnos hacia el piso inferior, y vaya si debían estar armándola gorda si desde donde estaba ya se oían los gritos de los siervos. Malditos fueran, ya me iban a obligar a ponerme serio, con lo bien que se estaba en el sillón del amo sin hacer ni el huevo... Afortunadamente, gracias a las puertas sobrenaturales de la torre, llegamos al piso inferior en un abrir y cerrar de ojos. Casi literalmente.

-Tenemos mucho trabajo que hacer, Pan. Recuerda las órdenes de Nico.-Dijo Asmo, llamando como ya era costumbre al amo por su nombre verdadero. Ya debían de llevarse realmente bien como para permitir eso, aunque si los rumores eran ciertos, no me extrañaba que fuera así.
-Tú observa y aprende de los profesionales.-Contesté, abriendo la puerta con los dientes, y sin pensármelo un instante y rugiendo entré.-¡¡POR LAS BARBAS DE VUESTRAS MADRES!! ¿¡QUÉ COÑO ESTÁ PASANDO AQUÍ!?

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(1) Eso me recuerda al nombre un ama de hace tiempo, una señora alta, pálida y que siempre solía llevar un bastón de autenticidad mágica dudosa. Estaba bastante mal de la cabeza, siempre empeñada en meter chicas dentro de torres para que las rescatara un príncipe.

Almacén

Habías abierto la puerta de una habitación llena de tarros y cuencos llenos de esas cosas tan apestosas que en ocasiones usaba tu amo para llevar a cabo sus más complicadas invocaciones. Algunos de los materiales habían caído al suelo o ya manchaban las paredes y las estanterías. El hedor era insufrible, pero no tanto como para enloquecer a todas esas patéticas criaturas que saltaban de un lado a otro, haciendo caer continuamente las cosas de tu amo al suelo.

No le gustaría mucho al amo ver todo desastre al volver.

Tu grito, lejos de atraer la atención de los siervos menores, pasó desapercibido entre sus grititos desesperados y el ruido del vidrio al romperse.

- ¿Ves? No escuchan, están como idos – dijo Asmodeo a tus espaldas – Creo que algo les ha alterado, porque no hacerme caso a mí ya es algo grave… - el enfado seguía presente en su voz.

Era sabido entre los siervos del amo que Asmodeo tenía autoridad sobre todos y cada uno de los siervos menores, y desobedecerle a él era desobedecer al amo. Sin embargo, si la propia autoridad de tu compañero ya habría sido suficiente para detener esta situación en circunstancias normales, ¿para qué te había llamado?

- ¡Maldita sea! ¿Queréis parar de una vez? – gritó tu compañero, haciendo temblar la habitación con la sola potencia de su voz. Tampoco funcionó.

Quizá la desmesurada ira que desprendía Asmodeo en ocasiones y su poco talento para los retos que fuesen más allá de la fuerza bruta y el estar muy, pero que muy, bueno, no eran las características más indicadas para hacer frente a la situación.

Haz una tirada de Advertir.

Pancrasio

La puerta abierta llevaba a una habitación llena de tarros, o lo que antes de caer al suelo y romperse habían sido tarros, y cuencos cuyos contenidos, ahora desparramados por el suelo, emitiían un aroma tan pestilente como el de la mierda de un troll de montaña. Todavía quedaban algunos objetos (Frágiles) intactos, pero con tanto enano correteando por aquí y por allá era obvio que eso era más bien relativo. El problema era que el ya mencionado hedor, pese a ser pestilente, no llegaba a las cotas necesarias como para, dicho finamente, enloquecer a una puta horda de bichos, así que por eliminación obvia tenía que ser otra cosa. Aunque probablemente el problema no fuera la locura general, ni que Asmo estuviera violentándose de mala manera, ni siquiera que estuvieran destrozando la Torre. No... El problema vendría cuando el amo volviera y lo viera todo así ¿Y sobre quién recaería la responsabilidad? Sobre el pobre Pancrasio. Definitivamente no. Si alguien tenía que cargársela se la cargaría otro.

Ah, y me habían ignorado ¿Por qué demonios me habían ignorado? Se suponía que ya sabían que yo era el amo y señor de todo... Oh, maldita sea, y encima según Asmo tampoco le hacían caso a él, sí sí, al "Señor-Puedo-Destruir-Tu-Casa-Y-Tu-Familia-Antes-De-Que-Digas-Qué", y no sólo eso, sino que además el nivel de autoridad del Señor-Puedo-Destruir-Tu-Casa-Y-Tu-Familia-Antes-De-Que-Digas-Qué era similar al del amo, tanto que en ocasiones que él te diera una orden era como si te la diera el Señor de la Torre (Fuera yo o no).

-¡Maldita sea! ¿Queréis parar de una vez?-Gritó el demonio.

Había que reconocer que tenía buenos pulmones, poca gente puede hacer temblar una habitación simplemente gritando, una pena que no funcionara. No era de extrañar, en esos casos la intimidación solía provocar más gritos, llantos o ruido, y por ello la inteligencia es tan útil, fantástica y chachipiruli.

-Para, no parece que funcione.-Dije al tiempo que echaba un vistazo a la sala.-Para estos casos hay que usar la meeente, no la fuerza bruuuta.

Aunque había que reconocer que si pudiéramos matarlos habría sido más rápido.

Almacén

Pudiste presentir que algo iba mal. Los siervos menores estaban demasiado… ¿aterrorizados? Daban saltos y se chocaban entre ellos, como si huyeran de algo que sólo ellos podían ver. Frunciste el ceño mientras tus ojos de pantera observaban el lugar, intentando descubrir algo más.

Había algo extraño en esa habitación. Notabas el ambiente estaba cargado, pero no por el fuerte olor de los ingredientes que caían al suelo. En esa habitación había… magia.

- Joder, Pan. Me los voy a cargar a todos, en serio – Asmodeo apretó los puños. Sin duda él no podía apreciar el sutil rastro que deja la magia al ser usada.

Sin embargo no podrías saber lo que sucedía exactamente hasta que investigases un poco más.

Pancrasio

Mi vistazo no habría servido de mucho si hubiera sido Asmodeo o algo más miope, pero definitivamente, tras un par de miradas en profundidad, pude localizar una estela mágica... O bueno, lo difícil habría sido localizar una estela no-mágica, y es que estaba todo cargado de magia, tanto que se hacía difícil apreciarla.- Probablemente ahí habían lanzado algún conjuro, y sospechaba que sería uno de provocar miedo; aunque yo conocía un sortilegio que hacía eso y los efectos nunca habían sido tan devastadores como para llevar a tan absurda locura a tanta gente... Aquello habría que investigarlo.

-Joder, Pan. Me los voy a cargar a todos, en serio -Dijo Asmodeo, demasiado cegato como para apreciar las leves fluctuaciones de magia.

-Asmo, Asmo.-Le llamé, haciendo un movimiento con una garra.-¿Sabes si el amo tenía algún sortilegio de esos que se meten en pergaminos y se lanzan luego? Porque si no, creo que tenemos o un siervo cachondo... o un intruso. La cosa es que aquí, si la magia fuera alcohol, ahora mismo estaríamos todos tirados por el suelo por un bonito coma etílico. Ven conmigo anda, y si alguno de esos bichos se me acerca con intenciones feas mételes una patada de esas que hacen historia.

Tras decir eso, me puse a olisquear la magia para tratar de ahondar un poquito en la naturaleza del conjuro o conjuros liberados/lanzados, con suerte mis sospechas serían infundadas y podría irme a dormir la mona en el sillón del amo.

Almacén

- Nico no guarda sus cacharros mágicos aquí – respondió Asmodeo secamente – Y si ha sido uno de esos siervos traviesos me lo cargo sin contemplaciones.

La mentalidad de Asmodeo había sido siempre la misma desde que lo conociste años atrás. Matar, chulearse y hacer cosas indebidas con los súcubos parecían ser sus tres únicas necesidades vitales. Sin embargo era un aliado muy poderoso, y un fiel siervo del amo.

Olisqueaste la magia del lugar. La notaste oscura, densa. Un escalofrío te recorrió la espalda. Alguien había usado un conjuro para aterrorizar sobrenaturalmente a los siervos menores, que seguían intentando huir de algo que no podíais ver. El caso era que se trataba de un conjuro que nunca antes habías presenciado en la torre. No era del estilo del amo, y ni siquiera creías que otros siervos pudieran conjurarlo.

No te costó mucho llegar a la conclusión de que ese conjuro provenía de un ente ajeno a la torre. Un intruso. Sin embargo, no lograste encontrar en la habitación a ningún ser que no estuviera al servicio del amo.

Pancrasio

Asmodeo respondió que ahí no guardaba objetos mágicos, y que como eso lo hubiera hecho alguien de la torre se lo cargaba a sangre fría; bastante típico de él, aunque normalmente era majete y poderoso de cojones. En todo caso, ya nos iríamos de súcubos luego, en aquellos instantes tenía cosas más importantes que hacer, como olisquear la magia del lugar... Una magia que no me gustó nada. Olía como a negro, y es que si un color hubiera podido tener olor, habría olido como esa bruma. Era un olor que recordaba a cuartos oscuros y lúgubres, como extractos de las más horribles pesadillas que a alguien hubieran podido ocurrírseles. Era simplemente escalofriante, y no solo el hecho de su naturaleza, sino el que no fuera un conjuro de los que usase el amo, y desde luego estaba seguro de que nadie más en la torre lo conocía...

-Mierda.-Solté. En realidad mi mente era un boticario de maldiciones estallando y dejándolo todo perdido de exabruptos, pero preferí no exteriorizarlo todo por temor de herir alguna mente sensible.-Asmo, Asmín, Asmorcito. Tenemos un problema gordo, tan gordo como Paqui la Gorda, que creo que te hablé de ella alguna vez, un desastre de señora. En todo caso... ¿Recuerdas eso que decías de matar al que hubiera hecho esto? Bien, pues vé preparándote porque tenemos un intruso. Y en esta habitación no está, así que vámonos, no sé qué coño hace alguien ajeno a la torre en ella, pero si ha tenido los cojones y los conocimientos para lanzar un conjuro así, no se le puede dejar suelto.-Dije antes de volar literalmente hacia la puerta.

Piso inferior

Asmodeo tardó unos segundos en asimilar todo lo que le acababas de decir. Finalmente habló, y se le notaba más enfadado que antes.

- ¿Me estás diciendo que alguien ha penetrado las defensas de la torre sin que nos demos cuenta?

El joven desenvainó de su cinto una espada bastarda. Si había que luchar te alegrabas de tener a Asmodeo de tu lado. Seguramente él fuera el más capaz de todos los siervos del amo en ese campo. Y en un principio te extrañó que no se lo hubiese llevado con él. Pero entonces caíste en la cuenta.

Alguien tenía que quedarse por si algo grave pasaba en la torre. Como la llegada de un intruso.

Salisteis del almacén, yendo a parar a una sala con muchas puertas. Era uno de los pisos inferiores, aquí estaban el almacén del amo y las habitaciones donde guardaba sus cacharros mágicos. También había muchas habitaciones vacías, el amo no había podido ocuparlas todas con sus trastos.

Sin el amo en la torre era algo difícil llevar un control de ella, pero tú y Asmodeo sabíais que en el estudio había un orbe que permitía detectar todas las presencias que había en el lugar. Desde allí podríais localizar al intruso.

Pancrasio

Asmo tardó unos segundos en asimilar lo dicho, y mira que había tratado de ser pacífico y cómico pero eso no evitó que estuviera aun más cabreado.

Preguntó entonces si de verdad pensaba que hubieran conseguido entrar superando las defensas mágicas, y no, honestamente no lo habría creído de no ser por el rastro de magia. Era una de esas cosas que no consigues asimilar a menos que te des con ella en las narices.

Asentí. Me alegraba de tenerlo de mi lado, y es que el demonio era jodidamente bruto; había luchado a su lado en Kushistán (Más o menos) y lo había visto en acción, comprendía que el amo lo hubiera dejado ahí, a fin de cuentas toda seguridad es poca.

Salimos del almacén, en mi caso volando, ventajas de los conjuros y eso. Estábamos en la planta baja, pero ese sitio era una puta metrópolis de habitaciones, cachivaches y, en general, sitios donde esconderte sin que un apuesto y poderoso espíritu y Asmo pudieran encontrarte. No entendía como el amo podía coordinarlo todo, la verdad... Aunque bueno, en su estudio tenía una bola de estas de las gitanas pero mágica de verdad y con la capacidad de detectar presencias dentro de la torre, si eso no servía para hallar al intruso entonces ya le rendía la torre enterita envuelta en papel de regalo.

-¡Al estudio!-Grité, cambiando de dirección súbitamente.

Piso inferior

Asmodeo y tú corristeis hacia la puerta más cercana, pero ésta no se abrió. La misma torre no os permitió salir de allí. ¿Por qué?

Se oyó entonces una voz cantarina pero sombría.

- Las ratitas intentan escapar de la jaulita.

La voz no parecía provenir de algún lugar concreto.

- Se pensaban que nadie podía entrar en su casita. Pero se equivocaban las ratitas. Y ahora las ratitas me dirán lo que quiero saber.

El tono que empleaba el que emitía aquella voz era de lo más repelente e insufrible. Mirasteis desesperados a todos lados, pero no visteis nada.

- ¡Decidme dónde está el núcleo, ratitas!

- ¡Que te lo has creído maldito gusano escurridizo!

Asmodeo dio unos pasos hacia adelante con su espada en alto. Quería combatir contra lo que fuera que había allí, pero ni siquiera podíais verlo.

- Entonces las ratitas quieren jugar…

Asmodeo y tú entráis en combate.

Piso inferior

El combate al principio se había antojado complicado dada la invisibilidad del intruso, pero la liberación del enorme poder de Asmodeo había bastado para convertirlo en un montón de miembros sesgados y sangrantes. Estaba irreconocible, incluso dudasteis de que aquellos trozos pudieran encajar para constituir una forma.

La runa a tus pies desapareció y la Torre habló finalmente con su profunda voz.

- EL INTRUSO HA SIDO DESTRUIDO.

Asombrado, viste como las grietas que había abierto Asmodeo con su ataque comenzaban a cerrarse, como si la torre se regenerase de todo daño. Los siervos menores, libres de la influencia mágica de aquel ser reptiliano, habían dejado de correr y gritar como poseídos. Todo parecía volver a la normalidad.

Asmodeo se veía serio, como si algo importante recorriese su cabeza mientras observaba los restos de aquella escoria. Su forma real era de lo más terrorífica, aunque no tardó en volver a adoptar aquella bella y atractiva forma de joven. Lo hacía casi sin pensar, a veces pensabas que era incluso más real que la forma verdadera.

Entonces el demonio te miró, había cierta preocupación en sus ojos.

- ¿Cómo habrá podido este ser penetrar las defensas de la Torre?

Pancrasio

Asmo y yo salimos corriendo hacia la puerta más cercana, tratando de llegar al estudio lo más rápidamente posible, sin embargo, cuando tratamos de abrir las puertas éstas no se movieron lo más mínimo. Era extraño, incluso inquietante... pero más inquietante era la voz cantarina y siniestra que oímos entonces y que parecía proceder del mismo viento.

-Las ratitas intentan escapar de la jaulita.-Intenté adivinar de dónde procedía la voz, pero no podía... No, en serio ¿De dónde coño venía?- Se pensaban que nadie podía entrar en su casita. Pero se equivocaban las ratitas. Y ahora las ratitas me dirán lo que quiero saber.

-¡Muéstrate, hijo de puta!-Grité yo con mis pulmones de pantera.-¡Y nada de truquitos!

Pero la voz no tenía esa intención ni de coña. Al contrario: Nos gritó ordenándonos que le dijéramos dónde estaba el núcleo de la Torre ¡El núcleo! ¿Cómo coño había sabido de él? Bueno, era obvio que algo tan místico tenía que tener una fuente de poder pero... Joder, eso era pasarse... Una de dos, o alguien se había chivado o las defensas del amo estaban ese día de huelga.

-¡Que te lo has creído maldito gusano escurridizo!-Gritó Asmodeo, avanzando con la espada en ristre. Básicamente había exteriorizado mis pensamientos, aunque yo los habría exteriorizado a varios centenares de metros de distancia. A ser posible con muchos obstáculos de por medio.
-¡Eso, eso!

Nuestra reacción pareció divertirle, lejos de asustarle, y es que a continuación dijo algo bastante... Inquietante. Bueno, muchas cosas lo eran en esa voz etérea, sólo esperaba que Asmo... quiero decir que ambos pudiéramos encontrar su cuerpo cuando empezáramos a darle de hostias. Sep. Eso. Ambos.

-Entonces las ratitas quieren jugar…

Cómo se desarrolló el combate de manera realmente real:

...Y algo así es lo que ha ocurrido, más o menos.

En todo caso, tras el combate Asmo se encontraba extrañamente serio y pensativo, y no era para menos, pues que un ser tan vil como aquel hubiera logrado entrar en ese lugar resultaba, cuanto menos, extraordinario ¡Ninguna invisibilidad debería de ser capaz de engañar a la Torre! ¡Y tampoco era un monstruo tan fuerte! ¿Qué clase de brujería habrán utilizado...?

-¿Cómo habrá podido este ser penetrar las defensas de la Torre?-Preguntó el demonio, en cuyos ojos aparecía un leve rastro de preocupación.

Me quedé pensativo unos instantes, ahora bajo la forma de Super Pancrasioman pero tamaño infantil. Prefería las formas de niños pequeños, pues debido al tamaño era más difícil que te dieran... Y a veces se ablandaban y te perdonaban y todo.

-¿Crees que estaría solo? No me ha parecido tan fuerte ni tan hábil como para burlar las defensas de la Torre él solo.-Respondí.-Iba buscando el núcleo, ¿Quizás deberíamos pasar por ahí para ver si se encuentra ahí?

Un terrible pensamiento me recorrió la médula espinal, provocándome un molesto escalofrío que fue de pies a cabeza.

-...No habrán más de esos bichos sueltos... ¿No?

Piso inferior

Asmodeo volvió a quedarse pensativo. Pareció meditar severamente el significado de tus palabras.

- No, ese ser no era lo suficientemente poderoso como para crear una brecha en la barrera. Maldita sea, ni siquiera debería haber sido capaz de encontrar este lugar.

El demonio pateó los restos troceados del intruso y recuperó la compostura.

- Sí, sería conveniente que fuéramos a ver el núcleo. Deberíamos asegurarnos de que todo sigue en su sitio – dio unos pasos y te miró de nuevo – No te preocupes por si hay más, yo me encargaré.

Asmodeo y tú os encaminasteis hacia una de las numerosas puertas que había en ese piso. Era una de esas puertas encantadas que llenaban toda la torre. El apuesto joven la abrió, y juntos la cruzasteis para aparecer, segundos después, en el vestíbulo de la Torre.

Aquella era una sala amplia decorada con cuadros y tapices. Una alfombra de un rojo intenso cubría el suelo de piedra, y varias antorchas daban al lugar un aspecto sombrío. Dos grandes escaleras se situaban a lado y lado de la sala circular, ascendiendo hasta el siguiente piso. A un lado se mostraban, imponentes, las grandes puertas que conectaban con el exterior. Sabías que rara vez se abrían, y que poderosos encantamientos las protegían. El joven te llevó hacia una sección de la pared de piedra, justo bajo la escalera de la izquierda. Allí el demonio apartó un tapiz y posó una mano sobre la pared, que cedió y mostró un pasaje oculto. El acceso al sótano.

El sótano

El descenso no fue tan temible como otros que habías hecho en las guardias de tus antiguos amos. La sección de piedra se cerró a vuestras espaldas, pero el lugar se veía iluminado por una sobrenatural luz azulada. Estuvisteis unos segundos bajando por unas aparentemente interminables escaleras de caracol hasta que llegasteis al susodicho sótano. A decir verdad, nunca antes habías estado allí. El sótano era la guardia de Asmodeo, que guardaba el acceso al núcleo de poder de la Torre. Era una sala también circular, llena de cajas, artilugios y libros en los que el polvo y las telarañas se habían instalado desde hacía años. Toda la sala estaba iluminada por la sobrenatural luz que también alumbraba las escaleras. Aquel lugar tenía un aspecto realmente… mágico. Podías sentir como la magia era más densa a tu alrededor, casi te mareabas por el enorme poder concentrado entre aquellas paredes.

En alguna ocasión tu amo te había hablado de la fuente de poder de aquel lugar encantado. Se trataba de un artefacto de gran poder, que había permanecido oculto durante mucho tiempo. No conocías la naturaleza de aquella cosa, ni siquiera tu amo parecía saber muy bien cómo funcionaba. De todos modos, no cabía duda de que tamaña fuente de poder sólo podía ser protegida por el más poderoso de los siervos de tu amo, y ése era Asmodeo.

Mientras caminabais por el suelo de piedra te diste cuenta de que en aquel gran sótano había grabado un pentagrama elaborado con complicadísimas runas. Apenas pudiste identificar unas cuantas, y todas ellas parecían hacer referencia al “Poder” a la “Contención” o a la “Vida”. El demonio resopló y se cruzó de brazos cuando llegasteis al centro de la sala. Desde allí podíais ver al fondo una puerta oscura llena de brillantes runas violeta.

- Nadie con ese poder tan irrisorio podría siquiera tocar esa puerta sin quedar carbonizado al instante – Asmodeo te miró de nuevo – Aun así el que ese ser haya conseguido entrar en la Torre es algo muy a tener en cuenta. Era un Serphien, una especie de réptil depredador invisible, si no recuerdo mal. He visto muy pocos en mi vida, y ninguno ha tenido suficiente poder como para hacer lo que éste ha conseguido. Me temo que deberemos investigar un poco antes de que el amo vuelva.

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