[Prólogo] El secreto de la compañía Azura

El secreto de la compañía Azura

Dulce verano que llega con su calor abrasador pero también con nuevas promesas de aventuras y libertad, pues ya no hay más clases. El sol brilla en lo más alto del cielo azul.

Para Gawain que vive en la pequeña aldea de Ayr sin mucho más que hacer que la pesca este no era un día muy especial, simplemente otro día cargando y descargando cajas de pescado que venían a comprar de algunas aldeas vecinas como Laven o la urbe de Galain.

—¿Por qué no sales a jugar con los demás niños, Gawain? Creo que ya has hecho bastante por hoy. —decía tu padre.

Admirabas profundamente a tu padre que había sido servido en el ejército de Neo Mesos años atrás antes de que tus padre te tuvieran a ti. Desde entonces se había retirado y ahora era pescador en esa pequeña aldea. No lo entendías, que podía ser mejor que coger un arma y una armadura y convertirse en un soldado de primera, en un héroe como en los de los cuentos, como Alina la última Portadora de profecías.

Por lo general se trataba la historia de la última Portadora como algo negativo, pues según los más religiosos ahí empezó el declive de la civilización, pero no en tu zona, donde había estado el antiguo imperio de Nilveria. Allí Neo Mesos no tenía tanta influencia, parte por la cual no recibíais mucha tecnología desde Ladania, por lo que no todos creían en lo que predicaba la política de la nueva Mesos. Pero estos asuntos a ti no te preocupaban en exceso.

Sabías que tu padre tenía buena intención pero no eras demasiado popular entre los niños de tu edad, eras tímido por naturaleza, y además eras bastante más corpulento que los demás niños, quizás te tuvieran algo de miedo, fuera lo que fuera, no se podía decir que tuvieras muchos amigos. Irías a entrenar un poco con las viejas armas de tu padre que guardaba en el desván, la verdad es que no las miraba nunca y no se enteraba de si las cogías o no, de hecho tenías una espada corta escondida entre unas rocas en una pequeña cala al este de la aldea, pero hoy te apetecía coger el arco y practicar un rato.

A medio camino cuando pasabas por la plaza viste a un grupo de niños hablando muy animados.

—De verdad, vas a alucinar, vamos ven. —dijo Lachlan.

Lachlan era un muchacho que iba a tu clase, siempre habías creído que era algo engreído y al que por alguna razón todos admiraban incluso algunos niños mayores que él. También estaban los habituales en su pandilla como Feras, Dylan y Otts, además estaba Jooles y estaba Saria. ¿Por donde empezar? Saria era un año más joven que tu, era lista, divertida y sobretodo era guapa, la más guapa, y estaba allí, y te estaba mirando. Sentiste como tus mejillas se ruborizaban.

—¿Por qué no le decimos que venga? —dijo Saria.
—¿Él? —preguntó Lachlan— No lo necesitamos, nosotros nos bastamos.
—Podría sernos útil, su padre era soldado. —comentó Jooles.

Los chicos montaron un corrillo mientras parecían que discutían algo, entonces Lachlan levantó la cabeza y te miró.

—¡Eh, Gawain, ¿quieres venir con nosotros?

Los días de verano se me escapaban sin nada más que hacer que llevar cajas a rebosar de pescado de aquí a allá y practicar con las armas viejas de mi padre. Era muy monótono pero me gustaba. Así pues la propuesta de mi padre se convirtió en una extraña ruptura con la rutina a la que me había acostumbrado.

Estaba dispuesto a tomarme mi tiempo libre, pero era demasiado tímido como para ir a jugar con los otros niños. Me dispuse a practicar aquella tarde con el arco, pero mientras iba por la calle vi a un grupo de niños de mi edad. Yo no me relacionaba mucho con ellos, además estaba Lachland que siempre fue un poco… creído. Crucé vagas miradas hasta que me di cuenta de que Saria me miraba. Entonces me sonrojé un poco. Comencé a sudar.

Los niños hicieron un corrillo y hablaron entre ellos durante unos segundos. Yo me quedé allí de pie, sin hacer nada. Tenía las palmas de las manos húmedas del sudor, por lo que me sequé las manos lentamente con mi ropa al mismo tiempo que la cabeza de Lachland sobresalía entre la de los demás niños para captar mi atención.

- Eh… ¿Qué? ¿Yo? Pues… eh… - no tenía nada mejor que hacer, estaba un poco aburrido del tiro con arco. Quizá papá tenía razón y tenía que jugar con el resto de niños.

Siempre había tenido una especie de miedo a relacionarme con los demás, me sentía diferente, y no sabía por qué. Aunque no podía desaprovechar la oportunidad, ¡era una invitación directa! No tenía nada mejor que hacer.

- ¡Claro! ¿Por qué no?

Me acerqué con pasos poco acompasados hasta el resto de niños. Quizá querían jugar a algún juego o… quién sabe qué…

El secreto de la compañía Azura

Lachlan mostró una gran sonrisa de triumfo, puso una mano sobre tu hombro.

-Bien, puedes coger el arco. -los demás niños se acercaron para ver mejor, mirando a Lachlan como suplicando no quedarse sin arma ya que no había para todos.- Yo me quedaré con la espada larga, tu Feras puedes coger la espada corta y...

-¿Y yo qué? -preguntó Otts impaciente.
-Puedes quedarte el escudo -dijo Lachlan.- La otra espada corta se la llevará Jooles.
-¿Por qué él tiene un arma si es nuevo y yo me quedo sin? -preguntó Dylan.
-Porque las armas son suyas capullo, además mirate, eres lento y torpe. No querría que te hicieras daño.

Dylan tenía sobrepeso y se cansaba fácilmente, las pocas veces que lo habías visto correr era como ver a un ganso viejo y cansado lleno de sudor y con la lengua a fuera. También era el mayor de todos superando por dos meses a Jooles, tenía diez años y medio. Sus ojos se volvieron cristalinos y se enrojecieron tímidamente pero no derramó ni una lágrima, sin embargo te lanzó una mirada llena de reproche y odio. Viste como Saria apoyaba su mano en la cabeza de Dylan en señal de consuelo.

Lo siguiente era ir a la cala a buscar la otra espada lo cuál hicisteis sin ningún problema. Durante el camino el cuál tomásteis escondiéndoos lo mejor posible para que no os pillaran se habló sobre lo que podían encontrar en la cueva, un tesoro era la idea más extendida.

-¡Limpiaremos la cueva y haremos nuestro cuartel general allí! -exclamó Lachlan.

Lachlan tenía madera de líder, en poco tiempo había empezado a caerte mejor aunque a veces parecía un poco demasiado tajante. Saria por el otro lado no hablaba demasiado, a parte de Dylan ella era la que no tenía ningún arma pero no parecía importarle en absoluto.

Recogísteis la espada corta y Lachlan se la dió a Jooles. Os dirigísteis más al este hacia los acantilados, esa era una zona prohibida, se acercaba peligrosamente a la zona de cuarentena ,además había bestias salvajes en el bosque como los lobos espino o los escarabajos cizallas.

Continuásteis bordeando el acantilado hasta llegar casi donde rompían las olas, allí había una abertura vertical que se adentraba en la pared de roca hacía la más completa oscuridad.

-Bueno Gawain, como nuevo miembro de la compañía Azura tienes que abrir la marcha. -dijo con una sonrisa.

Aunque inseguro abriste la marcha con una flecha preparada en tu mano, poco a poco se fue oscureciendo hasta que ya no veías nada.

-¡Saria, luz! -gritó Lachlan.

Entonces una esfera brillante salió d elas manos de Saria elevándose y iluminando la cueva. Tenía un aspecto tétrico y húmedo, ante vosotros había una bifurcación. Una subía, y la otra bajaba.

La luz que salió de las manos de Saria me dejó algo confuso. Aquello era... ¿taumaturgia? No pregunté pero me pareció alucinante.

Dirigí la marcha con el arco cargado, por si acaso. Y entonces nos acabamos encontrando con una bifurcación.

Estuve unos segundos considerándolo hasta que decidí que iríamos hacia arriba. Si íbamos hacia abajo quizá nos adentraríamos demasiado en la tierra, bajo el nivel del mar. Aquello me imponía un poco de respeto.

- Vamos por arriba - murmuré, y comencé a ascender.

Continuasteis por arriba, el silencio era sepulcral, todos estábais demasiado atentos, emocionados o asustados como para abrir la boca.

-Este sitio nome gusta Lachlan, vámonos de aquí.
-Cállate Feras, no seas un miedica, en la compañía Azura solo queremos valientes -contestó.

A medida que subíais advertísteis que el suelo dejaba de ser tierra a ser piedra, había columnas en las paredes y pronto llegásteis a unas escaleras.

-¿Qué es esto? -preguntó Jooles.
-Mirad, aquí hay inscripciones extrañas, como joliglíficos.
-Es jeroglíficos Saria -le corrigió Dylan, si algo tenía Dylan es que era listo.- Debemos de estar cerca del templo.
-¿Esa zona no esta cerrada por cuarentena? -comentó Jooles.
-Vámonos no quiero transformarme en un Ausente, he oído que se convierten en monstruos.
-Eso no son más que cuentos para niños pequeñas Feras.
-Yo soy un niño...
-No, eres un valiente de la compañía Azura y yo soy tu líder, y digo que continuemos.

Así que empezasteis a subir por las escaleras poco a poco. A medida que subíais los dibujos en las paredes se hacían más abundantes, pero ninguno de vosotros eráis capaces de entenderlos.

-¿Como es qué no estaba cerrada la cueva si el templo esta clausurado?
-Claramente se trata de un pasaje secreto del cuál los agentes de Neo Mesos no debían de tener constáncia. -explicó Dylan.

Finalmente terminaron las escaleras, llegásteis a una galería con un gran abismo en medio, al otro lado había una enorme puerta de piedra con más jerglíficos de esos y un gran ojo en medio. Para llegar al otro lado había que saltar a través de tres pilares separados alrededor de dos metros entre sí. A primera vista no parecía haber otra manera de atravesar el obstáculo.

-¿Ves? No podemos seguir, vámonos. -dijo Feras.

Los demás estaban nerviosos, pero Lachland sabía manejarlos. Parecía que tenía bastante habilidad con esto de ser líder. Llegamos finalmente a una galería en la que un abismo nos separaba de una puerta. Aquella puerta parecía ser el único sitio por el que podíamos salir.

Feras había propuesto que nos fuéramos ahora que parecía que no podíamos seguir adelante. Había unos pilares, sí, pero saltar sobre ellos era algo demasiado peligroso.

- Yo también creo que no deberíamos seguir por aquí. Sería peligroso saltar sobre esos pilares. Aunque quizá hay alguna otra cosa en esta galería que aún no hayamos visto. Puede que haya algún objeto perdido o… ¡o una puerta secreta!

Esperé que los demás estuvieran de acuerdo en examinar el lugar.

- Si no encontramos nada podemos volver atrás e ir por el otro camino a ver qué encontramos.

El secreto de la compañía Azura

-Bien, busquemos en los alrededores -Lachlan te sonrió- Esto se te da bien ¿eh?

La sala era muy grande por lo que tardásteis bastante en inspeccionarlo todo, fueron Saria y Jooles, que por cierto resultó que eran hermanos, los que encontraron algo útil. Una cuerda que pertenecía a un elaborado sistema de poleas y correas que debía de bajar un puente levadizo el cual estaba completamente hecho polvo.

-¿Puedes usar la cuerda para atravesar el abismo? -te dijo Lachlan.

Me colgué el arco a la espalda y tomé la cuerda.

- Creo que podría intentarlo.

Giré sobre mí mismo para mirar el abismo y de pronto advertí que algo caía del techo, grava. Aquello no me dio buena espina, podía significar que aquello se iba a venir abajo o, quien sabe. Aún así me sentía embargado por la emoción de la aventura, por lo que busqué un lugar al otro lado donde pudiese intentar enganchar un lazo.

Cuando me disponía a lanza la cuerda Dylan me detuvo.

- Espera, antes de hacer nada, ¿sabes lo que vas a hacer?

- Bueno, yo había pensado en atar la cuerda al otro lado, luego atármela yo e intentar saltar por los pilares.

- ¿Estás loco? - su tono de sorpresa me hizo sentir un poco mal - Te vas a matar si haces eso. Mira, yo he pensado en algo. ¿Qué te parece si atamos la cuerda a los postes a un lado y otro del abismo y hacemos un puente colgante? La cuerda es muy larga así que podemos cortar un trozo para hacerte un arnés.

Me quedé boquiabierto. Dylan era realmente listo. Me sentí un poco estúpido junto a él.

- Vale, pues voy a intentar atar la cuerda al poste.

El secreto de la compañía Azura

Seguiste las instrucciones de Dylan. a primera vez fallaste y tuviste que recoger la cuerda, al recogerla viste que la parte del lazo estaba manchada con un líquido pegajoso y negro.

-Alquitrán... -dijo Dylan. - Será mejor que no caigas ahí abajo.

Mientras Dylan preparaba el arnés volviste a intentarlo. Esta vez lo conseguiste sin problemas y pudista atar la cuerda firmemente. Los demás estallaron en un coro de vítores y triumfo, algunos incluso te dieron algunas palmadas y Saria te cogió de una mano mientras saltaba de la emoción.

-Vamos valiente, es tu puente, tu vas primero -dijo Lachlan, te pareció algo brusco.

La cuerda era vieja, era muy vieja, de hecho ni siquiera eras capaz de imaginar los años que llevaba allí esa cuerda, pero parecía resistente y era muy gruesa. te colgaste el arco y te pusiste el arnés dispuesto a atravesar hasta el otro lado.

-Ten cuidado. -dijo Saria.

Empezaste a atravesar sin muchos problemas, la cuerda parecía crujir un poco. Se te cayeron un par de flechas del carcaj. "Perdidas para siempre" pensaste, al otro lado hubo algun ruido de tensión y sorpresa, peor la verdad es que conseguiste llegar al otro lado sin ningún problema.

Fue entonces cuando lo viste. En la pared, una especie de araña del mismo color de la piedra, con cuatro patas y una cola con un aguijón, era enorme, del tamaño de dos bueyes y alta como un hombre y medio. El monstruo saltó delante de los demás. ¡Los iba a matar!

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Tira turno

- ¡Una araña enorme! – grité cuando me percaté del tamaño de aquel ser. Se encontraba al otro lado del abismo, junto a mis amigos, que se prepararon para combatir a la bestia.

La araña se lanzó contra ellos, haciendo que retrocedieran, formando una especie de círculo a su alrededor. La criatura emitió un chillido que me heló la sangre. Aquello era un combate, un combate de verdad.


Vi como la criatura era más rápida que ninguno de nosotros, abalanzándose de pronto sobre Lachland. Éste, que llevaba la espada larga, dio un paso atrás y bloqueó la acometida de la araña interponiendo el arma entre sus mandíbulas y él. Aun así el ser fue, que era más fuerte, descargó todo su peso sobre él, forzando a Lachland a arrodillarse y haciéndole un corte en le brazo cuando no pudo sostener más el arma.

- ¡Vamos, chicos! ¡A por ella! – gritó nuestro líder.

Yo, furioso, cargué entonces una flecha en el arco y tensé la cuerda. Pero la dejé ir tan rápidamente que no me preocupé por apuntar bien, y la flecha ni siquiera llegó al otro extremo del abismo, precipitándose inevitablemente al pozo de alquitrán.

Feras hizo caso omiso a la orden de Lachland, y echó a correr entre gritos hasta desaparecer por el túnel por que le habíamos venido. Nuestro líder chasqueó la lengua mientras se recomponía y miró a Otts.

- ¿Otts?

Éste no respondió, estaba completamente paralizado por el miedo.

- ¡Maldita sea!

En ese mismo instante Jooles, que llevaba una espada corta, lanzó una acometida hacia la araña pero la espada rebotó inofensivamente al chocar con una de sus patas. Al ver la inutilidad de su ataque Jooles exclamó.

- ¡Mierda! – Jooles se detuvo un momento, se le veía pensativo – Lachland, ¡distráela!

Entonces el pequeño corrió hacia atrás y rodeó la araña, buscando un mejor ángulo desde el que atacar.

Yo volví a cargar una flecha en el arco al mismo tiempo que observaba a Saria. ¿Estaría bien? Sólo estaba de pie, sin hacer nada. ¿En qué estaba pensando?

Lachland, siguiendo la estrategia de Jooles, captó la atención de la araña mientras su amigo corrió, colándose en sus patas y, dando una voltereta que nos dejó a todos boquiabiertos, le clavó la espada en el abdomen. Aquel ser chilló de dolor al mismo tiempo que el pequeño Jooles removía la espada para causarle mayor daño. La araña, tremendamente enfurecida, trató de alcanzar a Jooles con su aguijón y con su mandíbula. El niño, atrapado ahora entre las patas de la araña, no podía escapar del aguijón. Cuando iba a ser perforado un destello de luz se interpuso entre el aguijón y su víctima. Aquella extraña luz pareció aguantar el ataque durante unos instantes, pero acabó cediendo y Jooles fue herido. Entonces cayó al suelo, incapaz de moverse.

- ¡Jooles! – gritó Saria, que quería acercarse a su hermano pero no podía debido al enorme ser que había encima de él. De alguna manera sospechaba que había tenido algo que ver con aquella luz que había tratado de proteger a Jooles.

- ¡Te voy a matar, bestia inmunda! – gritó Lachland, enfadado al ver a Jooles tirado en el suelo. Alzó su espada y descargó todo su peso contra el torso de la araña, que no pudo hacer nada por defenderse de tamaño ataque. Un líquido oscuro brotó de la herida, manchando la espada y la ropa de Lachland.


Yo disparé de nuevo una flecha, pero fue inútil, cayó al abismo como la anterior.

- ¡Vamos, Gawain! ¡Necesitamos que aciertes! – me gritó Lachland. Con Otts paralizado por el miedo y Feras desaparecido éramos muy pocos para hacer frente a aquel ser. Y yo de momento no estaba siendo de mucha ayuda.

La araña persiguió entonces a Lachland, que le había hecho una herida muy fea de la que aún salía algo de ese líquido negruzco. Se levantó sobre sus patas para aplastar a nuestro líder, pero otra vez el mismo destello apareció, haciendo que la araña se desviase y le hiriese únicamente en una pierna. Lachland escapó como pudo, incapaz de hacer nada más.

Cargué de nuevo una flecha en mi arco, pero esta vez no quería fallar. ¡Tenía que ayudar a mis amigos!

- ¡Apártate Lachland! – el grito de Saria me sorprendió, había adoptado una posición mucho más seria. Extendió los brazos hacia la araña mientras acababa de pronunciar algo que no oí.

- ¡Tú puedes con ella, Saria! – respondió Lachland mientras se apartaba de la trayectoria del ataque de la niña. Entonces un fogonazo de luz surgió de las manos de ella e impactó en la cabeza a aquella araña enorme. Volvió a chillar, y a correr presa de la locura y la furia, dispuesta a matar a Saria.


¡Iba a matar a Saria! El combate parecía perdido, por mucho que atacáramos a aquella araña seguía igual. Y yo no estaba haciendo nada para ayudar prácticamente. Sentí que iba a abandonar, que iba a darlo todo por perdido. Pero entonces recuperé la confianza en mí mismo. ¡No podía irme y dejar a mis amigos tirados! ¡Tenía que ayudarles! ¡Derrotaríamos a la araña y volveríamos a casa!

- ¡ALÉJATE DE ELLA! – grité al mismo tiempo que me disponía a dejar ir la cuerda. Una extraña energía me recorrió entonces. Sentí un ardor en mis brazos y en mis ojos. Y vi como la flecha se encendía en llamas de colores. Era extraño… Era taumaturgia.

Solté la flecha apuntando tan bien como pude, y ésta salió disparada en una línea recta, dejando tras de sí una estela de luz de colores en espiral. La flecha se clavó en la cabeza de la araña y, de la fuerza, la arrastró hacia la pared, donde se clavó. Entonces las llamas de colores la cubrieron por completo y comenzó a arder, despidiendo un olor nauseabundo.

Bajé el arco, asombrado, mientras miraba como las llamas consumían la piel de aquel ser. Eso… ¿lo había hecho yo?

De repente los músculos de tu cuerpo empezaron a fallar, caíste al suelo mientras sentías un gran peso sobre tí, arrastrándote al bismo. Perdiste el conocimiento.

"Estabas en una sala oscura, no veías paredes ni techo, en realidad ni siquiera veías el suelo, solo sabías que estaba allí porque lo estabas pisando. A lo lejos ardían nueve hogueras de llamas azules.

Te levantaste del suelo y un pasillo apareció ante ti iluminado por una hilera de antorchas de llamas azules como el cielo. El aire era dulce, olía a canela. Avanzaste por el pasillo de piedra que se iluminaba ante ti. A medida que te acercabas a las hogueras del final una silueta gigantesca de una estatua empezaba a sobrearse en el centro sosteniendo una de las llamas. Corriste..."

Al recuperar la consciencia sentiste un calor muy agradable en el pecho, cuando abriste los ojos viste el rostro de Saria y sus manos sobre tu pecho, ese era el calor que sentías. Cuando vió que despertabas apartó las manos y sonrió.

A tu alrededor estaban todos, incluido Feras que había salido huyendo asustado.

-Eh, mira esta abriendo los ojos... -dijo uno, no supiste diferenciar cuál.

Alguien te cogió del brazo y te ayudó a levantarte.

-Eso que has hecho antes ha sido alucinante. -era Lachlan- ¿Como lo has hecho?

Viste que ninguno tenía herida alguna.- Ha sido Saria con sus hechizos de curación. -te explicó Jooles que parecía como nuevo.

Cuando abrí los ojos y vi el rostro de Saria me olvidé del extraño sueño que había tenido. Miré un poco a mi alrededor, toda la Compañía Azura estaba allí de pie, mirándome desde lo alto. Formaban un gracioso círculo a mi alrededor, todos pendientes de mí. Saria apartó las manos de mi pecho y sonrió. Dios mío, qué sonrisa… Alguien habló entonces, dijo algo de abrir los ojos.

- … ¿Qué?... – balbuceé. Me sentía algo mareado, aunque el agradable calor que notaba en mi pecho me reconfortaba hacía que me relajase demasiado, aunque poco a poco se desvanecía desde que Saria había dejado de hacer lo que estuviese haciendo.

Conseguí levantarme porque alguien me agarró del brazo, ayudándome. Ya me había despejado un poco más cuando oí la voz de Lachland junto a mí. Al menos entendí lo que decía.


Antes de decir nada miré a todos los allí presentes. Era extraño porque recordaba que Jooles y Lachland habían sido heridos durante el combate pero ahora estaban perfectos. Jooles seguramente vio mi cara de incredulidad porque se apresuró a aclararme aquello. Sin duda Saria era una taumaturga, cosa que, aunque me parecía que no estaba del todo bien, era genial. Me concentré unos instantes antes de hablar, recordando lo sucedido.

- B-bueno yo… Yo me enfadé y sentí una especie de energía en… en mis ojos – señalé mi rostro – Y-y luego en los brazos. Luego la flecha se encendió en llamas, y cuando la solté… - recordé las llamas de colores y la araña clavada en la pared por la fuerza del impacto – Ha sido muy raro.

Ya me había recompuesto un poco más.

- ¿Qué ha sido entonces de nuestra misión en la cueva misteriosa?

Lachlan sonrió ante tu explicación.

—Vaya, eres una caja de sorpresas —se rió enérgicamente y te miró con intensidad y respeto, pudiste ver la chispa de la amistad encendiéndose poco a poco en sus ojos—. Tenemos que seguir adelante, el guardián ha sido vencido, somos imparables.

Era difícil no contagiarse del espíritu aventurero de Lachlan, la verdad es que tenía un carisma arrollador, no era de extrañar que fuera el líder. Quizás solo fuera un niño como tú aún sin embargo estaba claro que en el futuro llegaría a ser cualquier cosa que se propusiese.

Viste a Feras y Otts que ahora estaban mucho más callados, tímidos, avergonzados por su actuación minutos atrás ante la criatura monstruosa. Por supuesto solo erais niños, era natural, entonces ¿Por qué los demás no habíais actuado de la misma manera?

Recordaste las palabras de tu padre cuando hablaba sobre la leyenda de Alma la hija de la luna y de Aidan el esclavo de las sombras. Al igual que vosotros hoy, ellos se habían enfrentado a grandes retos ya a su pronta edad, como las ocho pruebas de sangre de Aidan o el enfrentamiento contra Tak el de los ojos de diamante de Alma. “Los héroes nacen siendo héroes”. Dar por hecho que erais héroes era quizás muy presuntuoso pero no imposible para la mente de un niño como la tuya, lo sentías en tu interior, habías nacido para hacer grandes proezas.

Os acercasteis a la gran puerta de piedra con el símbolo de un gran ojo partido por la mitad por cada hoja de la puerta. Había jeroglíficos y algunos dibujos.

—Representan una historia —comentó Dylan totalmente anonadado.
—Mirad, aquí hay una inscripción —exclamó Otts señalando a una placa de hierro clavada en la pared a la izquierda.

La inscripción estaba escrita en Nílver antiguo, no podías leerla. Dylan se acercó para examinarla más detenidamente olvidando los jeroglíficos de la puerta.

—No se lo que pone, eso es de hace por lo menos unos 2.500 años, por lo menos es de la era del último portador. —puntualizó.
—Yo sí puedo leerlo. —agregó Saria.

Todos se quedaron boquiabiertos mirando a Saria sin saber muy bien que pensar ante lo que acababa de decir, incluso su hermano Jooles parecía sorpredido.

—¿Pero como…? —empezó a decir Jooles.
—No lo sé, no estoy segura, simplemente se leerlo.
—En la escuela no nos enseñan Nílver antiguo. —dijo Feras.
—No es Nílver antiguo, es otro idioma no sabría deciros cuál…
—Entonces es imposible que puedas leerlo —afirmó Lachlan.
—Si puedo.
—¿Dónde? —Preguntó— ¿Dónde lo has aprendido?
—Creo que lo he aprendido en sueños. —aclaró, como si eso pudiese explicarlo de alguna manera.

En sueños… Parecía un concepto sacado de los cuentos de hadas, de las leyendas de los grandes héroes de antaño, historias que se cuentan para entretener y que nadie cree. Aprender un idioma en sueños, parecía sin duda un cuento, como los de Nadia la Buscadora que aprendió a dominar la magia en sus sueños.

—¿Qué pone?

Entonces una lágrima descendió por su mejilla como una perla de cristal reluciente, un diamante que resbalaba por su piel de seda.

—Es una tumba… —susurró, su voz pareció casi un sollozo— Aquí yace Alan Lightwood, Héroe del Destino, Esclavo de las Sombras, Salvador de Nilveria. Dio su vida para salvar la de su amada…

Saria rompió a llorar desconsoladamente, los demás no entendíais que estaba pasando, y al juzgar por el rostro de Saria ella tampoco sabía muy bien porque. Alzó la vista con intención de continuar leyendo y entonces sin previo aviso se desplomó al suelo completamente inerte.

Tras recuperarme del todo seguimos con nuestra aventura en aquel extraño lugar. Nos acercamos a la puerta, donde nos detuvimos a observar. Una placa captó nuestra atención a la izquierda de la puerta. Su lenguaje era desconocido para mí y para los demás pero, para sorpresa de todos, Saria sabía leerlo.

Aguardamos todos en silencio mientras nuestra amiga descifraba y entendía el contenido grabado en aquella placa de hierro imperecedera. Todos vimos como comenzaba a llorar al mismo tiempo que nos revelaba el significado de lo escrito.

- Una tumba… - murmuré mientras entrecerraba los ojos, mirando extrañado aquella inscripción.

El llanto de Saria se tornó desconsolado y no supimos qué hacer. Ella alzó el rostro, con la intención de seguir leyendo. No entendíamos por qué lloraba, quizá ella tampoco. Pero entonces cayó al suelo, como una muñeca de trapo.

- ¡Saria! – me agaché junto a ella, quizá se había hecho daño – Saria, ¿estás bien? Respóndeme, por favor.

Aquello era muy raro, Saria no tenía por qué perder las fuerzas de aquel modo.

Te agachaste junto a ella, los demás hicieron otro tanto acercándose preocupados y asustados. La levantaste un poco para comprobar que no se había hecho daño y te diste cuenta de que estaba empapada de sudor, ahora su rostro hacía muecas y podías ver como sus ojos se movían frenéticamente por debajo de sus párpados, parecía que tuviera una pesadilla.

-Ai alereh... Ai alereh... -murmuraba mientras su cuerpo se empezaba a sacudir salvajemente- Ai alereh... Ai alereh...

-¿Qué le esta pasando? -preguntó Feras con un sollozo lastimero.
-¡Despierta Saria! -gritó Lachlan.

No reaccionaba. Le dió un bofetón que os dejó pálidos, sin embargo no hubo ni la más mínima reacción.

-Ai alereh Dürna -gritaba- Ai alereh Dürna visoc en'ai baum craen... Laein taum Al'Dalyr... ¡Ai alereh Dürna visoc uëh du sarce!

Saria abrió los ojos gritando histérica, su cara era tan aterradora que os atravesó como agujas heladas vuestro corazón. El miedo era palpable. No, miedo no, terror. Sentiste el impulso de echar a correr en ese mismo instante, sin embargo te quedaste. Feras se derrumbó al sueolo entre llantos completamente desquiciado, los demás simplemente parecían aterrorizados, el miedo había helado su sangre y por eso eran incapaces de mostrar reacción alguno, incluso Lachlan.

Después de cinco segundos que te parecierón minutos Saria dejó de gritar y volvió a un estado de sueño profundo. No parecía tener pesadillas. Lachlan fue el primero en reaccionar.

-Vámonos, tenemos que salir de aquí. -dijo, aunque su voz había perdido la seguridad de hacía unos momentos.- Por hoy ya es suficiente...

Os arreglásteis, gracias a Dylan para transportar a Saria de nuevo al otro lado, además creó un arnés que iba sujetado a la cuerda que hacía de puente de manera que se podía mover de un lado a otro. Sin duda no habías conocido nunca a nadie tan ingenioso como él. Feras por su parte que ya no lloraba se pasó casi todo el camino de vuelta de la cueva gimoteando. Poco después de salir de la cueva Saria recuperó la consciencia.

-Saria, ¿estas bien? -preguntó Lachlan preocupado mientras apoyaba una mano en su hombro. Ese gesto te molestó un poco.

Tardó en reaccionar.

-¿Qué ha... -no terminó la frase. Miró a Jooles- Vámonos a casa... estoy cansada.

Jooles ayudó a su hermana a levantarse y esta se apoyó en él para caminar. El camino de vuelta a la aldea lo hicisteis en silencio. Llegasteis a la plaza del pueblo, una vez allí Jooles se duisculpó efusivamente y se marchó con Saria, Feras y Otts hicieron lo mismo poco después, cada uno por su lado. Solo quedábais Lachlan, Dylan y tu, los tres allí en el centro de la plaza al lado de la fuente, en círculo mirándoos los unos a los otros, sin saber muy bien lo que decir o que hacer. Pareciera que estabais esperando a que alguno rompiera el silencio.

Una vez estuvimos los tres allí, de pie, no supe bien qué hacer. El fin de nuestra misión había minado la poca confianza que había reunido en mí mismo y mi timidez habitual regresó. Rehuía un poco las miradas de Lachlan y de Dylan, casi temiendo encontrarme con sus ojos.

“¡No te pongas así, Gawain!”

Había vivido una aventura con ellos, era oficialmente un miembro de la Compañía Azura. Lachlan y Dylan eran mis amigos, o eso se podía decir. Alcé la mirada, pero seguíamos mirándonos sin saber qué decir.

Alguien tenía que romper el silencio, así que me armé de valor.

- Eh… esto… Chicos. Gracias por invitarme a la compañía – sonreí un poco, aquello de verdad me alegraba – Aunque me sabe mal que la misión haya acabado… así…

Los ánimos estaban un poco por los suelos.

- ¿Nos vemos mañana?

Os despedistéis sin mediar palabra, cada uno por su lado. Cuando llegaste a casa y abriste la puerta el fuerte olor a sopa de pescado inundo tus fosas nasales, olía de muerte. De pronto sentiste un hambre voraz así que fuiste directo a la cocina, tu madre no estaba allí, miraste a tu alrededor y cogiste el cucharón dispuesto a probar esa deliciosa sopa que estaba cocinando tu madre. Llevaba pescado, marisco arroz y algunas verduras, ¡y pan! Madre mía que hambre tenías.

-Espero que el motivo de que ese cucharón este en tus manos sea porque ibas a dejarlo en su sitio. -escuchaste que decía tu madre detrás tuyo. Se te acercó desde atrás y te dió un fuerte abrazo con una gran sonrisa.- ¿Como ha ido tu día? Tengo entendido que has hecho amigos.

"¡Te han pillado!"

Dejé el cucharón en su sitio y me giré, riendo nerviosamente.

- Verás... yo... esto... - mamá me abrazó, sonriente.

Me relajé un poco y sonreí yo también.

- ¡Pues ha ido genial! - mentí - Hemos ido a jugar por el pueblo, y luego hemos ido a la cala donde voy a jugar a veces. Nos lo hemos pasado muy bien.

Seguí sonriendo, y confié en que aquello no fuera a más.

- Ah, y... ¡Mañana nos volveremos a ver!

Tenía un hambre increíble pero comencé a alejarme de mamá, y de la deliciosa sopa.

- Bueno... pues... ¡llámame cuando sea la hora de cenar!

Quería correr hacia mi habitación y encerrarme un rato. No estaba bien mentirle a mamá. Y quería pensar sobre lo que había pasado. No sabía si... si aquello estaba bien. Si era un taumaturgo podría traerle problemas a mamá, y a papá... y... Sentí ganas de llorar.

Al poco rato tu madre os llamó a ti y a tu padre a la mesa, comisteis bien, la comida era abundante y fue una cena agradable. No hubo mucha conversación, la justa y cálida.

Después de terminar la cena volviste a tu habitación para continuar pensando en todo lo nuevo que estabas experimentando, quedaba poco para la fiesta de la Vigília, dentro d eun par de días comenzarían ya los primeros preparativos, incluso vendrían algunos de aldeas cercanas como Lovantha o Tierraverde.

Sin apenas ser consciente el tiempo pasó volando, tus padres ya dormían y la luz perlada de la luna entraba por la ventana de tu habitación, estaba realmente enorme, redonda y blanca, y entonces viste una piedra volar hasta el cristal que rebotó al impactar. Te desconcertó al principio, luego otra, y otra. Te asomaste y viste a Lachlan a punto de tirar otra piedra pero se detuvo al verte. Abriste la ventana.

-Vamos Gav, baja aquí. -decía procurando no alzar la voz.

La extraña situación me había dejado confundido. Estaba tan sorprendido que no supe qué hacer ni qué decir durante unos instantes, pero la voz de Saria me había sacado de mi ensueño. Agité la cabeza y miré de nuevo a Lachlan y Saria. ¡Querían que fuera con ellos!

- Eh... pues... - me di cuenta de que debía bajar la voz, así que hablé en voz baja - Ahora bajo, esperadme un momento.

Volver a la cueva era algo emocionante, aunque me inspiraba algo de miedo. La araña nos había sorprendido la última vez, y no sabia si habría más de esas por ahí. Pero estaba decidido a vivir aventuras, así que tendría que comenzar a acostumbrarme al peligro.

Como descolgarme por la ventana sería algo peligroso y estúpido traté de salir por la puerta principal. Eso sí, lo más sigilosamente posible. No creo que a mis padres les hiciera mucha gracia saber que me iba a ir por la noche a una peligrosa cueva.