[Prologo] Fabius O'Sullivan

Esta atardeciendo. El sol esta poniendose en la lejania de los llanos de Dalaborn. Estas en Shkar, una pequeña ciudad fortificada en el camino de Eron a Ogara, justo donde empieza el llano y termina la Cordillera de los Vientos.
La ciudad, estimas por el tamaño, tendra unos pocos miles de habitantes, no mas de cinco mil probablemente, y ya estuviste paseando por ella esta mañana.
Las calles, con casas bajas en su mayor parte y algunas con un piso, estan en bastante buenas condiciones, excepto en la zona central, en torno a la plaza donde esta montado el mercado, donde viven los mas adinerados y estan concentradas las tres posadas que hay. Alli el suelo esta pavimentado con piedra, y las casas tienen dos pisos rodeando toda la plaza, salvo en la parte sur donde se encuentra un gran edificio de piedra (ocupando todo el lado de la plaza), de administracion en una parte, y militar en la otra parte.
De cualquier forma, es la primera vez que estas aqui. No tuviste ningun problema para atravesar las murallas: en la puerta habia un par de guardias, pero se veia claramente que estaban hablando entre ellos, sin prestar apenas atencion a los que entraban y salian. Una vez dentro, viste a algun conocido de vista, mercaderes con los que te habias cruzado alguna vez en los caminos, y tu fama de buen luchador parece que se ha extendido entre ellos.
Al estar poniendose el sol, el la plaza en la que estas, empiezan a encender antorchas cada poco, para que se siga viendo a pesar de la noche.

Y alli estas tu.

Y ahí estoy, contemplando, no sin cierta curiosidad infantil, todo y a todos cuanto me rodean. Mis ojos color azul frío escrutan sin intención de perder ni un detalle. Sonrío interiormente, divertido, al pensar en las pintas de impasible tipo duro alto, armado y hasta un poco siniestro que sé que tengo, tan contrastantes con mis pensamientos interiores. Sonrío también, y esta vez no puedo evitar exteriorizarlo (¡Siempre sin abrir la boca, claro!) cuando oigo algo sobre mis "excelentes habilidades marciales".

"Supongo que no todos los soldados del imperio se han criado en los salvajes bosques de Alberia, es normal que estén menos preparados. Vaya no sabía que fuera tan... "famoso". Tiene su gracia."

Sin embargo tengo cosas mejores que hacer que regocijarme de mi recién descubierto prestigio como combatiente. Anochece, y no quiero dormir en el raso. No sería la primera vez que lo hago, pero precisamente por eso sé que no es precisamente cómodo. Abro mi bolsa para echarle un vistazo a las pocas monedas que me quedan y me dispongo a encontrar un lugar dónde me dejen pasar la noche y me den algo de cenar.

Puesto que me encuentro en la plaza central de Shkar, no resulta difícil encontrar una posada. Más que nada que hay tres. Así pues, sin importarme mucho cual de ellas elegir, entro en la primera que encuentro.

Espero que sea baratita, no estoy para ir tirando el dinero...

Entras en la primera posada que ves. Esta en una esquina de la plaza, la mas lejana que hay del edificio de piedra. Se llama "El pato mareado" y tiene un cartel con una figura que parece un pato, o mirandolo bien... podria ser una especie de conejo de lado... hay poca luz en realidad, posiblemente sea por eso que no esta muy claro que es la figura.
Al entrar en la posada, hay un pasillo de ocho metros aproximadamente sin ninguna puerta, salvo la del fondo, que esta abierta. Al pasar, entras en un comedor con unas diez mesas, en el que estan cenando unas cinco o seis personas, en tres mesas distintas. Se ve que no es lujosa, pero que esta bastante bien, no como otras tabernas que da asco incluso entrar. Tambien te das cuenta de que hay una puerta que lleva a una taberna, al lado de pasillo anterior, y en la taberna hay una puerta a la plaza. Esta taberna esta bastante llena de gente, que bebe cerveza y canta, aunque sin alborotar mucho.

Saludos, señor. - mientras mirabas se te ha acercado un hombre mayor bien vestido - ¿En que puedo ayudarle?

A pesar de su pintoresco nombre, la posada en questión no parecía estar nada mal. Suficientemente humilde como para poder pagarla y suficientemente decente como para querer hacerlo. Sonreí por enésima vez, satisfecho de mi elección. Más pronto la sonrisa se esfumó.

Saludos, señor.-dijo un hombre de buen vestir, acercándose. Supuse que sería el que mandaba por ahí.- ¿En que puedo ayudarle?

Y entonces fui a contestarle... y me di cuenta que para ello tenía que hablar. Y en latín, no en ailish. Por suerte, el idioma no era mucho problema, llevaba ya suficiente tiempo corrteando por Dalaborn como para haberme adaptado mínimamente al idioma. Pero lo de la boca... Me maldije mil veces por no haberme olvidado otra vez de prepararmelo antes de entrar. Levanté una mano para que esperara e intenté que se notara en mi cara que aquello me estaba costando. Finalmente, hablé, intentando abrir lo mínimo la boca... aún no me había acostumbrado a que me la miraran extrañados.

-Gha... kja... cama. Y je.. zena. -Esperaba que aquel hombre achacara mi horrible pronunciación al ser de fuera, o me tomaría por retrasado. Qué humillante...- Zenar y dormir, por fafor. -Si me tomaba por estúpido, almenos sería un estúpido educado.

El hombre, posiblemente un empleado, o quizas incluso el dueño, te mira con una cara extrañada, pero rapidamente lo disimula, tan rapidamente que casi no te das cuenta.

Por supuesto, señor. Para cenar tenemos sopa de verduras y carne asada, y cerveza para acompañar. - todo esto lo dice mientras te lleva a una mesa vacia - Arriba tenemos buenas habitaciones.

Tras esto, antes de que puedas darte cuenta de lo que pasa y sin dejarte hablar, te deja sentado en la mesa y va a una puerta al fondo, de la que sale rapidamente con una buena jarra de cerveza amarilla y espumeante. Poco despues aparece con la sopa, y cuando te la acabas lleva un buen chuleton de cerdo.
Mientras comes, ves que uno de los hombres que estan alli sentados te mira de vez en cuando, de forma poco disimulada a pesar de sus esfuerzos para que no le veas. Es rubio y con la piel muy clara, no muy ancho de espaldas, aunque parece bastante alto, y va bien vestido, sin ostentosidad, pero bien vestido.

Cuando acabas con la carne, vuelve a acercarse el mayordomo / camarero: Si el señor me acompaña, le llevare ahora mismo a su habitacion. - dice - Esta usted de suerte, el señor ha rebajado los precios justo esta semana: la comida y el alojamiento, incluyendo desayuno mañana, solo son dos monedas de plata. Es politica de la posada cobrarlas cuando se lleva al cliente a la habitacion, siempre que esté satisfecho con todo.

Me extraña un poco el comportamiento apresurado del hombre, pero me olvido de ello en cuanto trae la cena. Hambriento, devoro con celeridad la sopa y, aunque tengo que ocuparme de comer a cachitos pequeños el enorme chuletón, también le doy buena cuenta pronto para acto seguido regar todo con un largo trago de cerveza. Termino la cena satisfecho por la excelente comida y también por mi habilidad para comer con cubiertos y no con manos, cada vez más creciente.

No se me pasa por alto el hombre rubio y pálido que me observa, intentando disimular. Sin embargo, tras meditarlo, llego a la conclusión de que, simplemente, debo de estar llamando la atención de nuevo así que decido ignorarle de momento mientras se limite a mirarme. De todos modos, el hombre que me ha estado atendiendo me habla, distrayendome del observador.

Me alegra soberanamente la noticia de la rebaja, tanto que no les tengo en cuenta su extraña política de negocio. Saqué de mi bolsa un par de monedas de plata, para tenerlas ya listas cuando viera el sitio en dónde iba a dormir.

-Feamoz eza hafitazión, puez. -le comuniqué con una sonrisa cargada de toda la cordialidad del mundo.

El mayordomo camarero te guia por una escalera que hay en el mismo comedor hacia la habitacion en el primer piso, y abre la primera puerta que hay con una llave, a una amplia habitacion.

En esta hay una buena cama, un escritorio con una silla, con una gran ventana con vista a la plaza, que se ve bien debido a las antorchas que colocaron hace ya un rato.

¿Esta todo bien, señor? - te pregunta desde la puerta - ¿Puedo servirle en algo mas?

La habitación en questión no está nada mal. Aunque no es un palacio es mucho mejor que la mayoría de lugares donde he dormido, y además todo está muy limpio, sin rastro de pulgas, insectos o cualquier otro animalejo. Un buen lugar dónde pasar la noche, su precio estaba justificado.

¿Esta todo bien, señor? - preguntó el hombre que me había acompañado- ¿Puedo servirle en algo mas?

Con una sonrisa cortés en los labios, me limité a negar con la cabeza y a pagarle las dos monedas que había sacado. Cuando se marchó, cerré la puerta.

Una vez sólo, en la tranquilidad de la noche, me quité las botas y la chaqueta, que dejé en el borde de la cama. Luego, me acomodé sentado junto a la ventana y me dispuse a contemplar por la ventana la silenciosa plaza bajo el cielo estrellado, hasta que el sueño me reclamara.

Tras la cena, te acomodas en la habitacion, y te quedas un rato observando por la ventana. No ocurre nada extraordinario. Simplemente pasa alguien de vez en cuando, a veces borrachos, a veces soldados, tambien gente sin nada reseñable, asi que al rato decides ir a dormir.

Hacia tiempo que no dormias en una cama como esa. Cuando te despiertes a la mañana siguiente, lo haces por culpa del ruido que hay en la plaza. El sol esta ya alto, y se presenta un dia que promete ser caluroso.
Cuando bajas a desayunar, el mismo mayordomo camarero de la noche te sirve un buen desayuno y te pregunta si todo es de tu satisfaccion.
Mientras desayunas, ves tambien al mismo hombre rubio y de piel clara que la noche anterior te estuvo mirando bastante, acompañado por otro hombre parecido a el y por una niña, tambien rubia y de piel clara, de unos 15 años de edad, que habla animadamente con los dos hombres. Ahora, notas, ambos te miran bastante.
El de ayer se levanta y se te acerca: Saludos, señor. - te dice - Permitid que me presente. Soy Klaus Esterhazy, escolta personal de la señorita Clarissa Vanessa Lidertal, señora de Caitleen - Caitleen es un pequeño bosque de Alberia -. Ahora mismo estamos viajando a la fortaleza de Ogara, a una semana de camino, como bien sabreis. Hemos oido que en ese camino estan sucediendo sucesos extraños, y vuestra fama os precede, señor. Nos gustaria que se uniera a nosotros, como protector de la señorita Clarissa Vanessa. Por supuesto, le pagariamos un sueldo al finalizar el viaje, asi como la comida y el alojamiento durante este. ¿Que me decis?

Tras un reconfortante sueño inoportunamente interrumpido por el jaleo del exterior, me levanto frotandome los ojos dispuesto a bajar a desayunar algo. Hace calor, así que decido guardar la chaqueta en la bolsa e ir sólo con la camisa y los pantalones hoy.

Una vez abajo, con todo el equipaje (que no es mucho) conmigo, pues no tenía intención de quedarme más allí, desayuno tan rápidamente como cené anoche. Eso sí, procuro no me olvidarme de darle las gracias y comunicarle que todo es excelente al camarero. Se ha portado muy bien conmigo, es lo mínimo que merece.

Mientras como, reparo en que el hombre que ayer me observaba hoy también está presente. Y esta vez viene acompañado de otro hombre, clavadito a él, y de una pequeña chiquilla bastante alegre. Sonrío al verla, siempre me han gustado las cosas pequeñas e inofensivas.

Saludos, señor. -Cuando el hombre se acerca, no puedo evitar lanzarle un mirada de desconfianza. Acto reflejo tras tantos años en lo salvaje. Sin embargo lo escucho, no parece una amenaza.- Permitid que me presente. Soy Klaus Esterhazy, escolta personal de la señorita Clarissa Vanessa Lidertal, señora de Caitleen. -El nombre me resulta failir y no tardo mucho en situarlo en mi tierra natal. Pensándolo bien, estas gentes realmene encajan con el tópico de albero. Incluso me parecería algo a ellos de ser rubio. - Ahora mismo estamos viajando a la fortaleza de Ogara, a una semana de camino, como bien sabreis. Hemos oido que en ese camino estan sucediendo sucesos extraños, y vuestra fama os precede, señor. -Tengo que esforzarme para no sonrojarme ante este último comentario. Aún tardaré un poco en acostumbrarme a esa fama.- Nos gustaria que se uniera a nosotros, como protector de la señorita Clarissa Vanessa. Por supuesto, le pagariamos un sueldo al finalizar el viaje, asi como la comida y el alojamiento durante este. ¿Que me decis?

Mi mirada desconfiada desaparece totalmente, estoy demasiado contento por mi suerte. Van a pagarme por ir a una ciudad a la que ya tenía pensado ir y, además, me van a costear la comida y el techo. Se m pasa por alto casi por completo lo de los sucesos extraños y no me pienso dos veces la respuesta.

-Azepto encantado, cafallero.- anuncio estrechandole la mano.

Tras estrecharos las manos, te invita a seguirle para presentarte a Clarissa Vanessa Lidertal, que te hace una pequeña reverencia, y al otro hombre, Otto Esterhazy - Un placer -, hermano de Klaus y tambien escolta.

Cuando terminais el desayuno, Otto sube rapidamente al piso de arriba, y baja con dos mochilas. Klaus, por su parte, va a recoger el caballo de la señorita, y cuando todo esta preparado, os poneis en marcha.

Salis por la puerta oeste de Shkar, dejando las montañas a la derecha, y tomais el camino. A pesar de ser escoltas, ni Klaus ni Otto llevan armas, y van demasiado bien vestidos como para que resulte comodo luchar con ellas, lo cual no deja de sorprenderte.

En la primera de las siete jornadas que hay, no ocurre nada reseñable. Parais a comer al mediodia, y parais en un pequeño pueblo al atardecer para pasar la noche.

A la mañana siguiente, tampoco ocurre nada importante: pasais por al lado de algunas granjas, por encima de algun pequeño riachuelo y veis la inmesa llanura que hay en todas direcciones.

En cuanto a tus acompañantes, son normales: dan conversacion, rien con las bromas, sobre todo la niña de 15 años, y comen con apetito, todo normal.

Voy a dejarlo aqui, por si quieres interactuar con ellos

Le dedico una reverencia algo forzada (Nunca fui muy apto para la etiqueta...) a la niña y estrecho la mano de mi nuevo compañero, Otto. Intento sonreír mucho, siempre sin enseñar la incompleta dentadura, pues en la temporaaque llevo trabajando he descubierto la importáncia de una primera impresión. Una vez han recogido todo, partimos hacia el oeste sin demorarnos.

El viaje empieza de manera tranquila, sin sobresaltos. Simplemente seguimos el camino, parando para comer a mediodía y en una pequeña localidad para pasar la noche. Un primer día bastante normal, vamos. Mis compañeros parecen normales también, y son bastante extrovertidos, hablan bastante, no se cortan al comer y les gusta reir. Aún así esa primera jornada trato poco con ellos, nunca he sido muy hablador (Menos ahora que hablo fatal), y me cuesta mostrarme tan abierto ante personas que acabo de conocer. No puedo evitar notar que esos dos "escoltas" no van armados y que, de hecho, no tienen pinta de guerreros. Sin embargo, me lo callo, almenos de momento: No quiero ofenderles.

El segundo día, aunque también tranquilo, resulta más divertido que el primero. El paisaje, más rural, con granjas y riachuelos, es de mi agrado. Este día me decido a abrirme un poco más a mis compañeros, sobretodo a la joven Clarissa Vanessa, e incluso me atrevo a contarles una de mis últimas aventurillas por Dalaborn, la del contrabandista que detuvimos en Sillermay.

Ya casi llegado el mediodía, me viene a la cabeza que no sé muy bien aún a quién estoy escortando. Es decir, sé que acompaño a la señora de Caitleen y sus dos "protectores" en su camino a Ogara, pero no me han contado qué los lleva al Fuerte Escarlata.

- Zeñorita Clariza Faneza, ahora que lo pienzo, no oz he preguntado el motifo de fueztro fiaje. -Empiezo, ostrandole mi inocente curiosidad a la muchacha.- ¿Qué llefa a la Zeñora de Caitleen a fizitar Ogara, tan lejoz de zuz tierraz?

Mientras comeis en la orilla de un riachuelo la comida que comprasties hace un rato en un pueblo, decides preguntar esto a tu compañia.

¿Disculpe? Ah si, voy en visita de mi prima, Celia Delill, que va a casarse con un tal Leonard Carbial, oficial del ejercito imperial.

Tras mantener algo mas de conversacion, en la que te enteras de que la tal Calia Delill es baronesa en este principado, y que la boda va a celebrarse en Ogara por una tradicion militar.
Seguis el camino, cruzaandoos con algunos campesinos, o con algunos comerciantes que van con carros.

Como sea, despues de ya dos dias de camino por ese interminable llano, empiezas a notar algo extraño, como si no estuvieras comodo en la posada en la que pasais la noche... quizas fuera el colchon, o que la pequeña habitacion te agobia, pero hay algo raro.

¿Disculpe? Ah si, voy en visita de mi prima, Celia Delill, que va a casarse con un tal Leonard Carbial, oficial del ejercito imperial.

-Oh... -respondo sin saber muy bien qué decir.- Qué fien. -concedo, finalmente, sonriendo cordialmente.

La respuesta me decepciona un poco, nunca he entendido muy bien eso de las bodas. El concepto de una pareja fija y permanente me resulta extraño e incomprensible, pues en la naturaleza no había nada de eso que yo recuerde. El único recuerdo que tengo ahora sobre una pareja es el de mis padres, y no tengo ganas de comerme el coco con ellos ahora.

Por la noche, nos hospedamos en una posada y, como cada noche, cuando toca dormir me tumbo en la cama para descansar hasta mañana del tirón. Y sin embargo, algo me lo impide. Noto un no sé qué inexplicable me perturba, y me impide acomodarme. Me remuevo varias veces en la cama intetando encontrar la posición idónea hasta que finalmente me veo obligado a desistir.

Me levanto de la cama, enciendo la luz, e intento encontrar cualquier pista que pueda ayudarme a entender qué ha decidido que esta noche no puedo dormir en paz.

Tras buscar por la habitacion de la posada en la que estais, no se ve nada raro.

El pueblo en el que estais se llama Los Celos, debido a un incendio que hubo hace tiempo debido a unos amantes. Al mirar por la ventana a la calle, tampoco ves nada raro, pero tienes una extraña sensacion al mirar una esquina.

Nada.

Nada de nada. ¿Por qué no había nada? ¿Se me había atrofiado el instinto por el tiempo alejado de la Alberia salvaje?

No, no puede ser. ese cerdo de Krakh me enseñó demasiado bien. Me huelo algo, y descubriré qué es. Si no está aquí estará fuera.

Asomé pues la cabeza por la ventana, escrutando el paisaje nocturno de los Celos.

Otra vez nada... O espera...

Quizás me había vuelto loco, pero en ese momento estaba seguro: En esa esquina había algo extraño. Parecía absurdo, pero... finalmente me decidí.

Me vestí y salí afuera, intentando no despertar a las otras pobres gentes. Oculta bajo mi chaqueta, la fiel espada arrebatada a mi padre. No quería ir en medio de la noche armado hasta los dientes, me habrían tomado por un bandido o algo peor, pero tampoco iba a ir desarmado a buscar... lo que fuera.

Así pues, con sumo silencio, salí de la posada y me dirigí a esa esquina, sin duda fuente de aquello que me perturbaba. Mi mano, bajo la chaqueta, acariciaba el pomo de la espada escondida.

Cuando sales a la calle y vas a esa esquina, no hay nada... pero tienes una extraña sensacion de nuevo... y notas el frio. Hace mucho frio en esa esquina.

¿Nada? ¿Por qué nada?

Aquello empezaba a ser, cuanto menos, molesto. La sensación extraña no cejaba en su intento de hacerme perder la cordura para siempre, pero no me daba pista alguna.

Espera..

Frio. Hacía frío. No el frío común de la noche, ni el del viento. Un frio gélido reinaba, aunque pareciera increïble, aquella esquina en concreto. Pensé por un momento que me había vuelto loco, pero había visto demasiado en la vida como para no pensar que, sin duda, aquello tenía una explicación. Viendo en aquel cambio de temperatura una pista, seguí en dirección a su origen.

No me importa cuánto frío haga, no puede ser peor a un invierno en el bosque... ¿Verdad?

Sigues andando por esa calle, en la que no hay nadie, hasta que llegas a un pequeño callejon, de donde parece venir el frio. Cuando te asomas y entras un poco en el callejon, lo ves. No sabes que es, pues lo unico que ves en realidad es una zona mas oscura que la propia oscuridad en la que estas, con decenas de manos saliendo de ellas. Sientes como te llama, como te atrae hacia si, y tambien sientes su frio, un frio totalmente innatural.

El frio no cesaba y la sensación seguía acechante, guiando mi instinto. Y al fin lo encontré, un calejón, estrecho, fuera lo que fuera estaba seguro de que venía de allí.

Y lo vi, si es que a eso se le puede llamar verle. Una zona distinta, más oscura si cabe que el resto de la noche, negra como el más negro de los negros. El frío a su alrededor era... algo fuera de lo natural. Y, surgiendo de ella, había manos, muchas manos. Llevé mi mano al pomo de la espada, pero no pude hacer más. Perplejo, me quedé contemplando ese lo-que-fuera sacado de una pesadilla. Jamás había visto...

¿Qué es eso, por todos los árboles de Alberia? ¿De dónde ha salido?

No podía creerlo. Había visto muchas cosas en mi vida, pero ninguna tan bizarra. Me planteé si estaba en un sueño. Y entonces...

Un momento... Me está... ¿Llamando?

Estaba seguro de ello. Esa cosa quería llevarme hacia ella, quería que viniera. Eso me hizo reaccionar.

¡Y una mierda foy a fenir hashia ti!

Olvidé enfrentar aquello con el acero y eché a correr por donde había venido. Aprender cuando eres depredador y cuando presa es la primera norma esencial para sobrevivir. Esa cosa iba a por mi, y por su aspecto seguro que no tenía buenas intenciones.

Pues si me quiere mal, tendrá que atraparme primero...