[Prólogo] La posada de Loaine

Osvalth

Desde fuera se puede ver en mitad de la calle Arthos, una calle pavimentada y muy transitada hace tan solo unos días, la posada de Loaine. Se encuentra entre dos edificios modestos, comercios los dos. Una herrería a su derecha y un boticario a la izquierda. La posada tiene tres pisos, la fachada construida con piedra blanca procedente de la sierra perlada se alza majestuosa mostrando sus vigas de roble. En la entrada hay un pequeño porche por donde suben varias plantas enredaderas que están floreciendo con el principio de la primavera y colgando hay un cartel viejo del que apenas puede verse el dibujo y dónde pone "La p**ad* *e L**ine".

Es de noche y esta lloviendo a mares, las calles están completamente mojadas e incluso algunos de los sistemas de alcantarillado empiezan a desbordarse, el cielo ruge con ferocidad y el viento golpea con tenacidad los edificios.

A lo lejos de la calle Arthos puede verse dos siluetas que andan contra el viento protegidos con sus capas, uno es muy alto, quizás supera el metro noventa y se apoya en un bastón a medida que avanza, la oscuridad no permite distinguir bien sus rasgos. A su lado viene otra persona esta muchísimo más pequeña, apenas supera el metro veinte y se agarra con firmeza a la mano de su acompañante, una capucha de color azul marino cubre su rostro pero puede verse claramente que se trata de un niño.

No parece haber nadie más en las calles oscuras y solo se oye silbar el viento y el rugir de la tormenta y la lluvia al chocar contra el suelo y los tejados. Las dos figuras se acercan a la posada. De los dos ventanales sale una luz cálida y amarillenta teñida por el color ámbar de los cristales. Las dos personas se resguardan unos segundos en el porche, sus cuerpos están completamente calados hasta los huesos y su ropa no para de gotear ríos de agua. El hombre alto con la capucha verde murmura algo al niño, sus rostros permanecen aún cubiertos por sendas capuchas parece que están hablando de alguna cosa. El hombre saca una pequeña bolsa de piel y examina su interior con detenimiento, segundos más tarde balancea la bolsa en su mano y la vuelve a guardar en su bolsa completamente empapada.
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La posada de Loaine

El interior de la posada tiene un ambiente muy cálido, tapizado completamente con madera de roble para conservar el calor, justo en el centro se alza una chimenea de piedra que da calor a todo el edificio. Las paredes están adornadas con algunos animales disecados y algunas pocas pinturas muy poco trabajadas. Al fondo a la izquierda se encuentra la barra donde esta Loaine limpiando con un trapo y su hija que le murmura algo a la vez que ella le señala un muchacho sentado en una de las esquinas del local. Detrás de la barra hay una puerta que lleva a la cocina. El primer piso además cuenta con doce mesas para clientes y una pequeña tarima para músicos para ocasiones especiales. El segundo piso hay seis habitaciones con capacidad de hasta cuatro personas cada una y el tercer piso es privado.

En la posada además de alojamiento ofrece restaurante tanto para residentes como para la demás gente. También dispone de unos pequeños baños así como letrinas y un pequeño establo con capacidad para tres caballos.

Todo estaba muy tranquilo, no había más que tres mesas ocupadas en ese momento, una en una esquina ocupada por un muchacho, otra por tres hombres de avanzada edad que jugaban a las cartas mientras bebían, la última al lado de la chimenea estaba ocupada por dos soldados que comían un plato de estofado.

Los murmullos y alguna que otra carcajada aislada quedó completamente silenciada con el estruendo que hizo puerta al abrirse, una ráfaga de aire helado y agua entró por la puerta empapando la entrada. Entraron dos personas encapuchadas, una muy alta con capucha verde y un bastón de madera y de su mano otra muy pequeña con capucha azul. El encapuchado cerró la puerta con cuidado, los dos se quitaron las capas que estaban absolutamente empapadas y el hombre alto las colgó en una percha que había. Los demás los miraban con estupefacción aún un poco conmocionados por la sorpresa de aquella entrada.

Ahora podía distinguirse perfectamente a los dos individuos, el más alto era un hombre de avanzada edad y pelo largo y blanco, tenía unas cejas muy espesas y los ojos pequeños y de color azul. Su cara de facciones alargadas nariz aguileña y labios finos estaban llenos de surcos y arrugas. Vestía una túnica de colores grises y marrones oscuros y portaba un bastón de madera que se retorcía sobre si misma y culminaba con un gran nudo que le daba el aspecto de una mano arqueada y arrugada.

El otro, el más bajo era una niña, de apenas seis años. Tenía el pelo largo y castaño, muy despeinado y su rostro era de facciones finas y redondeadas, tenía los ojos de un color verde ligeramente aturquesados que le daban un brillo especialmente cautivador, las mejillas sonrojadas y también la nariz por el frío. Tenía un aire angelical e inocente y escudriñaba con curiosidad la estancia. Vestía con un vestido de color ocre raído y maltrecho y debajo llevaba unos pantalones marrones completamente enfangados y unos zapatos que estaban desgastados de tanto caminar. De su cuello colgaba un colgante con adornos de plata y un ópalo que si se observaba con atención podía verse una pequeña fisura en él.

-Lo siento – Dijo el hombre con túnica, su voz era gentil, ligeramente ronca pero de un tono suave.

Observó con detenimiento a todas las personas que se encontraban allí, primero observó a los soldados pero perdió el interés rápidamente e hizo una ligera pasada por la mesa de jugadores. Su mirada se clavó en el muchacho de la esquina, lo observó durante unos minutos hasta que se dio cuenta de que alguien tiraba de su manga, se escuchó el rugido del estómago de la niña y el hombre sonrió. La acompañó hasta una mesa cerca de la chimenea donde pudieran calentarse. Se sentaron y miró a la posadera y le dedicó una amplia sonrisa.

Mientras tanto la hija de Loaine se acercaba al joven muchacho (León) de la esquina con una jovialidad extraña dada las circunstancias recientes. Se detuvo enfrente de él con una sonrisa en su bello rostro.

-¿Qué desea el caballero? – Dijo con una voz expresamente adulzada y un poco ruborizada.- El menú de hoy es estofado acompañado con una rodaja de pan y una copa de vino, si también lo desea tenemos cuatro habitaciones libres y disponemos de un baño por si le apetece, yo misma se lo enseñaré con mucho gusto.

León

La noche era horrorosa...el cielo negro, lloviendo a mares...cualquier rastro que pudiera seguir lo borra esta lluvia endemoniada además de la oscuridad nocturna...

Una chica se me acercó a mi...preguntandome por lo que me gustaría comer...o todo lo referido a la estancia...

El menú del día estará bien - Le dije...seguidamente se alejó...

Miré a los que entraron...era algo que llamaba la atención...quizás un abuelo con su nietecita...

Una familia...era lo que extrañaba...

Elena...

Te extraño tanto...

CLAC, CLAC, CLAC, la lluvia caia con fuerza. A lo lejos pude distinguir un cartel. Rezaba "La p**ad* *e L**ine". "Vaya, un cartel bastante maltratado." Pense. Mire a mis alrededores.

Me habian pedido que me encargara de dar caza a un bandido que habia huido en Osvalth. Pero le perdi el rastro. No era extraño, una lluvia asi cegaria hasta al mas preciso de los ojos, incluyendo al Ojo del Halcon...

Entre a aquella taberna. Me sente en la barra, y sin bajarme la capucha, pregunte -Perdone, señora, cree usted que pueda hospedarme y darme una racion de viveres, por favor?

Bajo mi capucha, una gentil cara se dibujo.

El menú del día estará bien – Dijo el chico de la esquina.

La chica lo miró un poco decepcionada y seguidamente se alejó con la cabeza baja en dirección a la barra.

Loaine fue a servir a los recién llegados, el hombre alto se levantó y le dio un abrazo a Loaine y le susurró algo en los oídos, seguidamente se fue dentro de la cocina.
En ese momento entró otro individuo en la posada, era una joven mujer con capucha que se dirigió directamente a la barra y se sentó, en ese mismo momento salían Loaine y su hija. Se dirigió a Loaine.

-Perdone, señora, cree usted que pueda hospedarme y darme una ración de víveres, por favor?

Loaine miró a la mujer perpleja mientras esta se bajaba su capucha con una sonrisa en su rostro.

- Le puedo servir el menú del día si así lo desea, estofado de cordero con verduras y hortalizas. En cuanto a la habitación serán 10 monedas de plata por favor, disculpe los precios elevados pero son malos tiempos y tenemos que ganar dinero para mantener el negocio.

Los soldados sentados cerca de la chimenea empezaron a discutir y a levantar la voz hasta el punto de que todos los podían escuchar.
- Te digo que el Portador ha muerto para siempre, hace un mes que el cielo se volvió rojo y aún no se ha proclamado un sucesor. –dijo el soldado mas bajito.
- El Portador siempre existirá, probablemente por culpa de la guerra no hemos recibido noticias del nuevo alzamiento.- Dijo el otro más grande.- Aunque hay quien dice que el nuevo Portador se ha alzado entre los ciudadanos de Nilveria, si así fuera tendríamos un…
- ¡Tonterías!... oye… -Bajó la voz de golpe. – Ya sé de que me sonaba el tío ese, el viejo… Es Halerd Dahl’Hollander, un poderoso hechicero que viajaba con Talan el difunto Portador…
- Shhhht! Nos van a oír..

Mientras tanto la hija de Loaine sirvió al muchacho de la esquina con un abundante plato de estofado una hogaza de pan y una copa de vino. Se quedó allí de pie unos segundos paralizada.

-Me llamo Nora, no vemos a muchos viajeros por aquí últimamente – dijo mientras se sentaba en una silla cerca del muchacho. - ¿De donde eres? Pareces un… - Se quedó perpleja mientras miraba el pecho del muchacho- ¡Oye, hay algo que brilla en tu pecho! – Gritó, a la vez que alargaba su mano y levantaba la cadena mostrando el colgante del chico que parecía brillar.

La gente al escuchar los gritos de la muchacha se quedó muda, todos giraron la cabeza y posaron sus miradas en el muchacho. El viejo entrecerró los ojos como si no viera bien y seguidamente volvió la atención a la muchacha.

- Ese colgante lo he visto yo, lo lleva una muchacha muy bonita – Le dijo la niña al viejo mientras se llevaba la cuchara a la boca.

León

Una nueva persona entró, hablaba seguramente con la encargada para pedir alojamiento...pero mis pensamientos seguian en las nubes, con la katana en mi mano izquierda...el unico recuerdo material que tengo de Elena...

Los que estaban a mi espalda...hablaban y cuchicheaban...

Ya sé de que me sonaba el tío ese, el viejo… Es Halerd Dahl’Hollander, un poderoso hechicero que viajaba con Talan el difunto Portador… - Decía uno...

El portador...temas de antaño y de la actualidad...aunque...nada de eso va conmigo...tengo que admitirlo...soy de mentalidad cerrada.

Toda mi familia lo era...

La muchacha vino con un plato de estofado, una copa de vino y pan...el menú.

Me llamo Nora, no vemos a muchos viajeros por aquí últimamente, ¿De donde eres? Pareces un… - Me decía...mientras se sentaba a mi lado...de repente...sentí un pequeño calor en mi pecho...

¡Oye, hay algo que brilla en tu pecho! - Dijo mientras...para mi sorpresa alargó la mano hacia mi pecho...agarrando ligeramente el colgante...cierto, brillaba...por inercia cogí la mano de la muchacha...con fuerza...

Sus ojos eran un autentico poema...

Mi ímpetu en ese momento no tenía nombre ni magnitud real sobre la que medirse...

¡¡Elena!! - Dije al aire mientras me levantaba me ponía la gabardina y seguía agarrando la katana aún envainada... todo el mundo me miraba...me daba igual...dejé una moneda de oro en la mesa...

Solo dí un paso cuando...

Ese colgante lo he visto yo, lo lleva una muchacha muy bonita - Le dijo la niña al viejo mientras se llevaba la cuchara a la boca.

Me acerqué a la mesa de la pequeña, puse una rodilla en el suelo para poder ponerme al nivel de la pequeña, dejé la katana apoyada en la mesa del viejo y de la niña.

Perdona, acabas de decir que has visto a una mujer con este colgante, ¿dime donde la has visto por favor? - Dije mientras le mostraba el colgante brillando... - Por favor

Alan Lightwood


Era una tarde soleada. No se parecía a ninguna de las lastimosas escenas que narraban las tristes anécdotas. Los rayos de sol se filtraban entre las hojas de los árboles, iluminando en el aire columnas de volutas de polvo danzante. El lugar estaba plagado de flores de intensos colores, incluso se escuchaba a los pájaros cantar.

Dios se estaba mofando de mí mientras permanecía de pie, junto a la lápida de mi madre. Entre mis manos llevaba una rosa blanca. A ella le gustaban más las rojas, pero no quiero verlas ni en pintura porque me recuerdan a ella.

Dejo caer la rosa con parsimonia, sin mirar siquiera el nombre grabado. Comienzo a alejarme, con mi gabardina ondeando a causa de la brisa, que mece las hojas de los árboles provocando ese sonido tan… tan relajante. En mi mano izquierda aprieto algo con fuerza, lo sostengo frente a mí y abro la palma de la mano.

Es un anillo.

Te dejé de lado madre…

Un susurro lejano me hace detenerme.

No me dejes sola.

Me giro y la veo a ella, de pie, envuelta en una blanca aura. Su cabello rubio platino cae sobre sus hombros con gracia. Sus oscuros ojos se posan en mí. Me está tendiendo la mano.

Ven conmigo.

Extiendo la mano, tratando de alcanzarla. Pero entonces el anillo me quema, obligándome a caer arrodillado al suelo, sumiso. Ella muestra una triste mueca y retira su mano.

Te añoro. Estaré esperando.


- ¡Madre! – me reincorporo en la cama de pronto.

Nada. Otra vez lo mismo. La habitación en la que me encerré para dormir varias horas atrás. Se escucha ruido a fuera, parece que está lloviendo.

- Maldita sea… - cambio de postura, poniendo los pies fuera de la cama. Siento un escalofrío recorriéndome todo el cuerpo, el suelo está frío. Tras varios segundos debatiéndome entre levantarme o seguir durmiendo decido que no voy a poder dormir más y que necesito llevarme algo de comida a la boca.

Tras ponerme las botas salgo de la habitación, dejando mis cosas ahí. Voy con lo puesto, los pantalones, la camisa y las botas de viaje. Llevo poco tiempo por Osvalth, pero ya me parece una eternidad. Me aseguro de cerrar bien la puerta con llave, luego bajo por las escaleras.

Mi entrada no es nada triunfal, aún medio adormecido doy un torpe tropezón al bajar del último escalón. La posada parece tener varios clientes ya, y muy variopintos. Unos soldados, unos tipos jugando a cartas, un joven que está con la hija de la posadera, una mujer encapuchada…

Un momento… ¿El colgante de ese chico está brillando? Observo la escena extrañado mientras una voz infantil me saca de mi asombro.

- Ese colgante lo he visto yo, lo lleva una muchacha muy bonita.

En ese momento el joven del colgante se dirige a la niña, y entonces me fijo yo en los dos comensales. Un viejo, con una niña pequeña. Una sensación de extrañeza, o quizá familiaridad, se adueña de mí.

Cuando me doy cuenta de mi repentina abstracción sacudo rápidamente la cabeza, y me acerco a la barra.

- Eh, esto… Me gustaría comer algo, señorita Loaine – me dirijo a la amable posadera que me atendió horas antes.

Loaine se quedó mirando fijamente a la muchacha, no tardó en darse cuenta de que estaba en la milicia, al igual que su hijo Olaf. Hacía ya dos meses que no sabía nada de él.

-Sabe que señorita, permita que le sirva un plato por cuenta de la casa- Dijo amablemente mientras le decía a uno de sus hijos en la cocina que prepararan otro plato.- Por casualidad no sabrá nada de mi hijo, dejeme explicarle, no he podido evitar darme cuenta de que esta con la milicia. Hace meses que no se nada de él, se llama Olaf, quizás haya escuchado algo usted...- Su atención se dirigió a la mesa del muchacho donde estaba su hija.- Vaya... mi hija nunca aprenderá, siempre esta igual.

En ese momento bajó por las escaleras Alan con un aspecto aún un poco adormilado. Se dirigió a la barra donde estaba Loaine.
-Eh, esto… Me gustaría comer algo, señorita Loaine
- Por supuesto querido. ¿Te sentarás en una mesa o te lo tomarás aquí mismo? -Le dijo con una sonrisa.

Mientras tanto León se levantó de sopetón de su mesa dejando a Nora consternada... - Yo no me llamo Elena... -susurró ella.

El muchacho fue hasta la mesa donde se encontraban el mago y la niña, se arrodilló al lado de la niña y le preguntó.- Perdona, acabas de decir que has visto a una mujer con este colgante, ¿dime donde la has visto por favor? - Dijo mientras le mostraba el colgante brillando... - Por favor

La niña se asustó un poco al ver llegar al chico con ese ímpetu que llevaba, se quedó callada por un momento mientras observaba el colgante con atención.

-Tuve un sueño el otro día... -antes de que pudiera acabar la interrumpió el mago.- Por favor sientate y no seas maleducado, ¿no ves que estamos comiendo? Conozco ese colgante y su historia, no se quien es esa mujer a quien buscas pero quizás sepa donde podrías encontrar algunas respuestas. -El viejo lo miró con seriedad, no le gustaba la reacción que había tenido el muchacho.

Había dejado de llover...

León

La chica se quedó un momento...parada...mirandome a los ojos...paró de comer.

Tuve un sueño el otro día... - Me dijo... ¿que?
Por favor sientate y no seas maleducado, ¿no ves que estamos comiendo? Conozco ese colgante y su historia, no se quien es esa mujer a quien buscas pero quizás sepa donde podrías encontrar algunas respuestas - Interrumpió el anciano que iba con ella...

Le miré a los ojos y la verdad...estaba enfadado...

Si conoces el colgante sabrás que soy de la familia y puede que la unica persona que quede viva de ella. - Volví a dirigirme a la niña...intentando calmarme...Elena... - Pequeña, mi colgante solo brilla si hay una chica cerca con el mismo colgante, ¿has visto a una chica cerca de aquí con este mismo colgante? Por favor.

En ese momento...me daba igual...el brillo significa que está cerca...y lo único que hace que no salga ahora mismo por esa puerta y subirme al balcón o al tejado de cualquier casa es que esa chica ha visto a Elena...
¿En un sueño?... no...seguro que está cerca.

Aquellos señores empezaron a debatir sobre el portador. Uno decia que no habria otro. Lo mire con mala cara.

Entonces, la mesera se giro hacia mi. -Sabe que señorita, permita que le sirva un plato por cuenta de la casa. Por casualidad no sabrá nada de mi hijo, dejeme explicarle, no he podido evitar darme cuenta de que esta con la milicia. Hace meses que no se nada de él, se llama Olaf, quizás haya escuchado algo usted...

-Olaf... Sep, lo conozco bastante bien. Hemos tenido alguna que otra mision juntos, a veces hemos trabajado espalda contra espalda. Pero ya no se nada, ahora que estoy aqui. Que tengo que...

En ese momento salto la muchachita con el colgante de aquel hombre. Lo mire fugazmente, mientras desenvainaba el arco. -Quiero que me digas ahora mismito de donde sacaste ese colgante!! -Con la misma rapidez, tense el arco con la flecha. -No intentes hacer movimientos bruscos! Si suelto la flecha, esta te atravesara en dos la cabeza. Asi que ya esstas tardando. [

- Por supuesto querido. ¿Te sentarás en una mesa o te lo tomarás aquí mismo? – me responde con una sonrisa la posadera.

Yo también sonrío.

- Pues creo que mejor en una mesa. Ahora mismo iré a sentarme por ahí, así estaré más tranquilo.

Hago ademán de alejarme, pero entonces la mujer que hay junto a mí se alarma al ver el colgante. Tensa su arco, apuntando al joven que lo lleva. Frunzo el ceño.

- Oiga, señorita. Creo que no hace falta recurrir a estos extremos, y menos en el interior de una posada, a la hora de comer – alargo mi brazo con cuidado hacia el suyo, tratando de hacer que baje el arco -. Por favor…

-Oiga, señorita. Creo que no hace falta recurrir a estos extremos, y menos en el interior de una posada, a la hora de comer. Por favor... -Dijo aquel muchacho... poniendome la mano en mi brazo!

-Perdone, pero esto es un asunto entre la milicia y la dueña de ese colgante. Lo unico que le puedo decir es que se ha avistado a una mujer con ese mismo collar asesinando a dos personas, y en presencia de un niño. Asi que no me diga que tengo que hacer y que no!

Me estaba hartando. Odio cuando la gente se pone en medio... -Ademas, no quiero que ningun inocente salga herido... Esto se me escapo con un tono mas como una peticion que como una orden.

Mientras, mis ojos seguian vigilando a aquel tipo. A el y al collar.

Leon

El panorama era de libro...no sabía que hacer...al menos en ese momento.

Quiero que me digas ahora mismito de donde sacaste ese colgante!!. - Me decía mientras tensaba una flecha con su arco...

Si la señora leyera un poco más sabria que el colgante es del dueño y es imposible robarlo - Dije mirando a la mujer a los ojos, aún estaba de rodillas frente a la pequeña...


-No intentes hacer movimientos bruscos! Si suelto la flecha, esta te atravesara en dos la cabeza. - Puedes intentarlo mujer...

Me levanté mirandola...de repente...

Oiga, señorita. Creo que no hace falta recurrir a estos extremos, y menos en el interior de una posada, a la hora de comer. Por favor... - Dijo mientras le ponía la mano en el brazo de la mujer.

No me cuadra nada...joder...mi cabeza ya tenía un cúmulo de cosas por ordenar...

Perdone, pero esto es un asunto entre la milicia y la dueña de ese colgante. Lo unico que le puedo decir es que se ha avistado a una mujer con ese mismo collar asesinando a dos personas, y en presencia de un niño. Asi que no me diga que tengo que hacer y que no! - Ante eso...ya tuve otra forma de pensar...

¿Ha dicho dueña? - Le dije mirando a esa chica a los ojos. - Escuche...no se si estamos hablando de la misma persona, pero lo que le puedo garantizar es que tampoco se donde está, y si coincidimos, estamos buscando a la misma persona, aunque dudo mucho que haya matado a alguien.

Recordé sus ojos...su rostro...la primera vez que la vi
La katana seguía apoyada en la mesa de la pequeña...era algo que me recordaba a ella...es lo único que tengo...con el colgante incluido...que seguía brillando pero no se por cuanto tiempo seguiría haciendolo.

Alan

Me muerdo con fuerza el labio inferior al recibir la respuesta de la mujer del arco.

- ¿Asesinato?

Miro al joven del brillante colgante, perplejo. Apenas tendrá pocos años menos que yo. Pero a primera impresión no parece estar relacionado con asesinatos. Y en presencia de un niño.

Horrible…

- Creo que esto es un malentendido, no nos precipitemos – trato de solventar la situación diplomáticamente. La mujer tiene sus buenas razones para hacer lo que hace, pero apuntar con tu arma de pronto a un desconocido por un colgante…

- Seguro que hablando vamos a poder solucionar esto.

¿Por qué defiendo a ese joven? Quizá sea porque la que apunta con su arco pertenece a la Milicia. Frunzo el ceño de nuevo.

- Si no quiere herir a ningún inocente le recomiendo que baje su arma – finalizo, tajante.

Aquel hombre estaba mirandome a los ojos. Un escalofrio me recorrio, como si aquel tio me escrutara con su mirada. Pero la mantuve yo tambien alli. De cierta manera, me entretenia, y a la vez me hizo recapacitar. El y la voz del joven.

-Ahm... Mierda, a veces soy demasiado impulsiva.... Dije, destensando el arco. Guarde la flecha, pero seguia con el arco en la mano. -Pero no intentes hacer movimientos bruscos. El Ojo del Halcon te esta vigilando... Y nunca mejor dicho.

Me gire al muchacho. -La proxima vez no te metas en medio, vale? No te preocupes por los demas, digamos que nunca fallo jejeje. Le dije, con un tono un poco... amable?

Estuve mirando a los dos cuidadosamente. Intentaba analizarlos, saber mas de ellos, como si les quisiera leer la mente. Dirijio su mirada hacia el del collar. -Bueno, cuentame mas sobre esa persona.

El local se quedó en absoluto silencio.Los tres hombres que jugaron a cartas incluso se levantaron asustados ante la mujer apuntando con el arco, Nora se fue directamente a la cocina y Loaine miraba a la muchacha de capucha amarilla con enfado.

Los dos soldados se levantaron entre murmullos. Se miraron entre sí y el más alto dijo- No se que asuntos tiene la milicia aquí en Osvalth pero parece que lo tienes todo bajo control- dicho esto le dió órdenes a su compañero de marcharse.

Halerd miraba con tranquilidad como se desarrollaba la situación y la niña lo miraba con incredulidad, como si no entendiera nada, se podía ver en sus ojos que tenía un poco de miedo.

-En mi establecimiento están prohibidas las peleas así que si tenéis algún asunto a resolver iros fuera o yo mismo os echaré a patadas -Loaine estaba indignada.
-Tranquilízese Loaine, estos no van a causar más problemas.- le dijo Halerd con su voz tranquilizadora.
-Por su bien, espero que así sea. -Tajó Loaine.
- Bien, creo que hay muchas cosas por aclarar, un miembro de la familia de los leones y un Hawkeye en la misma habitación. -El mago sacó su pipa.- Acompañadnos, por favor. Usted también. -refiriéndose a Alan, espero a que todos estuvieran sentados en la mesa.- Mi nombre es Halerd Dahl'Hollander y soy mentor y guardián del Portador y así lo he hecho durante tres generaciones, como muchos sabréis el último portador murió hace 32 días. Actualmente me dirijo al templo de las hermanas de Delúria, pero como todos sabréis estamos en guerra y el camino no es fácil. -Puso un poco de tabaco en la pipa y con un chascar de dedos la encendió y hizo una profunda calada. Los miró detenidamente a todos.

La niña que no entendía nada, había vuelto su atención hacia el plato, se sentía cansada y los párpados se le empezaban a caer pero continuaba comiendo el estofado con auténtica fiereza.

León

En mi establecimiento están prohibidas las peleas así que si tenéis algún asunto a resolver iros fuera o yo mismo os echaré a patadas - Decía la dueña.

Tiene razón señora, mis asuntos están fuera, pero ahora mismo, no tengo nada y esta pequeña sabe algo...

Tranquilízese Loaine, estos no van a causar más problemas. - Decía el anciano aún sentado en la silla, impasible ante la escena...si era quien decía ser, no me extrañaba que fuera así pero eso no iba conmigo.

Escuche solo quiero saber donde esta esa chica de la que esta pequeña habla, no quiero más... - Dije mirandole a los ojos...

Bien, creo que hay muchas cosas por aclarar, un miembro de la familia de los leones y un Hawkeye en la misma habitación. - Seguía hablando como si nada... era algo que me fastidiaba de los adultos. - Acompañadnos, por favor. Usted también. - Dijo refiriéndose a aquel chico que evitó que la miliciana pudiera soltar la flecha.

Volví a arrodillarme ante la pequeña, para ponerme a su altura mientras comía...

Mi nombre es Halerd Dahl'Hollander y soy mentor y guardián del Portador y así lo he hecho durante tres generaciones, como muchos sabréis el último portador murió hace 32 días. Actualmente me dirijo al templo de las hermanas de Delúria, pero como todos sabréis estamos en guerra y el camino no es fácil - Decía...podía ver sus intenciones...

Lo siento, pero eso no me atañe a mi al menos de momento, solo estoy interesado en lo que esta pequeña pueda decirme. - Pude ver que mi colgante...brillaba algo menos... - Perdona, pequeña - Volví a hablarle a ella...más calmado...o al menos intentandolo... - ¿Donde has visto a una mujer con este colgante? El colgante solo brilla si la chica está cerca, ¿la has visto por aqui?

Estaba desesperado...quizás estuviera en la mismísima puerta, pero no podía largarme de allí sin alguna pista.

Cuando escuche que aquel hombre fue mentor del Segundo Portador, enseguida guarde todas mis cosas y le pare atencion. -Entonces... usted conocio a mi abuelo? El era uno de los que defendia al Portador hace tiempo...

-Mi nombre es Halerd Dahl'Hollander y soy mentor y guardián del Portador y así lo he hecho durante tres generaciones, como muchos sabréis el último portador murió hace 32 días. Actualmente me dirijo al templo de las hermanas de Delúria, pero como todos sabréis estamos en guerra y el camino no es fácil ...

-Me encantaria ayudarlo, pero dos patrullas de la milicia y yo estamos buscando a la que cometio aquel fatal crimen... Tiene que pagar por ello. Por eso me contrataron. Aunque... Tal vez, si le acompaño, podria encontrar a la culpable... Acepto!

Que emocion sentia. El mentor del mismisimo Portador. Eso no era moco de pavo... -Pongo el Ojo del Halcon y mis dotes a su servicio. Asenti, con firmeza y decision.

Alan

Al parecer sólo la dueña de la posaba acaba tomando cartas en el asunto, cortando de reíz el conflicto con tajantes palabras.

- En mi establecimiento están prohibidas las peleas así que si tenéis algún asunto a resolver iros fuera o yo mismo os echaré a patadas.

El anciano interviene, mencionando algo acerca de la familia de los leones y Hawkeye. ¿Qué tiene esto que ver con todo esto? Arqueo una ceja cuando me llama a mí también, haciendo que me acerque.

No sé bien qué pensar de la pareja, que sigue resultándome algo familiar y extraña a la vez. Cuando llego a la mesa tomo asiento, para no tener que mantenerme en pie demasiado tiempo.

- Mi nombre es Halerd Dahl'Hollander y soy mentor y guardián del Portador y así lo he hecho durante tres generaciones, como muchos sabréis el último portador murió hace 32 días. Actualmente me dirijo al templo de las hermanas de Delúria, pero como todos sabréis estamos en guerra y el camino no es fácil.

El anciano no parece ir en broma, parece que me encuentro ante el propio guardián del Portador. Es… demasiado casual. Desvío mi mirada hacia la pequeña, y durante unos segundos la observo. Si viajan juntos va a ser un duro camino para una niña.

Halerd pone entonces tabaco en su pipa y chasqueando los dedos la enciende. Mago. Frunzo el ceño.

Vaya…

- ¿Entonces nos está pidiendo que le acompañemos? – la pregunta casi parece innecesaria, pues parece que los tres hemos comprendido las intenciones del mago. Apoyo los codos sobre la mesa, juntando las manos, y medito durante unos instantes. Aunque la mujer del arco se apunta sin dudar.

¿Puede ser esto lo que estoy buscando? ¿Puede que sea lo que necesito para completar mi prueba?

- Pero… ¿qué puede ofrecer a alguien como yo para que los acompañe en el viaje? ¿Por qué razón trata de confiar su seguridad a unos desconocidos?

Halerd tomó una profunda calada de su pipa y cubrió de humo la mesa mientras sonreía con una mirada picaresca.

Lo siento, pero eso no me atañe a mi al menos de momento, solo estoy interesado en lo que esta pequeña pueda decirme.¿Donde has visto a una mujer con este colgante? El colgante solo brilla si la chica está cerca, ¿la has visto por aquí? -le dijo el chico haciendo caso omiso del mago.

La niña había caído rendida por el cansancio y se había quedado dormida encima de la mesa. El mago la miró y le acarició el pelo suavemente.

-¿No es preciosa? Es una niña muy especial. -comentó - En cuanto a tu petición, desconozco de si sería capaz de satisfacer tus dudas pero quizás haya algo que yo pueda ofrecerte. Desde hace siglos los leones han formado parte de un linaje muy importante en nuestro mundo y es por eso que en cada generación de Portadores se ha guardado un escrito de todas las profecías existentes sobre ellos. -Ahora lo miraba con seriedad - En el templo se guardan esas profecías, quizás allí puedas encontrar respuestas aunque he de advertirte que a los leones se les prohibió conocer sus destinos hace ya tiempo, pero si me acompañas quizás pueda hacer algo al respecto. -Fumó un poco de la pipa.

Hubo un pequeño silencio que fue interrumpido por la señorita Hawkeye, que contestó con gran ímpetu las insinuaciones del mago.

-Me encantaria ayudarlo, pero dos patrullas de la milicia y yo estamos buscando a la que cometio aquel fatal crimen... Tiene que pagar por ello. Por eso me contrataron. Aunque... Tal vez, si le acompaño, podria encontrar a la culpable... Acepto!


-Su abuelo señorita Hawkeye fue un gran amigo mío incluso conocí a su hijo, tu padre. Por desgracia dadas la naturaleza de mi cometido no tuve tiempo para llegar a conocerlaa sted o su madre, pero supe desde el primer instante en que atravesó la puerta por sus ojos. Alguien con la sabiduría suficiente puede conocer la naturaleza de una persona por sus ojos y su mirada. -hizo una gran pausa y fumo de la pipa mientras observaba a los tres personajes sentados en esa misma mesa uno por uno mirándoles a los ojos.- En cuanto a su cometido señorita, ¿Como ha dicho que se llamaba? -Cortó - Por donde iba... Ah si, en cuanto a su cometido, creo que esta ligado en cierta manera a nuestro amigo sentado aquí al lado con el colgante... Quizás el destino nos ha unido aquí hoy por alguna razón que solo alguien con el poder podría entender...

- Pero… ¿qué puede ofrecer a alguien como yo para que los acompañe en el viaje? ¿Por qué razón trata de confiar su seguridad a unos desconocidos?

El mago observó al muchacho de ojos grises con detenimiento, hizo ademán de fumar pero en vez de eso vació la pipa en un tarro que había allí en la mesa, aunque antes no había tarro alguno.

- Tiene usted toda la razón, es un hombre precavido. Pero yo ya me he presentado, en cuanto a mi pequeña que me temo que en estos momentos se encuentra... incapaz de contestarle estoy seguro que le contestaría con su voz enérgica que su nombre es Alina pero que es de mala educación preguntar el nombre de una persona sin presentarse primero. -Lo miró atentamente y le sonrió.- No parece de por aquí, lo que significa que esta de paso y si esta de paso es que va a algún lugar, dudo que vaya hacia el sur, donde esta Nilveria que ahora mismo avanza con sus tropas por lo que se dirige al norte en la misma dirección, pero en nuestro camino tenemos al bosque del olvido un nombre no muy reconfortante para un bosque pues he de decirle que no lo es. -hizo una pausa para beber de su jarra y humedecerse los labios.- Después hay que atravesar la sierra perlada un monte cuanto menos abrupto y con algún que otro peligro. En cuanto a usted puedo decirle que tiene experiencia en el combate pues lleva varias armas ahora mismo encima y no ha perdido el temperamento hace unos instantes. También puedo decir que es alguien de corazón noble y bondadoso y aunque ningún corazón es incorruptible la traición no entra en sus quehaceres quotidioanos aunque si así lo prefiero puedo no quitarle el ojo de encima. Por lo tanto sería un placer que nos acompañara a mí y a esta pobre niñita hasta que nuestros caminos se separen... -Hizo una mirada a toda la mesa.- Así que... ¿nos harán el favor de acompañarnos?

Alan

Escucho con atención las palabras de Halerd, manteniendo una expresión serena hasta que llega a la parte en que resalta mis cualidades. ¿Armas? ¿Pero cómo…?

Abro mucho los ojos. Un estilete escondido bajo la manga izquierda de mi camisa. Una daga oculta en mi bota derecha. Ni siquiera llevo la espada corta, que es lo más vistoso de mi equipo. Este anciano… parece saber de lo que habla.

Y la pequeña… No, no puede ser una coincidencia. Los instructores saben de lo que hablan. Seguro que lo tenían todo previsto. Aquí comienza la misión para demostrar mi valía.

- Cierto, soy extranjero. Y llevo algún arma escondida, suelo ser precavido. Aunque prefiero evitar los conflictos innecesarios. Parece ser que sabe bien de lo que habla, en ese caso no me queda otra opción.

Sonrío con elocuencia.

- Acepto, puede contar con mi acero durante este viaje. Aunque espero que no tengamos demasiados percances.

Ciertamente este hombre sabe cómo convencer a la gente. Espero que no aproveche sus capacidades para tratar de manipularme.

León

La niña había caído rendida por el cansancio y se había quedado dormida encima de la mesa. El mago la miró y le acarició el pelo suavemente.

En ese momento... tuve que controlar el acto reflejo que me dió al ver como una mano se acercaba hacia el cabello de la pequeña... no se si sería especial...pero si...hermosa.

En cuanto a tu petición, desconozco de si sería capaz de satisfacer tus dudas pero quizás haya algo que yo pueda ofrecerte. - Dijo...

Lo dudo muchísimo...caballero.

Desde hace siglos los leones han formado parte de un linaje muy importante en nuestro mundo y es por eso que en cada generación de Portadores se ha guardado un escrito de todas las profecías existentes sobre ellos. - No tenía sentido...secretos de la familia y profecias...

Tengo que estar en desacuerdo con lo que esta diciendo - Dije en voz baja para intentar no despertar a la pequeña... - Es cierto que la información de la familia se restringe un poco hasta llegar a cierta edad, también se venden libros de nosotros, pero son menciones sin profundidad unicamente para...que alguien los tenga como cultura general...

En el templo se guardan esas profecías, quizás allí puedas encontrar respuestas aunque he de advertirte que a los leones se les prohibió conocer sus destinos hace ya tiempo, pero si me acompañas quizás pueda hacer algo al respecto. - Esto ya...me descolocaba por completo...estaba con una rodilla en el suelo...y me entraron ganas de tirarme y descansar en el...porque...

No...no puede ser...

En ese momento...el anciano seguía hablando...pero...no escuché...
Solo me quedé viendo a la pequeña dormir en la mesa...me recordaba a ti Elena...

Tan pálida...tan bella...me encantaba...me quedé brevemente hipnotizado...

Así que... ¿nos harán el favor de acompañarnos? - Acabó el mago...
Acepto, puede contar con mi acero durante este viaje. Aunque espero que no tengamos demasiados percances. - Esto de igual manera me descolocó...sin conocer a alguien se va con el sin más...aunque...

Cada uno tiene sus motivos para todo...

Me levanté...mirando a la pequeña, y la tomé, cogiéndola en brazos... me quedé mirandola...estaba tan...inocente...dormida.

No voy con vosotros por lo que acabas de decir...nada de eso me atañe, solo quiero encontrar a alguien...cuando la encuentre con vosotros si es que la encuentro... les dejaré, mientras tanto, es esta pequeña la que tiene algo de información acerca de la persona que estoy buscando...aunque no se como - Dije mirando a la pequeña...aún dormida en mis brazos. - Partamos mañana, quiero que la pequeña descanse.

Miré a Loaine...

Prepare las habitaciones para todos, yo pagaré los costes y la comida necesaria... - Le dije a la mujer, me giré para mirar al anciano... - Espero que no haya problemas con eso...

Mire al anciano, y despues mire al hombre del colgante. Hay algo bastante raro en todo esto... Me encare al hombre, levantandome otra vez del taburete donde estaba sentada. -Puede que no te incumba, pero... Miralo de esta manera: Tu buscas a la dueña del colgante, yo tambien. Si tu ahora mismo sales por esa puerta, te puedes encontrar otras personas, no tan descuidadas como yo... Pueden simplemente disparartea muerte. -Dijo. Sus palabras no reflejaban ira. Tampoco rencor. Era simplemente la verdad.

Volvi a mirar al anciano. Me sente en el taburete, cogiendo la jarra en la que todavia quedaba algo de cerveza. Nunca me habia gustado mucho la cerveza, pero al menos era algo que saciara el gaznate... -Tambien conocio a mi padre? Vaya... Pues el no me conto mucho de usted... Seguro que proque le conocio de joven, ahora esta bastante mayor...

Se termino el ultimo trago de cerveza, mirando a todos y cada uno de sus "futuros compañeros". Miro por ultima vez al hombre del colgante. -Entonces, vas a venir o no?

Leon

Puede que no te incumba, pero... Miralo de esta manera: Tu buscas a la dueña del colgante, yo tambien. Si tu ahora mismo sales por esa puerta, te puedes encontrar otras personas, no tan descuidadas como yo... Pueden simplemente disparartea muerte. - Me dijo la mujer...aún tenía a la pequeña en mis brazos...

La miré a los ojos...

Si resulta que la chica que encontramos es la misma...si le pones un dedo encima, no tendré compasión aunque seas una mujer....te mataré con mis propias manos.

No sabía quien era esta mujer...pero...no pienso dejar que toque a Elena...

No...ella no ha podido ser...no mataría a nadie.

-Si resulta que la chica que encontramos es la misma...si le pones un dedo encima, no tendré compasión aunque seas una mujer....te mataré con mis propias manos. -Dijo el hombre del colgante.

Amenazandome? A mi? Ja! Gran error. -Te piensas que por ser mujer me haces sentir miedo? O tal vez que soy inferior? Gran fallo, amigo mio... Nunca subestimes a nadie... Dije. Mis ojos intentaban escrutar su mirada, otra vez.

-Aunque no quiero pelearme por eso. Seguro llegaremos a un trato. La cosa es... Cuando partimos? Me pare. Me ajuste la capucha. Lista para cualquier cosa...

Las otras dos personas que el mago había “captado” comienzan a discutir acerca de la chica que lleva también un colgante que brilla. No presto mucha atención, pues me limito a observar con detenimiento al mago y a la niña.

¿Podría ser…?

Sólo consigo prestar atención al final de la discusión de esos dos. La mujer se ajusta la capucha.

- La niña debe descansar – respondí secamente -. Si ahora vamos a trabajar juntos agradecería que no os pusieseis a discutir acerca de esa chica. Puede que haya hecho algo malo, o no. Pero no considero prudente ni viable atacar a la primera chica con un colgante brillante que veamos. Recordad que los conflictos pueden llegar a resolverse de forma pacífica.

Habla el guerrero…

- Por cierto – miro al chico, aparentemente más joven que yo -. Gracias por el ofrecimiento, no todo el mundo se encuentra cada día a alguien que le paga la estancia en una posada.

Sonrío.