[Prólogo] Nunca jamás estarás solo (Ivan)

Keith

Te detuviste de pronto. Estabas de pie frente a las escaleras que bajaban al sótano. Tu padre te lo dejó muy claro el día que llegaste a su casa. Bajo ninguna circunstancia podías bajar al sótano. Era un lugar prohibido, vedado. Bajar ahí suponía las consecuencias de su ira. Sabías que bajando las escaleras había una puerta cerrada con llave, lo habías comprobado otras veces de escondidas.

Estuviste muchos días planeando tu golpe. Sabías que tu padre estaba metido en algo “sucio”, como decían los mayores, y que fuera lo que fuera lo que había ahí arriba te serviría para poder demostrar lo mala persona que era tu padre. Y finalmente podrías volver con tu madre, que estaba enferma y necesitaba tu ayuda.

Tenías en tus manos la llave de la puerta del sótano. La habías conseguido tras mucho esfuerzo. Te habías pasado semanas buscando el lugar donde tu padre escondía la llave, y finalmente conseguiste encontrarla escondida entre sus libros.

Tu padre era un hombre que se pasaba la mitad de su vida fuera de casa, y la otra mitad en su interior. Cuando estaba dentro no sabías lo que hacía, porque siempre trataba de evitarte cuando se ponía a “trabajar”. Y cuando salía lo hacía de escondidas para que no lo vieras. Al principio no te enterabas, pero un día hizo tanto ruido al intentar ser sigiloso que no pudiste evitar darte cuenta.

En estos momentos él no estaba en casa, y seguramente tardaría mucho en volver. Tenías vía libre para entrar en el sótano, echar una ojeada, y salir de ahí con tranquilidad. Entonces podrías denunciar a quien fuese aquello “sucio” en lo que estaba metido tu padre. Podrías librarte de él, definitivamente. No había otra manera de hacerlo, y era un plan simple.

Sólo faltaba el valor necesario para ello.

-Vamos, vamos. Solo un poco mas... -Musite.

Estaba en las escaleras camino al sotano. Me faltaban un par de pasos para desencubrir al mas estupido entre todos los estupidos. Al tipo mas asqueroso y malvadamente malvado de todos.los que viven en esta casa. Iba de librarme de mi padre por siempre jamas, y volveria con mi mama para tener una vida tranquilita, como siempre fue.

"¡Deja de pensar en esas cosas y concentrate!"

Di un pasito, y luego otro, y luego otro. Asi llegue a la puerta. Estaba intrigado. Emocionado. Encaje la llave en la cerradura, y empece a girarla, lentamente.

Respire profundamente...
...Y abri la puerta.

El sótano

El chasquido de la puerta al abrirse resonó en el sótano, rebotando en las paredes y adentrándose en las profundidades de unas escaleras que bajaban y bajaban. Parecía que había algo muy bien escondido bajo la casa de tu padre, algo que no quería que los demás descubriesen.

Bajaste poco a poco pero con decisión, pisando cada escalón con firmeza. Estabas completamente a oscuras, excepto por la luz que se colaba por la puerta abierta que habías dejado atrás.

Seguiste bajando, y al fin lograste distinguir el final de la escalera. Había allí una antorcha encendida, que iluminaba tenuemente tú último obstáculo.

Una puerta negra, con extraños símbolos que no lograste entender. No parecía tener cerradura, por lo que quizá podrías abrirla sólo con empujarla. Tragaste saliva, todavía podías volver arriba y hacer como si nada hubiese pasado. Diste un paso hacia la puerta, ésta vez inseguro.

¿Estabas realmente preparado para descubrir qué escondía tu padre?

Esta era la última barrera, el último obstáculo. A sabes qué oscuros secretos guardaba tu padre en aquel lugar.

Si abres la puerta haz un control de Frialdad.

Empujé delicadamente la puerta. Estaba preparado para lo que sea.

Frialdad: 15+62 = 77

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'Dado de 100' : 62

Sótano secreto

Un viento gélido azotó tu cara al abrir la puerta, y cientos de susurros surgieron del interior del lugar llevados por el viento. Se te erizó el pelo de la nuca y diste un paso atrás. Sentiste como si al abrir la puerta algo hubiese escapado del sótano, pero tampoco habías visto realmente nada saliendo por la puerta. Respiraste hondo, aún algo asustado, y entraste llevado por la determinación de destapar los sucios negocios de tu padre.

La luz de la antorcha se colaba por la puerta, iluminando tenuemente el oscuro interior de la nueva sala que habías encontrado. No había apenas luz allí dentro, a excepción de unas velas casi consumidas repartidas por el lugar.

La sala era cuadrada, y no muy grande. Unas viejas estanterías de madera oscura ocupaban todo el espacio disponible a lado y lado, dejando un estrecho pasillo que cruzaba la sala por el centro. Las estanterías estaban llenas de todo tipo de cosas: libros viejos y nuevos, tarros con contenidos viscosos o pequeños animales muertos, cajas pequeñas y grandes. Parecía un lugar para guardar cosas, pero lo que había en él no recordaba mucho a una tienda común.

Al menos ya sabías algo. Tu padre tenía un montón de cosas raras en su sótano, quizá alguna de ellas podría servirlo para acusarlo de algo. Seguro que teniendo ese montón de cosas escondidas allá abajo se preocuparía por si alguien las descubriese.

Seguiste avanzando por la sala, con la esperanza de encontrar algo que pudieras coger sin que tu padre notase la diferencia, algo que pudieras enseñar a otros mayores para que te ayudasen a detenerle.

Estabas ocupado, observando las estanterías, cuando de pronto escuchaste una voz.

- Oye, pequeño – dijo una vocecita cerca de ti.

Te giraste, sobresaltado, pero no viste a nadie.

- ¿Hola? ¿Estás ahí? – volviste a girar sobre ti mismo. ¡Allí no había nadie! – Ey, que estoy aquí atrapado. Aquí abajo, chaval.

Al posar tu mirada en el suelo viste una jaula negra que no te llegaba ni a las rodillas. La jaula te recordó a la puerta que habías abierto, pues tenía unos extraños símbolos grabados.

- ¿Me oyes? Necesito ayuda – dijo de nuevo la voz, insistente.

No lo voy a negar: Estaba muerto de miedo.

Entrando a aquella rarísima habitación, un flojillo aire salió. Sentí como si algo se había escapado, pero nada salió.

El lugar era extrañísimo. Los pelillos de detrás del cuello se me pararon. Quería irme, pero me seguía diciendo a mí mismo -Vamos, vamos... ¡Esta es la oportunidad que estaba esperando!

Mientras pensaba en qué usar en contra de mi padre, una voz sonó... ¿Detrás mío?

-Oye, pequeño. -Dijo la voz.

Me di la vuelta, pero no vi nada. Y no veía nada porque, ¡no había nadie! Pero no lo parecía. ¿En qué estará metido Papá?

La voz volvió a sonar. -¿Hola? ¿Estás ahí? Ey, que estoy aquí atrapado. Aquí abajo, chaval. Y, al mirar abajo, vi una jaula, con los mismos símbolos raros que habían en la puerta. Esto me estaba dando cada vez más miedo. Estaba a punto de irme; el miedo podía con la venganza. Pero la misma voz me hizo parar rotundamente:

-¿Me oyes? Necesito ayuda.

Necesitaba ayuda. Estaba en problemas. Y me olía a kilómetros que la culpa era de mi padre. Me agaché para estar a la misma altura de la caja. -¿Quién... qué eres? ¿Qué necesitas? -Dije.

Fuese lo que fuese esto, me iba a ayudar...

...Mucho...

Sótano secreto

Cuando te agachaste pudiste ver algo moviéndose tras los barrotes. Era un pequeño cachorrito, increíblemente adorable. Su pelaje era marrón oscuro, y sus ojos eran de un azul intenso. Te sorprendiste al ver a un pequeño animal ahí dentro. ¿De verdad había hablado?

- No te sorprendas tanto, chaval. No tengo tiempo para presentaciones, puede volver en cualquier momento.

Te diste cuenta de que te habías quedado con la boca abierta, profundamente sorprendido. ¿Ese perro estaba hablando? ¡Los perros no hablan!

- ¡Rápido! Antes de que vuelva él. Tienes que sacarme de aquí.

El animal se encontraba justo en el centro de la jaula. No se acercaba a los barrotes, más bien huía de ellos. Era como si no pudiera tocarlos.

- Me ha encerrado en una jaula especial, no puedo salir de ella por mí mismo – el cachorrito te miró con sus intensos ojos azules – Sólo tienes que abrir la puerta, y podré salir. Vamos, enróllate un poco.

La puerta era como la de cualquier jaula, con un pestillo para evitar que se abriera.

- Por favor…

Estaba sorprendido.

Primero de todo, lo que había en la jaula era un perrito. Pequeñito, monísimo, con unos pelitos oscuros y unos ojos azules que lo hacían el ser más mono que he visto en mi vida. Pero eso no es todo... ¡Había hablado! ¿Cómo lo había hecho? No lo sé...

Me estaba pidiendo que lo sacara. Pero no reaccionaba, seguía sorprendido. ¡Los perritos monos y bonitos no hablan!

Estaba en el centro de la jaula, recogidito, como si estuviera asustado de la jaula.

-Me ha encerrado en una jaula especial, no puedo salir de ella por mí mismo. Sólo tienes que abrir la puerta, y podré salir. Vamos, enróllate un poco...

Lo miré un momento, incrédulo, preocupado, con miedo. -¿C-cómo sé que no me harás nada malo? -Pregunté. Recordé una historia que leí el otro día:

Hace mucho, mucho tiempo, en un río en el bosque, una indefensa tortuguita quería cruzar a la otra orilla del río. Pero, como no sabía nadar, empezó a coger unas ramitas y a construír una canoa. En el proceso, un cocodrilo se acercó inocentemente a la tortuga. -¿Qué estás haciendo? -Preguntó. La tortuguita, conocida en el bosque por su buen corazón, le respondió: -Una canoa, para cruzar el río. El cocodrilo se ofreció a llevar a la tortuga al otro lado del río, pero la tortuga se negó. -¿Cómo sé que no me vas a hacer nada? -Preguntó la tortuga. El cocodrilo respondió: -Vamos, confía en mí. Yo no soy como todo el mundo dice que soy... -La tortuga, que como dije antes tenía buen corazón, confió en el cocodrilo, y se montó encima de el. Pero, a medio camino del río, el cocodrilo devoró a la tortuga...

De repente, me entró mucho miedo. Me habría hecho pis en los pantalones, pero esa etapa ya la había pasado...

...Rectifico lo anterior.