[Elisabeth Michaele] Aunque la mona se vista de seda...

Fuera llovía. Llovía con una fuerza como no se había visto desde la fatídica noche en que Arlania cayó. Las gotas de lluvia repiqueteaban contra el cristal de la ventana. Aquello comenzaba a ser una tormenta...

A lo lejos se vieron los primeros rayos, y los truenos comenzaron a sonar. Pero esos rayos no eran normales. Mientras caían te pareció ver algo... Anormal. Y tuviste un presentimiento. Algo malo estaba comenzando. Un escalofrío, como no sentías desde la batalla final de Arlania, recorrió tu espalda. En la habitación de al lado los niños dormían felices... Que feliz te hacía la ignorancia.

Y entonces uno de los niños se levantó. Douglas, un jovencito de seis años al que habías encontrado un mes antes. Estaba sentado sobre su cama, contemplando los rayos.

Una noche fría, triste y oscura. La lluvia caía incesante pero lejos de arrastrar el pasado con sus gotas, lo único que hacía era avivarlo como un fuego, ardiente, vivo...

Eli miraba por la ventana buscando algo, perdón, olvido,… paz... los relámpagos se reflejaban en sus ojos al unísono de los truenos, el pelo de la nunca se le erizo, algo no iba bien. Abandono su silla al lado de la ventana para dirigirse a la puerta y cerrarla bien cerrada. Un repentino relámpago ilumino la habitación de los pequeños, alguien estaba despierto...

El pequeño Douglas estaba despierto. Eli se acerco suavemente i ligera, para no hacer ningún ruido que pudiera despertar a los niños, se sentó a su lado i acerco su mano a su cara en forma de caricia.
Douglas, que haces despierto... algo te preocupa?, tranquilo cielo solo es lluvia... sus palabras sonaron con dulzura y tranquilidad, aunque hasta ella le costaban de creer.

El niño se tranquilizó, pero no decía nada. Se tumbó en la cama y se durmió.

La tormenta seguía afuera, aumentando en intensidad. Sin duda habría noticias de inundaciones en los próximos días. Mientras seguías con esos pensamientos, oíste un golpe en la puerta. Seguramente habría sido el viento, pero podría ser que alguien llámase a la puerta.

Finalmente una palabras dulces y algo de seguridad consiguieron calmar a Douglas, lástima que no funcionara conmigo... esta noche no podría dormir bien, lo presentía.

Entre el ruido del viento y la lluvia, un golpe seco sonó rompiendo mis pensamientos. Parecía que venía de la puerta. Me acerque cuidadosamente, sin levantar más ruido que el tímido crujir de la madera bajo mis pies. Acerque la mano al pomo de la puerta... per un mal presentimiento me impido abrirla.

Hay alguien allí? Inquieta espere una respuesta, aunque preferirá que no se tratara más que del viento.

Ayuda, por favor. La voz sonaba débil detrás de la puerta. Era la voz de alguien que no se encontraba en su mejor momento, pero era una voz extraordinariamente dulce, capaz de calmar incluso a un condenado a muerte. Abrá, por favor señorita Michaele... Ahora reconociste la voz. Era de Lucía, la niña que solía vender flores en el mercado para pagar las medicinas de su hermana... ¿Qué haría allí en medio de la noche y de la lluvía?

La duda invadió mi ser, pero de golpe el sonido de esa voz obtuvo forma en mi mente como la niña que vendía flores, si Lucia.. Sin pensármelo dos veces abro la puerta para salir en su ayuda, esta casa es la casa de Todos aquellos que la necesiten...

Lucia... que haces aquí con este tiempo, y donde está tu hermana... ?Mientras formulaba el pequeño interrogatorio la ayude a entrar a la casa.

Abriste la puerta y lo viste todo. La joven sostenía a una figura femenina a su lado. Llevaba el pelo suelto, y le caía por todos lados. Podías ver que estaba completamente destrozada, llevaba las piernas dobladas, como si no pudiera mantener las piernas extendidas.
Es mi hermana, le pasa algo, le ha subido mucho la fiebre. Necesito ayuda... Lucia estaba llorando. Se la veia completamente desesperada. La figura de las dos hermanas bajo la lluvía y manchadas con el barro de los camnios era deprimente.