[Sorin] La noche más oscura

La Maldición de Blutstein: La Noche Más Oscura

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La diosa Fortuna brindó su gracia a tus tíos, haciendo que coincidiese el incidente del miasma con uno de sus viajes al extranjero. Como burgueses de pura cepa que son, tus tíos siempre han preferido hacer personalmente los negocios importantes, y por lo tanto era normal que viajasen una o dos veces al mes. Especialmente tu tío, que sólo solicitaba la compañía de su esposa en viajes especialmente largos y aburridos.

El asunto del miasma, que comenzó a tener notoriedad hace un par de semanas, y se convirtió en un serio problema hace unos pocos días, para ti no ha supuesto un verdadero inconveniente. De hecho, aquella permanente oscuridad te va de perlas, y si por ti fuera, el cielo seguiría negro eternamente. Aunque entiendes lo que supone estar sitiados, y comprendes lo peligroso que sería seguir así por mucho tiempo, pero últimamente todo te daba igual. Además, el miasma no afectaba demasiado a tu ritmo de vida, que consistía únicamente en leer viejos libros bajo la luz de una vela, mientras Mabel se acurrucaba a tu lado. Y, en casos excepcionales, salir a dar un paseo por el pueblo con tu primo Alvar, un chico de dieciocho años, de rasgos afeminados y un curioso afán por los trajes ostentosos.

Desde que te mudaste a Blutstein, el terrible pánico que te provocan los amaneceres ha convertido tu dormitorio en un lugar oscuro y hermético. Las cortinas y persianas, acostumbradas a ser tu escudo contra el sol, día y noche, ya han acogido a unas cuantas familias de arañas. Los rincones, y las partes traseras de muchos muebles, también albergan una considerable comunidad de insectos de todo tipo, cucarachas, hormigas, gusanos y seguramente me deje unas cuantas más especies en el tintero. En definitiva, vives rodeado de una suciedad tremenda, casi tanta como la oscuridad a la que se han acostumbrado tus ojos. Pues, aunque la luz del sol no es nociva para ti, tu miedo a despertar con los primeros rayos del sol, te han convertido en un ser excesivamente delicado con el tema de la luz que sale y entra del hogar.

Hoy, un 13 de Noviembre, prosigues tu costumbre de lectura bajo una vela, con la compañía de Mabel y Babelion. En la mansión también compartes techo con el mayordomo, Gibbs, y la ama de llaves, Teresa. El primero, un hombre de avanzada edad cuyo nombre es sinónimo de discreción, se limita a hacer sus funciones de mayordomo ignorando las extrañas eventualidades que inundan la vida cotidiana de aquella casa. La segunda, una mujer regordeta, de cabello castaño y mirada incisiva, ha cambiado mucho de carácter desde el incidente, y desde entonces no sale de su cuarto, dedicando todo su empeño en rezar el Padre Nuestro una y otra vez. Tú sigues en tu habitación, haciendo lo que siempre haces, cuando de repente llaman a la puerta del propio cuarto. "Toc toc" Dos golpes secos, posiblemente sea Gibbs.

Tira una RM.

-Maese Sorin, soy Gibbs. Tiene visita, señor.

Respondió el mayordomo, tan cortés como de costumbre. Rápidamente abriste la puerta para no parecer maleducado. Gibbs, al ver tu ceja arqueada, repuso:

-El señorito Alvar le espera en la puerta principal, señor. Está considerablemente alterado, e insiste en que bajéis en cuanto os sea posible.

Tomó unos segundos en silencio para tragar saliva. Entonces, algo receloso, se inclinó levemente ante ti, y murmuro:

-Mi señor... espero no resultaros atrevido, pero ¿me permitís un consejo?

Abrí rápidamente la puerta al escuchar la voz de Gibbs, no quería parecer descortés con el mayordomo. De hecho estaba muy cómodo con el servicio de la casa, tampoco quería causarles una mala imagen.

¿Alvar alterado? Algo extraño debía pasar.

- Bajaré enseguida, gracias.

Tardé unos segundos en ordenar mis pensamientos. Ordené a Mabel que siguiera conmigo, y a Babelion que se quedara en la habitación. Obviamente Gibbs no pudo advertir el sutil lazo que me unía a mis invisibles siervos.

Miré al mayordomo algo extrañado. ¿Un consejo? No solían aconsejarme así que pensé que estaría bien contar con la sabiduría de Gibbs. Era un hombre en quien podía confiar.

- Eh, por supuesto. Dígame.

Gibbs se mordió el labio antes de empezar.

-Verá señor, tal y como está Blutstein desde que la niebla surgió, no veo prudente que salga del hogar. He visto cosas desde la ventana de mi dormitorio...

Asustado por sus propios recuerdos, desvió la mirada y comenzó a temblar. Por aquella reacción, tuvo que ser terrible lo que presenciaron sus ojos para que un simple recuerdo le evocara tal emoción. Titubeó.

-No debe salir... hay cosas monstruosas ahí fuera... se ocultan en las sombras... Se lo aconsejo como empleado y se lo pido como amigo: por favor, no salga, aguarde hasta que nuestro respetado Alcalde encuentre una solución. Si lo desea, puedo decirle al señorito Alvar que usted está indispuesto, que vuelva en otro momento. Intentaré apaciguar su impaciencia. ¿Qué opina?

El miedo que me transmitió Gibbs me hizo estremecerme levemente. Parecía realmente preocupado, y me entraron ganas de quedarme en mi habitación. Pero mi primo era una persona a la que apreciaba mucho, debía ayudarle en lo que pudiera si tan alterado estaba.

Intenté tranquilizar a Gibbs.

- No temáis, Gibbs. Quizá mi hermano sólo necesita decirme algo, quizá ni siquiera tendré que salir de casa por más que unos segundos. Y, si no es una gran emergencia, no saldré de casa. Y aunque así fuera me aseguraría de ir con cuidado. Agradezco su preocupación y, créame, yo también creo que dada la situación actual es peligroso estar fuera de casa.

Pero Alvar me necesitaba.

"Babelion, ven tú también conmigo." Ordené.

Agarré a Gibbs por los hombros.

- Comprendo su miedo. Créame, yo también sé que hay algo oscuro en este lugar - dije en un tono más bajo - Si puede ser no saldré de casa. Vaya tranquilo.

Esbocé una débil sonrisa y comencé a dirigirme hacia la puerta principal. Mabel y Babelion me siguieron de cerca, confiaba en ellos para protegerme de cualquier imprevisto. Realmente esperaba que la situación no fuera tan grave como la pintaba la imagen de Alvar alterado e impaciente.

Aunque te alejaste sin darle tiempo a pronunciarse, Gibbs murmuró para sí mismo.

-Oh, Señor todopoderoso, proteja al joven Maese y devuélvalo sano y salvo... os lo suplico.

Entristecido, Gibbs volvió a sus quehaceres con el leve consuelo de tus palabras.

Bajaste por las anchas escaleras de madera de la casa, hasta llegar al recibidor. Todo lleno de cuadros con retratos de familia y un montón de vasijas anticuadas pero muy caras. Bajo el dintel de la puerta, te esperaba tu primo Alvar. Vestía como de costumbre, con unas galas demasiado exquisitas para la ocasión. Aunque, eso sí, estaba algo desaliñado, y con el rostro inquieto y nervioso, algo atípico en él.

-¡Primo, primo!

Exclamó, ansioso y asustado. Espero a que te acercaras hasta él, entonces habló.

-Necesito tu ayuda, ha ocurrido algo terrible... ¡Kristine, la hija del vendedor de muebles, ha caído a uno de los fosos que llevan a las cloacas! ¡Tiene la pierna totalmente aplastada por montones de piedras! ¡Está histérica, tenemos que ayudarla!

Kristine no era un nombre desconocido para ti, pero tampoco te era tan familiar como para decorar su recuerdo con detalles.

Haz una Tirada de Memorizar, y no postees hasta que yo lo haga.

De la chica sólo recuerdas lo más obvio, que es guapa, algo que alguien como tú no necesita recordar. A parte de eso, poco más puedes añadir a tu memoria.

-¿A qué esperas? ¡Vamos, tenemos que ayudarla!


¿Acompañas a tu primo o te quedas en casa?

La situación me dejó confundido. Lo primero que pensé fue en quedarme en casa, pero algo me impulsaba a ir a ayudar a mi hermano. Quizá mi buen corazón, quizá la necesidad de redimirme como persona. Hice gala de poca voluntad propia y me dejé llevar por mi primo.

Además, Mabel y Babelion me protegerían. No estaríamos mucho tiempo fuera de casa.

No seas tonto, Sorin. Ir por ahí es peligroso, y lo sabes.

Cerré los ojos y fruncí el ceño. La necesidad de encontrar el perdón me llevó a decantarme por el altruismo.

- De acuerdo, pero no perdamos el tiempo. ¿Cómo la vamos a sacar de ahí? ¿Necesitaremos cuerdas?

-¡Cuerdas y medicamentos! ¡Lleva vendas y alcohol, cuando la vi tenía la pierna ensangrentada!

Raudo, bajaste a la bodega y cogiste todo el material que pudieseis necesitar: una cuerda resistente, un pequeño pico de minería, algunas vendas y un ungüento desinfectante. Acto seguido, Alvar y tú corristeis hasta uno de los fosos que llevaban al sumidero, donde se encontraba Kristine. De camino, observabas la noche de Blutstein, hacía mucho tiempo que no salías al exterior. Todo estaba normal, tal y como lo recordabas hace unas semanas, con la excepción de que las calles estaban vacías. Las farolas de aceite y la luna creciente os permitían ver en la oscuridad, pero el juego de sombras que estas provocaban hacían todavía más inquietantes aquellas solitarias y silenciosas calles. "Cla, cla, cla, cla..."así resonaban vuestras botas corriendo por el pavimento. Era lo único que se escuchaba. Ni un grillo, ni un gato hambriento maullando, nada. Alvar quiso romper el incómodo silencio:

-Espero que no se haya desmayado. Cuando la dejé para venir a buscarte estaba consumida por el pánico. Pobre Kristine... tan inocente...

En el fondo no te importaba demasiado aquella accidentada, aunque tratándose de una dama, nunca estaba de más ser un caballero. De todos modos, nunca habrías salido de casa de tus tíos si no hubiese sido por la insistencia de Alvar. Por fortuna, tus fieles criaturas te seguían de cerca, y en su compañía tu temor menguaba.

Finalmente llegasteis al lugar donde la joven calló. Se trataba de uno de los fosos que conducían a las cloacas. Por Blutstein había varios, y era allí donde los ciudadanos lanzaban sus excrementos y desperdicios, pues conducían directamente a un sumidero subterráneo que circulaba por debajo de la ciudad.


Nada más llegar, escuchasteis una voz procedente de aquel oscuro hueco. Era una voz femenina, y por su tono estaba horrorizada por la situación.

-¡Ayuda! ¡Por favor, sacadme de aquí, os lo ruego! ¿Alvar eres tú? ¡Me sangra mucho la pierna, cada vez me siento más débil!

-¡Tranquila Kristine, he traído a mi primo, juntos te sacaremos de ahí!

-¡Alguno de vosotros tiene que bajar y quitar las piedras que me aplastan la pierna, por favor! Por más que lo intento no puedo moverme...

Tu primo se giró hacía ti.

-Atemos la cuerda a esa farola, uno de nosotros debe quedarse aquí para ayudar a subir al otro. ¿Bajo yo o bajas tú?

Respiré hondo, intentando serenarme. Alvar y yo sabíamos que mi fuerza física era más bien escasa. Tardé unos segundos en decidirme por completo, pero yo no podría subir a nadie con una cuerda.

- Ya bajaré yo. No tengo suficiente fuerza para subiros después.

Un susurro casi imperceptible llegó hasta mis oídos.

- ¿Estás seguro, amo?

Asentí con la cabeza y me até un extremo de la cuerda a la cintura, preparándome para el descenso. Aquel pozo, unido a la situación actual de Blutstein, no me hacía sentirme para nada seguro. Gibbs y yo sabíamos bien que había algo oscuro en la ciudad, seguraente de una naturaleza más tenebrosa que la mía propia.

“Mabel, Babelion. Me seguiréis en el descenso por el pozo y me protegeréis de cualquier amenaza que ponga en peligro mi integridad física o la de Kristine.”

La oscuridad no haría sentir incómodos a mis siervos, realmente se desenvolverían mejor allá abajo. Confiaba en las capacidades de Mabel y Babelion para protegerme de cualquier amenaza. Blutstein ya no era un lugar seguro, debería rodearme de todos los siervos que pudieran protegerme en los días venideros.

- Vamos, voy a bajar. Agarra bien la cuerda – dije mientras me acercaba al pozo.

Estaba acostumbrado a adentrarme en la oscuridad, pero aquello me aterraba tanto o más que a los demás.

Alvar ató y aseguró el cabo. Después lo amarró a tu cintura y lo agarró con fuerza.

-Baja con mucho cuidado, primo.

Te agarraste al borde del pozo, y con gran nerviosismo, tu primo te hizo descender por aquel agujero tenebroso. Su cuerpo no podía presumir de músculos fuertes, por lo que hizo un gran esfuerzo por tal de no estamparte contra el suelo.

Tirada de Proezas de Fuerza de Alvar.

Alvar hizo gala de una fuerza tan asombrosa como inesperada, y con suma delicadeza, y controlando perfectamente el descenso, te hizo bajar hasta el fondo de aquella cavidad sin el menor zarandeo. Conforme bajabas, la oscuridad cada vez era más intensa.

A partir de ahora tienes el penalizador por Ceguera Absoluta.

Tus pies encuentran algo sólido en lo que apoyarse, has llegado al final del foso. Te descuelgas como buenamente puedes y murmuras el nombre de Kristine.

-¿Q-quién eres?...¿E-eres el... el primo de Alvar? Ayúdame por favor...

Oyes su voz, pero no logras ver nada. Te rodea una oscuridad absoluta, sólo ves un leve brillo circular al girar la cabeza hacia arriba.

Si quieres intuir por el oído donde está la chica, necesitas alcanzar una dificultad Media en Advertir.

Enmudecido por el miedo, avanzas entre la oscuridad guiado por el susurro de Mabel. Mantienes los ojos cerrados, para concentrarte mejor en tus otros cuatro sentidos. Al fin y al cabo, ves lo mismo con los ojos abiertos o cerrados.

- Por aquí...

Murmuraba entre sollozos la joven Kristine. La cavidad, según lo habías intuido tú por el tacto, tenía forma de L. Pues descendiste hacia abajo unos quince metros, hasta llegar a una superficie horizontal, aunque algo encrespada, que se adentraba en las entrañas de la tierra. Te encontrabas justo en ese punto.

- ¡Primo ¿la encuentras?!

Escuchabas el eco de tu primo en el pozo. Quisiste responderle, para tranquilizarlo un poco, pero estabas demasiado concentrado en tus pasos y en tus oídos. Levantaste la mano, tocando el aire, en busca de Kristine. Al avanzar unos pocos pasos más en esa postura, tu mano y la de la chica se encontraron. Fuertemente te agarró

- Tengo la pierna aplastada por rocas. Se produjo un pequeño desprendimiento cuando caí aquí... estoy perdiendo mucha sangre. Sácame de aquí, por favor..

Kristine te suplicaba que la ayudaras, sus palabras no podían ser más sinceras. A tientas, seguiste su cuerpo hasta dar con su pierna y con las rocas que la cubrían. No podías usar el pico en aquella completa oscuridad, podrías clavárselo a la pobre chica en un descuido. La única opción era apartar esas rocas con la mano, una a una.

Haz una Tirada de Proezas de Fuerza.

Las piedras te resultaron inamovibles. Por más que te esforzaste en arrancarlas de la pierna de Kristine, no se movieron ni un ápice. La situación era crítica, cada vez te estabas poniendo más tenso.

- ¡Primo, dime algo por el amor de Dios! ¿Estáis bien?

Alvar se impacientaba. Sus palabras vociferadas transmitían un gran miedo y preocupación. Notabas en la cuerda atada a tu pecho como éste la zarandeaba, exigiendo una contestación.

- Tranquilo primo, voy a buscar más ayuda ¡Despertaré a todo el pueblo si hace falta!

Su voz rebotaba en las paredes del foso. Empezó a alterarse, al ver que no respondías. No tardó mucho en ponerse a gritar a diestro y siniestro, pidiendo ayuda a quien fuera.

- ¡Ayudadme, alguien, quien sea! ¡Socorro, Kristine Steford y mi primo Sorin están atrapados en este pozo! ¡Ayudadme, por favor! ¡Que algui...! ¡¡Aaaaaaaaaaaah!!

Un desgarrador grito de dolor quebró su llamada de auxilio. Tu primo comenzó a gritar como si mil cuchillos lo estuviesen atravesando de lado a lado.

-¡¡Aaaaaaaaaaaah!! ¡¡Agg...!! ¡¡No, no, no, noooooooooo!! ¡Aaaaaaaahh! ¡Mis ojoooooooos!! Ah... ah....

Su voz se desvaneció en el vacío. Dejando a su paso un silencio terroríficamente hueco. En ese instante, notaste como la presión del nudo de tu pecho desaparecía, ya no había nadie al otro lado sujetando la cuerda. Empezaste a temblar. Mabel intentaba calmarte, pero de poco servían sus palabras optimistas. Tus manos y tu frente comenzaron a sudar, tus piernas temblaban atemorizadas. No te explicaba lo que podía haberle pasado a Alvar. Todo era muy confuso.

- Que... ¿qué han sido esos gritos...?

Kristine te preguntó, tan asustada y confusa, que ni siquiera era capaz de asimilar la situación.

Las piedras parecían más pesadas de lo que eran en mis manos. No pude liberar a Kristine de la presa que ejercían sobre ella las piedras del pozo. Alvar se estaba impacientando, y comenzó a gritar, buscando ayuda. Me giré y susurré tranquilizadoras palabras a Kristine.

- No te preocupes, Alvar encontrará más ayuda. Volveré a intentar quitar esas piedras.

Mabel y Babelion seguían atentos, vigilantes.

Entonces se escucharon unos gritos. Era Alvar, y parecía ser presa de un dolor insufrible. Sus gritos me helaron la sangre y, pese a que Mabel intentaba tranquilizarme, no podía evitar temblar como un niño asustado. Teníamos que salir de allí como fuera, mi cuerpo me lo pedía. Sentía un gran pesar por Alvar, pero la oscuridad de este pueblo ya lo habría engullido. Ni siquiera lo sentía tirando de la cuerda.

Intenté de nuevo quitar las piedras que había sobre la pierna de Kristine, en un intento desesperado de conseguirnos una huida. Lo que fuera que le había arrancado esos gritos de dolor a mi primo no podía ser nada bueno para nosotros.

- Kristine, tenemos que irnos de aquí ahora – dije mientras forcejeaba con las piedras – Gibbs tenía razón, hay algo oscuro y monstruoso en este pueblo. ¿Qué estabais haciendo por las calles? Maldita sea.

No era momento de decirle esas cosas a la pobre chica, pero no podía contenerme. El miedo podía conmigo.

“Mabel, Babelion. Estad más atentos que nunca.”

Quién me ha mandado a mí meterme en esto… Lo siento Gibbs, debí haberte hecho caso.

"Babelion, comprueba lo que ha sucedido fuera. Ve con mucho cuidado, que no te vea nadie."

- Tenía que llevar la medicina a mi tío... lleva días sin tomarla... Entonces tropecé y caí aquí dentro... L-lo siento.

Los sollozos de la joven se convirtieron en lágrimas. Probaste una vez más, pero seguía siendo inútil, las piedras no cedían lo más mínimo. Intentaste calmar a Kristine, al mismo tiempo que Babelion trepaba por el muro del foso. Tres segundos después de que este alcanzara la superficie, sentiste un fuerte golpe en tu corazón, como si algo hubiese azotado tu alma. Sentiste como el lazo que te unía a Babelion se partía en dos. Te quedaste desmoralizado un momento, hasta que las palabras de Kristine te hicieron reaccionar.

- E-es imposible, jamás podrás mover las piedras... un enclenque como tú nunca podría ayudar a salir de aquí a nadie ¡¡Voy a destrozarte y a beberme tu sangre, así tu patética vida tendrá alguna utilidad!!! Jajajajajajaja ¡Estúpidos humanos, sois demasiado tontos! ¡Siempre caéis en las trampas más simples!

La voz de Kristine fue cambiando gradualmente, cada vez se volvía más ronca y más siniestra, hasta llegar al punto de convertirse en una voz que ni siquiera podía considerarse como humana. No podías ver nada, excepto seis esferas carmesíes, que te miraban fijamente. Pudiste escuchar como las enormes piedras, que cubrían la pierna de lo que antes fue Kristine, caían hacia un lado como si se tratasen de meras piedrecitas huecas. Mabel te advirtió, temerosa, de que aquella joven se había convertido en una criatura horrorosamente fea, de tres cabezas y multitud de afilados dientes ensangrentados... por desgracia para ti, ya era demasiado tarde. La feroz bestia mutante se abalanzó sobre ti mientras hablaba, sin darte ni siquiera tiempo a reaccionar.



Aquella transformación te ha pillado completamente por sorpresa, por lo que sufres un -90 por Sorpresa, a parte, cuentas con un -80 por Ceguera Absoluta. En resumen, del siguiente ataque deberás defenderte con un -170 por Sorpresa + Ceguera Absoluta.

Crónica del primer y único asalto:

Nunca habrías imaginado que todo aquello era una elaborada trampa de dos criaturas del averno. Pero pensándolo en frío, tenía mucho sentido. Dos horripilantes monstruos se compinchan, asesinan a una joven, uno de ellos adopta su forma, y finge que ha caído en un pozo (si lo piensas bien, es hasta típico), mientras la otra criatura acecha en las sombras. Algún desaprensivo intentará ayudar a la joven, o mejor aún, buscará ayuda. Entonces, alguien bajará al pozo a rescatarla, y abajo sólo encontrará una muerte segura, si intenta huir, la muerte le atacará desde arriba. No hay salida, es una tumba.

Ese ha sido tu destino, Sorin, caer en una trampa, urdida por dos monstruos surgidos de la niebla. La aberrante bestia de tres cabezas te lanzó tres acometidas, sin dejarte defenderte, simplemente no te dio tiempo. Un mordisco con cada cabeza. El primero, un bocado feroz en el pecho, dejó a la vista tu esternón, y una truculenta capa de músculo desgarrado y sangrante. El segundo bocado, en tu costado, destrozó tu cuerpo por completo, para finalmente, rematarte con un tercer mordisco, que sentenció tu existencia. Caíste al suelo huérfano de vida. Los ojos de Mabel se inundaron de lágrimas. La bestia miró a la joven murciélago, si, podía verla. Quizá no con los ojos, pero podía sentirla.

- No sufras más, yo aplacaré tu angustia.

El monstruo se abalanzó contra Mabel, del mismo modo que asaltó a su amo, a ti. La joven criatura, sin fuerzas para luchar, dejó que aquellas voraces fauces la destrozaran en mil pedazos. El último vacío recuerdo que tu alma conserva de aquel escenario, es la horripilante imagen de un monstruo de piel negra, cuadrúpedo, y con tres cabezas, devorando tu carne y la de Mabel, hasta dejar solamente huesos ahogados en un mar de sangre. Tu primo Alvar, corrió la misma suerte, y sólo quedaron sus huesos en la entrada del pozo.

Retrato en la Vigilia


Entre el flujo de almas y la realidad...

Existe un lugar único...

Un reflejo de nuestra existencia...

Que toma más fuerza en las Tierras Oscuras...

A ese lugar lo llaman: La Vigilia.

Te encuentras en una colosal metrópoli de edificios negros, y un aspecto tosco y lóbrego. Las calles y calzadas están asfaltadas con piedras tan negras como la noche. Las fachadas y tejados de los edificios, del mismo color que el azabache, se fundirían completamente con la noche, de no ser por las infinitas luces que cruzan cada calle y cada ventana. Es impresionante, asombroso, en toda tu vida nunca habías visto nada parecido. No era Blutstein, no. El pueblo de Moth no ocuparía ni una décima parte de aquella urbe monumental.


Cuando recobraste el sentido que aquella ciudad te arrebató, con sus altos edificios y sus infinitas luces, te diste cuenta de que el escenario no era lo único que había cambiado. Te sentías distinto, muy distinto. Entonces te miraste de arriba abajo y, para tu sorpresa, te encontraste con una persona totalmente distinta. Eras mucho más alto, aparentabas mayor edad, y tu piel era demasiado pálida. Vestías una especie de gabardina negra, que se adhería a tu cuerpo por multitud de correas y cierres. Las botas, pantalones y la camisola que te vestían, estaban fabricados completamente de cuero, con extrañas insignias por toda su superficie. Parecía un traje ceremonial de algún tipo de hermandad.

A parte, te sentías liberado, más fuerte y más hábil. Era una sensación extraña, similar a la que tenías en algunos sueños, donde encarnabas a otra persona. Quizá... ahora eres esa persona con la que tanto soñaste, esa persona a la que, en tus sueños, se referían como Istvan.
Tu cuerpo ha cambiado, pero tus recuerdos son idénticos. De hecho, todavía eres capaz de revivir en tu memoria el momento en el que, el monstruo de tres cabezas, te arrancaba la carne de cuajo.

- ¿Amo? Vaya... usted también está muy cambiado.

Una voz familiar sonó a tus espaldas. Al girarte, viste a Mabel, pero estaba muy cambiada... demasiado cambiada.


Era una joven pelirroja con dos coletas. Te miró y sonrió. Vestía ropa provocativa que dejaba poco a la imaginación. A su espalda, dos pequeñas alas negras de murciélago aleteaban alegremente. Era Mabel.

- ¡Amo, me alegra tanto que esté bien! ¿Qué nos ha pasado? ¿Por qué estamos... así?


Por si no ha quedado claro: Un Nephilim es un humano con el alma de alguna de las razas puras de Anima. Si destrozas el cuerpo de ese humano, sólo nos queda el alma. Y, como todos sabréis, el alma vetala de Sorin (un Nephilim Vetala) es Istvan. Por lo tanto, al morir y ser absorbido por la Vigilia, su alma adopta la forma de Istvan, aunque sus recuerdos sigan siendo los de Sorin.
Por otro lado, Mabel, es el alma de un Sheele, una chica joven y guapa, encerrada bajo la apariencia de un murciélago. Al destruirse su cuerpo, la representación que queda de su alma es esta chica. (No, no le puedes hacer el amor)

PD: Por haber muerto y "resucitado", pierdes 50 PX. Y de paso, aprovecho y digo que, esto que acaba de pasar con Herrian, ha surgido así porque las circunstancias no podían ser más propicias (muerte horrible + Moth), pero eso no quiere decir que si otro PJ muera, vaya a tener una segunda oportunidad. Esto sólo lo haré ahora, con Herrian. Primero, porque se ha currado mucho su historia como para durar tan poco, y segundo, porque ha empezado antes que nadie y su "resurrección" no afecta en nada a los demás jugadores. Dicho queda.

Habías leído sobre ello, aunque nunca imaginaste que fuese cierto. Según algunas teorías, entre el mundo real y el mundo espiritual, hay un plano intermedio donde las almas caminan paralelamente con el mundo de los vivos. Por decirlo de algún modo, es un reflejo del mundo tal y como lo conocemos, donde las emociones se intensifican de tal manera, que hasta toman una forma física. Mabel y tú os encontrabais en ese plano existencial. ¿Cómo es que estáis ahí en lugar de haber pasado directamente al flujo de almas? Bueno, la respuesta no es demasiado complicada para alguien que ha estudiado tanto sobre el mundo sobrenatural. En Moth, la barrera que separa La Vigilia, así llaman a ese plano intermedio, es más fina que en ningún otro punto de Gaïa. Si a eso le sumamos, que se suelen formar portales entre mundos con emociones intensas, lo que sintió Mabel al verte morir, basta y sobra para abrir un inmenso túnel directo a La Vigilia. Y sobre aquella ciudad, poco podías decir... lo que has leído sobre La Vigilia, en los volúmenes más secretos e inaccesibles del mundo, no son más que teorías. Pues nunca nadie ha escrito, o al menos que tú sepas, sobre una experiencia en el interior de ese submundo. Deberás explorarlo y enterarte por ti mismo.

Del lugar en el que nos encontrábamos no sabía más que teorías. Tendría que explorarlo por mí mismo para saber algo más. Aunque no estaba seguro de qué me iba a encontrar.

- Mabel, me parece que estamos en La Vigilia. Pero no puedo decirte nada más, tendremos que explorar este lugar.

Nunca me había sentido tan perdido. Era un lugar absolutamente desconocido para mí.

Mabel se acercó a mí y lo miré, apenado.

- Tampoco sé si podremos volver. Pero no podemos quedarnos aquí sin hacer nada. Éste lugar es enorme y seguro que podemos encontrar respuestas. Quizá… quizá podamos salvar Blutstein.

Mi pequeña compañera asintió. Juntos, emprendimos un viaje que no sabíamos cuánto duraría ni a donde nos llevaría. En aquel lugar sólo nos teníamos el uno al otro.

Te adentras en la inmensa ciudad. Sus calles están llenas de gente, sin embargo, estas caminan de un modo desalentador, con una expresión vacía y carente de emociones. Era como si estuviesen condenados a vagar eternamente de un lado para otro, entre callejones y avenidas, sin un rumbo fijo, sin un destino, solamente el falso deseo de encontrar algo inexistente.

No conocías de nada la ciudad, y nadie parecía dispuesto a hablarte, ni siquiera te miraban al chocarse contigo, por lo que, la única y mejor opción era andar regido por el azar. Al menos, hasta que tu cuerpo y tu mente se habituasen a ese nuevo mundo. Quizá, una vez acostumbrado a aquello, tus recuerdos podrían regresar y enseñarte el camino que debías seguir.

Haz una tirada de Memorizar y, a parte, lanza un D10.