[Eriol] Las fauces del horror

La Maldición de Blutstein: Las Fauces Del Horror

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Llegaste a Blutstein hace unas semanas, para encontrarte con la familia de tu mujer. Al localizar la vivienda, nadie respondió cuando golpeaste la puerta. Los vecinos te dijeron que hacía tiempo que no sabían nada de la familia que allí vivía, que era como si se hubiesen esfumado de la noche a la mañana. Extrañado, saltaste el muro circundante y rompiendo uno de los cristales entraste a la casa. Todo era muy raro, la disposición de los cuartos, algunos detalles... había claros indicios de que allí había estado alguien hace escasas horas. Las ascuas de la chimenea todavía estaban calientes, había ingredientes frescos en la cocina, y el suelo estaba demasiado limpio como para tratarse de una casa deshabitada. ¿Cómo era posible?

Por más que buscaste por el pueblo, nadie sabía nada de lo que había ocurrido con aquella familia. No podías hacer nada más por ellos, dejaste una nota en uno de los dormitorios y decidiste abandonar Blutstein. Pero, conforme te alejabas del pueblo, una niebla, cada vez más intensa, se alzaba ante ti. Un aldeano te advirtió "No avances, hombre desquiciado, o tu piel será consumida por el fuego blanco" Estabas loco, pero no tanto como para arriesgar tu vida en un acto tan insensato. Al poco tiempo comprendiste que aquel fenómeno había sido obra de demonios, y que nadie podía abandonar el pueblo a costa de su vida.

Los últimos días viviste en la casa de tu familia política, a la espera de una solución para el miasma. Tu día a día de entonces no merece ni una gota de tinta. Pues fue hoy, cuando algo terrible, y no tan inesperado, te ocurrió. Mientras bajabas por las escaleras, tu mente se desvaneció y te desmayaste. No era tan extraño, tu salud te había hecho jugarretas similares en otras ocasiones.

Recuperas el sentido atrapado entre cuatro paredes de piedra. La luz lunar atraviesa una discreta ventana rejada, permitiéndote intuir las distintas formas que hay repartidas por la estancia. Observas una cama con el colchón podrido y el somier oxidado. A su lado, una pequeña mesa totalmente devorada por el tiempo. Y entre ambas cosas, reptando por el suelo, una persona cadavérica te mira fijamente. Las cuencas de sus ojos están vacías, pero sientes que te está observando. Su ropa está manchada de sangre, quizá de sus propios músculos y venas reventadas, y su rostro, parcialmente necrosado, muestra una expresión de terror absoluto. Posiblemente, la última expresión que mantuvo en vida.
La asquerosa criatura comienza a reptar por el suelo, ayudándose con sus brazos, como si las piernas no le respondieran. Entre sus balbuceos, distingues lo que parece un alarido, una queja. Va a por ti, y sus intenciones no podrían ser más hostiles.

Nervioso, te giras fugazmente en busca de una puerta. Justo detrás de ti hay una, de un metal inoportunamente sólido e inoxidable. Sin perder el contacto visual con el no-muerto, palpas a tientas el pomo, intentado por todos los medios abrir la puerta, sin éxito. Está cerrada por fuera.

Haz una Tirada de Frialdad y responde tú mismo en relación al resultado que obtengas.

La ventana es demasiado estrecha, aún sin barrotes no podrías atravesarla. La cerradura, sin la ayuda de una ganzúa, requiere de una Tirada de Difícil (120) para poder abrirse. El zombie se mueve despacio, pero alcanzará su objetivo en dos turnos.

Me retumbaba la cabeza, un golpe sordo como un bombeo constante. Abro los ojos, estoy en el suelo. ¿Que me habrá pasado?

Lo último que recuerdo es... Estaba bajando por las escaleras, era de día creo, si, me acababa de levantar. Estaba bajando las escaleras... Creo que perdí el equilibrio y ahora... ¿Donde estoy?

Miré a mi alrededor, era una habitación oscura y solo entraba la luz plateada de la luna por una pequeña ventana con barrotes iluminando tímidamente aquél cubículo. Era de noche, eso significaba que llevaba por lo menos más de dieciseis horas inconsciente, esto no podía ser una coincidencia, alguien me había traído allí.

Cuando despiertes en una habitación ajena no preguntes y sal de ahí, o eso es lo que Larker dice.

Miré a mi alrededor intentando identificar que había a mi alrededor, hay una cama, bueno, si eso puede llamarsele cama, no creo que nadie haya dormido allí en mucho tiempo. También hay una mesa mohosa y carcomida por la pinta que tiene no parece capaz ni de resistir el peso de una polilla. Entre la mesa y la cama había un bulto como de sabanas o basura o algo parecido.

-¿Hay alguien ahí?... ¿Hola? -grité, eso iba completamente en contra de las reglas de Larker pero yo no soy él, es más yo estoy vivo y él no, bueno si es que a eso se le puede llamar vivir...

No hubo respuesta, o eso creí al principio. Un ruido apagado, mortecino parecido a un gemido me sacó de aquel nerviosismo o eso pensé, no tardé en darme cuenta de que el ruido provenía del interior de la habitación de algo que me había pasado por alto, lo que había creído como un simple bulto de sábanas y basura resultó ser un... cadáver, aunque a diferencia de la mayoría este no estaba muerto, o no del todo por lo menos.

Su piel tenía un color cerúleo y lleno de pequeñas venas negras rebentadas en su piel seca y cuarterada, le faltaban varios trozos de carne y de músculo, sus ojos tenían un pequeño velo blanco por lo que no parecía que fuera capaz de ver demasiado, la prueba era que hasta que no había hecho ruido ni siquiera se había percatado de mí ni me había devorado aún. La mujer estaba tan atrofiada que no parecía capaz siquiera de levantarse y empezó a desplazarse hacia mí hambrienta de mi carne.

No era la primera vez que me encontraba con uno de estos, había visto muchas cosas y oído diez veces más cosas sobre los horrores que vagabundean por nuestra tierra y aunque cualquiera podría decir que alguien que se enfrenta a una situación que aunque horrorosa no es la primera vez que se enfrenta a tal afrenta debería mantener la serenidad y saber como actuar, la verdad es que eso e suna soberana mentira.

Hacen falta algo más que unos nervios de acero y un estómago blindado para poder enfrentarte a la misma muerte sin siquiera pestañear siquiera, solo alguien lo suficientemente loco o roto por dentro sería capaz de hacerlo y aún así no te lo aseguro para nada. Por supuesto Larker no hubiera ni pestañeado pero él estaba roto, le faltaba un pedazo de alma porque no le temía a nada, su fervor ciego era su coraje y probablemente había vivido tanto tiempo persiguiendo monstruosidades que ya ni siquiera le parecían como tales.

Me sobresalté y por poco no me caí, me tambaleé hacia atras y choqué con algo metálico, era la puerta. Aliviado giré el pomo pero estaba cerrada, golpeé frenéticamente como si aquello fuera ayudarme, iba a morir, y sería una muerte muy sucia, para nada lo que habría esperado. Lo que había llegado a hacer para intentar escapar de las fauces de la muerte que predicaba mi enfermedad y finalmente iba a ser devorado por un cadáver que no podía siquiera tenerse en pie. Había sobrevivido a todo tipo de peligros e iba a morir de una manera tan ridícula. Alguien, probablemente quien me había metido allí abriría la puerta y se encontraría con mi cuerpo en una mueca de horror tirado en el suelo mientras esa mujer no-muerta devoraba mis tripas.

Los muertos siempre vuelven para darte caza, eso es lo que Larker dice.

Me giré encarando al ser patético que se arrastraba hacia mí, el sudor frío descendía por mi rostro pero un inesperado... coraje, bueno esa no sería la palabra, decisión seguridad se apoderó de mí. Levanté mi ballesta de repetición, aunque parecía seguro ni siquiera me dí cuenta de que me temblaban las manos, e sl que tiene la adrenalina. Ya se había acercado bastante, apunté y apreté el gatillo y el virote salió disparado con un zumbido és del ruido seco que produció la cuerda al destensarse.

La saeta se incrustó entre el hombro y el cuello de la criatura, justo en la clavícula. Para tu sorpresa, no fue sangre lo que respondió a aquel daño, sino polvo. El horrible ser pareció no inmutarse, pues continuó moviéndose como si nada hubiese pasado.

El zombie alcanzará su objetivo dentro de un turno.

¡Maldita sea!

La saeta atravbesó el cuerpo del condenado pero no pareció inmutarse. Cada vez estaba más cerca, tenía que hacer algo. Un montón de pensamientos alocados cruzaron mi mente.

Entonce slo recordé, en la cabeza, para rebentar a aquellos malnacidos había que dispararles en la cabeza, almenos eso había funcionado otras veces, ya lo había visto.

Apunté a la cabeza y apreté de nuevo el gatillo.

El impacto fue certero, y la saeta se clavó justo en la frente del no-muerto. Esta vez, pudiste advertir en él una casi imperceptible mueca de molestia. El tiro fue eficaz, pero no lo suficiente, el proyectil apenas le habría agrietado el cráneo. Impasible, aquel horror andante siguió hacia ti, a tan sólo un escaso metro de abrazarte.

El zombie ya puede atacarte. Lanza Turno.

Crónica del 1er Asalto:

Aventajaste al no-muerto gracias a su desfavorable posición. Disparaste sin piedad alguna contra él, pero el resultado no fue demasiado fructífero. La saeta a penas le hizo daño. El monstruo quiso vengarse y propinarte un zarpazo, pero es difícil pelear sin piernas, y evitaste el ataque con suma facilidad. Aunque quisiste moverte, y salir de su rango de acción, los muebles y trastos te entorpecían el camino y no pudiste escapar.

Eriol Lothos Morrigan

¡Mierda, mierda mierda, mierda!

Aquél ser no parecía inmutarse a mis ataques, que clase de criatura era aquello... Parecía que las saetas no conseguían atravesar del todo su cuerpo, ¿de que coño estaría hecho aquél bicho? La carne podrida no debería tener tanta dureza...

-¡Socorro! -grité con la inútil esperanza de que alguien apareciera para ayudarme.- ¿Hay alguien por ahí? ¿Por favor ayudadme, sacadme de aquí.

Consciente de que no aparecería nadie para salvarme decidí encararme de nuevo a mi... ¿enemigo? Si una flecha a esa distancia no podía atravesar su cráneo tendría que afinar mejor mi puntería, el ojo tenía que ser un buen punto débil. Apreté el gatillo, acababa de gastar la mitad de mi cargador.

Crónica del 2º Asalto:

Esta vez, te decantaste por un disparo más preciso. Tu proyectil acertó en la cuenca del ojo izquierdo de la criatura, causándole un considerable daño interno. Ya sabías cual era su punto débil, pero no podías evitarte hacerte una pregunta.. ¿serías capaz de matarlo antes de que él te matase a ti?

La criatura cadavérica te volvió a atacar, pero lograste evitar su garra antes de que te alcanzara. El combate estaba reñido, y no podía ser más crítico. Sin salida, con ese ser hambriento delante... uno de los dos debía morir.

Crónica de los asaltos tres, cuatro, cinco, seis y siete:

La tercera saeta no la destinaste al ojo, sino que se incrustó en el pecho del maltrecho zombie. El resto de disparos fueron directos a su cavidad ocultar, uno tras otro, impactaron violentamente en su objetivo. Por cada saeta que se clavaba en su ojo, el zombie te intentaba agarrar desesperadamente, pero nunca lo consiguió. Estuvo cerca en el quinto asalto, donde con un rápido impulso casi te atrapa entre sus pútridos dedos. Pero no tuvo tal suerte, todo lo contrario, pues aprovechabas cada ataque del ser para incrustarle los afilados proyectiles en la cara, a modo de contraataque. Así estuvisteis demasiado rato, hasta que finalmente, la última saeta (la de la recámara), te dio la victoria que buscabas. Un terrible crítico en el cráneo partió en dos el cerebro del no-muerto, quien terminó con las cuencas de los ojos llenas de saetas. La criatura se desvaneció en el suelo, mientras sus sesos se derramaban por doquier.

Te tomaste un merecido descanso, por fin calma después de tanto estrés. Entonces, miras a tu alrededor: una habitación completamente cerrada, con un cadáver en descomposición. ¿Cuanto crees que tardaría en asfixiarte el pútrido olor de la carne muerta en descomposición? Tenías que salir de ahí, y rápido.

Busca una salida, tómate tu tiempo para pensar, y pregúntame por los detalles que quieras.

Eriol Lothos Morrigan

Por fin había acabado, aquél condenado muestro ya no se movía, todo mi cuerpo estaba temblando. Acababa de enfrentarme a la muerte y había sobrevivido, en realidad llevaba tiempo debatiéndome con la misma muerte.

Los muertos siempre vuelven para darte caza. Eso es lo que Larker dice, pues esta vez no.

Noté un fuerte picor en los brazos y sentí una hambre atroz, voraz, canina que demandaba alimentos... La verdad es que debería llevar mucho sin comer ni beber, estaba deshidratado y un poco mareado.

Saqué con cuidado de no tocar aquél engendro todas las saetas por si podían aprovecharse, era asqueroso pero bueno ya me había salpicado con cosas más asquerosas que un cadáver, aunque la mayoría de los cadáveres no solían volver para intentar comerte.

Guardé las saetas después de limpiarlas como pude con unas vendas. Estaba solo, encerrado ahí como un puto insecto encerrado en un bote de cristal por un niño enfermo y psicópata al que le gusta torturar bichos.

Crrrrrrack...

¿Se acababa de mover? ¡El maldito monstruo acababa de moverse! Levanté el pie y con fuerza golpeé su cráneo medio mutilado. Pronto una furia frénetica y descontrolada me dominó, grité y le golpeé desesperadamente con los pies. Luego cogí algo contundente que había por allí ni siquiera me fijé en que era. Golpeé con tanta fuerza que estube a punto de caerme de bruces encima de su cuerpo. Golpeé y golpeé una y otra vez, por cráneo solo quedaba una especie de mermelada pútrida y asquerosa.

Solo paré cuando me percaté de que estaba golpeando la piedra del suelo, tenía los ojos tan abiertos que si hubiera mirado al suelo simplemente hubieran saltado de mis cuencas oculares. Ahora estaba lleno de mermelada de cadáver y el olor era aún más insoportable, tenía que salir de allí. Miré a mi alrededor, la puerta estaba cerrada, quizás hubiera algo útil por ahí para abrir la cerradura o hacer palanca quizás.

Te das cuenta de que, el viejo colchón, tiene un enorme desgaste que deja a la vista su interior. Entonces te percatas de que esos muelles que asoman, y que forman el esqueleto del colchón, son perfectos para utilizarse como ganzúas, para intentar forzar la cerradura. Gracias al desgaste de estos, no te resultó nada complicado coger uno de los muelles, y moldearlo a placer. Ahora, sólo te quedaba intentar usar tu nueva "llave":

Haz una Tirada de Cerrajería.

Usaste el muelle como ganzúa, pero no hubo suerte. Volviste a intentarlo una y otra vez, pero seguía sin funcionar. La cerradura era demasiado resistente, aunque la habitación no tenía pinta de celda, aquella puerta blindada hacía pensar lo contrario. Cansado de maniobrar con el alambre dentro de la cerradura, y angustiado por el hedor del cadáver, optaste por un plan alternativo.

Se te ocurrió la genial idea de crear un miniexplosivo, a partir de una mezcla de oxido y amoniaco (que tenías en tu botiquín de medicinas). Suministraste la dosis oportuna de cada elemento en una pequeña cápsula de vidrio. Al agitarlo, hubo una reacción agresiva que, dentro de la cerradura, comprimió las moléculas y generó una explosión lo suficientemente fuerte como para empujar el cierre hacia afuera. La puerta hizo "clack" y la corriente le dio un ligero empujón. Ya eras libre.

Al cruzar la puerta, te encontraste en un lóbrego y sombrío pasillo, tan oscuro, que no llegabas a vislumbrar el final por ninguno de los dos extremos. Había habitaciones contiguas a la tuya, tanto en frente como a los lados. A simple vista, todas las puertas estaban cerradas. El suelo estaba lleno de polvo, basura y algunos insectos y roedores huidizos. Parecía una especie de albergue abandonado.

Tienes dos caminos, derecha o izquierda ¿Cuál eliges?

Eriol Lothos Morrigan

Tenía que salir de allí, me limpié un poco la sangre y cargué de nuevo la ballesta. Hay que ser precavidos ante todo. Había encontrado un muelle del colchón que podría servirme para abrir la cerradura de la habitación.

Lo intenté una vez, dos, tres y hasta cuatro veces sin resultado alguno, me puse tan nervioso que inclusó me hice un pequeño corte en el dedo manejando aquel muelle infernal. El olor era insoportable, me daba náuseas y por estúpido que parezca aquello me dió la solución a mis problemas.

Mezclé el amoníaco con óxido de hierro tenía que ir con cuidado pero podría funcionar. El amoníaco junto con el óxido crea una reacción que hace entrar en combustión el agua del amoníaco creando una pequeña explosión, no era una ciencia exacta y los ingredientes no eran los adecuados pero podría funcionar. Los mezclé en un vial de cristal y agité, rápido lo coloqué en el interior de la cerradura y me aparté.

La explosión no fue muy fuerte pero tuve la sensación de que debía de haberse oido a kilómetros. Me acerqué a la puerta. Tenía que haber funcionado porque se abrió sin mas. Afuera había un pasillo oscuro e interminable. Aquél sitio parecñia deshabitado y lleno de basura, probablemente no habrían pasado muchos por allí al juzgar por la gruesa capa de polvo. Había más puertas cerradas, probablemente de habitaciones como la mía pero la verdad es que no me apetecía descubir lo que había en su interior.

Así, una vez más me encontraba en una encrucijada, tenía dos direcciones. Soy zurdo así que durante toda mi vida mi tendencia había sido girar a la izquierda, pero revisando atrás en el tiempo estaba claro que no me había ido muy bien. Tomé la derecha.

Receloso y cauto, avanzaste por el pasillo hacia tu derecha. Al recorrer unos cuantos metros, aún sin vislumbrar el fondo, escuchaste una voz procedente de alguna de las muchas habitaciones cerradas que te rodeaban. Alguien había escuchado tus pasos.

- ¿H-hola? ¿Hay alguien? ¡No me queda agua, por favor, necesito agua!

Te detuviste en seco, asustado y extrañado. Más de lo primero que de lo segundo. No respondiste, al menos no querías responder de sopetón, antes lo pensarías en frío. Quizá no fuese recomendable que alguien supiese que habías escapado de tu celda, aunque, por otro lado, la persona que te habló parecía un prisionero igual que tú. El dilema ético estaba servido.


¿Qué haces? ¿Sigues avanzando por el pasillo (puedes tirar Sigilo si lo deseas), haciendo caso omiso de aquellas palabras? ¿O, por el contrario, quieres ahondar en quién es esa persona y qué hace ahí? Elije lo que quieras.

PD: Para saber de qué puerta procede la voz, necesitas superar Medio en Advertir.

Eriol Lothos Morrigan

Aquel sitio era aterrador, caminaba con cuidado d no pisar ninguna de la chatarra que había por ahí al medio. Entonces alguien habló, instintivamente levanté la ballesta peor no tardé en darme cuenta de que procedía de una de las... celdas.

Sabía que ir al encuentro de esa persona era un error, aquél lugar parecía abandonado y nada que hubiera allí podría haber sobrevivido aunque quizás me equivocaba. Podría pasar de él tranquilamente pero era obvio de que sabía que estaba allí y además nada me garantzaba de que su celda estubiera cerrada y me persiguiera y seguro que no quería a vete saber que mierda acechando por la espalda.

Arripintiéndome me acerqué a la puerta de donde provenía la voz, aunque cualquier decisión era errónea, estaba seguro, solo esperaba que esta no fuera la peor... Acerqué mi mano al pomo para abrir pero me detuve en seco.

-¿Hola? ¿Quien eres y que haces aquí? -dije. Probablemente era una tontería de pregunta, si quería matarme mentiría y sino quizás dijera la verdad, de todas maneras no había forma de descubrirlo.

La voz te respondió desesperadamente:

- ¡Oh, hola! Por favor señor guardia, dígale a las monjas que me traigan agua ¡Llevo casi dos días sin beber nada! ¡Por favor, piedad!

Eriol Lothos Morrigan

¿Guardias? ¿Monjas? Que clase de sitio es este...

-¿De que estas hablando? Aquí no hay nadie.

El prisionero se quedó callado un rato. Después, tímidamente repuso:

- P-pero ¿entonces tú... quién eres? ¿has venido a salvarnos?

De pronto, dio varios puñetazos en la puerta, retumbando con un eco metálico en todo el pasillo.

- ¡Por favor, sácame de aquí! Las monjas y los guardias están abajo, si te ven... ¡Te usarán para sus experimentos! ¡Ayúdame a salir de aquí, por el amor de Dios! ¡Te puedo recompensar!

Insistentemente, el desesperado prisionero volvió a aporrear la puerta. En ese momento, recordaste cómo estabas tú hace escasos minutos, jugandote la vida contra un muerto viviente. Ya habías estado en su situación antes, encerrado y angustiado. En parte, podías entender su desesperación.

La puerta, al igual que todas las de ese corredor, tiene el mismo sistema de cierre que la de tu celda. Ya conoces el truco para abrir esas puertas, sólo necesitabas unos cinco minutos para preparar otro miniexplosivo. Claro que, aún seguías con dudas, ¿realmente hacías bien en liberar a aquella persona?


Puedes liberarlo o pasar de él, haz lo que te de la gana. Hagas lo que hagas, solo tú serás responsable de tus actos.

Eriol Lothos Morrigan

Maldita sea...Voy a arrepentirme de esto, estoy seguro. Abrí la bolsa con mis utensilios.

-Apartate de la puerta.

Preparé el miniexplosivo abre cerraduras y me aparté sin dejar de apuntar a la puerta. En ese momento caí en la cuenta de que a que clase de prisionero le dejan con su arma en su celda... Algo iba muy mal. El abre cerraduras explotó dejando un pequeño hilo humeante que salía del agujero.

¿Ese tipo conocía el edificio? ¿Cuanto llevaba allí? Empecé a arrepentirme pero ya no había vuelta atrás.

-Sal despacio y con las manos en alto. He de asegurarme de que no eres ninguna clase de monstruo... -otra vez hablando más de la cuenta...

El hombre tras la voz no era más que un tipo barbudo y desaliñado. Su ropa, maloliente y desgastada, no era mucho mejor que la del zombie que acababas de matar. El pobre hombre, al salir de allí, todavía no se creía que estaba libre. Miró de un lado a otro, con ojos incrédulos. Estaba demasiado débil, demasiado hambriento y sediento, le costaba mantenerse ne pie.

Se giró hacia ti, e hizo una reverencia en agradecimiento.

- Muchísimas gracias por sacarme de ahí. Te debo la vida.

Se sacudió el polvo de las solapas, y sin mirar atrás se puso en marcha.

- Debemos irnos raudos, antes de que un guardia venga a hacer una ronda. Y mientras corremos, explícame una cosa ¿cómo has llegado hasta aquí?

Eriol Lothos Morrigan

Miré aquél tipo que apenas se sostenía, no parecía peligroso y mostraba signos de deshidratación y mal nutrición. Al menos no era un monstruo. Aunque al fijarme si me percaté de algo extraño, parecía estar afectado por una extraña afección, quizás fuera de orígen vírico aunque así a simple vista no parecía nada que hubiera visto con anterioridad.

No podía solucionar el tema de la mal nutrición pero tenía un poco de agua de la que uso para limpiar heridas, no era mucho y tenía una mezcla de hierbas que le daba un sabor agrio pero le serviria para sacarle del apuro, así que se la ofrecí, además esto me brindaba la oportunidad de conseguir una muestra de su saliva que podría examinar con más detenimiento cuando volviese a la casa de los Chapelle. Tendría que ir con más cuidado, quizás si que fuese un peligro después de todo.

-Como llegué aquí... No estoy seguro, desperté aquí. -dije mientras le seguía.- ¿Que clase de lugar es este? Por cierto... ¿Conoces a los Chapelle?

Tu pregunta congeló los músculos de aquel hombre. Te miró fijamente, asombrado y confuso.

- ¿Los Chapelle? ¿Qué... qué quieres de ellos? ¿De qué los conoces?

Eriol Lothos Morrigan

-Digamos que soy un amigo de la familia, conocía a Alessa su hija. -tmapoco era cuestión de darle toda la información, no era asunto suyo.

Cuando pronunciaste el nombre de Alessa, aquel hombre cambió por completo su expresión, antes preocupada por la situación, ahora nostálgica, casi triste. No sabías qué clase de sentimiento sentía hacia Alessa pero, por aquella reacción, estaba claro que la conocía bien, y no como un simple vecino. Pero no era el mejor momento para ponerse a rememorar el pasado, el prisionero lo sabía y por eso siguió corriendo. Ya habría otra ocasión de hablar, cuando estuvieseis fuera de aquel siniestro lugar.

Parecía que aquel hombre conocía el camino, pues no dudó ni un instante en cada cruce. Avanzasteis entre la escasa visibilidad que os permitía la luna, por largos y lúgubres pasillos. Finalmente, llegasteis a unas escaleras que descendían. No sabrías muy bien definir qué, pero se oía una especie de murmullo en el piso de abajo.

- No podemos bajar, la planta baja está llena de soldados. Necesitamos... una salida alternativa.

El hombre miró una de las ventanas sin cristales, de tantas que había a lo largo del corredor. Se acicaló la barba y se quedó pensativo un instante.

- Tenemos que saltar. No hay otra opción.

Eriol Lothos Morrigan

Conocía a Alessa... Y si él... No había tiempo para eso, teníamos que salir de allí. Sugirió que saltaramos por una ventana lo que no me pareció muy buena idea la verdad pero al parecer no había alternativa.

Miré por la ventana para ver si sería posible descender por ella agarrandome a las piedras de la pared, aunque si hubiera algo con lo que descender mejor que cualquier otra cosa la verdad.

Eché un vistazo.