"La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo." François Mauriac. [Vida, Jarvan Flint]

Llegaste finalmente a Cadeus, un monasterio en la ciudad de Albidión, tras un largo viaje por tierra y mar. Te llevaron hasta una sala con unos sillones, te pidieron que te sentaras y Garen se despidió de tí. Durante el tiempo que estuviste allí apareció un hombre de mirada cansada, con el pelo rubio y mechas morenas, con lo que parecí ser un tatuaje en la frente que no pudiste ver bien y vestido con una gabardina. Te sonrió, y te hizo un gesto con la mano, indicandote que pasarás a otra habitación.
Te esperán chaval. Date prisa.
Cuando miraste por la puerta, viste un sillón vuelto hacia una ventana y un hombre de espaldas a tí, como si hablara con alguien en el sillón en el lado más lejano, y un poco más cerca, dos mujeres sentadas en unas sillas, vestidas ambas de manera muy elegante.

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Tira advertir

Cuando el hombre me dijo que me diera prisa, bajé del sillón de un pequeño brinco y fui con paso ligero hacia donde me indicó. Toqué la puerta y entré tímidamente, con la cabeza gacha y las manos juntas y en el pecho:
-Con permiso.
Al entrar, me vi una habitación con 3 personas. Cerca de donde estaba, había dos mujeres con ropas muy raras que nunca había visto en mi pueblo. Parecían ser muy incómodas y poco prácticas. Más alejado, había un señor en pie de espaldas a mi que parecía hablar con otra persona sentada en un sillón.

Tirada de advertir: 25 - 25 = 0
off: (a lo mejor entré con los ojos cerrados XD)
EDIT: Ostia, acabo de darme cuenta de que he tirado donde no era. Lo siento, falta de práctica. Será la última vez.

Pudiste ver mejor a las tres personas. El hombre que estaba hablando con alguien en el sillón era un hombre rubio, que debía estar en la treintena, mientras que las dos mujeres debían tener entre veintiuno y veintisiete. El hombre miró directamente a tus ojos y ladeó ligeramente la cabeza.
Sientate muchacho, vamos a tener una charla.

Sí señor. - Dije con un ligero asentimiento.
Acostumbrado a obedecer a mi padre sin rechistar, me senté donde el hombre me dijo. Todavía un poco nervioso, lancé unas miradas hacia las señoritas y hacia el hombre, esperando que terminara rápido. Me sentía incómodo con tanta gente pendiente de mi y quería irme con Garen, que se había portado muy bien conmigo y con él estaba muy a gusto.

Cuando te sentaste viste que el sillón debía de ser, obviamente, giratorio, ya que se giró, dejándote ver a un hombre daevar algo mayor, con barba y unas pequeñas gafas oscuras.
Tú debes ser Jarvan. Dime, ¿que te hace pensar el hombre que te ha hecho pasar aquí.?
Aunque la pregunta era, a priori, estúpida, lo decía muy en serio.

Sorprendido por aquella pregunta, vacilé un momento antes de contestar. Otra vez, miré algo nervioso hacia otro lado, por la ventana.
¿Que pienso de ese hombre? A penas lo he visto unos segundos, ni si quiera he estado un minuto con él. Por lo poco que he visto, no parece un hombre demadiado serio. Su ropa era menos vistosa que la que llevan estas personas. No llevaba armadura, así que es probable que no sea un guerrero como Garen, o que esté retirado. Lo que más me llamó la atención fueron sus ojos. Unos ojos cansados que le daban un aspecto más mayor de lo que en realidad podría ser.
Miré a lo ojos del hombre y empecé a hablar.
-Me parece un hombre fuerte. Parecía estar cansado, o puede que aburrido, pero aún así está cumpliendo con su trabajo. Mi papá también era así, siempre iba a trabajar aunque estuviera enfadado, cansado y a veces hasta resfriado. También me ha llamado la atención su ropa, no va como ustedes, pero tampoco como Garen. Su ropa era más normal. Uy, perdón, no quise decir que su ropa fuera rara, pero es distinta a la que la gente lleva en mi pueblo o en el camino mientras venía. Ah, y tenía algo en la frente, como un tatuaje, pero no sé de qué es, no lo he visto bien.
Sorprendido de mí mismo por una respuesta tan larga, esperaba un gesto de recompensa, como cuando mi papá me enseñaba a usar la espada y si lo hacía bien me dejaba comer dulces. Ahora algo menos nervioso, espero la siguiente pregunta.

Muy bien... Veamos, No ha estado nada mal, joven. Ese hombre, es pese a todo, un inquisidor aún en activo, pero por lo demás, has acertado.
El hombre de pie a su lado pareció crisparse al escuchar la palabra "activo", aunque sólo durante un segundo.
Y ahora, dime lo que te parezca nuestro buen Severus. Sin miedo, es una prueba rutinaria. dijo la joven que más cerca tuya se encontraba, morena y con un vestido que parecía tener dos adornos en forma de alas de ángel a la espalda.

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Tira Advertir, y según lo que saques caerán pistas.

Cuando me preguntan por él, miro a Severus directamente intentando conseguir algo de información que me ayude con la pregunta.
¿Severus? ¿El señor mayor? Sus ropas no parecen las de un guerrero, pero tiene una cicatriz en el labio. ¿Tal vez en el pasado sí lo fue? Lleva una cruz al cuello, supongo que será muy creyente. ¿Por qué llevará solo un guante? A lo mejor tiene una herida fea en la mano y no quiere enseñarla. A lo mejor fue por eso que se retiró del servicio activo. Me ha parecido que se ha enfadado con la señorita que me ha preguntado, debe ser alguien muy estricto. Ha cogido el bastón de la pared, ¿estará también cansado?
De nuevo, antes de contenstar miré a los ojos de la señorita. Esta vez algo más seguro contesté:
-El señor Severus parece ser un guerrero retirado. Un inquisidor como Garen y el otro señor. No creo que le guste estar retirado, seguramente se vio forzado a hacerlo. He visto que solo lleva un guante, puede que esconda una herida o cicatriz. También veo que ha cogido un bastón, tal vez esté cansado, dolorido o sea cosa de su edad. Por la cruz que lleva colgada supongo que debe ser un fiel devoto del Señor. A lo mejor por eso está enfadado, por no poder luchar por Cristo nuestro señor.
Dirijo la mirada a Severus y le digo:
-No se preocupe señor Severus, seguro que puede seguir trabajando para Jesucristo de muchas formas. Él sabe que a usted le gustaría seguir luchando por él y lo tendrá en cuenta.
Me vuelvo hacia el señor de la butaca de nuevo.
-¿He acertado también esta vez?

Bastante bien, dijo el hombre, y escuchaste un sónido metálico, que ya habías oído cientos de veces menos en la parte del bastón. Al parecer el bastón cubríia una espada. Y ahora escucha, jovencito. Por lo que hemos sido informados, tu padre era un guerrero. Y al parecer tú siempre has vivido con él. Eso nos facilita las cosas. Tras decir esto volvió a guardar la espada. Aquí serás sometido a un entrenamiento intensivo para convertirte en una espada al servicio de Cristo y de la Santa Iglesia Vaticana. Pero hay un problema. Tras decir eso se giró un poco hacia la chica que te había hecho la pregunta antes. Muchos inquisidores tienen Dones Divinos. Dones que les ayudan a hacer su trabajo. Pero corren un gran riesgo. Un gran riesgo de ser tentados por las mismas fuerzas contra las que luchan. Y tras decir esto se volvió a tí. Personas como tú y como yo, que no tenemos esos Dones, debemos, no sólo cumplir nuestra misión de ser Inquisidores. Debemos ser apoyos para nuestros compañeros. ¿Entiendes? Paró un momento para escuchar tu respuesta y continuó. Si te conviertes en un Inquisidor deberás apoyar a tus compañeros. Sin importar como te parezcan, porque compartes su misión.

Wow! La parte del bastón me sorprendió bastante. Mi padre y todos sus compañeros siempre llevaban su arma a plena vista. Pero no fue eso lo que más me interesó de todo el discurso. Me iban a entrenar para ser un guerrero como mi papá. Podría luchar por Cristo, y mi papá y mi mamá me verían desde el cielo. Lo que no acababa de entender era eso de los dones. ¿Qué clase de dones serían? Mi papá nunca me habló de ningún don. Pero si el Señor les dio esos poderes para luchar contra los malos, debe estar bien.
Cuando el señor Severus me preguntó si entendía asentí con la cabeza, pero sin decir nada a causa de la impresión.
Mirando a todos los presentes, uno tras otro, al fin dije:
- Sí. Sí, me convertiré en inquisidor. A mi papá le hubiera gustado luchar por Cristo y a mi también. Yo cumpliré con nuestro deseo. Y ayudaré a mis compañeros que tengan dones especiales, siempre que luchen por el Señor.
Tras una pequeña pausa, me atreví a preguntar:
- Una pregunta, ¿hay más niños aquí? Todos mis amigos están en Pernov y no tengo con quien jugar.

Precisamente ahora deberís estar con el resto. Dijo la mujer que aún no te había hablado, que te cogió de la mano y te llevó por unos pasillos hasta el patio que se veía desde la ventana y te hizo pasar a una habitación con un cartel que decía C-1.

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