Combate con el Extraño [Jarvan, Salvador, Jorge y Khende]

[Este post es debido a que se trata de un combate importante. Todo lo que vuestros pjs digan o piensen durante el combate irá aquí. Al igual que las descripciones que queráis hacer de hechizos o habilidades y la que pondré de los resultados de los golpes. Disponéis de un post de reacción y no contáis el penalizador de desenfundado. Las tiradas, en el post de tiradas. Y a tirar turno.]

Nos vamos de la taberna hacia la capilla de la Guerra y por el camino compro un par de cosillas: una estampa de la Santa Evangelinne y un rosario. Cuando estamos llegando, me llama la atención ver las calles vacías y en silencio. Esperaba que habiendo una Santa en la ciudad hubiese algo más de alboroto. O tal vez estén en plena misa y por eso no se oye nada. Al llegar, nos encontramos con un panorama que nunca habría esperado en una ciudad como esta: una plaza llena de cadáveres. Me quedo un segundo paralizado mientras lo asimilo y al mirar a la puerta de la iglesia veo que está reventada. "Malditos herejes. ¡¿Cómo se atreven?!" También hay dos figuras, bastante tranquilas en este escenario. Me descuelgo la bolsa donde llevo guardadas mis compras y a Kimba y la dejo en el suelo, apartada.

- Kimba, quieto.

Una de las figuras se acerca en actitud desafiante.

- Vaya, vaya, vaya. Lo siento chicos, pero... Habéis llegado en mal momento. La Capilla de la Guerra queda clausurada hasta nueva orden. Lástima que no vayáis poder ir a decírselo a nadie. -Dicho esto, saca un estilete y se prepara.- Rezad lo que sepáis.

Desenvaino mi arma y doy un paso al frente. Esta puede ser mi oportunidad para redimirme del combate contra la criatura de brea.

- ¿Y qué te hace pensar que vayamos a avisar a alguien? Habéis profanado terreno sagrado y tenéis las manos manchadas de sangre inocente. No tenéis perdón de Dios, y él estará de nuestra parte. No vais a escapar de aquí.

Jorge

El silencio resultaba muy extraño. Si la Santa Evangelinne iba a estar ahí, lo normal sería que hubiera una gran actividad, y una gran presencia de guardias, pero no había nadie. Pero entonces, al llegar a la plaza, lo comprendió. La plaza, antes seguramente bulliciosa, ahora no contenía mas que cuerpos inertes despojados de la vida que Dios les dio en contra de la voluntad de este.

Su mirada se dirigió a la capilla, cuya puerta había sido reventada. En aquella grotesca imagen destacaban dos personas. Estas, en una burla ante lo que habían provocado, no decidieron otra cosa que ponerse a jugar a piedra papel tijeras, y tras unos segundos, uno de ellos se acercó, con palabras amenazadoras.

Simplemente desenvainó la espada. No quería malgastar su saliva con un ser tan despreciable como el que tenía delante. A él tan solo le correspondía la justicia divina.

-Cuando os avise, apartad la mirada. Si no lo haceis, la luz de Dios también podría quemar vuestros ojos-dijo en un tono de voz lo bastante alto como para que lo oyeran mis compañeros, pero no lo suficiente como para lo escuchara su antagonista.

Hizo caer a Sheline de sus hombros y la dejó a una distancia prudencial. Entonces, cogió la espada con ambas manos y empezó a entonar los ensalmos del hechizo.

Salvador

Al final fueron casi directamente a ver a la santa. Khende estaba extrañamente tranquilo, en los últimos días a todos les habían entrado ganas de estrangularlo pero desde que Bron se fue no había soltado ninguna de sus perlas.

Estuvo admirando la ciudad tranquilo, pensando en que tendría Bron para ellos después de esto. Habían investigado, habían combatido, parecía que se les daba bien el trabajo de campo, a saber que era lo próximo.
Antes de poder hacerse una idea la escena le quitó todas esas cosas de la mente. Parecía que acababa de haber una batalla en aquella plaza, cadáveres repartidos sin orden y la puerta de la capilla de la guerra reventada. Se acercaron rápidamente y un par de figuras estaban allí, tras hacer un par de cosas entre ellas parecía que se estaban jugando quién se lanzaría a por ellos.

Hubo un ligero intercambio de palabras entre la figura que se adelantó y Jarva mientras Jorge les advertía de lo que iba a hacer. Salvador no respondió, tan solo dejó escapar en voz baja -... hablando de quemar- ni siquiera empuñó su arma, quería ver que hacía la figura y no quería sestar entorpecido. Si aquel hombre mantenía la distancia podría freirlo, si se acercaba correría la misma suerte que el slime, como dijo Jarvan, no irían a avisar a nadie, no deberían prescindir de nadie y los gatosombras no estaban tan entrenados como para avisar a Bron. A las malas aguantarían hasta que apareciera la guardia o algún inquisitor.

El hombre saltó, dando la vuelta en el aire y cayendo al suelo de rodillas tras haberos tirado los estiletes, quedando de espaldas a vosotros. Tras aquello, todos teníais cortes en manos y brazos, y dos estiletes habían alcanzado en el costado a Khende.

Tras eso, el tipo se levantó en un momento casi antinatural y se dio la vuelta.
Vaya... Parece que sois huesos duros de roer. Esto no me lo esperaba. Puede que al final nos divirtamos.

Dicho esto, el extraño sacó más estiletes.
Vamos. Veamos de que pasta estáis hechos, mocosos.

Comenzastéis a atacarle todos a una. Ninguno de vuestros ataques lograba alcanzarle, era como si desapareciese de repente. Finalmente ante el golpe de Jarvan, reaccionó, clavándole uno de sus estiletes en el pecho, directo al corazón.

La sangre se escapó del pecho de Jarvan, pero seguía de pie. El hombre se quedó mirándolo unos segundos, tras lo que dió un pequeño salto hacia atrás, llevándose el estilete en la mano.

Mientras miraba a Jarvan, el tipo sonreía.
Vaya... Que sorpresa. Es posible que tú también... ¿seas como yo?

Empezamos a atacar al hereje sin descanso, pero nuestros ataques no surten el más mínimo efecto. Parece que se está burlando de nosotros. "¡Esto es inaceptable!" pienso mientras le golpeo con todas mis fuerzas. Pero evita mi golpe y cuando me quiero dar cuenta tengo uno de sus estiletes clavado en el pecho. Por un segundo me quedo petrificado mirando el estilete con los ojos como platos. Levanto la mirada hacia el enemigo, que retrocede de un salto sacando el estilete. Me llevo la mano al pecho pensando "Mierda, esto es malo. ¿Voy a morir?".

- Vaya... Que sorpresa. Es posible que tú también... ¿seas como yo? -dice el tipo sonriendo.

Le devuelvo una mirada furiosa.

- Yo.. no soy... ¡COMO TÚ!

El Extraño hombre se apartó de vosotros lo suficiente como para lanzar otra tanda de estiletes. Cuando lo hizo, una figura con una armadura apareció delante de vosotros, parando en el aire dos de los estiletes y rebotando el resto contra su armadura.
¡Ja! Parece que tenéis madera para meteros en líos, chavales. Recordadme que no viaje con vosotros cuando os convirtáis en inquisidores. Bron. Bron y su risa. Tenía un poco de sangre en la cara, parecía que uno de los estiletes si que había llegado a darle, aunque fuese por los pelos. Yo me encargo del tipo este. Retened al otro mientras llegan los refuerzos.

Ante la aparición de Bron, el hombre que estaba peleando con vosotros soltó una carcajada.
¡Jajajajaja! Vaya, no esperaba que la Inquisición reaccionase tan deprisa. Bueno, será más divertido. Tras decir, centró por primera vez su atención en su compañero. Chico, ¿qué tal si le haces una demostración de tus truquitos a estos chavales?

Dicho esto, el chico se levantó ligeramente la gorra y musitó unas palabras. Una vez pronunciadas, apareció frente a vosotros una especia de apertura negra, como si algo se descosiese en la realidad, y de la apertura, una extraña figura, como una especie de can infernal cuya carne estuviese al descubierto, con dos bocas, una en la cabeza y otra en el pecho, que os miraba con ojos enrojecidos y llenos de sangre.

Salvador

Bron parecía haberles salvado por el momento. Con un inquisitor de su parte podrían ir a la ofensiva. Se prepararon para lanzarse contra el otro tipo, el cual hizo aparecer una criatura de la nada, pero, Salvador ya había estudiado esto.

-!Es un convocador¡- avisó al resto- seguro que no está indefenso pero tenemos que acabar con él primero- la cosa era simple, los demonios que atrajera a este mundo no pararían de venir mientras estuviera vivo

Le lanzó una bola de fuego para dar ejemplo. Su mente tan rápida como siempre identificó a la criatura. -Es una aberración, andaos con ojo y pegadle con cuidado o no lo hagáis- no tenía tiempo de explicarle a sus compañeros las virtudes y debilidades que normalmente tenían aquellas criaturas, esperaba que con un nombre pudieran recordar sus clases.

Al lanzar su bola de fuego contra el invocador, una especie de sombra se despegó de él, tratando de bloquear el ataque. Aunque había desviado la mayor parte del ataque, no podía dudarse de que algo tocado había quedado.

El de los estiletes se prepara para una nueva ronda de ataques. "¿Cuántos de esos tendrá guardados el muy cabrón?" Nos lanza otros cinco estiletes, pero alguien se entromete en el combate y consigue pararlos. Es Bron, que nos dice que nos encarguemos del chaval mientras él se enfrenta al de los estiletes.

- Joder, Bron ya era hora. Si hubieses llegado más tarde el cabrón de los estiletes podría haberse cargado a alguno de estos. -digo señalando a mis compañeros.- No te preocupes del otro, nosotros nos encargamos. -el otro invoca a una especie de perro demoníaco- Vale, de ese también.

Nos lanzamos a la ofensiva. Salvador identifica al monstruo como una aberración. "¿Una aberración? Eso lo hemos dado en clase. ¿Qué poderes tenía una cosa de estas? ¿Brillar al sol? No, no, eso son las hadas. Bah, qué demonios, a por el de la gorra primero no vaya a ser que invoque más cosas."

Continuastéis centrandoos en el conjurador. Estabáis golpeandole duro, y parecía que llevabáis las de ganar. Y entonces Jorge lo vio.

La última vez que había visto esa cara estaba ensangrentada y tirada sobre la arena de entrenamiento de Cadeus. Su cara se volvió pálida, sus ojos se abrieron con expresión desconcertada y su boca se abrió, tratando de articular alguna palabra. Pasaron unos segundos hasta que logró musitar algo con sentido.
Se... Seimus...

Aquellos segundos de duda lo fueron todo, y pudistéis contemplarlos a cámara lenta.

Jorge vio como Seimus movía de nuevo la gorra para que no se le viese la cara y se daba la vuelta en un movimiento despectivo. Lo siguiente que vió fue acero pulido y sangre salpicandole la cara.

Jarvan giró la cabeza al escuchar la voz de Jorge diciendo el nombre de Seimus y vio a Jorge paralizado y al tipo contra el que habían estado luchando antes moviendose de un salto. No pudo contemplar nada más, pues la Aberración se lanzó de nuevo a la carga sobre él, y tuvo que parar con su espada.

Khende apenas pudo creerlo cuando a Jorge se le cayó su espada, mucho menos cuando escuchó el nombre de Seimus. Podría haberse movido, pero el nombre lo dejó paralizado. Trató de decir algo, pero era incapaz de pensar en nada. Segundos después vio la sangre, y unas líneas muy familiares cortandose por mil sitios.

Sólo Salvador pudo ver la escena entera. A Jorge paralizado por el miedo. A Jarvan centrando su atención en la Aberración. A Khende incapaz de reaccionar ante la aparición de vuestro viejo compañero. Al hombre contra el que habíais estado luchando saltando en dirección a Jorge y tratando de golpearlo. Y a Bron, vuestro maestro y mentor parando los estiletes con su propio cuerpo.



Pasada la confusión de estos instantes todos os caistéis al suelo de pura desesperación y desconcierto. Bron estaba en el suelo, de espaldas, con sangre saliendo de todos los agujeros y todas las junturas de la armadura. Tosía sangre, y parecía que los estiletazos habían llegado a algunos puntos vitales.

Los dos atacantes se retiraron unos metros, y la Aberración se desvaneció. Vuestro entrenamiento os decía que teníais que seguir luchando. Pero nadie os había entrenado para esto. Lo que estaba pasando os superaba. A duras penas eráis más que niños. Poco a poco, casi arrastrándoos, os acercastéis a Bron. Al ver vivo a Jorge sonrió, y algo parecido a un suspiro de alivio salió de su boca.

Já. Parece *cough* que al final si ha servido... Al ver vuestras caras su expresión cambió. Parecía hasta de cariño. Tranquilos chicos.... Sabía que esto pasaría. Esto *cough* es parte de ser un Inquisidor. Seguid vivos *cough*. Seguid vivos...

Más toses. Sangre. Y finalmente la mano que había estado sujetando su espada cayó al suelo. No más pulso. No más subir y bajar de pulmones. No más nada.

Vaya vaya vaya. No sabía que conocieses a los chavales. La voz del primer atacante rompió el silencio. Su tono era insoportable ahora. Desde luego el tipo era duro. Pero se acabó. Y para vosotros también va a acabarse. Rezad lo que sé...

La voz se interrumpió. Cuando volvistéis a mirar hacia arriba vistéis a varias decenas de soldados, a la Santa Evangelinne y a varios Inquisidores que conocíais saliendo de una calle hasta la plaza. Los tipos mascullaron unas palabras y se dieron a la fuga. Unos cuantos Inquisidores y los guardias salieron en su persecución, mientras que la Santa y los Inquisidores Mewt Randell y Ruth,a los que conocíais de la fatídica fiesta en Cadeus. Mewt y Ruth se santiguan, y la Santa se acerca a vosotros tratando de calmaros.

Posteáis de nuevo en El Fin del Aprendizaje