"Los amigos son esa parte de la raza humana con la que uno puede ser humano." Jorge Santaya [El Reencuentro, Jarvan, Jorge, Khende y Salvador]

Durante los siguientes dos años, dejastéis de ser niños, para ser hombres. Eráis ya Inquisidores, y como tal, teníais una labor que cumplir. Y examinando vuestros logros, no había duda de que habíais nacido para ello.

Habíais estado ocupados, y durante aquellos dos años los "Cachorros de El Gatosombra" no coincidistéis ni una vez. A veces por días, otras, por horas. Y sin embargo no os era difícil saber que tal le iba a los demás.

Jarvan había mantenido su marco de actuación en Goldar y Dalaborn, desde donde participó en la Segunda Expedición Punitiva de la Iglesia contra el clan Skuling de Goldar, que había hecho uso de bestias sobrenaturales en la batalla. Durante uno de los contraataques de dicho clan contra la frontera de Dalaborn, Jarvan se ganó el nombre de "El Escudo de Blaviken", al proteger del ataque al pueblo de dicho nombre.

Jorge había estado esos dos años actuando como investigador en solitario y de vez en cuando como escolta para miembros importantes de Nathaniel. Entre ellos, una pequeña niña de doce años cuya importancia para la Iglesia debía ser desmesurada, pues fue obligado a jurar que jamás diría una palabra sobre su existencia. Sin embargo las apariciones de Xeraquiel le ganaron también un nombre. "El Carnicero de Argos", tras un incidente en el que, en un espectáculo de luces, Xeraquiel acabó con un pueblo entero para eliminar a un misterioso culto sobrenatural.

Khende, dadas sus capacidades, no tardó en convertirse en un Ejecutor Inquisitorial. A las órdenes directas de Romeo Exxet, el tiempo que no pasaba viajando como un vagabundo lo pasaba ejecutando las órdenes de Romeo. Y en ellas siempre había una constante: "Mata". Bajo estas órdenes se ganó el sobrenombre de "Flagelo de Sylvania", tras la destrucción de todo un pueblo secreto de Sylvains en Abel.

Salvador comenzó a ser conocido por unos métodos realmente directos, pero eficaces, a la hora de resolver conflictos. Más de un castillo ardió bajo las llamas de "El Fuego de Dios", y más de uno se salvó también al verse intimidados sus heréticos ocupantes. El joven Inquisidor ha tenido más de un encontronazo con la Orden de Yehudah, y de momento ha salido ileso de todos ellos.

Y tal día como hoy, en el que hace muchos años entrastéis a Cadeus, os habéis encontrado de nuevo en el camino a Blaviken. Los cuatro pensabáis pasar un par de días allí recopilando información sobre unos "sucesos extraños", en la zona. Salvador, Jorge y Khende pensaban hacer noche en la posada, mientras que Jarvan pensaba dormir en casa de Albert, el alcalde.

Y a tan sólo cuatro kilómetros, cuando ya se veía el pueblo en la linde del bosque, con su pequeño castillo en el medio, en el interior del cual lo único que se hacía ya era el mercado de los domingos, los cuatro gatosombras aullaron al unísono y os vistéis en la encrucijada. No os hizo falta mucho para reconoceros, a pesar de que todos habíais cambiado, algunos más y otros menos.

Salvador

Dos años, dos años de castigar al mal, de ser el comienzo de su purgatorio. El trabajo nunca se acababa, siempre vigilantes, siempre atentos. Muchos antes que él lo habían precedido, y seguramente muchos lo seguirán, pues no es el único que hacía aquello, había muchos otros inquisitores, y allí delante estaban los inquisitores con los que se crió. No podía ser fruto de la casualidad un encuentro tan extraordinario. Los cuatro a la vez al mismo tiempo.

Salvador no había cambiado mucho en aquellos años, seguía siendo un tipo enorme, ahora llevaba media melena y se afeitaba cada pocos días. Su rostro se había endurecido un poco, cogiendo un perfil más duro y anguloso, quizás en otros pocos años más fuera uno de estos tipos de mandíbula cuadrada.
Por dentro si había cambiado un poco más. Más directo, atrevido y ácido, igual fue lo que legó Bron junto con parte de su espada.
Shalhebetya en cambio era cada vez más grande y potente, y cada vez más diligente en el combate. Incluso llevaba armadura, un peto y una protección para la cabeza similar, que le cubría la parte superior y el tabique de la nariz. Pronto tendría tamaño suficiente para montarlo cómodamente.

Al final alzó la voz -¡Ja!, mira tú por donde, menudo honor. Igual deberíamos hablar un poco, venid aquí- dijo alzando los brazos hacia ellos y gesticulando con las manos para que se acercaran

Lo logré. Conseguí superar mi prueba con éxito, me convertí oficialmente en inquisidor. No tardé en empezar a recibir misiones, a ejecutar la voluntad de Dios. Pronto esas misiones me llevaron al norte, a mi tierra natal. Pude por fin vengarme de aquellos que acabaron con la vida de mi padre, pero lo realmente importante fue que lo hice cumpliendo la voluntad de Dios. Él fue quien me trajo a estas frías tierras y me dio la oportunidad de hacerme valer por mi mismo, de ganarme un nombre por méritos propios, guiando mi espada en cada batalla, atendiendo mis rezos cada noche y recordándome por qué lucho cada día. "El Escudo de Blaviken", así es como me llaman. Es un nombre que llevo con orgullo, significa que pude salvar un pueblo entero del ataque de fuerzas impías.

Tuve ocasión de regresar a Cadeus, pero nunca coincidí con mis compañeros. Aquel monasterio es el último hogar que he tenido, pero cada vez me siento más ajeno a él. Al ver a los niños entrenar me veo reflejado en ellos, a mi y a mis compañeros. Los miro y me pregunto, ¿a cuántos de ellos podré llamar compañeros dentro de unos años? ¿Cuántos no llegarán si quiera a su prueba? Al verme agobiado por mis pensamientos me retiraba a la forja, a trabajar el metal. El sonido del martillo me relaja. Me forjé un buen yelmo, resistente y cómodo.

Ahora el deber me lleva de nuevo hacia Blaviken, a investigar unos sucesos extraños. ¿Serán los skuling de nuevo? Poco importa, sean quienes sean tendré que dar cuenta de ellos. Mientras camino hacia el pueblo, Kimba aúlla. Le paso la mano por la cabeza y, antes de que pueda decirle nada, escucho otros aullidos. Al mirar al origen de los aullidos veo a otros gatosombras acompañados de humanos. No puede ser, ¿de verdad son ellos? ¡Sí que lo son! Jorge, Salvador y Khende están aquí. Me acerco a ellos corriendo y los saludo. Primero a Jorge, a quien doy un fuerte abrazo.

- ¡Jorge! Cuánto tiempo, me alegro de verte. Tenemos que ponernos al día en la taberna, jajaja.

Luego a Salvador, a quien doy la mano de forma enérgica.

- Salvador, lo mismo te digo, a ver qué es eso de "El fuego de Dios", jaja.

Y por último a Khende, a quien tiendo la mano de forma más o menos cordial.

- Khende, tú también por aquí. ¿Todavía no te han cortado la lengua? -digo un poco en broma.

- Supongo que estamos todos aquí por lo mismo. Vayamos al pueblo, allí hablaremos más tranquilamente. La gente es bastante hospitalaria por aquí, ya veréis.

Jorge

La vida tenía sus momentos. Momentos tristes, cuando no podías salvar a alguien. Momentos felices, cuando veias los rostros de aquellos que podían seguir viviendo gracias a tí, o cuando haces que una niña que odia las legumbres se coma una bandeja entera de lentejas. Pero lo que hizo Xerakiel... fue imperdonable.

Cientos de inocentes muertos. Habían otras opciones, pero a él poco le importaba. Solo quería demostrar su poder. Y yo fallé en mi cometido de contenerlo. No fue justo.

Los años transcurrieron, y aún así nunca aliviaron mi dolor. Los designios de Dios me llevaron hasta Blaviken, dónde se rumoreaba que se estaban dando sucesos extraños, pero lo mas extraño fue lo que nos encontramos Shelinne y yo antes de llegar. Jarvan, Salvador e incluso Khende estaban ahí. Y el primero de ellos no dudó ni un momento en abrazarme.

- Si, claro, cuando quieras...

Esas fueron todas mis palabras. Tenía ganas de explicarle acerca de Xerakiel, pero él debía permanecer en secreto. Al fin y al cabo, nadie salvo Mewt y Evangelinne sabían de su existencia.

Media sonrisa se dibujó en la comisura de los labios de Khende debido a la ironía. De los cuatro compañeros que con él compartieron mentor estaban justo enfrente de él... y sólo faltaba Alessia.

A pesar de que Khende no había notado grandes cambios en si mismo, lo cierto es que su personalidad se había ido oscureciendo con el paso del tiempo. Si bien exteriormente sólo aparentaba un aumento de confianza, exhibiendo orgulloso su insignia de inquisidor y su legislador, y un humor aún más molesto, cada vez le resultaba más difícil pensar en las personas nuevas que conocía como algo más que un puñado de hilos... y más gratificante matarlas cuando era necesario.

- Khende, tú también por aquí. ¿Todavía no te han cortado la lengua?

-No, pero yo sí que he cortado un par.- Dijo mientras aceptaba el apretón que se le ofrecía, sonriendo ante el recuerdo de la última lengua que cortó...

- Supongo que estamos todos aquí por lo mismo. Vayamos al pueblo, allí hablaremos más tranquilamente. La gente es bastante hospitalaria por aquí, ya veréis.

-Meh, como quieras, pero sabiendo que el asunto está controlado, mañana partiré, que no creo que hagan falta cuatro inquisidores para investigar una mierda de rumores. A menos que os creáis incapaces de hacerlo solos,- Añadió sonriendo, mientras se apartaba la melena con la mano derecha, pasándola por detrás de su oreja -en cuyo caso no dudaré en prestaros mi ayuda si me lo pedís. De lo contrario recomiendo que decidáis quién se queda y el resto haga como yo.

Khende se puso en marcha hacia el pueblo, seguido inmediatamente por las silenciosas pisadas de Blacksight. -¿Entonces venís o qué?

Avanzastéis hacia Blaviken. Era ya mediodía, y el pequeño pueblo se veía muy bullicioso, puesto que el día siguiente era día de mercado. Blaviken había sido en principio un fuerte construido en la zona contra los ataques de bandidos, poco más que una torre dentro de un recinto amurallado, lo suficiente para divisar a grupos de gente que se moviesen cerca del lugar.

Pero con el tiempo la gente de los pueblos y casa de alrededor empezó a construir alrededor de las murallas de la torre. Y con el paso de los años, se formó todo un verdadero pueblo alrededor. La torre quedó en desuso, pero el recinto amurallado aún se usa como plaza donde colocar el mercado hoy en día, y si bien no era una urbe grande, todos los meses viajaban hacia allí las gentes de las aldeas y pueblos circundantes para comerciar con sus mercancías.

Cuando por fin llegastéis, os avistó un guardia, que se fue corriendo y trajo al alcalde, que parecía bastante contento de ver a Jarvan.

¡Jarvan, muchacho, bendita sea la vista! ¿Qué tal está el mundo?

Albert, un hombre de mediana edad calvo, algo entrado en kilos y con una sonrisa de oreja a oreja os recibió. Desde luego, parece que llegaseis justo en el momento oportuno.

Xerakiel

- Khende, hazle un favor al mundo: cierra el pico y no lo vuelvas a abrir, ¿quieres?

Era gratificante poder salir de vez en cuando, especialmente para mandar a callar a Khende, pero tenía que volver a dejarle vía libre al buenazo. Pronto sería yo el dominante. Mas pronto de lo que él sería capaz de imaginar.

Jorge

Recuperé el control que nunca debí perder y busqué a Shelinne con la mirada para poder ir con tranquilidad hacia el pueblo, y me sorprendí al ver que estaba junto a Kimba, con una mirada juguetona mientras lo olisqueaba. Silvé y volvió junto a mi. Le acaricié la cabeza y nos pusimos en dirección hacia el pueblo.

Una vez allí, tuvimos que atravesar el bullicio debido a la cercanía del día de mercado. Enseguida reconocieron a Jarvan, y el alcalde en persona vino a recibirle. Y, al parecer, necesitaba de la ayuda de la Inquisición. Teniendo en cuenta que se estaba dirigiendo a Jarvan, decidí que lo mejor sería dejarle hablar a él.

Khende rió al tiempo que giraba la parte superior de su cuerpo para mirar hacia Jorge. Hacía ya mucho que las palabras no podían herir a Khende, y él se comportaba como si a todo el mundo le pasase lo mismo. A Khende le encantaba que le contestasen, sobre todo de esa manera, pero no demasiada gente lo hacía. Y que, de aquél grupo, fuera precisamente él el que respondiera resultaba un tanto irónico.

-Dime si algo de lo que he dicho es mentira.- Contestó aún sonriendo. -Dime si me he equivocado en alguna cosa.- Hizo una pausa antes de girar del todo para tener a Jorge frente a sí. -No, ¿verdad? Entonces hazle un favor al mundo y déjale los favores al mundo a los que realmente saben de ello. Y créeme, arrasar aquél pueblo no fue ningún favor, "Carnicero de Argos".

Aún con su sonrisa en los labios, Khende volvió a dar media vuelta y siguió andando. -Los rumores también llegan a los tipos solitarios.

Finalmente llegamos al pueblo, y el alcalde parece más que contento de ver a Jarvan. -Vaya, Jarvan, podías habernos dicho antes que eras amigo del que manda en villa-ninguna parte, habría sido útil saberlo.- Tras eso, miró a Jorge y dijo: -¿Ves? Eso es lo que pasa cuando salvas un pueblo en lugar de arrasarlo. Deberías probar alguna vez, hasta yo lo he hecho.

Salvador

Khende ya volvía a las suyas, como si fuera el centro del mundo. Por suerte Salvador estaba por encima de aquello, pero igual tendría que devolverle alguna si se pasaba.

Cuando llegaron al pueblo Khende empezó otra vez con su mierda. Con una carcajada ahogada Salvador decidió responder -Y dinos maestro Khende, ¿cuantos pueblos te reverencian como salvador y Héroe?.-

Lo cierto es que en el fondo ese era el trabajo de los cuatro jóvenes, salvar vidas, proteger a los píos y los débiles. Pero no siempre se obtenía reconocimiento, igual Khende era incapaz de ver eso, o a lo mejor disfrutaba demasiado con su trabajo.

-Siento que hayas malinterpretado mis palabras.- Dijo Khende. Era típico de él "disculparse" dando a entender que el error era de su interlocutor. -En ningún momento he dicho que esto pase SIEMPRE que salvas un pueblo, no siempre se enteran, y no todo el mundo es tan agradecido, pero ciertamente es más probable que si lo destruyes, ¿no crees?- Khende hizo una pausa para resaltar su próxima frase. -De todos modos, hace mucho que nos conocemos, me puedes llamar sólo Khende si quieres.

Salvador

!Ay ay, Captain¡ fue la única respuesta de Salvador. El mismo se había desmontado, era lo bueno de la mayeútica, y estaba dando excusas como palos de ciego, para conservar el orgullo. Eso se lo dejaría, no era el momento para proponer una discusión retórica, de todas maneras seguro que Khende se saltaba las reglas y el no podría disfrutar como es debido.


[OFF: NO se si existe el inglés en Gaïa pero lo he puesto fonéticamente en Español para hacer la gracia marinera]

Jorge

Apreté con fuerza las manos hasta cortar la circulación. Rechiné los dientes. ¿Cómo se atrevía precisamente él a recriminarme lo que había ocurrido en Teruel? Sentía ganas de golpearle hasta cansarme.

"Eso es, vámos, déjame tomar el control."

Pero no podía permitirmelo, así que canalicé las energías sobrenaturales para que estas me tranquilizaran, haciendole perder poder a Xerakiel. El conjuro de relajación siempre era útil para mantenerlo a raya cuando aún era yo quien dominaba la situación.

- Khende, lamento profundamente que solo puedas sentirte realizado siendo hiriente con los demás, y estaré encantado de ayudarte con tu problema si así lo quieres, pero creo que deberíamos dejar que Jarvan y el alcalde puedan hablar con tranquilidad.

Es reconfortante estar de nuevo con el equipo Bron casi al completo y ver que mis compañeros no han cambiado mucho su forma de ser en estos años. Bueno, excepto Khende, que no haya cambiado él es una jodienda. No tarda en empezar a tocarnos la moral a más de uno, a lo que simplemente dejo salir un suspiro de resignación.

- Chicos, ¿podemos llevarnos bien aunque sea un rato?

Nos ponemos en marcha hacia Blaviken y al llegar el alcalde sale a recibirnos. Le tiendo la mano para saludarlo.

- Buenas noches, don Albert, siempre es un placer verle. El mundo sigue más o menos como siempre, ya sabe. Me gustaría presentarle a mis compañeros, son todos inquisidores. Estos son Jorge, Salvador y Khende. -digo señalando a cada uno. Me acerco a él y me tapo la boca para decirle algo en voz baja- Khende es un tanto especial, no me hago responsable de lo que pueda pasar con él. -vuelvo a mi posición normal- Y dígame, ¿qué tal las cosas por aquí?

Bienvenidos chicos, estáis en vuestra casa. dice Albert cuando Jarvan os presenta. La verdad es que llevamos un mes algo movido. Hay rumores de cosas extrañas pasando en una de las aldeas más alejadas, y lo cierto es que no ha venido nadie de esa aldea para la feria mensual, pero algo que me inquienta más. Cuando dice estás últimas palabras, Albert girá un poco la cabeza, y señala con la vista a la torre.

Hace un par de semanas vino un hombre. Un tal Marius Lasquer. Llevaba una insignia de la inquisición y varios documentos oficiales, y se instaló inmediatamente en la torre del mercado. Ha cerrado las puertas y no deja pasar a nadie, y la verdad es que me preocupa. Albert vuelve la mirada hacia vosotros y se señala la sien con el dedo índice. Entre tú y yo, me parece que no está muy bien de la cabeza. Actúa muy raro. La verdad es que me harías un gran favor si fueses a hablar con él. Al ser compañeros suyos, tal vez os haga más caso.

Mientras vais hablando, habéis ido andando un poco, y estáis ya justo en las puertas de la muralla de la plaza del mercado. Podéis ver la torre, con las puertas cerradas tras las rejas.

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Tiradas de Memorizar o Historia todos para ver si recordáis detalles sobre Marius.

Jorge

No parecieron haberse dado cuenta sobre quien estábamos hablando. Y quizás fuera mejor así, pues podrían contarselo al alcalde, y no podíamos arriesgarnos a provocar un caos innecesario. Aun así, tenían que saberlo, por lo cual le dí un toque a Jarvan en el hombro justo antes de susurrarle:

- No se lo digas al alcalde, pero Marius no solo ya no es un inquisidor, sino que podría ser el orígen de los rumores. Luego te cuento mas.

Tras aquel momento, me volví hacia el alcalde.

- No tiene de que preocuparse, Marius debe tener buenas razones para esto, pero iremos a hablar con él igualmente. Es muy probable que tenga información interesante.

Me adentré, esperando a que vinieran los demás, y antes de que llamaramos a la puerta les expliqué lo que realmente sabía.

- Teniendo en cuenta sus antecedentes, que se haya establecido aquí me hace temer por lo que pueda estar ocurriendo. Si no conseguimos sacar nada en claro de esto o simplemente no nos deja entrar tendremos que buscar información sobre esa aldea.

Salvador

-Pues yo no recuerdo gran cosa. Vayamos a ver.- Dicho esto se dispuso a ir detrás del resto, Jarvan era el que conocía aquello y Jorge parecía ser el que recordaba sobre el sujeto.

Escucho las palabras del alcalde y la verdad es que no me cogen por sorpresa. Al fin y al cabo esos rumores son lo que nos ha traído aquí. Lo que me llama la atención es lo del inquisidor Marius, no nos habían dicho que ya hubiera otro inquisidor aquí y el nombre no me resultaba muy familiar.

- Déjelo en nuestras manos, alcalde, hablaremos con él.

Jorge me susurra al oído que Marius podría estar relacionado con los rumores y que ya no es inquisidor. Vaya, esto podría complicar las cosas. En cualquier caso, nos ponemos en camino a la torre, sea o no inquisidor vamos a tener que hablar con él. Jorge nos cuenta la historia de Marius por el camino. No me gusta nada lo que oigo.

- Si no nos deja entrar, entraremos sin su permiso.

En estas conversaciones estabais cuando llegastéis a la puerta de la torre. Y vuestras posibilidades de echarla abajo se vieron drásticamente reducidas. La puerta seguía siendo la misma, una puerta de acero y madera bastante gruesa. Pero vuestros ojos veían más. Alguien (y os hacíais una buena idea de quien pudo ser) había lanzado un conjuro o llevado a cabo algún tipo de ritual sobre la puerta. Y viendo como eran las energías mágicas del lugar, al menos Salvador y Jorge estaban seguros de que iban a necesitar un ariete para echar eso abajo.

Estuvisteis frente a la puerta durante un corto rato, hasta que escuchastéis un murmullo en el interior y las puertas comenzaron a abrirse solas.

-Pasad. Rápido.

La voz que decía esto parecía nerviosa, pero dado que queríais entrar, tampoco es que os molestase mucho. Una vez dentro os disteís cuenta de que la torre había sido restaurada por dentro. Y en un sillón, con unas ojeras tremendas y barba de varios días, se encontraba un hombre al que reconocistéis como Marius.

-¡Por fin!¡Por fin!¡Sabía que Romeo me escucharía!¡Gracias al cielo, habéis llegado justo a tiempo, sí, ella está cerca, muy cerca!

Salvador

"Abrir esto por las malas habría armado una buena" pensaba Salvador al entrar, ya que recordaba más bien poco sobre el personaje al que iba a conocer.

La escena parecía indicar a que algo iba mal, pero tampoco anunciaba una catastrofe causada por aquel hombre.

-La cosa es que yo por ejemplo no estoy muy bien informado, le importaría ponernos en situación por favor- siempre era mejor tenerlos de tu parte, esperaba que Khende no abriera la boca y lo importunara recordándole que no es un inquisitor y que no deberíamos escucharlo.

Llegamos frente a la puerta de la torre, dispuestos a pasar aunque tengamos que echar la puerta abajo, por mucho acero o magia que la esté protegiendo. Y si la puerta es difícil de derribar, bueno, la pared sigue siendo de piedra. Pero antes de ponernos destructivos, la puerta se abre sola y una voz nos apremia a entrar. "Mejor así, ¿qué pensaría la gente si el escudo de Blaviken se dedicara a destruir parte de Blaviken?"

El hombre que encontramos dentro parece bastante demacrado, tiene pinta de no haber dormido en varios días. Por lo visto piensa que nos envía Romeo para hablar con él. Es decir, que Romeo o algún inquisidor de mayor rango que el nuestro sabía de esto y no nos han informado. Maravilloso.

- Un momento, para el carro. ¿De qué demonios estás hablando? No nos han dado mucha información, así que nos vendría bien que compartieras con nosotros todo lo que sepas. ¿Quién se supone que es ella y qué busca por aquí cerca?

Jorge

Al parecer, en sus delirios, Marius creía que habíamos sido enviados ahí por Romeo. Eso jugaba a nuestro favor, a menos que Khende fuera Khende y se dedicara a chincharle. Jarvan y Salvador parecían saber como interactuar con él, así que me limité a vigilar a Khende para evitar que pudiera hacer de las suyas.

Por su parte, Shelinne parecía bastante relajada, pues se estiró a mi lado, como si esperara que la acariciara. No era el mejor momento, así que no lo hice, lo cual la hizo resoplar.

-¿No os lo ha contado? Ah, maldita sea... No hay tiempo, no hay tiempo...

Mientras decía esto, las puertas se cerraban, y Marius se reclinó sobre el sillón.

-Hace algunas decadas... Encontramos unos grabados en unas ruinas, una profecía... Una profecía que indicaba que un cierto número de mujeres de alta cuna traerían la desgracia a Gaia. Esas mujeres estaban tocadas por sangre maldita. Al principio todo era muy confuso. No sabíamos como buscarlas, no. Ninguna noble de ningún lugar correspondía con las descripciones.... Hasta que recibí aquel informe... - mientras dice esto, Marius, mira a una de las paredes de la torre. Iluminada con candelabros, sobre la pared hay pegados multitud de papeles que hablan de una niña con dos cuernos... Y de su disección. - Entonces todo fue tan obvio... Esas mujeres aún no habían nacido... Como mucho eran niñas. Las buscamos, y, pensando que habíamos detenido la amenaza, nos dispusimos a estudiarlas... La maldad fluía por sus venas... Una de ellas le sacó los ojos con un peine a su propia madre, otras mataban gatos y los abrían en canal. Incluso encerradas, de alguna manera la gente de sus alrededores sufría accidentes graves... Tuvimos que proceder al estudio de otra manera. Descubrimos mutaciones en muchas de ellas. Tumores en el interior de su cuerpo, organos cambiados de sitio, organos nuevos... Cada vez que descubríamos una que no tenía mutaciones nos dabamos cuenta de que nos habíamos equivocado... Pero no podíamos arriesgarnos... Descubrimos también que muchas de estas mutaciones se degradaban rápidamente con la muerte de las niñas. Teníamos que estudiarlas de otra manera... Muchos se retiraron cuando dimos las nuevas órdenes, pero era necesario... Incluso el Décimotercer Cardenal estuvo a punto de cancelar el proyecto cuando llegó a sus oídos la primera vivisección... Pero los resultados eran tan prometedores... Cuando vimos que ya no podíamos aprender más, cuando nuestro Liber Vile Tenebris estuvo acabado. - En este momento, Marius se levanta de su sillón, y se acerca a una mesa de una esquina, donde contempla un libro de tapas negras, de papel gastado y lleno de anotaciones. - Entoncemos comenzamos a matarlas simplemente. Pero una se escapó. Una de las jodidas niñas se escapó... Su nombre era Renferi. En esos momento ya tenía unos trece años, y al parecer estaba lo bastante crecidita para seducir al guardabosques de sus padres y hacer que la llevara fuera del castillo. Por lo que tengo entendido, la niña mató al guardabosques después de huir, y convenció a un grupo de siete mineros de que robar en los caminos era una forma mejor de ganar dinero que envenenarse los pulmones en la mina. Desde entonces se ha convertido en una mercenaria de cierto renombre. Por supuesto, cambió su nombre e identidad, y se hizo llamar Corvida. Gracias a los mecenazgos que ha conseguido, no hemos podido tocarle un pelo, sobretodo desde que la anterior Suma Arzobispo desmantelase nuestro proyecto. Y ahora por lo que sé goza hasta del favor de un Cardenal... No me preocuparía, si no fuera porque, hasta donde sé, la jodida ha ido matando a todos mis colegas del proyecto... Y ahora viene a por mí. He estado huyendo de ella durante dos años, pero ya no puedo más... Tenéis que acabar con ella, ahora que viene hacia aquí junto a su última pandilla de mercenarios.

Según ha ido avanzando su narración, el tono de Marius ha avanzado desde el simplemente nervioso hasta el completamente desesperado.

Sus palabras suenan como las palabras de un loco, pero sabéis que en algún momento, esta sombra de hombre fue un Inquisidor...

Aquel viejo desde luego sonaba desde luego como un loco maníacos apartado del servicio. Vale que fueran demonios, pero hablaba de matar niños como si fuera algo evidente y plenamente justificado. A saber como de contrastada estaba aquella profecía. A Salvador le pareció más bien una caza de mutaciones, quizás causadas por demonios y magia, antes que el intentar evitar una profecía.

-Entiendo-dijo sin salirse de su papel. -Me gustaría revisar esa profecía y ese libro, sin duda me serán de ayuda si de verdad viene hacia aquí una hija del mal- seguramente aquel libro contendría atrocidades, pero podría aprender de él.

Confiaba en que el resto siguiera llevando a cabo su papel como hasta ahora. Tendrían que abrir una investigación con dos frentes, una para la tal Corvida y otra para el aparentemente demente Marius, el hecho de que hasta Eljared hubiera metido sus garras en esto era preocupante.

Marius empieza a hablar sobre una profecía apocalíptica. Por supuesto, no podría ser una profecía que trajera paz, amor, mariposas y conejitos, claro, tenía que ser una de muerte y destrucción. Cuando mira unos papeles en la pared me acerco a examinarlos. Había información sobre la disección de una niña. Se me revuelve el estómago. ¿De verdad hacían esas cosas con niños? Me quedo de espaldas unos segundos intentando que no se me note el enfado mientras Marius sigue hablando. Al parecer una de las niñas se escapó de sus experimentos y ahora lo busca para vengarse. ¿Acaso se lo podemos reprochar? Pero lo que me preocupa es que venga a Blaviken con una compañía de mercenarios, sobre todo si tienen razón en que son hijas del mal. Salvador pide revisar el libro y la profecía. Que se encargue él, yo tengo otras prioridades.

- Si es cierto lo que nos cuentas tenemos que sacarte de aquí, no vamos a dejar que todo un pueblo sufra el ataque de esa Corvida. Te buscaremos un refugio seguro fuera del pueblo. ¿Cuánto tiempo crees que tenemos hasta el ataque? ¿Qué sabes de esa compañía de mercenarios? Necesitamos más datos si queremos trazar un plan de acción efectivo.

Si Marius no tiene información sobre ella o su compañía tendré que intentar averiguar algo en la taberna.

Jorge

Las cosas que decía aquel hombre eran horribles. ¿Vivisecciones? Aquello era cruel, incluso contra seres demoníacos. No me extrañaba que incluso aquella desgracia que fue Eljared quisiera terminar con aquello. Sentía nauseas, y también podía notar como en mi interior Xerakiel hervía en deseos de hacer el trabajo antes que aquella tal Corvida.

Shelinne se levantó, erizando el pelo de su espalda y preparada para atacar, pero poniendole la mano en el cuello y con una simple palabra hice que se sentara y se tranquilizara. Sabía que habían inquisidores crueles como Khende y Azriel, para los cuales la primera y la última opción son siempre muerte, y que seguramente habrían aprobado o incluso participado de haber tenido la oportunidad. Y como compañeros, era nuestro deber protegerlos cuando fuera necesario.

"¡Dejate de estupideces! ¡Abre la puerta para que pueda cortar en dos a ese maldito bastardo!"

No lo iba a hacer. No podía dejar libre a Xerakiel. No podía permitirme el ver como en su ira se ensañaría con la gente de Blaviken. No podía permitir que Teruel se repitiera.