Aftermath: Beyond the End [Inscripciones abiertas]

Y entonces llegó el fin de mundo.

No quedó nada excepto retazos de nuestro esplendor. Solo restos de lo que una vez fuimos, incapaces de recordar como era. Siempre hemos sido salvajes en una tierra gentil, pero ahora todos sufrimos y pagamos por nuestros actos.

Nosotros provocamos el fin del mundo…

Por aquél entonces yo no tenía ni idea de lo que iba a ocurrir. Ni lo que vino a continuación, pero lo que llegó después de esos sucesos serían los detonantes de mí viaje. Un nuevo comienzo, uno no muy bueno debo añadir.

No es que me queje. Cualquier cosa es mucho mejor que estar muerto, aunque no negaré que la idea no se me haya pasado alguna vez por la cabeza. A lo que me enfrento día a día es a lo que la raza humana se ha enfrentado desde el principio, la supervivencia. La supervivencia llevada al extremo más violento y cruel. Las últimas bocanadas de aire de una raza moribunda que ha provocado su propia destrucción.

La destrucción fue simple en realidad. Solo necesitamos cinco minutos para terminar con todo lo que conocíamos y sumirnos en la oscuridad. La realidad es que todo debería haber terminado allí. En el último segundo del minuto cinco, pero no fue así. Llámalo azar o destino, o una broma cruel de una conciencia superior. La raza humana perduró. Siete mil megatones detonando alrededor de todo el mundo, sumiendo nuestro planeta en las cenizas, destruyendo las ciudades más pobladas y derrocando los gobiernos. El caos desatado.

Ese día la Tierra tembló. Ciudades enteras, ríos, montañas y bosques desaparecieron al instante. ¿Quién o qué lo provocó? Todavía es un misterio para mí, era una época difícil. El avance tecnológico, la escasez de combustibles fósiles y la proliferación de dos grandes superpotencias enfrentadas desde más de un siglo atrás. Podéis imaginaros el resto.

La cuestión es que alguno de los dos bandos cometió un terrible error. Quizás fue la incompetencia de un simple empleado, quizás alguien le pareció detectar algo que no estaba allí. Hasta donde yo puedo recordar, que tampoco es demasiado, los dos bandos sabían que empezar una guerra con armas nucleares sería el fin. Todos tenían acceso a ese armamento, sabían que cualquier intento de ataque sería detectado y respondido de la misma manera. De ahí a que me cueste entender como llegamos a esto, aunque como ya he dicho antes, mis recuerdos son escasos y un poco confusos.

Yo no debería estar aquí, eso es un hecho. Recuerdo con claridad el último momento antes de aparecer en este páramo devastado. Había nieve y suciedad, nieve roja por todas partes. Estábamos en Montreal, las tropas enemigas habían ocupado todo Canadá y nosotros éramos la última línea de defensa que les separaba de los Estados.

Corría por una calle principal esquivando los escombros con metralla volando a mí alrededor, las balas pasaban silbando. Yo no era más que un muchacho entonces. Mi alistamiento no fue más que un acto estúpido y para nada patriótico. Esperaba poder jugar con esos juguetes militares, recibir entrenamiento en combate, todo aquello haría de mí el típico héroe de las películas, solo fue un intentó de alardear frente a mis colegas a quien no recuerdo muy bien a parte de Johnny, y como no, también para ligar. Entonces empezó la invasión y todo aquello que no era más que un juego se convirtió en realidad, y heme allí corriendo entre las runas de Montreal en la provincia de Québec intentando derribar al enemigo antes de que este me derribara a mí. Lo cierto es que todo aquello no era lo mío, aún no lo es pero como ya he dicho antes, hay una cosa que todo ser vivo intenta a toda costa. Sobrevivir.

Mi unidad fue abatida y solo quedaba yo, un simple soldado raso de infantería ligera. Ni siquiera tenía armamento de energía, un dispositivo que generaba un campo de impulsos electromagnéticos se encargó de ello. Giré una esquina y me escondí en un edificio en runas, maldita sea, seguro que llevaba todos los pantalones cagados hasta las axilas. Pero en la guerra solo necesitas un instante, bajas la guardia y mueres. Probablemente debería haber visto aquél maldito comunista enfrente de mí, pero no lo vi. Un instante, tres agujeros en mi pecho y uno en el cráneo. Me reconfortaría decir que todo se volvió negro para mí y terminó en ese mismo momento pero como ya os podéis imaginar no fue así. La bala en mi cráneo debió de tocar alguna mierda en mi cerebro porque era incapaz de perder la conciencia o moverme incluso. Allí estaba yo, apoyado en una pared en el suelo con mi pecho rezumando sangre y vísceras, viendo como aquél maldito bastardo recargaba su arma despreocupadamente enfrente de mí, totalmente convencido de que estaba muerto. Pero como ya he dicho, en la guerra solo hace falta un instante para morir, y eso es justamente lo que pasó con aquél tipo.

A partir de ese punto las cosas se vuelven confusas, borrosas, como cuando eres incapaz de sintonizar una onda de radio y solo recibes partes que por separado no tienen ningún sentido. Luces, gente, sangre y objetos, y mucho movimiento y sonidos amortiguados. Poco a poco he llegado a entender todas esas imágenes y sonidos, recuerdos fragmentados como un cristal roto. Supongo que cuando desperté debí habérmelo imaginado pero con la confusión generada al salir repentinamente de una cámara de éstasis sin apenas recuerdos y con unas náuseas de elefante la verdad es que no reparas demasiado en los detalles. Por supuesto, fui sometido a varias cirugías. Ahora entiendo, después de un tiempo y habiendo vuelto a este lugar, que las modificaciones a las que fui sometido a causa de mis heridas fueron tan severas que tuvieron que poner mi cuerpo en un estado de éstasis para que pudiera adaptarse a los cambios. Imagino que nadie vio llegar el fin del mundo y aquellas instalaciones subterráneas simplemente quedaron abandonadas y nadie se acordó de mí, un simple soldado. Porque no apenas había restos de cadáveres cuando volví a mi estado natural es algo que aún no he logrado descubrir, aunque ahora no importa demasiado la verdad. Estaba vivo, a pesar de todo, estaba vivo, y eso era suficiente para mí entonces. Ahora, siendo sincero no estoy seguro de ello.

El mundo estaba devastado, me llevó tiempo comprender que había ocurrido o enterarme de cuánto tiempo había pasado. Mi primer pensamiento, no se muy bien porque fue que dos cuerpos celestes de neutrones habían colisionado a miles de años luz de aquí y su onda expansiva llegó a nuestro sistema solar devastando el planeta. Una teoría factible a veces asociada con las posibles extinciones en masa ocurridas con anterioridad en la historia de nuestro planeta. También pasó por mi mente la idea de una erupción solar, ¿Qué sino era tan potente como para causar el fin del mundo? No hace falta decir que se me pasó por alto la razón más obvia posible. El hombre. Desde el principio de nuestra historia la teoría del hombre como un ser destructivo y ambicioso ha sido respaldada por multitud de eventos históricos.

Después de la detonación a escala mundial de nuestro planeta, este se llenó de cenizas y ocultó tras de sí el sol y las estrellas. Incendios seguidos de lluvias y lodo. Semanas en las que los polos casi se derritieron e inundaron muchas de las costas, los terremotos asolaron la tierra... Me gustaría decir que aquello fue lo peor pero eso no era más que el preludio a algo mucho más temible. El invierno nuclear. Las cenizas sumieron al planeta en la oscuridad y este empezó a enfriarse peligrosamente de tal manera que otra era glacial empezó. Entre la oscuridad y el descenso de las temperaturas apenas sobrevivió nada, convirtiendo el planeta en un páramo helado. Se me hace difícil imaginar como pudo un ser humano vivir ante esas condiciones sin contar las lluvias de polvillo radiactivo y la destrucción previa a este acontecimiento. Mi única ocurrencia es que se ocultaron bajo tierra, por aquél entonces era posible, teníamos una sociedad muy avanzada. Estábamos a punto de crear colonias fuera en el espacio. Desde este punto de vista no resulta tan absurdo que pudiéramos sobrevivir a un incidente de tal magnitud.

He llegado a recolectar bastantes datos sobre el pasado, aunque no son muy precisos he conseguido hacerme una vaga idea del transcurso de acontecimientos que se sucedieron a continuación. El invierno nuclear no duró demasiado, un par de años apenas, algo muy extraño ya que debería haber durado mucho más. Poco a poco las temperaturas empezaron a estabilizarse de nuevo, aunque la restante capa de ozono del planeta era mucho más fina por lo que la temperatura ha llegado a subir una media de hasta dos grados por encima de la anterior al holocausto.

Las cenizas y el CO2 empezaron a disiparse misteriosamente y los hielos se derritieron. Obviamente la mayoría de animales y plantas murieron por la congelación dejando un vasto desierto con apenas vegetación. Aún hoy la fauna esta luchando por reaparecer y lo hace de la forma más feroz imaginable. Los niveles de radiación aunque persistentes se han visto seriamente reducidos a niveles generales, aunque existen zonas altamente irradiadas, principalmente las zonas cero de los impactos de las bombas y centrales nucleares.

Me costó caer en la cuenta de la razón que pudo causar esta rápida recuperación del planeta tras el desastre. La respuesta saltó a mi mente una noche como un billete de dólar que encuentras en los bolsillos del pantalón por sorpresa. Nanotecnología molecular. Algo que también se usó para mis cirugías. Años antes de empezar la guerra que terminaría con todo se llevó a cabo un proyecto a escala internacional para reducir el CO2 en la atmósfera y la contaminación provocada por el hombre. Nuestro planeta se ahogaba por el calentamiento global, el efecto invernadero. Entonces se liberaron en el aire unas nanomáquinas capaces de auto reproducirse con la función de arreglar este problema. Ahora creo que esta es la razón por la que toda la parada no se fue al garete, aunque ni la avanzada tecnología de nuestra antigua civilización ha podido solucionar este problema. Aunque dadas las circunstancias deberíamos estar agradecidos que aún exista un suelo que pisar.

Ha pasado ya prácticamente un siglo y medio desde la guerra. No ha quedado mucho por supuesto, aún hay muchas ruinas, sobretodo en los lugares que no recibieron los impactos directos de las cabezas nucleares. La geografía ha cambiado drásticamente en algunos puntos del mapa y la civilización ha sufrido un receso significativo. Algunos, -pocos ya que ahora no existen muchas personas que conozcan mucho más que lo que tienen enfrente- podrían decir que vivimos en una nueva era medieval, aunque con algunos remanentes de la tecnología de nuestra civilización anterior. En mí opinión durante la época medieval la gente era mucho más humanitaria por decirlo de alguna manera que parezca suave. La cruda realidad es que es un lugar salvaje sin leyes ni apenas unidad. Algunas facciones luchan para intentar asumir el control pero cada cuál cree que puede hacer lo que quiera, la anarquía es la ley más extendida. Una ley empleada de manera tan decadente que poco a poco va provocando nuestra extinción, como un virus silencioso que se propaga. Al final resultará cierto que lo único capaz de matar al hombre es el mismo hombre.

Aunque también están los afligidos… Hay muchas teorías acerca de ellos, ¿De donde salieron, porque se comportan de una manera tan salvaje y violenta pero a la vez tan organizada, tienen alguna clase de sociedad? Preguntas a las que no puedo contestar por el momento.

Suficiente trabajo tengo en mantenerme en pie aquí día a día y sobrevivir a los peligros del nuevo mundo. Pero continuaré mi búsqueda, encontraré más respuestas y si dios quiere quizás una solución a esta vida decadente. Es una lástima que no crea en Dios.