[Emil Rachaeron][Prólogo] Amistades peligrosas

Miembro Mensajes : 66 Fecha de inscripción : 24/05/2012

Prólogo Emil Rachaeron

Se acercaba una tormenta, el cielo ya presagiaba malas nuevas, y acompañando uno de los rayos una presencia se presenta en la noche, encapuchado, y ataviado con una capa negra, camina lentamente hasta tu posición, y el agua empieza a caer... gotas se deslizan sobre tu rostro, pero permaneces con la mirada clavada en aquella figura que se aproxima, espectante.

Tu estabas dirigiéndote a la posada en la que horas antes habías pagado por alquilar una de las habitaciones, querías buscar respuestas, pero desde el accidente de tu madre vagas sin rumbo. Un pequeño panfleto que como una señal del destino el viento te trajo a tus píes días atrás, te había traído a esta ciudad, aunque no tenía relación con tu búsqueda consideraste apropiado venir al torneo de cocina de Sepher, aunque no fuese a apuntarte, las señales del destino son eso, señales no tienen nunca lógica.

El hombre, llegó a tu posición, cabizbajo y apoyó su brazo derecho sobre tu hombro izquierdo, y susurró algo... sin embargo no eres capaz de entenderle, acercó su cabeza a la tuya, sus labios a tu oído y repitió. -¿Cómo llevas tu fé religiosa?- El individuo de voz rasgada y masculina, gira rápidamente su cabeza a la derecha, inclinándola para observar quién sale por la taberna, pero tras percatarse de que era uno de los borrachos que habitualmente frecuentan este tipo de lugar, vuelve a observarte, e inintencionadamente deja entrever entre sus labios algo similar a dientes de lobo, punzantes y impecáblemente blancos dientes de lobo.

Sin embargo, el individuo no trata nada extraño, pero algo sientes que no va bien, como si las cosas fuesen a empeorar, y tras un rayo más, el individuo se aparta de ti y dándote la espalda avanza, mientras que te hace una señal con la mano para que le sigas. -Rápido- Añade.

Aquella noche me traía recuerdos. Recuerdos de mis pesadillas. El pelo, rubio, se deslizaba por mi cara empapado. Apenas me dejaba ver, pero pese a la lluvia podía reflexionar. Venir a ver aquel torneo había sido una estúpidez. Tal vez si hubiera venido con mi hermana habría podido disfrutarlo más, pero claro, eso estaba complicado... Aún los echaba de menos... Pero debía concentrarse. No estaba allí por nada.

Entonces apareció aquella figura, que se le acercó y le hizo aquella pregunta. Emil estaba confuso... No era la clase de pregunta que te hacía otro viandante por la calle. Lo normal era preguntar la hora, o donde está tal calle. pero claro, tampoco aquel parecía el típico viandante.

Su actitud extraña me pareció curiosa. La verdad es que era un tipo extraño... Finalmente decidí seguirle, esperando que tal vez aquella figura pudiera darme respuestas. O como mínimo, me podría distraer un poco de tanta pena.

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Le seguiste durante aproximadamente 10 minutos, estaba nervioso y miraba hacia todas las casas. Caminaba rápido y comprobaba constantemente que no le siguieran, hasta que al final al mirar hacia una de las casas soltó un -¡Ah!- Acto seguido, se dirigió hacia ella y tratando de abrir la puerta añadió -No recuerdo donde está la llave, pero esta puerta siempre ha tenido una debilidad aquí- Tras un pequeño movimiento de muñeca sobre el pomo este cae al suelo y rueda hacia tu dirección.

Pasó hacia el interior de la casa, y cortésmente extendió el brazo y añadió. -Pasa, pasa, no te cortes.- Y esperó pacientemente a que pasaras al interior.

Aquello era muy raro. Nunca había creído mucho en las cosas del destino, pero algo me decía que tenía que entrar. Bueno, algo y aquel tipo. Así que entré, intentando no acercarme demasiado a aquel hombre, con una mano en la bolsa y otra en la espada (que por otro lado, no tenía ni idea de como usar efectivamente), entré en la casa, preparado para lo que pudiera venir.

Con permiso...

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Antes de que llegarás ha entrar al pasillo central, te impidió el paso. -Espera, que no se si estará recogido- y aunque solo asomó la cabeza hacia lo que parecía ser el salón, escuchaste el sonido de algo desplomándose. -Ya esta, es que la asistenta a veces no recoge las cosas.- Te miró y señalando hacia una de la sillas añadió.

-Sientante, ¿quieres algo de beber?¿Quizás tienes hambre? -

Hablaba susurrando y parecía que estuviese mintiendo, pero al menos no apreciabas en su rostro ninguna clase de truco o engañifa así que parecía de fiar, pero, esa era decisión tuya.

-Por cierto, mi nombre es Dmitri.-

Aquel tipo era muy raro... Pero bueno, supongo que de todo hay en la viña del señor. Cuando me senté empezó a ofrecerme comida y bebida. Lo cierto es que tenía hambre, pero algo me decía que aquel no era el momento.
No, gracias, no deseo importunarle.
Aquel tipo no tenía precisamente cara de mentiroso, pero su forma de hablar era sospechosa... No sabía si podía fiarme de él...
Dmitri... Me quedé en blanco un momento... Ese nombre me sonaba muchísimo. Y no es que fuera muy común... Pero no conseguía acordarme de por qué. Era como cuando estas a punto de decir algo y se te olvida lo que ibas a decir antes de empezar siquiera a decirlo.
Yo me llamo Emil, encantado.

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-¿Qué clase de relación tienes con la iglesia? ¿Crees en ella?- Se acercó ligeramente a ti y siguió susurrando, ahora te dejaba ver claramente sus ojos, parecían demoníacos, bañados en la más oscura de las sombras.

-Conozco tu secreto... tu esencia está corrompida, como la mía- Sonrió maliciosamente.

-Y es realmente precioso este sentimiento, hacer lo que queramos donde lo queramos... pero no todos le gusta que aprovechemos lo que, sin duda, Dios nos ha dado. Y ellos nos lo intenta arrebatar...- Levantó la cabeza hacia la puerta, había gente movimiendose cerca, y el estaba a la defensiva. Huía de algo.

-Me seguirás o sucumbirás a sus deseos, los de mortales que piensan que son dioses, y solo son escoria. Tu decides...

Vale, aquello ya me estaba asustando.
¿De qué coño hablas?
Aquel tipo estaba como una puta cabra. Desde luego era peligroso. Me levanté de la silla... Aquel tipo miraba hacia la puerta... Por allí no podía escapar. Desde luego que salir por una ventana no era una de las mejores opciones, pero debía contemplarla... Me acerqué hacia una de las ventanas poco a poco. Aquello era muy tenso.
¿Qué quieres de mí?
Intentaba ganar tiempo. Tenía que acercarme lo suficiente como para romper el cristal de una patada y saltar.

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-Hahahahaha- empezó a reir desmesuradamente. -¡No soy yo quién te matara! - Señalo hacia la calle, pero no a ningún lugar en concreto.

-Ahí afuera hay personas que no nos quieren en aquí, y no me refiero a este triste pueblo, me refiero a Gaia, y la emperatriz lo apoya, maldita bruja, y todos esos altos cargos eclesiásticos, ellos lo saben.- Empezaba a subir el volumen de su voz.

-Solo trato de protegernos... ¿sabes lo difícil que es encontrar a alguien como yo? Alguien quien me comprenda...- Su tono empezaba a cobrar un matriz melancólico. -Esa gente mató a mi familia y me ha dejado solo, ahora solo trato de escapar, pero no pueden conmigo... ¡JAMÁS!- Te miró desconsolado. -Te necesito... necesito que tu y yo nos unamos, podremos acabar con ellos.- Añadió susurrando melancólicamente.

Oye mira... Yo también he perdido a mi familia, pero tal vez deberías reconsiderarlo, tomarte tu tiempo, pensar sobre ello y tal.
Aquel tipo ya no sólo daba miedo. Daba pena sobretodo. Pero no estaba dispuesto a bajar la guardia.
Además eso de ir llamando a los demás escoria y tal...
Ya estaba lo bastante cerca de la ventana. Dmitri daba pena, si, pero uno no puede andarse con chiquitas. Parecía estar loco y desesperado. Y no hay nada peor que alguien loco y desesperado.

Sin pensarlo ni un momento, salté por la ventana. A veces yo no solía ser así, pero algo me hizo saltar. Algo dentro de mí que sabía como hacerlo.

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