"Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, entonces estás peor que al principio." Confuncio [La Prueba, Khende]

Entraste en el despacho del Rector. Todo seguía tal y como lo recordabas. Aquel lugar seguía teniendo un aspecto algo espartano, seco.

Frente a ti se encontraban el Rector y el símbolo de todo lo grande de vuestra Orden, de todo lo grande de la Inquisición. Frente a ti estaba el Supremo Inquisidor Romeo Exxet. Y él no se andaba con rodeos.

Hace dos semanas ocurrió algo en el Desierto Negro, en el interior de la isla. Como es posible que sepas, la mayoría de las Pruebas tienen lugar allí, donde los posibles futuros Inquisidores son puestos a prueba contra bestias sobrenaturales que traemos nosotros. Una pequeña pausa. Si, algo sabías, pero no veías que querían de ti especial en tu Prueba. Uno de estos posibles Inquisidores se descontroló durante su Prueba. Abrió una puerta directamente al Infierno. Y necesitamos que tú la cierres antes de que empiecen a entrar demonios a nuestro mundo.

Para cerrarla usarás está reliquia. Ahora hablaba el Rector mientras sacaba de un cajón una especie de rosario que para ti brillaba con una luz brillante. Deberás llegar al sitio donde está la brecha y usar este rosario que uno de nuestros de Santos ha bendecido. Ten cuidado porque su poder es temporal, y cuanto más tardes en llegar al sitio exacto, más tardará en cerrar la brecha. Hemos preparado un caballo con víveres y todo lo que puedas necesitar. Ahora corre, el tiempo va en tu contra.

Khende observó al Inquisidor Supremo mientras le escuchaba. A pesar de la admiración que el joven aspirante profesaba al poderoso líder de la Inquisición, bajo la mirada de sus ojos malditos no era más que un conjunto de hilos, igual que el resto. Por supuesto, el Inquisidor Supremo tenía sus diferencias con los demás. Su propio nombre, su propio título, su propia personalidad, sus propios pensamientos, sus propias habilidades. Como todos.

Los humanos no eran más que ovillos de hilos prácticamente idénticos jugando a ser diferentes entre sí, y ni siquiera Khende o el mismísimo Inquisidor Supremo se libran de ello. Los únicos diferentes eran los dos hombres contra los que combatió aquel día.

Tras ser incapaz de ver los filamentos de "Seimus" y de su compañero, Khende se obsesionó con ese tema. Al principio se le pasó por la cabeza que podía tratarse de ilusiones. Las ilusiones afectan de manera directa a la mente, sin pasar por los ojos, por lo que a menos que un ilusionista pudiera ver el mundo igual que Khende, jamás sería capaz de plasmar los hilos de la realidad en sus ilusiones y, por tanto, Khende no los vería. El hecho de que "Seimus" estuviera allí también encajaría con la teoría de la ilusión, siendo este no más que un espejismo que el ilusionista habría podido extraer sobrenaturalmente de los recuerdos de los aprendices de inquisidor. Pero la muerte de Bron era muy real. Khende trató de aclarar el misterio, preguntando a expertos ocultistas y maestros en el domino del ki, así como buscando en libros información a cerca de su poder y de maneras de evitarlo, pero jamás obtuvo respuesta alguna.

Cuando el rector terminó de hablar, Khende símplemente asintió con la cabeza con una mirada de fría determinación al tiempo que tomaba en su mano derecha el rosario bendito que le entregaban. Se levantó de su asiento mientras con su zurda apartó un mechón de su oscura melena que se había desplazado quedando delante de su ojo izquierdo. Tras despedirse con una leve reverencia Khende dio media vuelta y salió de aquel despacho, cerrando la puerta tras de sí.

Al salir, comprobaste que, ciertamente, había un caballo preparado con cierto equipaje para que salieses. Sin lugar a dudas, querían que te dieses prisa en llevar a cabo tu misión. Y para ello necesitabas llegar al punto adecuado a toda velocidad con las pocas indicaciones que tenías.


Tiradas de Advertir y Navegación (Para orientarte bien por el Desierto Negro)

Tras seis días llegas a una zona donde hay un pequeño castillo en ruinas. El castillo es extraño, y te da malas sensaciones al mirarlo. Sobre él, hay una nube negra y enorme atronadora. El castillo se ve sombrío, oscuro y destrozado. O tal vez, por la forma en la que a veces ves algo caer de las nubes... ¿A medio construir?

¿Un castillo en medio del Desierto Negro? No podía ser sino la influencia del portal en la realidad, y prueba de ello era la extraña condición del mismo y de la zona.

Con el amuleto que le habían entregado en mano, Khende desmontó de su negro corcel y lo amarró en el primer sitio al que pudo asegurarlo.

Khende se quedó parado unos momentos frente a las puertas del castillo. Alzó la mirada y pudo contemplar aquella abominable grandiosidad, surgida del mismísimo Infierno. Y sin embargo, ante la vista de algo así, a penas se inmutó.

Tras besar la divina reliquia, el joven desenfundó sus armas, pues bien sabía que cualquier cosa era de esperar en aquel lugar, en aquellas circunstancias. Tras creerse preparado, Khende empujó la puerta de aquella edificación, aunque no se paró a admirar la extraña arquitectura ni los tapices que poseía, pues sabía que no había tiempo que perder y no tenía ni idea de dónde podría encontrarse el portal.

Khende decidió empezar su inspección del castillo por el piso en el que se encontraba, pues si el portal se generó antes que la construcción, consideró harto probable que el mismo se encontrase en un nivel cercano al suelo. Así pues, con gran velocidad e ignorando todas las escaleras, se dispuso a cruzar la primera puerta que apareció en su camino...

Avanzaste por la entrada. Las paredes y puertas emanaban pura maldad, eso era algo que tus ojos podían ver a simple vista. La clase de seres que podrían habitar en un lugar así, o el portal que lo había creado, eran algo verdaderamente horrendo sólo de imaginar. Al abrir la puerta esos pensamientos se condensaron. La puerta daba al patio del castillo, y en el centro de este había un arco de piedra oscuro y negro. Sin embargo lo rodeaban varias criaturas de aspecto demoníaco y abisal. Gracias a Dios que aún no te habían visto.

Aquellas criaturas no fueron rivales para ti. Sin embargo, al destruirlas escuchaste un rugido a tu espalda que puso la piel de gallina.

A tu espalda, una figura grande y enorme, envuelta en llamas y con el aspecto más clásico que un demonio puede tener. Salía del arco de piedra como si fuese una brecha en la realidad, y sus ojos brillaban como las ascuas.

Cuando por fin acabó de salir, se alzó. Media tres metros, y todo su cuerpo estaba cubierto de llamas. En un último rugido, dijo unas palabras que pudiste entender.

¡SANGREEEEE!

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Tira turno. Tienes un penalizador de -30 a toda acción por miedo, que se recupera a un ritmo de 10 puntos por asalto.

Lograste derrotar al demonio, aunque al terminar estabas agotado, bañado en sangre y tenías alguna quemadura leve. Te apresuraste a usar el rosario antes de que saliesen más demonios, pues no sabías si podrías enfrentarte a alguno más.

Lograste acordarte de como se suponía que se hacía un sello sobrenatural y usaste el poder del colgante. Tardaste un poco, pues el tiempo que habías pasado vagando por el Desierto Negro había mermado los poderes del colgante, pero al final lograste terminar el ritual sin interrupción.

Tras hacerlo, el rosario brilló con una luz blanca, y cuando el destello por fin terminó, ya no había castillo. Estabas sentado en el suelo, con el rosario, que ya no emanaba ninguna energía que tus ojos pudieran ver, en la mano.

Tu caballo no estaba lejos, y te acercaste, dejándote caer sobre la silla. Te esperaba un duro viaje.

Cuando por fin llegaste a Cadeus apenas guardabas recuerdo del viaje. Habías sufrido una fiebre por las heridas sin tratar, y la profesora Crest tuvo que tratarte durante dos días antes de que estuvieras en condiciones de presentarte ante el Rector.

Finalmente, aunque seguías sin estar curado del todo, estabas en condiciones presentables. Aún tenías algunas vendas, pero en general no se veían. Finalmente, sabiendo que ahora serías puesto a examen, entraste en el despacho del Rector.

Frente a ti, una vez más, el Inquisidor Supremo y el Rector. Durante un rato, ninguno de los dos habló. El Rector te sostuvo la mirada mientras podías ver que Romeo te inspeccionaba con la mirada.

Tras cinco minutos que se te hicieron eternos, el Rector habló.

¿Y bien, joven Khende? Cuéntenos exactamente como ha ido todo. No ahorre detalles, por favor.

Khende se quedó en silencio un segundo para poner en orden sus pensamientos, y luego empezó a hablar. -Bueno, tardé en llegar al lugar algo más de lo que supuse, y cuando lo hice encontré un extraño castillo a medio construir alrededor del portal, donde encontré a un grupo de cinco demonios de baja jerarquía, supongo que quinta, finalizando un ritual alrededor del portal, debido al cual posteriormente apareció un demonio más poderoso, que medía unos tres metros de alto y tenía el cuerpo envuelto en llamas. Derroté a los de tamaño humano en dos o tres golpes sin ningún problema ni herida, mas el grande fue algo más difícil y durante el combate con él recibí algunas heridas y quemaduras leves, mas, aunque era especialmente resistente, no tardé demasiado en acabar finalmente con él. Tras eso usé el rosario para sellar el portal y, en ese momento, el castillo entero desapareció. Tras asegurarme de que no quedaba nada, monté de nuevo a lomos de mi caballo y volví aquí.

Durante un par de segundos, Khende miró en silencio al Rector y luego a Romeo, sólo para volver a fijar la mirada en el primero. -Creo que no me dejo nada más.- Concluyó.

Y dígame, joven Khende. ¿Cree que de haber llegado antes, hubiera podido cerrar el portal sin que se materializase aquel demonio ígneo?

Sus ojos te miraban fijamente. Esperaba, obviamente, sinceridad.

Agachando ligeramente la cabeza, perdiendo así el contacto visual, Khende respondió: -Sinceramente, sí, así lo creo. De hecho, sólo unos minutos antes hubieran bastado. Desafortunadamente no conseguí llegar a tiempo, y soy consciente de que eso podría haber resultado fatal.- "Pero no lo fue" pensó Khende, mas decidió callárselo.

Comprendo. dijo Romeo. Era la primera vez que hablaba Podéis retiraros a descansar. Os haremos llegar una carta con nuestra decisión.

Eso hiciste, y volviste a la enfermería, donde la profesora Crest logró reducirte la fiebre. Al día siguiente te llegó una carta.

Tus dedos temblaban de expectación y miedo ante un posible fracaso.

Examinación final del aprendiz Khende Firn

El sujeto ha demostrado, durante su estancia en Cadeus, una fijación en el combate. Según nuestras informaciones de los informes del fallecido Bron, fuera de él debe dejar la iniciativa a sus compañeros.

Sus capacidades de combate son, sin embargo, excelentes, aunque un tanto descontroladas, como se demostró en el incidente del Examen de Entrenamiento Físico.

El joven hace también gala de unas capacidades especiales bastante curiosas, que le hacen realmente letal en combinación con su entrenamiento en combate, basado en el uso de una combinación de artes marciales y armas exóticas bastante extraño.

El sujeto tiene también un ego muy desarrollado, que le ha provocado encontronazos con algunos de sus compañeros y le invalida para misiones sútiles. Esperamos sin embargo que este defecto se reduzca con el tiempo.

Respiraste con dificultad. No habías desplegado la carta del todo. Quedaba el último pliego, en el cual te imaginabas que estaba la decisión final.

Comenzaste a desplegarlo poco a poco...

Veredicto:

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No hace falta que postees. Tras esto vas a tener que esperar a que los demás acaben su Prueba. Ya comentaré contigo los detalles de los dos años que van a pasar.