Daiana Angelo >> [Prólogo] Ala Rota

Lágrimas de humo recorrían las calles añejas, impregnadas de recuerdos tristes, de pedregosos adoquines de neblina, como un polvorín de estúpidos deambulares, como un horizonte desdibujado, como el propio alma de Daiana…


Keith está mirando, no muy lejos. A su lado hay otra figura.


-Hola, pequeña niña.


Sus cabellos son largos, lacios, negros. Tiene cada ojo de diferente color, ambos inusuales.


-Se supone que no es así como deberíamos habernos conocido. Son tantas las cosas que no se deben suponer.

Keith gruñe en el silencio. La mujer avanza hacia él y lo coge delicadamente de la barbilla.


Ante tus atónitos ojos, le estampa un beso.


Keith se aparta, bruscamente. Tu corazón se raja.


- ¡Deja de decir sandeces! -Keith no había abierto la boca, pero la mujer lo increpaba con tono furioso.

- No podemos llevarla con nosotros. No. No es…


Keith se acerca a ti y se interpone entre la mujer y tú.

- Sólo te pongo esta condición.

-Dijimos que nada de condiciones.

-Yo nunca deseé nada.


La mujer permanece pensativa. Aún no recuerdas si intentaste hablar, o gritar, o pensar, sencillamente algo te lo impedía. No eras tú, ni siquiera la tensión de una situación que no logras entender. Sólo el viento agitaba tus oídos; y sólo podías escuchar.


La mujer no dijo nada más.


Sólo se dio la vuelta, y se fue calle abajo.

Keith se dirigió a ti, y te habló muy intensamente, soltando el mayor número de frases coherentes que le habías escuchado nunca.

- Tienes….eh… una misión, ¿no? Bueno. Yo tengo otra. No puedes venir, ahora no.

Se paró, pensando las palabras.

- Eh…pero puedes seguir… seguir con lo tuyo. Sigue … eh… adelante. Yo puedo convencerla.

- Corre. Allá abajo hay cosas. Cosas feas. Eh… monstruos. Salva a la gente. Salva… eh… a todos los que puedas.

- Yo voy a intentar salvar también.


Keith te miró entre la penumbra inexplicable que aún no se había disipado pese al tiempo que hacía.

-Somos un equipo.

***

Keith se marcha también, dejándote temblando. Más debajo de la calle comienzan a escucharse voces y lamentos. Todo es extraño, confuso. Te sientes como cuando estás en un sueño, o viéndote a ti misma en una película, como si no fueras sólo tú.

Más gritos te sacan de tus ensombramientos.

Están calle abajo, y las pocas personas que hay en la plaza de los pintores comienzan a mirar hacia allá. Algunos cafeteros salen de sus comercios con intriga.



¿Por qué todos parecen somnolientos y tristes?

Un cuento.

Debía estar inmersa en un cuento.

Un cuento cruel y despiadado que a cada palabra más retorcida, el llanto de un niño sería lo más bendito.

Lo único que quedó realmente grabado en mi mente fue el dolor que pesó en mi corazón cuando sentí las uñas de aquella mujer arañándolo sádicamente con... la imagen de ese...

Spoiler:

Me negué a comprender lo que estaba ocurriendo. Sombras. Solo distinguía vagamente sombras frías, palabras vacías... excepto esos ojos de diferente color que escondían algo dentro de sí...


Esa no es la ciudad de París que yo recordaba. Desde cuando el color del cielo y de la hierba, ¿tenían el mismo tono grisáceo?

Solo sé que en ese momento lo que menos me apetecía era ver a Keith... no quería verle...

Sentía las piernas muy pesadas. Cada paso que daba suponía una carga para mí. O al menos... así lo creía hasta que unos fuertes gritos irrumpieron en mi mente.

¿Qué demonios...?

Dirigí mi cabeza hacia donde procedía el sonido y, como si algo me llevara, como si no fuera yo misma, tomé la voluntad de comprobar qué estaba ocurriendo.