Derein Miembro Legendario
Mensajes : 1954 Fecha de inscripción : 29/08/2010 Edad : 36 Localización : Barcelona...¿?
Ficha del Personaje Habilidades primarias:
| Tema: [Prólogo] Las palabras de los muertos Sáb Ene 22, 2011 3:59 am | |
|
Aldea de Nora
La aldea de Nora no era un pueblo muy grande, se componía de apenas un par de decenas de casas, sus habitantes eran simpáticos pero bastante ignorantes como en la mayoría de pueblos de los exteriores de Osvalth. No hace mucho, ni siquiera un dia los aldeanos habían hechado a un niño ciego que iba junto con su hermana, decía que era médico y lo único que quería él era un poco de trabajo para conseguir dinero y víveres para continuar su viaje, no obstante el niño poseía el don de la magia algo muy respetado en muchos sitios pero tambien muy temido en otros. En Nora los brujos no eran bienvenidos así que hecharon a la joven pareja casi a pedradas. No obstante eso tampoco era asunto tuyo así que no interviniste, tenías otras cosas en mente.
La habitación de la posada era muy comfortable, hacía unos quince minutos que el gallo había cantado y el pueblo y sus aldeanos empezaban a poner en marcha la rutina de sus sencillas vidas ignorantes de la gran sombra que se cernía sobre el reino de Osvalth. Claro que había rumores, si, sin embargo la capital nunca había sido penetrada por ningún ejército y Osvalth nunca había caído bajo las garras de sus enemigos y en la aldea de Nora sus habitantes creían fervientemente en que no había peligro alguno. Allí estabas, tumbado en la cama de lana, tus heridas ya habían sanado, sin embargo tu carne había quedado marcada por las quemaduras y no toda tu piel había podido regenerarse. Tu rostro se había llevado la peor parte, era esencial proteger las quemaduras del sol pues tu piel se había vuelto muy sensible a los rayos del sol, y aunque ya hubiera sanado completamente aún había momentos que podías sentir el escozor de tus heridas, pero el dolor no era lo peor, las cicatrices que habían dejado, la pérdida de tu familia, el circo y un rostro al que jamás nadie podría llegar a amar...
...Te habías quedado completamente solo, perdido y sin rumbo a donde ir. ¿Quién había atacado la caravana y con que fin? Aquel hombre había llamado a tu padre hermano pero por más que lo intentaras no conseguías recordar que tu padre o alguien mencionara jamás la existencia de semejante persona, persona la cual te lo había arrebatado todo sin piedad y te había dejado vivir solo para que sufrieses el dolor y la rabia por todo lo que había acontecido.
Cuando tenías doce años una noche que tu padre parecía muy agitado entró en tu habitación en la caravana y te despertó. Te pidió que lo escucharas bien y que recordaras siempre sus palabras.
"Si alguna vez necesitas ayuda, lo que sea, y si por algún motivo ninguno de nosotros puede proporcionartela tienes que buscar a un hombre llamado Roland de Carbass, tu padrino. Tú no lo conoceras pero vino después de tu nacimiento a presentar sus respetos, es un viejo amigo de la familia. Lo encontraras en Lüverah, una vez sepa quien eres te tratara como a un hijo".
¿Porque te había venido ese recuerdo a la mente? Quien sabe, aquellas palabras no tenían ningún sentido entonces, pero ahora cobraban un sentido aterrador como si tu padre hubiera llegado a adivinar los hechos que habían acontecido recientemente, pero si fuera así ¿como es que no había hecho nada para evitarlo? Quizás ni él ni nadie hubiera podido hacer nada para cambiar el destino. Todo esta escrito en las profecías dicen y es el Portador el encargado de guardar y transmitir esas profecías por todo el mundo, así había sido siempre y así permanecería hasta el fin de los días.
Lüverah no estaba lejos, a un par de semanas a pie al norte, no era porque el camino fuese largo sino más bien complicado. Se podía atravesar el bosque del Olvido, el cual tenía otro nombre pero todo el mundo lo llama así porque quien entra en las profundidades del bosque acaba en el olvido y no se vuelve a saber nunca nada más de él, luego había que subir la Sierra Perlada y una vez atravesada ya se podía pisar el reino de Lüverah, había otro camino pero consistía en rodear la sierra y esto podría llevar hasta dos meses de camino y había que pasar junto a un territorio que ahora estaba bajo el poder de Nilveria, aún así quizás fuera el camino más seguro pero más largo sin duda, mucho más.
| |
|
Buraki Miembro Popular
Mensajes : 400 Fecha de inscripción : 17/10/2010 Edad : 36
Ficha del Personaje Habilidades primarias:
| Tema: Re: [Prólogo] Las palabras de los muertos Sáb Ene 22, 2011 12:35 pm | |
| El día había empezado, así lo anunciaban los rayos del sol indiscretos que entraban por la ventana y el inconfundible canto del gallo. Nada iba a cambiar, por mucho que me quedara en la cama no volverían, ni mis amigos, ni mi familia, ni mi vida... en definitiva yo no volvería.
En una esquina de mi estancia, había un pequeño cubo lleno de agua para poder lavarme y despejarme, me acerqué. En el agua en calma vi el reflejo del que supuestamente era yo. Des de que había sucedido el accidente, no podía parar de recordar las palabras de mi padre.
"Si alguna vez necesitas ayuda, lo que sea, y si por algún motivo ninguno de nosotros puede proporcionártela tienes que buscar a un hombre llamado Roland de Carbass, tu padrino. Tú no lo conocerás pero vino después de tu nacimiento a presentar sus respetos, es un viejo amigo de la familia. Lo encontraras en Lüverah, una vez sepa quién eres te tratara como a un hijo".
Me pase los dedos por el rosto. No sé como reconocerá ...ni yo mismo me reconozco. Con rabia golpeé el agua, borrando así aquel horrible y perturbador reflejo. Recogí mis ropas y mi equipo, de nuevo me pare a observar detenidamente lo único que me quedaba de mi antigua vida, esa extraña reliquia, esos bocetos y él,... posiblemente único amigo incondicional que tendría. Siempre daba la sensación de que me miraba, esos ojos esculpidos en la madera, profundos y oscuros... estaba muerto,... menos cuando me "unía" a él. Finalmente, cogí mi nuevo rostro, esa mascara sencilla, inexpresiva y blanca como la nieve.
Lüverah, de momento era lo único que tenía en mente, el camino que me esperaba no era fácil así que cuanto antes emprendiera mi marcha mejor. Baje a la sala principal de la posada y sin decir nada, deje encima de la barra las monedas necesarias para pagar los servicios prestados. Tal y como vine, me fui, como un fantasma en pena, ajeno a lo que ocurre a su alrededor, extraño a la vida de los demás.
Empieza el próximo acto...
| |
|