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Tema: [Epílogo] (Dakota Cromwald, Godia Ozonas, Jiang, Miquelangello Brunetti y Alexei Tólstoi) Sáb Mayo 07, 2011 10:25 pm
La Hermandad del Silencio Capítulo Final
5 años depués...
Un joven alto, de pelo largo y oscuro recogido en una coleta, con una mirada firme y altiva, divisa el vasto prado que crece ante él. Una pequeña casa se levanta entre la hierba, dibujando en el cielo azul una columna de humo. La comida ya estaba lista. El joven caminó hasta la casa, y dejó caer su mano sobre la puerta, abriéndola hacia un lado con sumo cuidado.
-¿Mamá, está lista la comida?
Una mujer aguardaba tras el umbral. Estaba preparando la comida. Una sonrisa de orgullo iluminó su rostro al ver a Alexei entrar.
-Paciencia, Alex. Espera un poco a que se enfríe.
Después de casi devorar aquel delicioso caldo de pato, el joven preparó su equipaje. Tenía una cita muy importante, y debía partir cuanto antes. En la despedida, madre e hijo se abrazaron fuertemente, sonriendo, felices, radiantes...
-Oh, hijo mío, escríbeme siempre que puedas. Te deseo toda la felicidad del mundo.
El joven abrazó a su madre una vez más, antes de montar el caballo gris que le acompañaría en su viaje.
-Te veré pronto, mamá. Te quiero.
Con una sonrisa, y una mano agitándose en el horizonte, Alexei se despidió de su madre. Alejándose de aquellos inmensos prados, cabalgó día y noche, guardando el aliento como el más valioso de los tesoros. No había tiempo que perder, tenía demasiadas ganas de llegar a su destino. Pero antes, tenía que hacer una pequeña parada, pues había un sitio que le pillaba de camino, y que estaba obligado a visitar. Detuvo su montura cerca de una colina. Sobre ella, había un cementerio que acogía las almas de aquellos que pasaron a mejor vida. De camino al campo santo, cogió tres rosas, de uno de los campos de flores que crecía alrededor de allí.
Tres rosas rojas, para tres lápidas. El epitafio de la primera de ellas, decía así: “Aquí yace Godia Ozonas, la caballera de Montesa. Murió en combate, defendiendo aquello que nunca perdió: su honor”. La lápida contigua, decía así: “Seol Zabazios. Maestro y amigo, murió por salvar a aquellos que nunca lo olvidarán”, y por último, la inscripción por la que Alexei había derramado más lágrimas: “Seles Tolstói. Tu madre y tu hermano jamás te olvidarán.” Alexei, abatido por los tristes recuerdos que asolaron su mente en aquel momento, dejó resbalar las rosas por sus dedos, dejando cada una de ellas sobre las tumbas.
Limpió una lágrima furtiva con el antebrazo, y sin mirar atrás, volvió a lomos de su caballo. Reanudó la marcha, y partió. Tras varios encuentros con el ocaso, finalmente llegó a su destino: Ascani. La ciudad más grande y poderosa de Bellafonte. Levantada junto al Río Beillo. Los altos edificios, sus plataformas de piedra, que convertían a la ciudad en un laberinto de rampas y túneles, todo aquello le trajo hermosos recuerdos. Entre sus muchas calles, siempre alborotadas de gente, encontró la iglesia que estaba buscando. Una impresionante fachada barroca, con un gigantesco pórtico vigilado por estatuas y relieves religiosos. El joven desmontó su corcel, y se adentró en el gigantesco edificio de piedra. Nada más entrar, un anciano sacerdote lo miró fijamente. En cuanto reconoció al joven violinista, sonrió y dijo:
-Le están esperando arriba, Sr. Tolstói.
La luz que cruzaba las espléndidas vidrieras, rocíaba el rostro de Alexei con infinitos colores. Su sonrisa era imborrable. Avanzo por las estrechas escaleras hasta encararse con una puerta. Tomó aliento, sacó pecho, y giró el pomo.
Allí encontró una capilla y a cuatro personas esperándolo. Dos de ellos, con indumentaria oriental, estaban firmemente cogidos de la mano. El tercero, con atuendo de sacerdote, lo escrutaba alegramente. Y por último, la cuarta persona, una hermosa joven que vestía un traje blanco, con los hombros descubiertos, que hacía un bello contraste con su cabello negro y largo. Sus ojos lo invadieron, ojos de amor. El hombre que vestía con atavío de cura, exclamó:
-¡Nunca cambiarás. Incluso llegas tarde a tu propia boda!
La chica del vestido blanco se abalanzó sobre Alexei, consumiéndolo en un fuerte y apasionado abrazo.
-Pensaba que no llegarías nunca.
Alexei, titubeando, repuso:
-Vamos, no seáis exagerados. He venido lo más rápido que he podido, además… hice una pequeña parada para visitarlos a ellos.
-Es broma, tonto. Nos alegramos muchísimo de verte.
La chica que le habló, le resultaba familiar. Pero el joven violinista no logró identificarla. Vestía un yukata violáceo, con algunos kanjis adornando sus extremos. Su pelo era blanco plateado, y resvalaba por su espalda con una elaborada trenza. Lo observaba con una sonrisa de medio lado, y unos ojos amarillos mostaza llenos de afecto y orgullo.
-Vaya ¿no me reconoces? ¡qué pasa, que tengo que disfrazarme de chico para que sepas quién soy!
Impulsados por los hermosos recuerdos del pasado, se abrazaron.
-Ren… tú… tú también estás muy cambiado.
El hombre asiático, que acompañaba a Jiang, vestía un kimono ceremonial celeste, y guardaba su larga melena negra en una coleta.
-Es lo que tiene la paternidad, te cambia por completo.
Ren rió.
-Y Miquel… ¿tú no te habías ido al Nuevo Mundo?
-Sí, estuve varios años, enseñando la fe de Abelcristo a la población de allí. Pero volví hace unos meses por una carta de Jiang. Pues… ¿Quién mejor que yo para oficiar la boda de mis grandes amigos, Alexei y Dakota?
Emocionado, Alexei echó a llorar. Aquellas personas lo eran todo para él, lo que vivieron juntos, cambió su vida por completo. Les debía los mejores momentos de su vida, y por eso, estaba allí, con ellos, en el que sería el día más feliz de su vida. Su futura esposa, Dakota Cromwald, lo agarró del brazo y juntos caminaron a los pies del altar. Sus amigos, sentados en la primera fila, observaban atentos el discurso de Miquel, quien oficiaría aquel maravilloso enlace. Abrió la Biblia, se santiguó, y comenzó a hablar:
-Queridos amigos y hermanos; hoy, cinco años después de todo lo que vivimos juntos, nos encontramos en el mejor momento de nuestras vidas. Dando gracias al señor, por habernos mantenido unidos hasta ahora, quiero recordar la memoria de Godia, la guerrera, Seol, el mago, y Seles, quien lo habría dado todo por haber estado aquí el día de hoy.
Pero seamos optimistas, pues un nuevo y prometedor futuro se ha abierto ante nosotros: Ren y Jiang, se enamoraron en la más abrupta adversidad, y a pesar de todo aquel sufrimiento, hoy están aquí, juntos, cogidos de la mano, con la noticia de que son padres.
Por otro lado, Dakota, la pequeña Dakota, que aunque ahora midas casi tanto como yo, para nosotros nunca dejarás de ser esa niña jovial y alegre, que tantas alegrías le has dado a nuestros corazones. Me enorgullece poder decir que has recuperado a tu madre, y que ella ha sabido llenar ese vacío que dejó Daguerreo en tu alma.
Y por último, y que Dios me perdone si peco de altivo, el guerrero de la luz, Miquelangello Brunetti, que perdido en la bruma, finalmente pudo encontrar su ruta. Y por muy orgulloso que me siento, de todo lo que he logrado en el Nuevo Mundo, ese orgullo no se puede comparar con el que me llena al teneros como amigos.
Pero bueno, ya habrá momento para ponernos a recordar viejas batallitas. Hoy estamos aquí para unir en santo matrimonio a Alexei Tolstói y a Dakota Cromwald. Un acontecimiento que une luz y oscuridad, en pos de un amor forjado en el dolor y el odio. Tened presente en todo momento, que no hay mayor gozo que poder veros casándoos, a vosotros, que tanto os merecéis ser felices. –Miquel carraspeó. -¡De nuevo me he ido por las ramas¡ ¡Señor, perdóname! Alexei, ¿quieres a Dakota Cromwald, para amarla y cuidarla en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte os separe?
-Sí quiero.
-Dakota, ¿quieres a Alexei Tolstói, para amarlo y cuidarlo en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte os separe?
-Sí quiero.
-Con estos votos, y el poder que la Iglesia me otroga… yo os declaro: marido y mujer.
Entre aplausos ensordecedores, Alexei y Dakota se besaron. Poniendo fin a una historia de lucha, dolor, penurias y angustia, para comenzar la primera página de su propia historia, una en la que ellos eran protagonistas, y cada palabra sería escrita con la tinta de su amor.
-Os deseo lo mejor del mundo, a todos. Y que nuestros recuerdos permanezcan firmes en la memoria, para que nunca olvidemos quienes fuimos y cómo logramos alcanzar nuestros sueños.
FIN
Última edición por Taku el Mar Jun 14, 2011 3:52 am, editado 1 vez
Taku Admin
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Tema: Re: [Epílogo] (Dakota Cromwald, Godia Ozonas, Jiang, Miquelangello Brunetti y Alexei Tólstoi) Sáb Mayo 07, 2011 10:33 pm
Un martes 22 de Junio del 2010, un servidor dió comienzo a esta partida: La Hermandad del Silencio. Hoy, once meses, casi un año después, os quiero felicitar a todos, por haber hecho posible esta partida. Y por haber convertido algo tan simple, como es una partida de rol, en un recuerdo que, al menos por mi parte, permanecerá siempre en mi memoria.
Gracias a todos, habéis sido unos jugadores estupendos. Ahora quiero dar oficialmente por terminada mi partida, espero sinceramente que a todos os haya gustado. Gracias de nuevo por acompañarme en esta aventura. Nunca os olvidaré