[Prólogo] (Alexei Tolstói) Buscando a Seles

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'Dado de 100' : 65

Un dolor aberrante golpea tu mente con furia. Es insoportable, una tortura, un infierno... no lo puedes controlar, y gritas.
Tu llanto de dolor y angustia resuena en todo el bosque. Y, con la misma presteza que vino, el dolor desapareció.

Te tambaleaste un poco, como si te hubiesen zarandeado bruscamente todo el cuerpo. Cuando recobraste un poco el sentido, buscaste aquella figura de ojos dorados. Ya no estaba.


Has perdido 2 puntos de INT, que se recuperan 1 por hora.


[COMBATE] https://rolporforo.activoforo.com/la-hermandad-del-silencio-f3/combate-2-alexei-tolstoi-buscando-a-seles-t161.htm#3064

Tu agitada respiración cada vez era más lenta, hasta que casi dejaste de respirar. La sangre corría a chorros por tu barriga. Caíste al suelo, no tenías fuerzas ni para mantenerte en pie.
Tus ojos se cerraban, poco a poco perdiste la sensibilidad en las piernas, luego en los brazos, en el torso y finalmente en la cabeza, tu aliento se estaba apagando.

Entonces escuchaste al primer ángel del cielo cantar. ¿Ya estoy muerto? Te preguntaste. Tus ojos aún no se habían cerrado, todavía podías ver el bosque, pero sin embargo tus oídos ya hablaban de ángeles y entes celestiales. ¿O es que todavía no estoy muerto? Volviste a preguntarte a ti mismo. La melodía que resonaba en tus oídos era sin duda la más hermosa que jamás habías escuchado, digna de las cuerdas vocales de una diosa. Era una canción, serena, tranquila, en paz.

Tus ojos finalmente se cerraron, lo último que viste, fueron unos finos tobillos de porcelana frente a ti. Después, todo fueron sueños.


Pasó el tiempo, no puedes saber con certeza cuanto hacía desde que caíste inconsciente, pero tu mente estaba abarrotada de sueños, muchos sueños, por lo que dedujiste que ya había pasado mucho tiempo desde entonces. Al menos esa fue tu impresión.
Despertaste en una hermosa habitación, merecedora de los mejores elogios. Unas cortinas que se acariciaban con la mirada, unos cuadros que eran verdaderas obras de arte, muebles que no escatimaban en adornos, detalles y oro. Y la cama en la que descansabas, no era menos lujosa, ni menos cómoda, que el lecho de la mismísima Emperatriz.
Mil preguntas asaltaron tu cabeza. Y mil recuerdos, la mayoría de ellos horribles y siniestros. Recordaste a Búho Negro ¿qué pasó con él al final? No lo recordabas, no recordabas absolutamente nada de lo que pasó después de aquello.
Estabas desnudo, con un fuerte vendaje en tu estómago. La herida no te dolía a penas.

Cada vez me sentía más y más débil. Me daba la sensación de que moriría allí mismo, en un tenebroso bosque, en manos de una horrible criatura. Ya no me quedaba esperanza, pero entonces escuché esa voz. Esa canción celestial que llenó mi alma de sosiego. Al principio pensé en mi hermana, pero no… No podía ser así. Esa voz no podía ser la de Seles. Porque por mucho que la amara, no podía comparar su voz con la de aquella… diosa.

Finalmente mis ojos se cerraron, como si de una agradable nana la canción se tratase. Y entonces el miedo, la rabia, la incertidumbre, la inseguridad… Absolutamente todo lo negativo que había arraigado en mi corazón se desvaneció como la bruma. Esa canción celestial había cambiado mi destino, me había dado vida de nuevo.


Me veo a mí mismo de pie, mirando por la ventana. Es un día radiante, el sol brilla con intensidad. Mi violín descansa en la cama, he dejado de tocar sólo para asomarme por la ventana, y sentir la suave brisa que me acaricia con dulzura. Los rayos de sol bañan el verde jardín de Madre. Ella está allí, con una regadera, junto a esas flores que tanto le gustan.

Lilas…

Se escucha también una risa infantil. Es ella, en un columpio. Padre lo ha puesto en un árbol, porque ella se lo había pedido sin parar durante un buen tiempo. ¿Y quién se resiste a esa mirada de cachorrito que tiene? Sus cabellos ondean alegremente a medida que se balancea sin parar. Madre la mira, con cariño. Y yo también.

Cuánto las amo…


Abro los ojos, en un espasmo. Me reincorporo rápidamente. ¡El Búho Negro! ¡El bosque de Mazgo! ¡Kail! Con incredulidad observo la lujosa habitación. Pero el pesar no me abandona. Kail, amigo… Comienzo a hacer memoria, tratando de recordar qué es lo que pasó en ese bosque.

Recuerdo la planicie, y la amorfa criatura. Sus ojos grandes y amarillentos. Como sus garras me ensartaban como el frío metal… Me llevo la mano al estómago, veo el fuerte vendaje. Y me doy cuenta de que estoy desnudo.

- ¿Pero qué…? – me tapo con las sábanas, como si alguien pudiese estar espiando. ¿Pero qué hago aquí? Vuelve a mi cabeza esa bella canción, digna de una diosa. ¿Me han salvado? ¿Quién?

Comienzo a examinar la habitación con la mirada, reparando cada vez más en los lujosos adornos que la embellecen. Parece la habitación de alguien muy rico o importante, y no puedo evitar sentir que desentono un poco. El hecho de estar desnudo tampoco ayuda demasiado, por lo que miro a ver si quien quiera que fuera mi salvador (o salvadora…) me ha dejado algo de ropa cerca.

No hay ropa a la vista, pero como he dicho antes, hay muebles. Los típicos muebles que hay en un dormitorio, como una cómoda y un armario.

Buscas algo de ropa, sales de la cama y avanzas hasta la cómoda. Abres uno de los cajones y encuentras varias sábanas de seda y algunas otras con un punto de cruz extraordinario.
Cierras el cajón y abres el siguiente; hay un montón de ropa, pantalones, camisetas, batines, y todo de color blanco. Coges lo primero que alcanza tu mano y te vistes. Un pantalón y una camiseta que te queda algo ancha, pero no te importa.

Caminas hacia la ventana, un enorme ventanal con la cornisa cubierta de verdes enredaderas y flores. Al trasluz viste una enorme ciudad en pleno día. Por lo diminuto que era todo, es posible que estuvieses en una quinta o sexta planta.
Hay un río que atraviesa la ciudad. Muchos edificios están construidos sobre grandes plataformas de piedra, y hay multitud de rampas que se unen unas con otras.

Mientras apreciabas aquellas bonitas vistas, la puerta se abrió.
Dos preciosos ojos verdes, la tez pálida, unas preciosas manos de cristal y cabello blanco. La hermosa adolescente, que tenías ante ti, era tu hermana, Seles.
Su mirada era igual que en tu pesadilla, su ropa sin embargo era distinta. Un vestido corto y escotado, con un matiz negro azabache.
Te miró seriamente y con la voz de un ángel te dijo:

- No pienses que por esto he cambiado de idea. Sigo pensando que eres patético.

Dijo, con algo de vergüenza en sus palabras.

- Si estás aquí, es porque tengo algo que ofrecerte.

Cuando logro encontrar algo de ropa me visto rápidamente. La camiseta me va un poco ancha, pero me gusta la ropa de color blanco. Me acerco a la ventana y me deleito con las preciosas vistas. Apoyo mis codos en el alfeizar y comienzo a fantasear.

La voz que escuché… esa canción… era tan bella. Podría ser perfectamente la voz de un ángel. Sonrío tontamente, imaginando a mi hermana cantando, en un enorme teatro rodeada de cientos de espectadores. Me imagino a mí escuchándola desde un palco, observándola con adoración. La visión se desvanece cuando algo interrumpe en la tranquilidad de la habitación. Escucho como la puerta se abre.

¿Será mi salvadora?

Me giro con una sonrisa, pero mi rostro se petrifica cuando veo la veo. Muestro una enorme sorpresa e incredulidad, todo condensado en una sola mueca. No me lo creo, no puede ser. Es ella… Durante unos instantes pienso en cuánto la amo. Mi mente se llena de todos los felices recuerdos que tengo en los que ella aparece.

Pero sus cabellos blancos y su vacía mirada congelan mi corazón. Sus palabras se clavan de nuevo en mi pecho como ardientes estacas. La pesadilla era real, y me da la sensación de que todo el mundo se me cae encima.

En condiciones normales la habría abrazado, con mucha fuerza. Pero su cambiada actitud me mantiene en mi sitio. Me entran ganas de llorar, pero no puedo seguir mostrándome débil ante ella. Instintivamente, sin poder evitarlo, extiendo un brazo hacia ella. Como si fuera una vana ilusión, un engaño de mi subconsciente. Como si en cualquier momento pudiese desvanecerse. Pero me detengo a medio camino, tratando de mantener la compostura. Me limito a quedarme de pie, a escasos metros de ella.

- Seles… Te he estado buscando durante largo tiempo. – aprieto los puños con fuerza. – Pero mi cabeza no puede concebir que hayas cambiado tanto… ¿Qué te ha pasado, Seles? ¿Qué ha sido de mi alegre y amable hermana, de la niña a la que tanto amaba, la pequeña que me bendecía con su angelical voz en los días grises?

¿Algo que ofrecerme? El mero hecho de estar con ella es todo lo que puedo desear. Pero verla tan diferente de cómo era me rompe el corazón…

- ¿Qué…? ¿Qué tienes que ofrecerme? – la duda llena mis palabras.

[Te juro que me tienes en vilo esperando tus respuestas, a cada post haces que te ame más como DJ...]

[Offrol: Gracias, muy amable. Pero me limito a hacer grandes historias para grandes personajes.]

Por cierto, los puntos de INT perdidos ya se han recuperado.

La hermosa Seles se acercó a ti, con una mueca arrogante dijo:

- Te confieso que pensaba que, la pequeña e inocente Seles de mi niñez, había muerto hace años, pero al parecer aún despiertas algún que otro sentimiento benévolo en mi. Por eso te salvé la vida en el bosque.

Mientras hablaba, con total tranquilidad, se paseaba por la habitación.

- Sin embargo, me niego a compartir sangre con un ser tan patético y débil como tú. Por eso te lo voy a poner fácil, en lugar de matarte, he decidido que te unas a mi gremio. Nosotros te proporcionaremos lo que te falta para ser un verdadero Tolstói, como Padre.

Dime, hermano ¿has oído hablar de la Hermandad del Silencio?

Al formular aquella pregunta, se detuvo ante ti, y escrutó tu mirada firmemente. Después sonrió. No puedes recordar la última vez que viste a tu hermana sonreir.

Sus hirientes palabras siguen dañándome en mi interior, pero me esfuerzo por esconderlo. Por ella sería capaz de aguantar cualquier cosa. Su propuesta se me hace extraña. ¿Su gremio? ¿La Hermandad del Silencio? Realmente no me acaba de convencer, pero la sola idea de estar junto a mi hermana me da la fuerza suficiente.

Quizá no es lo que buscaba… Quizá no es lo que había esperado. Pero por estar junto a ella haré lo que sea. Aunque llegue a perecer un… un perrito faldero. Quiero que llegue el día en que esas palabras desaparezcan de su boca, entonces podremos estar juntos sin obstáculos de por medio. La podré tener entre mis brazos, y darle ese abrazo que tanto anhelo.

Por ti, Seles. Por ti me haré fuerte.

- No, hermana. Nunca he oído hablar de esa hermandad. – callo durante unos segundos. Su sonrisa simplemente me arrebata el corazón. Realmente no puedo llegar a entender como esa chica puede llegar a ejercer tanto control sobre mí. Como con unas cuantas palabras puede hacerme hacer lo que quiera. Como sólo por ser ella puede hacer que decida unirme a un gremio que desconozco completamente. – Pero si es lo necesario para que llegues a verme con buenos ojos, haré lo que sea. De todos modos… agradecería que me explicases de qué se trata eso de la Hermandad del Silencio. ¿A qué se dedica tu… gremio?

Yo también la miro a los ojos, sin apartar la mirada. Ya ha perdido esa apariencia de niña inocente, ahora es algo más.

Pero no estoy seguro de si me gusta…

Seles volvió a pasear por la estancia, gesticulaba mientras hablaba.

- No puedo proporcionarte ninguna información, hasta que no pertenezcas oficialmente a la hermandad.
Y conociendo tu debilidad, no voy a permitir que mis superiores sepan de ti, hasta que no me demuestres que realmente eres capaz de mejorar.
Iré directa al grano: en el sótano de este edificio hay un hombre encerrado. Reflexiona sobre tus ridículos valoras y tu absurda conciencia ética, y cuando estés listo, quiero que lo mates. Si me demuestras que eres capaz de actuar con sangre fría, entonces quizá tengas una posibilidad dentro de la hermandad.
Volveré en un rato, para entonces quiero una respuesta.

Dichas estas palabras, en un tono excesivamente arrogante y autoritario, Seles se dispuso a salir de la habitación. Y mientras sujetaba el pomo de la puerta, se detuvo en seco y añadió:

- Por cierto, a Padre no lo mataron en el teatro por tener “extraños poderes”. La Iglesia no tuvo nada que ver en ese asunto. Fueron órdenes de la Hermandad del Silencio. Padre perteneció al gremio muchos años, y un día quiso abandonarla, ese día lo mataron.
Te lo advierto, la Hermandad es como el alma: una vez la aceptas, no puedes desprenderte de ella.

Las palabras de Seles me dejan completamente petrificado, de nuevo. Pensaba que no podría sorprenderme aún más, y lo ha hecho, con más contundencia que la última vez. ¿Matar a un hombre? ¿Está hablando en serio?

Espero a que Seles salga de la habitación, en silencio. Entonces me siento en la cama, reflexionando profundamente. Me pensaba que el amor que sentía por mi hermana era más fuerte que todo lo demás. Pero no es así… ¿Matar a un hombre? No puedo. Sinceramente, no puedo.

Pero tras unos segundos lo vuelvo a considerar. ¿Acaso no estaba yo practicando para dominar un oculto arte con el violín? Un modo de hacer que las personas se retuerzan de dolor al escuchar tu música. Realmente me estaba convirtiendo en un monstruo, sin querer pensar en ello.

Unirme a mi hermana significa culminar el cometido de mi padre. Dominar por fin el Arte Secreto. Convertir mi violín en un arma. Convertir eso que tanto amo en una herramienta de destrucción. Agacho la cabeza, cada vez más confuso. ¿Cuál es mi verdadero destino? Quería encontrar a mi hermana, y justo cuando puedo estar junto a ella me pide que mate a alguien.

No, no está bien. Esto no es lo que yo deseaba. No es lo que Madre habría deseado. Tampoco sabía nada de ella, no sé lo que le pasó… Se me presenta un dilema. Seguir con mi hermana, aún teniendo que matar a alguien. O no hacerlo, lo que probablemente la enfurecerá como para querer matarme. Porque ella puede hacerlo.

No sabía lo que iba a hacer. Y sólo estaba seguro de una cosa, realmente era patético. Ahora mismo me encontraba en una encrucijada, entre la espada y la pared. Era matar… o morir… Nunca pensé que debería enfrentarme a eso. En el bosque de Mazgo había sentido la muerte, había sentido su gélido aliento en mi nuca. Persiguiéndome, dándome caza. No quería morir…

Trato de encontrar una tercera opción. Salir de allí, escapar. Pero la ventana está demasiado alta, y seguramente este edificio debe estar vigilado de algún modo. Recordando mi penosa demostración de sigilo en el bosque decido que escapar no es la mejor opción.

Y tuve que acabar tomando una decisión de la que, estaba muy seguro, me iba a arrepentir durante toda la vida.

- No tengo ninguna otra opción, ¿verdad? – comento, como si las paredes tuviesen oídos. Mi voz suena realmente sarcástica, como si todo esto fuese una mala pasada del destino. Hablo como si mi hermana siguiese esperando detrás de la puerta. – Es matar a ese hombre, o morir a tus manos, querida hermana. – no quiero admitir que me da miedo morir. Sigo sentado sobre la cama, y trago saliva. – Está bien… lo… lo haré.

Ni yo mismo me creía capaz.

Como si hubiese leído tu mente, Seles entró en la habitación con una sonrisa maquiavélica.

- Acompáñame.

Seguiste a tu hermana. Fuera de la habitación había un largo pasillo que conectaba el ala oeste del edificio con el ala este. Lo recorría una alfombra roja, que hacia contraste con las tonalidades del papel que cubría la pared. Había candelabros colgados, y hermosas y voluptuosos lámparas en el techo.
Bajasteis por una escalera de caracol, que a su vez era una transversal de la alfombra roja, que bajaba dando vueltas y vueltas. Contaste cuatro pisos, todos ellos de un lujo sobrecogedor.
Al llegar a la que parecía ser la planta baja, Seles abrió una puerta, que quedaba justo enfrente del final de la escalera. Un estrecho pasaje conducía hasta el sótano.
Descendiste inquieto y curioso a la vez. Y finalmente llegasteis al sótano: una gran sala de madera y piedra, carente de lujo y personalidad. Simplemente había unos cuantos muebles antiguos, y lo suficiente como para iluminar completamente la estancia. En el centro de esta, había un hombre amordazado y atado a una silla.
Su expresión inspiraba un sentimiento de pena y compasión. Aquel hombre había sufrido mucho y estaba muy asustado, bastaba con mirarle a la cara. Tendría unos treinta años, y vestía con ropas decentes, aunque algo magulladas.

- Aquí lo tienes. Ahora, mátalo.

Seles retrocedió unos pasos, y centró toda su atención en ti. Como si fueses a deleitarla con un solo de violín.

Noto como mi pulso se acelera a medida que descendemos por el edificio. Y finalmente llegamos al sótano. Vuelvo a llenarme de miedo e inseguridad. Trato de mantener la mente en blanco. Me acerco lentamente al hombre, observándolo con detenimiento.

Por un momento puedo sentir como la pena y la compasión desaparecen de mí. Durante unos instantes llego a convertirme en algo que nunca antes había sido. Y cuando estoy frente a él, me veo a mí mismo reflejado en sus ojos. En mi propia mirada veo un recuerdo, un recuerdo desagradable.

Recuerdo la mirada de Seles. Sus ojos vacíos de toda emoción. Ella es como… Como un monstruo. ¿Yo soy un monstruo? Los monstruos matan a las personas. Las destripan, como el Búho Negro hizo con Kail. O las matan sin compasión alguna, como Seles quiere que haga con este hombre.

Dudo realmente de lo que estoy haciendo, pero la presión es demasiada. Me giro para mirar a Seles de nuevo, trato de encubrir mi inseguridad. Padre pertenecía a esto… Él hacía lo que se supone que hacen aquí. Él también podría ser uno de esos desalmados de sangre fría. Pero lo intentó dejar… ¿Por qué?

- Seles… Antes de hacer esto, necesito saber… algo. ¿Por qué Padre quiso dejar esto? ¿Qué es lo que tiene este… gremio que hiciese que él lo abandonase? – me giro para mirar nuevamente a ese hombre. No sé cómo debe sentirse. Quizá se siente como yo, a punto de morir. - ¿Y por qué este hombre debe morir?

Las preguntas retumban en el sótano, poniéndome aún más incómodo. Miro al hombre a los ojos, pero no sé muy bien lo que expresa mi mirada en estos momentos.

Estaba a punto de dar un paso, un paso que me podría acercar a la muerte, o convertirme en ella.

Seles resopló con resignación.

- A Padre se le encomendó una misión: descifrar el volumen apócrifo del Arte Secreto. Un texto legendario que, interpretado debidamente, revelaba el uso de técnicas increíblemente poderosas.
Por desgracia, se acobardó. No quiso explorar fuerzas que iban más allá de su comprensión. Dijo que quería volver a casa, que necesitaba replantearse su vida…

Estupideces a mi parecer, excusas de un débil anciano que había perdido todo cuanto tenía: su ambición.
Tu hermana fruncía el ceño mientras hablaba, recordar a vuestro padre la hacía enfurecer.

- En cuanto a este hombre… debe morir porque yo lo ordeno. Es ley de vida, los fuertes viven, los débiles mueren. Si quieres seguir perteneciendo al grupo de quienes mueren atados en una silla, por mí de acuerdo. Pero si hay algo de ambición en ti, permíteme que te ofrezca estar en el grupo de los fuertes.

¡Mátalo de una vez!


El hombre está totalmente atado (sometido a paralización completa -200), si quieres matarlo, simplemente dí cómo lo haces. No es necesario hacer tiradas ni nada.

Respiro profundamente al oír las palabras de mi hermana.

Nunca había hecho nada parecido. Nunca había imaginado que debería hacer esto. Pero para ello me preparó Padre. El Arte Secreto… Había sido todo un entrenamiento para… esto. Allí mismo, en ese sótano, descubrí cual era mi verdadero destino. La vida era alfo ínfimo, era fugaz, y se podía arrebatar con facilidad. Yo quería conservar mi vida, no quería ser un débil más.

El Búho Negro. Esa horrible criatura me había demostrado mi debilidad. Me había enseñado que era frágil. Frágil como un juguete con el que los fuertes se entretienen. Kail también había sido débil, por eso murió.

Padre murió porque se mostró débil. Quiso dejar de ser fuerte. Y Seles… Seles tuvo que volverse fuerte porque la abandoné. La abandoné, a mi amada hermana. Pero ahora que la había encontrado de nuevo nunca más estaría sola. Yo me quedaría junto a ella y me convertiría en un digno hermano mayor.

Como las enredaderas, las hebras de la ambición comenzaron a rodearme. Sentí el poder a mi alcance. Sentía la mirada de mi hermana. Quería complacerla, hacer que dejase de decirme cuan patético era. Quería que ella me quisiese como yo la quería a ella. Y mi amor me controló como una marioneta.

Inicio una serie de fluidos movimientos. Padre me enseñó a combatir usando la propia alma. Si sabes canalizar el poder de tu alma, puedes hacerlo todo. El flujo de energía interna comienza a acelerarse, haciendo que sienta su caluroso cosquilleo en las yemas de los dedos. El Tai Chi no es un arte marcial contundente. Sus golpes no parecen muy impresionantes, pero contienen una potencia arrolladora. Dejo la mente en blanco, apartándome de todo otro pensamiento. En los ojos del hombre veo un reflejo. Pero ese ya no soy yo. Es otra persona.

No sabía realmente si lo que hacía estaba bien o mal. Mi conciencia me decía que estaba mal, que debía salir de allí en cuanto antes. Arrebatar una vida iba en contra de todo principio que una vez había tenido. Pero los sentimientos me cegaban, nublaban mi sentido común y anulaban mi voluntad.

El miedo guiaba mis movimientos, porque no quería morir. La ambición me daba decisión, porque quería ser más fuerte. Y el Amor me ordenaba matar, porque eso era lo que quería mi amada hermana. En los ojos del hombre vi los ojos vacíos de Seles en mí, pero ya no me asustaban. El gélido aliento de la muerte ya no estaba a mis espaldas, porque ahora yo mismo era la muerte.

Siento como mi energía interna se acumula en mis manos. Es suficiente, pero sigo concentrando mis fuerzas. Las manos comienzan a quemarme, pero no me importa. Busco un único golpe, un ataque certero, directo al corazón. Una estocada definitiva, porque la espada del destino está de mi lado. Este es realmente mi cometido.

Y no sé por qué lo hice. Pero tomé la última decisión de que ya no había marcha atrás. Porque no quería ser cobarde nunca más.

Al mismo tiempo que descargo mi golpe único en su pecho siento como una parte de mí se desprende por completo. Todo recuerdo pasado se quema como el papel. El teatro, el jardín de lilas, el columpio, los días soleados, las comidas en familia, la risa infantil de Seles, sus canciones, la sonrisa de Madre…

Esperaba ver una sonrisa en el rostro de mi hermana. Pero cuando me giré para mirarla me arrepentí, tal como había predicho que haría. Porque por ciego amor había abandonado todo en lo que había creído. Y no sólo había matado a aquel hombre…

Me había matado a mí mismo.

Con el golpe, aquel hombre cayó derribado al suelo, escupiendo un torrente de sangre. La llama de su vida no tardó en apagarse, y murió.
En ese instante, justo en ese momento, Seres soltó una pequeña risa entre dientes. Justo después, una carcajada menos discreta, luego otra y otra. Seles comenzó a reír de un modo enfermizo, a viva voz, rebosante de locura.

- Jajajajajajajajajaja ¡lo ha hecho! ¡lo ha hecho!

Se apretaba el estómago con fuerza, no podía parar de reir.

- Estúpido hermano, debo…

Rió.

- …confesar que me has…

La asfixiante risa no le dejaba hablar.

- …impresionado. ¿Y sabes una cosa?

Rió nuevamente. Luego intentó controlarse un poco para hablar:

- Ese hombre que acabas de matar, lo encontré en el bosque de Mazgo. Según me dijo, estaba buscando a su hermano… un tal… Kail.

Rompió nuevamente a reír. Rió, se mofó, holgada de gozo. Ante tu figura, congelada por un sentimiento inexpresable, Seles rió hasta hartarse. Entonces dijo:

- Ya que has vendido tu alma, ya que has dado de lado a tus principios y ya que no tienes ningún honor que proteger… es ahora cuando podemos hablar de mi hermandad.

La risa de mi hermana martillea mi cabeza con gran contundencia. A medida que va hablando entre risas me siento cada vez peor. Hasta que me revela la identidad del hombre cuya vida acabo de llevarme por delante.

En ese momento siento un gran vacío en mi interior. Caigo de rodillas al suelo, y mi mirada se pierde en el vacío. El hermano de Kail… Noto como mi rostro de tensa en una mueca, pero no aparece lágrima alguna. No tengo ya lágrimas para llorar.

Se me hace de nuevo un nudo en la garganta. Pero esta vez no es por tristeza, no es por pesar, no es por haber perdido a un amigo. Me he perdido a mí mismo, y ahora mi interior, vacío, acumula con rencor el maquiavélico plan de Seles.

- ¿Cómo puedes ser tan…? – Malvada... no consigo acabar la frase, el nudo en la garganta me lo impide. Todo mi cuerpo se tensa en un intento de manifestar dolor. Pero no lo consigue. Los monstruos no sienten dolor. El odio es la base.

Me levanto, tratando de mantener mi dignidad. Las palabras de Seles han vuelto a herirme, pero de un modo distinto. Siento furia, siento rencor. Pero no puedo canalizar todo esto hacia ella. Aprieto los puños. He caído en su trampa como un estúpido, y ahora estoy a su merced.

Finalmente me rindo, incapaz de resistir mis sentimientos.

- Dime ya lo que tengas que decir sobre ti y tu maldita hermandad. ¡Cuéntame ya de qué va todo este asunto! – evito mirar el cuerpo de mi primera víctima. Doy un paso hacia ella, con serio ademán. – Acaba ya con todo esto.

Mis palabras se llenan de veneno. Pero ya no hay pena en mi voz, ni arrepentimiento. Sólo queda la ira. Por primera vez siento que el amor no es tan importante.

[No puedo evitar decir... MAGISTRAL]

[Offrol: La verdad es que este prólogo me está gustando mucho.]


- ¿Maldita hermandad? El último que maldijo mi hermandad fue enterrado vivo. Has tardado muy poco en volverte un temerario… ¿o es que ya eres preso de la demencia?

Dijo en un amenazante tono serio. A continuación, salió de la habitación y con un gesto te dijo que la siguieras. Mientras caminabais, por el lujoso pasillo de la planta baja, te explicó:

- Nuestra hermandad está llena de misterios y secretos. Su propia existencia se mantiene oculta. Lo único que oirás de nosotros serán rumores o historias sin ninguna base realista.
Ciertamente es casi imposible ingresar, pero si te ganas nuestra confianza con méritos, quizá podamos hacer alguna que otra excepción. Al fin y al cabo, era lo que Padre quería: un hijo lo suficientemente fuerte como para ser reconocido por la Hermandad del Silencio.

Al final del pasillo, lleno de puertas y accesos en su trayecto, desembocáis en una enorme sala, parecida a un salón. Tiene una enorme chimenea de piedra, y una mesa rodeada de sillas en el centro, iluminada por los haces de luz que cruzan los inmensos ventanales. No escatiman ni en decoración ni en lujo.
Conforme te vas acercando, ves que hay un mueble, una especie de arcón, con toda tu ropa y tus pertenencias. Entre ellas el Stradivarius.

- Prepárate. Te encargaré una misión y más te vale no fracasar. Tengo un viaje pendiente que no puede esperar. Sería de gran ayuda tu colaboración y asi harás que no me arrepienta de no haberte dejado morir en el bosque.

Te lo pondré fácil. Empieza buscando en la posada El Canto del Ángel Dormido. Necesito que encuentras a la niña que responde al nombre de Dakota, Dakota Cromwald.
Una vez la hayas encontrado, llevala hasta el Puerto de Ripia, al sur de Bellafonte. Ese lugar es la clave de todo.

No podrás hacer esto sólo, asi que te echaré una mano... bueno, dos manos.

Seles se acercó a ti. Lentamente posó sus delicadas manos sobre tus mejillas, mientras te miraba fijamente. Te sonrojaste.
Un dolor fugaz azotó tu cuerpo, notaste como tus músculos se apretaban y chocaban unos con otros. No pudiste evitar soltar un grito, la sensación no era desagradable, pero sí un poco incómoda.

Te explico: Mediante el poder psíquico (de nivel 3) Imbuir, tu hermana va a aumentar tus características. Utilizando Incrementar Habilidad dos veces, y apoyándose en CVs para incrementar el potencial de los innatos, te otorga un incremento de +5, costando el doble el incremento por encima de 10. En resumen, ya no tienes 9 en AGI y DES, ahora tienes 12 en ambos atributos (El cambio afecta a todo, excepto al Tipo de Movimiento, que sigue considerándose como si tuvieses AGI 9). Por supuesto también tienes acceso a habilidades Inhumanas, mantenido con un tercer innato.
Al quedar mantenido por tu hermana, siempre dispones de este beneficio. Al menos hasta que ella considere necesario desactivarlo.

- Te concedo un pequeño incentivo, del poder que podrás saborear si te unes a nosotros.

Dicho esto, se separó unos pasos.

- ¿Alguna pregunta, o algo que añadir?

Siento como Seles me hace algo extraño. Mis músculos se tensan y se aprietan, suelto un grito. Comienzo a respirar agitadamente mientras poso mis manos sobre mis rodillas, tratando de no caer. Me siento diferente, más rápido, más fuerte…

Poder, eso era lo que quería. ¿Pero de verdad iría a dejarlo todo por poder? Tenía a mi hermana, pero no es ni por asomo lo que había esperado.

- Si era el deseo de Padre… que así sea. – comienzo a reflexionar sobre las palabras de mi hermana. ¿Dakota, una niña? - ¿Qué es lo que quieres de esa niña? ¿O también es un secreto?

Las dudas me asaltan de nuevo, pero esta vez con menos fuerza. Después de haber matado por primera vez, mi mente no puede concebir nada peor.

Me acerco lentamente al arcón, sometido a la mirada de mi hermana. Las prendas blancas me gustan, pero prefiero mi ropa. Tomo el Stradivarius con las dos manos, con gran delicadeza. Ese es el legado de Padre… Esta Hermandad…

Miro a Seles, esperando su respuesta. Sus ojos ya se me hacen tan familiares que no me inspiran temor. Los míos deben ser iguales ya…

- ¿Hay algo más que puedas decirme que me ayude en la... misión?

- Respecto a lo que le ocurrirá a la niña... mejor que no lo sepas. Todavía eres demasiado blando.
¿Algo más que pueda ayudarte? te he dado un nombre y un lugar ¿qué más quieres? Límitate a no fracasar, de lo contrario tendría que volver aquí expresamente para llevar a esa niña a Ripia. Y te aseguro que eso no me gustaría nada.

Adiós.

Seles te acompañó a la salida, despidiendose friamente de ti.
Fue entonces cuando te diste cuenta de que estabas en un formidable palacio. Ante ti se abrian metros y metros de jardín, con todo tipo de flores exoticas y árboles milenarios.
Atravesaste el muro que circundaba el increible edificio, y te ubicaste en el barrio noble de Ascani.

Tras la rápida despedida de mi hermana me quedo de pie, inmóvil, en medio del barrio norte de Ascani. Me aseguro de llevar bien sujeto el estuche del Stradivarius a mis espaldas.

Allí mismo comienzo a pensar. Realmente no me había esperado nada de esto. Pero yo mismo había matado con mis propias manos al hermano de Kail. Mi rostro muestra un sentimiento indescriptible. Ni yo mismo sé qué es lo que me pasa por la cabeza. Ahora mismo sólo hay dos cosas que resuenan en mi mente.

El Canto del Ángel Dormido… Y Dakota. Dakota Cromwald.

No tengo ni idea de dónde debe encontrarse esa posada, por lo que comienzo a buscar. Primero trato de salir del barrio norte, es demasiado lujoso… Tendré que preguntar. Mientras camino por la ciudad sigo reflexionando sobre la situación.

Tengo que llevar a esa niña al Puerto de Ripia. ¿Y qué le pasará allí? ¿Cómo voy a llevarla hasta ese puerto? ¿Y si no está sola? Las niñas pequeñas no andan solas por ahí. No creo que pueda secuestrarla por la fuerza, es demasiado…

Me detengo en seco. ¿Secuestrar? Por eso mismo había venido hasta aquí. Secuestros de niñas… ¿Será la hermandad de Seles? Me giro para ver de nuevo, en la lejanía, el formidable palacio. No… no me parece bien.

Mientras sigo mi camino me miro las manos, preocupado. No están manchadas con sangre, pero han arrebatado ya dos vidas.

Mientras atraviesas el barrio rico de la ciudad, filosofas sobre tu situación actual y sobre lo que deberías hacer. Pero cuando quisiste darte cuenta, y sin llegar a ninguna conclusión convincente, ya habías alcanzado el centro de la ciudad, donde frecuentaban las posadas y negocios de hospedaje.
Preguntaste a una anciana que pasaba a tu lado, y te indicó donde estaba la susodicha posada. Caminaste hacia su ubicación y una vez viste un cartel que decía “El Canto del Ángel Dormido”, entraste.

El interior estaba decorado con bonitos instrumentos musicales, y partituras, que te recordaron a tus clases de música.
Tras la barra habia una hermosa joven de pelo castaña, algo atareada. Y de espaldas a ti habia cuatro personas: una corpulenta mujer con armadura, una pequeña niña de pelo largo, un extrafalario individuo algo afeminado y un joven de extraños atuendos orientales.


Tu prólogo ha terminado. La aventura continúa en: https://rolporforo.activoforo.com/la-hermandad-del-silencio-f3/campana-godia-ozonas-dakota-cromwald-jiang-miquelangello-brunetti-y-alexei-tolstoi-t150-45.htm