[Alexei Katzev][Prólogo] Juego de luces y sombras.

Miembro Mensajes : 66 Fecha de inscripción : 24/05/2012

Prólogo Alexei Katzev

Finalmente, tras un tedioso e inacabable día cabalgando sobre tu montura, un imponente caballo de guerra, al cuál al igual que a ti, Alexei Katzev, se le notaba los signos de cansancio ya que desde la partida de el castillo de la familia, aquél lugar que en su momento llamabas hogar, pero que ahora solo es pasado, no habíais descansado más que un breve momento para reponer energías.

Y aunque, el cansancio ya hacía mella en tu rostro, no era, en absoluto nada que te preocupase, mentalmente repetías la escena que habías vivido con tu padre, pensando como hubiera sido de un modo u otro, que podrías haberle dicho y en algún momento incluso pensaste en acabar con su vida y sustituirle para hacer la labor que él, absorbido por su majadería se negaba a realizar, defender a los suyos... y una y otra vez volvías a ver su rostro, la pérfida sonrisa que mostró cuando incidiste en que abandorías aquél infame lugar.

Sin embargo tenías claro una cosa, llegar a Eron antes de que el sol se pusiese, y ese momento llegaría de un momento a otro, y no tardaría demasiado, aunque ya habías visto las columnas de humo que la famosa capital de Dalaborn desprendía hace varias horas, no habías llegado.

Y con el último rayo de sol, vislumbraste la fortaleza de Eron, la enorme metrópolis de piedra y metal, y no estaba lejos, así que decidiste hacer un sprint final, y así evitar acampar fuera de la ciudad, al fin y al cabo, siempre sería más cómodo una confortable posada que el frío y duro suelo.

A escasos 100 metros de la fortaleza, un escalofrío, a tu derecha, algo como una sombra fuiste capaz de vislumbrar... sin embargo cuando quisiste girar la cabeza para intentar distinguir la sombra, esta no estaba, tu mente te había jugado malas pasadas antes, pero esta vez parecía real, sin embargo se lo atribuiste al cansancio y a aquella situación que te mantenía constantemente abstraído, así que continuaste hasta las puertas de Eron, aunque únicamente era una de las secciones de la metrópolis, no eras capaz de distinguir cual, más la fama de la ciudad era extensa y ya conocías ligeramente como había sido construida.

Spoiler:

Al llegar a las puertas, unos guardias te impidieron el paso. - Detengase, ¿cuál es el motivo de su incursión en la ciudad?- Te preguntó mientras tanto el como su compañero extendían las lanzas en equis.

Mi respiración era muy pesada debido al cansancio. Mi pobre montura aún estaba mas cansada. Llevabamos mucho tiempo sin descanso, y ahora que divisaba la ciudad por fin podía conseguir tan anhelado botín. Los guardias de la gran ciudad de Eron me cerraron el paso en las puertas, pidiendome los motivos de mi visita. Desmonté y cogí las riendas del caballo de guerra.

-Ahora mismo, conseguir una posada en la que dejar caer mis fatigados huesos y un establo en el que esta pobre bestia pueda descansar.-les dije-Posteriormente observaré como es la capital de mi estimado principado.

Los guardias separaron las lanzas y me dejaron pasar. Busqué unos establos decentes y dejé allí mi montura para que pudiera descansar tranquilamente, pagando el precio que me pedían. Posteriormente me dirigí a una buena posada cerca de los establos para poder descansar.

La cena consistía en un pollo asado sin guarnición y vino especiado. Tras ella me fui directamente a mi habitación. Puse las armas en una esquina y me dejé caer sobre la cama sin ni siquiera quitarme la armadura, durmiendome al poco tiempo.

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La noche llegó... y con ella, tus pesadillas, siempre la misma pesadilla recurrente que no parabas de soñar, pero ya no te sobresaltabas en la noche, era costumbre para ti, y ya obviabas que existían, aunque... siempre estaban ahí.

Y aunque las pesadillas ya no eran motivo de sobresalto, un fuerte golpe te despertó, y tu corazón empezó a latir más y más fuerte. Frente a ti, una figura humana, con el rostro de una mujer, flotaba, sus pelos caían sobre tu rostro, pero eras incapaz de sentir su tacto. Pero, podíais notar su presencia... y su aliento, penetraba por tus pulmones y los llenaba de un sentimiento melancólico. Y de... preocupación, un cierto desasosiego sobre algún familiar, pero no parecía ser conocido, no parecía ser un familiar tuyo.

El sentimiento bloqueo tu mente, e incapaz de pensar hiciste un movimiento súbito para levantarte. Y como si fuese un sueño, todo se evaporó... sin embargo, ¿era real?.

Volvía a ser demasiado lento, y la espada de Rah atravesaba mi cuerpo como si de mantequilla se tratara. Y como siempre, entonces me desperté. Un rostro flotaba sobre mi. No podía notarlo físicamente, pero estaba ahí, llenando mi ser con un sentimiento de melancolía. Sentí la necesidad y me levanté, pero ya había desaparecido.

"¿Que ha ocurrido? ¿Visiones de aquellos que murieron como las otras veces?."

Me froté los ojos para volver a mirar. Giré la cabeza a ambos lados para contemplar toda la habitación, pero seguía sin haber nadie. Y entonces me di cuenta de la incomodidad de la armadura. Me la quité despacio para no despertar a nadie y volví a la cama para seguir descansando. Si aquello había sido real, no tardaría en volver a aparecer. Esa misma noche o la siguiente. Pero no podía seguir pensando en eso, pues la llamada del sueño era demasiado poderosa.

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Una brisa huracanada entro por la ventana, acompañada de la luz de la luna, que hoy parecía bañada en sangre y con la brisa, tus armas cayeron al suelo...

Al mirar hacia allí de manera instintiva en el suelo observaste como escrito con sangre había lo siguiente: Mark Alison Abel.

Después junto con un último vendaval entro de nuevo la muchacha que viste antes, aunque de muchacha no tenía edad, ya que parecía rondar la treintena. Sin embargo, atravesó tu cuerpo y volvió a desvanecerse, peor no sin antes retumbase en tu interior la palabra. -Encuentrale-

No había sido un sueño. Aquello era real. El fantasma me pidió que encontrara a un tal Mark Allison Abel. Y yo le debía una respuesta.

-Lo haré...-prometí.

Tras ello me levante para cerrar la ventana y, posteriormente, puse las armas al lado de la cama, porcsi acaso. Una vez hecho, volví a la cama esperando que habiendole dado respuesta a aquel pobre espíritu, podría descansar el resto de la noche.

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Y al fin llegó la mañana, el nombre de aquél hombre te rondaba la cabeza, sin embargo, los fantasmas siempre son tan poco específicos que no tienes lugar por donde empezar a buscar.

Y es que, ahora donde coño habrá que buscarle... entonces un pensamiento fugaz pasó por tu cabeza... ¿Se apellidará Abel? No lo sabes, pero de momento es la única pista que tienes.

Entonces tenía que ir hacia Abel. Empezaría buscando en Arkángel y luego por donde las pistas me llevaran. Pero antes tenía que cumplir el propósito que me había llevado a la capital. Tras un fuerte desalluno salí a ver la ciudad de Eron.

Era evidente que se trataba de la capital de Dalaborn. Estaba llena de todo tipo de tiendas, pero principalmente eran forjas. Me adentré en una de ellas, donde a cambio de mi lanza y una buena cantidad de dinero conseguí una lanza de indudable calidad. Después me dedique a observar toda la ciudad. En cuanto veía a alguien pidiendo, le daba dinero para que pudiera comprar comida.

Al cabo de un rato, recogí mi caballo y me dirigí a uno de los castillos de la alta nobleza, en concreto, el de aquella zona. Convenía aparentar mi origen noble si quería poder hablar con aquella gente...

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Una vez llegaste, los guardias te preguntaron tu nombre, y tras eso te dejaron pasar, debían llevar un registro de quienes entraban a la zona. Una vez dentro del lugar observastes la multitud de gente adinerada, un claro contraste entre las distintas zonas de Eron.

Casas altas, grandes chalets, lujosos hoteles y restaurantes exquisitos poblaban aquél lugar, lleno de dinero por doquier y de mayordomos que ganaban más que cualquier granjero en toda su vida. Estabas entre semejantes, pero este lugar tenía mucho mas pijerío que tu antiguo hogar.

Allí nadie te prestaba atención, no como en el barrio pobre en el que tanto jóvenes como adultos se quedaban impresionados por la presencia de un caballero por aquella zona.

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