Has recibido 80 puntos de daño. Te quedas con -49 puntos de vida negativos.
Cuando aquel golpe de mandoble te atravesó, entonces lo entendiste todo. Aquellas personas a las que te estabas enfrentando, no eran esclavos, ni prisioneros, ni vagabundos... eran aspirantes como tú. No es tan fácil entrar en la Hermandad del Silencio, hay que matar por ese título. Los que no lo consiguen, terminan muertos o encerrados en un calabozo, con taparrabos y sin comida, esperando el momento de su ejecución. A ti te ha tocado ser de los que mueren.
Alexei Tolstói/Dies Irae ha muerto.
Taku Admin
Mensajes : 3134 Fecha de inscripción : 13/06/2010 Localización : en un submarino descapotable
Dies Irae ha resucitado con el Conjuro Superar la Muerte. El combate continúa.
Tan rápido como un chasquido, una inmensa masa de oscuridad rodeó a Irae, devolviéndole el aliento. Ante los ojos atónitos de sus cuatro oponentes, se levantó y sin decir ninguna palabra recuperó la posición de combate, como si nada hubiese pasado. Soel, se había ¿teletransportado? Pues pasó de estar sentado en las gradas, a alzarse enhiesto junto a Irae, devolviéndole la vida. Sin duda, aquella persona era increíblemente poderosa. Y después de realizar su milagro, retrocedió unos pasos. No quería estorbar en el combate.
Nuevo turno. Tirada de iniciativa de los cuatro esclavos, respectivamente.
La oscuridad comenzó a tragarme. Dejé de sentir dolor, dejé de sentir frío, ninguna sensación quedaba ya para mi alma. Ni siquiera soledad.
No fue como las otras veces, ni siquiera la tristeza me acompañó. Había comprendido por fin que este camino debería emprenderlo solo. Me encontré a mí mismo en una llanura interminable. Todo era de un monótono color gris. Sin ninguna motivación, vacío por dentro, comencé a caminar sin rumbo. El tiempo no parecía avanzar, todo se encontraba congelado, pero no hacía frío, ni calor. Ni siquiera había temperatura en ese lugar. Después de haber dado demasiados pasos para contarlos vi algo a lo lejos.
Mi destino me llevó a encontrarme con un árbol solitario, en cuya copa se había posado un pájaro. No lo pude distinguir bien en la lejanía, por lo que seguí caminando, acercándome cada vez más y más. El sonido de mis pisadas resonaba en el inmenso vacío, sin encontrar nunca una pared en la que rebotar. Cuando ya me encontré lo suficientemente cerca del árbol lo vi bien, él se giró, permitiéndome ver bien su silueta.
- No has llegado tarde, pero tampoco pronto. Justo cuando tenía que ser, te he oído de lejos. Llegas tarde. Podrías haberte dado algo de prisa – el contradictorio cuervo se giró sobre sí mismo, y me miró. ¿Estaba hablando? – Llegas pronto, no hacía falta correr tanto. Tengo que contarte muchas cosas, pero las cosas no tienen ganas de ser contadas.
Por alguna extraña razón no me sentí desconcertado ante las palabras del ave. Sorprendiéndome a mí mismo hablé directamente, como si no fuera la primera vez que lo veía.
- Cuéntame la historia del niño y el cuervo – le dije.
- ¿Estás seguro de que quieres oírla? Seguro que quieres oírla. La oíste hace tiempo. La oirás. Pero tiene ganas de ser contada, y a la vez de no ser transmitida. Sí, no.
- Cuéntame la historia del niño y el cuervo – repetí.
- Vale, quizá, otro día, ahora. Te la contaré, pero tendrás que darme algo a cambio. O no, un regalo. Sí, regalo.
- ¿Qué quieres?
- Algo muy bonito, o feo. No sé, tú sabes. Todos sabemos. Tu corazón me gusta.
- Todo tuyo – contesté, como si no me importara realmente el precio que tenía que pagar.
- Entonces te lo cuento, te lo cuento. ¡Vaya si te lo cuento! – el cuervo murmuraba cosas sin sentido, como un loco. Pero entonces me miró fijamente, y vi que en sus ojos no había locura, ni cordura. Era algo completamente diferente.
Me senté junto al árbol, y cerré los ojos para concentrarme.
- Había una vez un niño que se quedó solo por culpa del destino. Él quería recuperar a los suyos, pero para hacerlo tenía que hacer cosas malas, muy malas. Así fue como ese niño decidió que traicionaría, torturaría y mataría a mucha gente. Era su venganza contra el destino, pero el niño no sabía que el destino es algo de lo que no te puedes vengar. El destino siempre gana, siempre, siempre, siempre de los siempres.
El cuervo siguió repitiendo lo mismo durante largo rato, hasta que me impacienté.
- ¿Y qué pasó después? – pregunté, molesto por la actitud del ave.
- Pues que el niño lo sacrificó todo por poder. Su propia alma incluso. Encontró una gran fuerza que lo llevó a hacer cosas malas, muy malas, con gran facilidad. Pero acabó dándose cuenta de que se había convertido en un monstruo. Cuando pudo reencontrarse con los suyos éstos no lo aceptaron – el cuervo mantuvo entonces el silencio, una pausa dramática tal vez -. Se sintió tan apenado que el poder que había conseguido se volvió contra él, destruyéndolo por dentro.
Abrí los ojos finalmente.
- ¿Y luego?
- Luego se llenó de odio, y mató a los suyos para finalmente quitarse la vida a sí mismo. Pero descubrió que no era tan fácil quitarse la vida después de convertirse en un monstruo. Y vivió solo, durante muchos años, esperando el fin de su agonía. Pero nunca llegó, porque sin darse cuenta se había vuelto inmortal.
Fruncí el ceño.
- ¿Y qué tiene que ver el niño con el cuervo?
El cuervo rió, pero no era una risa de diversión, ni de nada por lo que alguien podría reírse. Reía porque sí.
- El cuervo fue el que le dio el poder al niño, a cambio de su corazón.
- Comprendo… - dije mientras me levantaba.
- ¿Te quedas? ¿Te vas? ¿Vuelves? ¿Volverás? ¿Cuándo? ¿Cómo? – el cuervo me bombardeó con muchas preguntas que, obviamente, no contesté.
Me alejé sin decirle nada más.
- ¡Espera! ¡Te dejas la llave! – voló hacia mí y dejó caer en mis manos una llave plateada.
- ¡La necesitarás para salir! ¡Ya me la devolverás cuando mueras de nuevo! ¡Pronto! ¡Tarde! ¡Quizá!
Ese cuervo sabía que volvería, algún día. Y entonces tendría que cumplir con el trato. Apreté con fuerza la llave contra mi pecho. Seguí caminando un buen trecho hasta que la hierba dejó de crecer bajo mis pies. Entonces, a lo lejos, vi la salida. Brillaba con una luz que me embriagaba, devolviéndome cada vez más las ganas de vivir. Como si hubiese recordado cómo se sentía al estar vivo, el calor, el frío, los sentimientos. Sabía que todo sería más fácil si me quedaba aquí, pero algo me empujaba hacia el portal.
Gracias a la protección de la llave del cuervo conseguí cruzarlo. Y entonces todo se volvió blanco, demasiado luminoso para mis ojos. Los cerré instintivamente, y cuando los abrí ya estaba vivo otra vez.
Seol se encontraba frente a mí, usando su poderosa magia conmigo. Él me había llevado de vuelta, ¿pero qué tenía que ver con el cuervo y su historia? Me levanté lentamente, y sentí en mi interior fuerza renovada. Una oscura aura me rodeó, y de mi espalda brotaron fantasmales alas negras.
- Así se siente el poder… - musité mientras sacaba de su funda a La Guardiana. Nunca antes me había salido la técnica, pero ahora me sentía con fuerza para hacer todo lo que me propusiera. Y mi misión ahora era matar a esos cuatro.
No pude evitar imaginar que eran Gòdia, Daguerreo y Dakota. El odio me llenó, recordando todo el daño que me hicieron. Y sentí que, por primera vez, luchaba cegado por la ira. Como esos esclavos. Como si fuera alguien nuevo.
Turno 70 (Virgo) + 67 = 137
Última edición por Herrian el Mar Sep 21, 2010 5:08 pm, editado 1 vez
Esclavo espada = 154 Esclavo puñal = 153 Dies Irae = 137 Esclavo mangual = 105 Esclavo maza = 65
El sombrío milagro, que trajo a Irae de entre los muertos, desmoralizó a los cuatro esclavos. Pero no tardaron mucho en recobrar el sentido, pues al parecer ya estaban acostumbrados a sucesos extraños de ese tipo. Y a pesar del aura maligna que desprendía Irae, atacarón, sin pensarselo si quiera ¿tan importante era esa batalla para ellos? ¿Habia algo más que sus vidas en juego?
El primero, como siempre, era el esclavo que empuñaba una espada corta. Se lanzó furioso contra el renovado Irae. Pero esta vez no optó por un ataque total, está vez avanzó con precaución, nadie sabía en qué se habia convertido aquella persona.
Tirada de HA del esclavo de la espada corta. 70+86= 156
Última edición por Taku el Mar Sep 21, 2010 5:24 pm, editado 1 vez
Irae evita el golpe con un rápido gesto pero con cierta dificultad. La impetuosidad de su oponente merma sus reflejos. El siguiente atacante se aproxima, con el cuchillo preparado.
Tirada de ataque del esclavo del puñal. 70+69= 139
Última edición por Taku el Mar Sep 21, 2010 5:53 pm, editado 1 vez
Piedes 18 puntos de Vida. Pierdes tus acciones activas.
El esclavo vuelve a demostrar su destreza, cortandote con el cuchillo. Y sin dejarte respirar, carga sobre ti el siguiente enemigo, que porta un pesado mangual. Aprovechando que estás sometidos a continuos golpes, y que no puedes prácticamente evitar su siguiente acometida, se lanza contra tu cabeza, con la intención de asestarte un crítico mortal.
Tirada de HA 70+ Ataque apuntado a la cabeza -60 = 45
Última edición por Taku el Mar Sep 21, 2010 6:07 pm, editado 2 veces
El ataque no produce efectos. No hay contra al no quedarte acciones activas.
El último de ellos, el fortachón que carga con una maza, te ataca. Al ver que los ataques de sus compañeros no han sido del todo efectivos, en comparación a la última vez, hace un esfuerzo por aplastarte.
Tirada de ataque 65+ Gasta un punto de Cansancio +15