Mensajes : 1954 Fecha de inscripción : 29/08/2010 Edad : 36 Localización : Barcelona...¿?
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Tema: Alma, el legado de la luna Lun Mayo 23, 2011 11:47 am
HIJA DE LA LUNA
Existen incontables leyendas, cuentos e historias acerca de la luna. Sobre su origen o los poderes que puede conceder, su espíritu y su belleza, pero todas ellas están lejos de ser ciertas, todas o casi todas. La historia que os voy a contar ahora es quizás una de las pocas que podrían considerarse ciertas, juzgad vosotros mismos. Todo empezó una noche de eclipse lunar...
Era una fría noche de invierno, noche de eclipse lunar. La sombra de Eberron había oscurecido la luna hasta que desapareció por completo, la oscuridad era total y las estrellas brillaban en el firmamento.
Muy apartado en un bosque en una localización desconocida había una joven perdida. El bosque era frondoso y tenía un aspecto tétrico, apenas podían verse los árboles desde debajo de sus hojas perennes. La mujer vagaba asustada, ¿de qué o de quien? nadie lo sabe. Avanzaba a trompicones por el tortuoso camino del bosque donde las raíces asomaban salvajemente de la tierra como si aquellos árboles intentaran hacer la zancadilla a aquellos que pasaran por ahí. Allí por donde pasaba se despertaban todo tipo de alimañas alarmadas por el ruido; ratones, ruiseñores, ardillas y otros tipos de animales menos comunes. De vez en cuando se cruzaba con algún búho que la observaba con curiosidad con sus enormes ojos brillantes y de color dorado.
Los búhos pueden atravesar la oscuridad con sus enormes ojos y ver a través de ella, y lo que vio ese búho era bello, pero también triste, terrorífico y aunque paradójico también era alegre, no la imagen en sí pero si lo que estaba a punto de ocurrir.
La joven era de estatura media, su larga cabellera descendía hasta llegar al nivel de sus rodillas, caía lacio y de un color plateado brillante. Mientras andaba su cabellera ondeaba como si fuera humo, un humo místico, etéreo y bello. Vestía un vestido de seda blanco que arrastraba por el suelo con sus pies descalzos, su piel blanca parecía de porcelana y desprendía un perfume fragante y embriagador. Su rostro era quizás el más bello que había existido jamás, sus facciones eran delicadas y sencillas, sus labios, su nariz, sus cejas y sus ojos, todos tenían la forma adecuada, el color del iris de sus ojos era de un color violáceo como el de una orquídea. Su manera de caminar era torpe, aunque quizás fuera por la oscuridad, su rostro reflejaba cierto temor y en su vientre llevaba a un bebé.
La mujer anduvo por el bosque, sus pies descalzos se hundían en la fría nieve que le llegaba hasta los tobillos, pero no parecía molestarle el frío. Su respiración era agitada e irregular y se iba debilitando poco a poco. Tropezó con una raíz y cayó de bruces al suelo, por unos segundos se quedó allí sin moverse apenas, levanto su cara hundida en la nieve, estaba roja por el frío y un hilillo de sangre brotaba de su bella nariz, se arrastró un par de metros y se levantó con dificultades. La mujer levantó su rostro al cielo, entre las hojas de los árboles podían verse las estrellas, pero no había rastro de la luna, hizo ademán de continuar su marcha hacia su destino desconocido, pero en ese momento un dolor cruzó su cuerpo, la mujer puso sus manos en el vientre, acababa de romper aguas. Avanzó jadeante por la espesura sin rumbo fijo. A apenas diez metros se levantaba un muro de piedra, la mujer se apoyó en la pared y observó la entrada de una gruta, una cueva que entraba en el interior de la pared. Se había levantado un frío ártico así que la joven entró en la cueva para refugiarse, estaba de parto y aquél parecía el lugar mas resguardado para guarecerse.
Si el exterior estaba oscuro, el interior de la cueva parecía hecha de pura oscuridad. La mujer se apoyó dolorida en el suelo. Un rugido retumbó en la cueva y unos brillantes ojos azules se encendieron en medio de aquella oscuridad, las pupilas estaban completamente ensanchadas por lo que el brillo del iris parecía más bien un aro luminoso, eran unos ojos felinos. La mujer los observó y sonrió gentilmente y entonces gritó de dolor, las contracciones eran cada vez más frecuentes y dolorosas. El felino rugió también con fiereza. La respiración de la mujer se debilitaba, el vaho que salía de su boca era cada vez menor, cerró los ojos pero no los volvió a abrir, tampoco salió más vaho de su boca.
En el cielo la luna empezó a asomar con una luz rojo sangre iluminando el bosque de manera que adquirió un tono siniestro. En ese momento la luna llena brillaba clamando sangre. La luz roja entraba por la entrada de la cueva bañando en sangre su interior. La mujer continuaba en el suelo, inerte.
La luz iluminaba al enorme felino que había allí dentro, una criatura mística propia de las leyendas que se creía extinta. Se trataba de una pantera ártica, tenía el pelaje de un color azul marino casi negro, por todo su cuerpo tenía manchas más claras de un color azul que tenían un aspecto casi brillante que formaban formas parecidas a runas o tatuajes, su larga cola terminaba con el pelo de un color azul cielo brillante que podía parecer que tuviera la cola envuelta en llamas azules. Las leyendas cuentan que eran los mayores depredadores de las zonas árticas, los Vigilantes del Hielo los llamaban. Según se dice, estas nobles criaturas se movían con tal sigilo que podían acechar a cualquier animal sin que este pudiera siquiera percatarse de su presencia, su sangre era fría como el hielo y su aliento podía congelar el mismo magma, además se dice también que podían hacer surgir a voluntad unas enormes alas que surgían de sus omoplatos, también de un color azul oscuro. Cada pluma tenía un símbolo que brillaba con intensidad.
La bestia al parecer también estaba de parto, quizás fuera el simple azar el que había orquestado aquel encuentro, o quizás fue el destino. La luz sangrienta fue atenuándose hasta que volvió a desaparecer, la luna volvía a esconderse bajo la sombra de Eberron, y así desapareció del cielo. Entonces la bella mujer abrió de nuevo los ojos como volviendo de entre los muertos mostrando el bello color violáceo de su iris, parecía que le envolvía una aura brillante y clara. La pantera ártica con esfuerzo se acercó a la mujer y la rodeó, aunque su sangre fuera fría su pelaje emitía un reconfortante calor que calentó la fría piel de la mujer. Entonces las dos criaturas con unos últimos esfuerzos parieron a sendos cachorros. La luna volvió a aparecer en el cielo y la mujer cerró los ojos y de su boca salió un último aliento que se dispersó en el aire. Su cuerpo se fue apagando poco a poco hasta que se desvaneció por completo.
El felino observó su cachorro, una pequeña bola de pelo azul claro con varias manchas oscuras, tenía los ojos cerrados, luego miró al cachorro de la joven que estaba llorando, una niña. La niña bebé tenía una marca de nacimiento en la clavícula derecha con forma de luna. La bestia lamió primero a su cachorro y después hizo lo mismo con el bebé humano, lo hizo con gentileza y amor. La luna brillaba con su luz de plata habitual, su brillo era intenso y un aire místico le acompañaba, quizás más que otras veces. El felino protegió a los dos cachorros del frío y los tres se durmieron bañados por la luz de plata.
Última edición por Derein el Lun Jun 06, 2011 7:02 pm, editado 2 veces
Derein Miembro Legendario
Mensajes : 1954 Fecha de inscripción : 29/08/2010 Edad : 36 Localización : Barcelona...¿?
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Tema: Re: Alma, el legado de la luna Lun Mayo 23, 2011 11:50 am
hum... las imagenes no quedan demasiado chulas puestas así... >.<
Carpazzo Miembro Legendario
Mensajes : 2693 Fecha de inscripción : 20/07/2010 Edad : 29 Localización : Sevilla (Santiponce)
Tema: Re: Alma, el legado de la luna Lun Mayo 23, 2011 1:22 pm
No te preocupes, quiza un poco mas grandes estarian mejor, pero estan bien.
Por otro lado ya te lo dije por msn, pero genial la historia, mira que me he aficionado a Hijo de la Luna de Mecano desde que me lo pasaste... xD
Furion Admin
Mensajes : 5294 Fecha de inscripción : 12/06/2010 Edad : 27 Localización : Vivo en mi localizacion.
Tema: Re: Alma, el legado de la luna Mar Mayo 24, 2011 2:22 am
Que decirte que no te he dicho ya... Mola mil la historia.
Derein Miembro Legendario
Mensajes : 1954 Fecha de inscripción : 29/08/2010 Edad : 36 Localización : Barcelona...¿?
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Tema: Re: Alma, el legado de la luna Dom Mayo 29, 2011 9:00 pm
Y TU NOMBRE SERÁ...
El nombre es poder, sin él cualquier ser vivo carece de ello. Todo tiene un nombre, no uno cualquiera, sino uno verdadero. Todo cuanto existe, ha existido o existirá posee un nombre verdadero, aquello que le otorga el verdadero poder. Aquél bebé también poseía uno, y su nombre era...
La primavera estaba ya al caer y se notaba en el aire. La temperatura se estaba templando y los prados empezarían a florecer pronto. Algo pasó en mitad del cielo nocturno, una sombra que voló rauda hasta descender y posarse en la hierba fresca y húmeda que desprendía un olor refrescante y purificador.
La sombra andó y en su camino se topó con un cervatillo que probablemente se había extraviado del cuidado de su madre. El joven cervatillo que aún no había experimentado el miedo se quedó paralizado, la sombra lo miró con sus penetrantes ojos azules que brillaban en la oscuridad de la noche, después de unos pocos segundos de intercambio de miradas que al pobre cervatillo le parecieron unos instantes eternos la sombra continuó su camino sin prestarle más atención. El cervatillo no se movió hasta que no estubo fuera de su alcance de visión y luego continuó la búsqueda de su madre perdida.
La figura empezó a descender por un camino estrecho rodeado de altos árboles esbeltos. Caminaba con sumo cuidado pues con ella llevaba un pequeño bebé que apenas tenía más de un año de vida, no era suyo pero lo había amamantado como si lo fuera y lo quería tanto como al suyo propio pero era consciente de que su lugar no estaba con ella, pertenecían a mundos diferentes pero quizás el destino los volvería a unir otra vez. Una cosa curiosa del destino es que siempre obra de maneras confusas pero que todos los hilos estaban entrelazados por lo que aquella idea no era para nada descabellada.
Al final del descenso había un pequeño claro rodeado de paredes de piedras que se alzaban como montañas y en el centro al lado de un precioso manantial se erigía el templo de sanación de Antoin DeMolay conocido más por su anterior vida como alguacil centinela de la casa Deneith, por aquél entonces era conocido como "El arrollador" y fue uno de los más grandes espadas que sirvió jamás a la casa, aún así y en contra de los deseos de sus compañeros se retiró para edificar el templo de sanación en esta ubicación retirada y resguardada para ofrecer sus servicios a todos aquellos que lo necesitasen de manera gratuïta, porque "El arrollador" siempre había tenido un gran corazón y era gentil como el que más, y aunque sus años de juventud habían pasado hacía ya eones su ímpetu no había desaparecido ni un ápice. Con el paso del tiempo la vejez había llamado a su puerta y acompañado de ella una gran sabiduría.
La madre llegó a la puerta del jardin, había seguido un camino de piedras de río hasta la puerta que estaba iluminada por una farola que emitía una cálida luz amarillenta. Dejó al bebé en el suelo, aquello provocaba un terrible pesar en su corazón y era quizás lo más difícil que había hecho jamás, y aunque de sus ojos no cayó ni una lágrima en su interior se le quebró una parte del alma. Aquello hizo pensar a la madre, sus ojos brillaron con intensidad y puso un pergamino entre las mantas del bebé, observó la marca de nacimiento otra vez y recordó aquél día una vez más.
Tiró de la pequeña campana de bronce que había al lado de la puerta. Se giró y alzó el vuelo de nuevo transformandose en una sombra en el cielo nocturno, pronto amanecería. El bebé empezó a llorar, aunque aún fuera demasiado joven comprendió lo que estaba ocurriendo, la separaban de su familia. En otro lugar en ese mismo instante un cachorro gimió con pesar, aunque estaba demasiado lejos para escuchar los llantos de su hermana... los escuchó y rugió al cielo, y aunque el bebé estaba demasiado lejos para escuchar aquél rugido lleno de tristeza... lo escuchó, y aunque la madre estaba demasiado lejos para escuchar a ninguno de los dos... los escuchó y lanzó un potente rugido que se extendió por todo el valle y las montañas y sus cachorros la escucharon... y aquello les tranquilizó.
La puerta de cedro del templo se abrió y un hombre con hábitos de monje apareció al otro lado. Aún estaba dormido y se frotaba los ojos. Observó el jardín de la entrada pero no vió nada, le había parecido escuchar el rugido de algún animal y por un momento pensó que quizás hubiese sido un animal salvaje el que por accidente tocó la pequeña campana de bronce pero entonces un pequeño gemido le llegó desde abajo, el monje no estaba preparado para lo que iba a ver y soltó un pequeño grito de exclamación al ver al bebé envuelto en mantas que había en el suelo de la entrada. Había escuchado historias de gente que dejaba a sus recién nacidos en casas ajenas, normalmente templos y orfanatos. Personas pobres que no podían mantener a sus vástagos y los dejaban para que los acogiesen aquellos que sí podrían encargarse de ellos, y no solo eran gentes pobres, también burgueses y nobles que habían tenido hijos ilegítimos, o incluso personas cuyos hijos habían nacido con algunas deformidades o deficiencias y los padres que no eran capaces de afrontar la situación pero tampoco lo suficiente crueles para sacrificar al niño los dejaban con la esperanza que lo acogieran en otro hogar, pero este no era el caso, el bebé parecía sano y precioso.
Se fijó en la curiosa marca de nacimiento que tenía en la clavícula izquierda, era sin duda intrigante, habría que enseñar el niño al maestro, pensó. Cogió el bebé con intención de llevárselo a su maestro pero aquello no fue necesario, en el momento que se giró y fue a coger la linterna de velas Antoin DeMolay apareció por el pasillo con su pijama de seda. Al verlo, el monje pensó que era viejo de verdad, con el pijama puesto y sin su hábito se veía su cuerpo huesudo y arrugado, su larga barba canosa y su andar renqueante. El maestro DeMolay abrió sus ojos negros.
-¿Que es lo que pasa Palin? -dijo Antoin con la voz aún ronca.- Me ha parecido oír a alguien llamando a la puerta.
El monje Palin miró a su maestro, por un momento no supo que contestarle y tuvo que buscar las palabras adecuadas.
-Sí, maestro. -empezó.- Alguien ha dejado a este recién nacido en la entrada. -El maestro miró al bebé.
-Vaya, que tenemos aquí. -se aclaró la garganta.- Éste bebé ya tiene un poco más de un año, y es una niñita preciosa. -Palin lo miró extrañado. -¿Pero como sabe usted que es una niña maestro?
-Pero que tonterías dices, se ve a la legua que una criatura tan bella y delicada solo puede ser niña. -se acercó más.
Cogió a la niña en brazos y la observó con más detenimiento. Entonces vió la marca de la clavícula y la tocó con el dedo, tenía forma de luna. Se quedó pensativo.
-¿Sabe que marca es maestro? No la he reconocido aunque no se parece a las m...
-No lo sé Palin, no había visto una marca así en mi vida, quizás sea de nacimiento, parece una luna...
Antoin DeMolay vió que de entre los harapos asomaba un pergamino, con la mano libre lo cogió y lo abrió, Palin se acercó para ver lo que había allí escrito, la tinta aún estaba fresca. El monje se quedó embobado con una cara de estupefacción, el maestro sonrió y miró a la niña, solo había una sola palabra escrita.
-Vaya, parece que has encontrado una nueva familia. -se le veía feliz.- Y tu nombre será...
..Alma
Skipper Miembro
Mensajes : 44 Fecha de inscripción : 19/10/2010 Edad : 33 Localización : Polo Sur
Tema: Re: Alma, el legado de la luna Lun Mayo 30, 2011 12:50 am
Bonito bonito bonito *-*
Derein Miembro Legendario
Mensajes : 1954 Fecha de inscripción : 29/08/2010 Edad : 36 Localización : Barcelona...¿?
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Tema: Re: Alma, el legado de la luna Lun Jun 06, 2011 7:02 pm
CORAZÓN DE PLATA
Miró arriba hacia la luna, le era tan familiar, tan natural y reconfortante... Una lágrima recorrió su mejilla, unas palabras le vinieron a la mente, "corazón de plata"...
Alma se sentó en el tejado del pequeño torreón bajo el cielo estrellado, bañandose en la luz plateada de la luna. Desde que tenía uso de razón se había sentido atraída por la luna y habitualmente se subía a sitios altos para observarla durante horas, lo que solía traerle problemas ya que su padre la perseguía y castigaba, pero no importaba cómo, siempre se las ingeniaba para salir todas las noches a mirar la luna. Cuando llegaba la noche podía sentir la influencia de la luna y se sentía capaz de hacer cualquier cosa.
Era una noche despejada, la luna llena brillaba en el cielo nocturno. Alma sonreía mientras la observaba, dejaba que la luz fría de la luna la llenara con su poder. Con sus dedos rozó su suave piel allí donde tenía la marca de nacimiento, estaba fría. Había preguntado muchas veces a su padre por su marca de nacimiento con forma de luna. Una simple marca decía él, pero ella sabía que no era así. Podía sentir su vínculo con la luna, era algo místico que no podía describirse con palabras.
Allí en el templo donde vivía no había otros niños y jamás había conocido a su madre, su padre no había sabido nunca que contarle, hasta que un día dada la fuerte insistencia de la niña le contó la verdad. Le contó que él no era su padre de verdad y que la dejaron en el templo cuando apenas era un bebé.
Aquello impactó a la niña y se enfadó durante un tiempo pero pronto lo aceptó y entendió. En el fondo era como si siempre lo hubiera sabido, que el maestro Antoin DeMolay no era su padre de verdad y que su familia estaba en otra parte, no obstante Antoin era para ella como un padre y los monjes del tmeplo se habían convertido en su otra familia. Alma nunca se había sentido sola, aunque fuera la única niña allí o no tuviera madre porque cuando llegaba la noche se sentía segura y le bastaba con solo mirar la luna para sentirse feliz.
Se secó los ojos húmedos, no sabía porque lloraba, hoy era su aniversario, bueno no era exactamente el dia de su nacimiento sinó el dia en que la dejaron allí. Acababa de cumplir los siete y desde que tenía memoria había llorado todas las noches de su aniversario. Algo la hacía sentirse triste e incompleta. Cerró los ojos y se quedó inmóvil intentando percibir algo en el aire. Las hojas de los árboles se mecían al ritmo de la suave brisa invernal, pero nada más, sólo el silencio de la noche, o eso creía pero entonces le pareció escuchar algo. Un leve rugido, ¿se lo había imaginado, o era real? Le resultaba familiar, aqquél sonido la reconfortó y sintió su calidez en el pecho.
Se levantó exaltada y buscó a su alrededor, quería encontrarlo, necesitaba saber de dónde venía. Nada.
Empezó a descender del torreón agarrandose en las piedras, le resultaba fácil, cuando era de noche se sentía capaz de hacer cualquier cosa, en cambio, durante el día aquello le hubiera costado muchísimo más. Saltó el último metro y medio hasta el suelo, cayó sobre la hierba húmeda que desprendía un agradable aroma. Caminó por el jardín trasero donde había un manantial, estaba lleno de hojas y flores y el agua reflejaba las estrellas y brillaba como la plata. Se acercó y se agachó a la orilla más próxima, tocó con su dedo índice el agua helada. El toque hizo que se formaran unos anillos que se iban expandiendo hasta desaparecer, entonces una carpa saltó con la boca abierta hacia su dedo, Alma se asustó y al levantarse tropezó y cayó en el agua.
Se hundió en el agua oscura y helada, podía sentir como el frío se le clavaba como agujas a través de la piel hasta los músculos, era pequeña y no sabía nadar. Mientras se hundía vió a la carpa que había provocado ese accidente, acompañándola hasta el fondo del manantial, burlona. Entonces sintió como una corriente la arrastraba hacia abajo con mucha más fuerza, necesitaba oxígeno, la vista se le empezaba a nublar. Abrió la boca expulsando el aire que había contenido en sus pulmones e intentó en vano coger aire, lo que resultó en que se tragó el agua helada que descendió como una daga afilada por su laringe y se introdució en sus pulmones, se convulsionó intentando expulsar el agua e intentar coger aire de nuevo pero no podía. Podía sentir la falta de oxígeno, la cabeza le parecía mas hinchada y sus ojos estaban a punto de explotar pero pronto esas sensaciones empezaron a desaparecer una a una.
La vida se le escapaba de las manos y no podía hacer nada, ya no veía la superfície.
Al cerrar los ojos vió la luna y como esta le prestaba todo su poder. Abrió los ojos y vió una luz plateada, procedía de su marca, pronto el frío dejo de importar, y el oxígeno volvió a sus pulmones, antes de que pudiera darse cuenta estaba en la superfície flotando encima del manantial dentro de una burbuja de agua que aterrizó de nuevo en el césped. Entonces tosió, el frío volvió a cortar su piel, cogió grandes bocanadas de aire, aún no sabía muy bien que era lo que acababa de ocurrir. Pasaron unos minutos antes de volver del todo en sí, la marca de nacimiento ya no brillaba.
No sabía que era lo que acababa de ocurrir, hacía unos segundos estaba a punto de morir y ahora por arte de magia se encontraba fuera del agua sana y salva, aunque mojada hasta los huesos y muerta de frío. Se levantó con esfuerzo, estaba tiritando, Alma deseó tener una manta y una hoguera donde secarse y entonces por arte de magia dejó de sentir frío. Sentía como la marca se enfríaba, era agradable. Empezó a andar hacia la entrada del templo, ya había tenido suficientes aventuras por una noche.
Cuando llegó a la altura de la puerta notó una presencia cerca suyo observándola, se giró a toda prisa. En el fondo del camino bajo la oscuridad de los árboles brillaban dos ojos azules, el corazón se le paró, aquella mirada le era tan familiar, tan reconfortante. Corrió hacia ella.
-Alma ¿que haces ahí fuera?
Se giró para ver a su padre Antoin con el pijama puesto, le daba un aire bastante cómico aquél pijama. Cuando volvió a girarse los ojos brillantes habían desaparecido. Se quedó embobada, decepcionada mirando en la oscuridad, esperando que algo apareciese.
-Vamos es hora de ir a la cama. -le dijo su padre.
-Ahora voy... -fue imposible esconder su desgana en el tono de voz.
Entonces algo se movió entre los árboles y una sombra salió volando hacia el cielo nocturno. Otra lágrima descendió por su rostro pero ahora se le dibujaba una sonrisa, era feliz, aunque no era capaz de entender porque. Cuando llegó allí donde estaba su padre esta la miró extrañado.
-¿Se puede saber donde has estado? -preguntó.- Estas toda empapada, vamos dentro, cogerás una neumonía aquí fuera.
Antoin abrió la puerta y entró, se esperó dentro aguantando la puerta mientras Alma empezaba a andar hacia la puerta, cuando llegó al umbral se detuvo. Se giró y miró al cielo una vez más. La luna bañó una vez mas su rostro con su luz, su corazón se aceleró y sintió su fuerza.Corazón de plata.
Carpazzo Miembro Legendario
Mensajes : 2693 Fecha de inscripción : 20/07/2010 Edad : 29 Localización : Sevilla (Santiponce)
Tema: Re: Alma, el legado de la luna Lun Jun 06, 2011 7:50 pm
Pero leedlo malandrines, ya se que es largo, pero merece MUCHO la pena
Furion Admin
Mensajes : 5294 Fecha de inscripción : 12/06/2010 Edad : 27 Localización : Vivo en mi localizacion.
Tema: Re: Alma, el legado de la luna Mar Jun 07, 2011 12:19 am
Es la ostia. Yo los leo por feisbuk xD
Derein Miembro Legendario
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Tema: Re: Alma, el legado de la luna Mar Jun 07, 2011 1:00 am
carpa los lee en primicia por mail. >.< ya casi estoy acabando el capitulo 8 que se me esta resistiendo.
Índice de capítulos:
Spoiler:
Alma, el legado de la luna
Capítulo 1: Hija de la Luna Capítulo 2: Y tu nombre será... Capítulo 3: Corazón de plata Capítulo 4: La primera sangre de su legado Capítulo 5: La cosecha Capítulo 6: Nuevo Rumbo Capítulo 7: La canción del éter Capítulo 8: Fin del camino Capítulo 9: Reencuentro Capítulo 10: Epitafio
Derein Miembro Legendario
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Tema: Re: Alma, el legado de la luna Lun Jun 13, 2011 11:56 pm
LA PRIMERA SANGRE DE SU LEGADO
Desde el principio nos preguntamos y quisimos saber. Los orígenes de la vida, de nuestro ser, una pregunta que no escapa a cualquiera que tenga consciencia. Estaba en el tejado como tantas veces antes mirando a la luna, y fue entonces cuando lo supo, era única. Miró al cielo nocturno. La primera sangre de su legado...
Había amanecido ya hacía rato, Palin había subido a despertar a la muchacha pero esta se quedó en la cama haciéndose de rogar. Los rayos de sol entraban por la ventana iluminando su rostro con luz dorada. Era primavera pero un día de estos que por el calor parecía que estuvieran en pleno verano.
Las sabanas se le habían pegado a la piel con su sudor, debían de ser las nueve, Alma se levantó y se rascó los ojos a la vez que bostezaba y se lamentaba al recordar que hoy le tocaba limpiar los baños.
De todas las tareas que le mandaban, aquella era la peor de todas. Por suerte en las últimas dos semanas no habían tenido muchos huéspedes, ahora mismo no habría más de cuatro hospedados y con un poco de suerte los baños no estarían muy sucios y podría terminar pronto. Quizás podría ir a la villa a comprar y de paso husmear un poco, iría a visitar a Terrance. Era el hijo del herrero de la villa, tenía mas o menos la misma edad que Alma, un par de años más. Él ya tenía catorce recién hechos, el martes pasado fue su cumpleaños, pensó que quizás podría comprar algo para regalarle.
Se quitó el camisón que usaba para dormir dejando que su piel desnuda se refrescara con la brisa primaveral, se miró el cuerpo, últimamente su cuerpo sufría muchos cambios, sus pechos estaban cada vez más grandes, le había salido vello en las partes íntimas de su cuerpo y hacía tres meses había sangrado por primera vez. De su armario cogió una camisa y una falda grises viejas, se puso un delantal por encima y un pañuelo en la cabeza. Su uniforme de limpieza, la ropa estaba un poco harapienta y empezaba a quedarle pequeña.
Alma bajó a la cocina dónde estaba Palin haciendo sus tareas que al ver llegar a Alma dijo algo con sorna pero ella lo ignoró por completo. Empezó a calentar agua y mientras cortó dos rebanadas de pan negro con especias y en ellas untó una mermelada de cerezas y lilas, una receta de su padre Antoin que era una auténtica delicia y su aroma era refrescante. Cuando el agua estubo caliente cogió el tarro de miel. La miel la recogían los monjes del templo en unos paneles de abejas que tenían en el jardín trasero. Mezcló la miel con el agua y se tomó su desayuno con ganas, prácticamente lo devoró como un animal salvaje.
Una vez terminado el desayuno Alma se fue hacia el armario donde guardaban todos los artículos de limpieza, en ese momento Alma pensó que sería genial poder usar sus "habilidades" para limpiar los baños. Desde hacía unos años había descubierto que podía hacer magia, no obstante parecía estar vinculada a las fases lunares o algo porque cuando la hacía de noche podía usarla sin problemas, pero, si intentaba hacerlo durante el día su marca de nacimiento empezaba a arder y unos pequeños filamentos salían de ella como venas negras que se extendían por su cuerpo provocándole un terrible dolor que la dejaba exhausta. Además de regalarle unas bonitas magulladuras. A veces podía pasarse incluso días para acabar de recuperarse de las heridas.
Ya estaba a punto de abrir el armario cuando sonó la campanilla de bronce de la entrada, se quedó paralizada como si acabara de recordar algo aunque no podía recodar que era.
-Quien será... -escuchó que decía Palin.
-Déjalo, ya voy yo. -le gritó Alma.
Alma agradeció a quien fuera que estuviera al otro lado para ayudarla a retrasar sus tareas por lo que se tomó el recorrido con calma, quizás demasiado. Al fin llegó al final del pasillo delante de la puerta de madera, giró el pomo y la abrió.
Detrás de la puerta, en el umbral había tres hombres vestidos con armas y armaduras, estaban sucios y parecía que hubieran pasado varias semanas sin bañarse. Uno de los tres estaba apoyado en el suelo apretando un pañuelo negro contra la pierna tenía una herida bastante fea y estaba sangrando, su rostro era pálido y demacrado, debía de haber perdido bastante sangre.
-Buenos días, ¿qué puedo hacer por ayudarles?
-Buenos días, niña. -hablaba el más alto de todos, de pelo negro y ojos azules.- Nuestro compañero sufrió una herida en la pierna mientras luchábamos contra una araña gigante en los bosques. Necesitamos ayuda, no tenemos conocimientos suficientes para curar esta herida. Tenemos dinero.
Alma miró al grupo de guerreros extrañada, no recordaba haber escuchado que en el bosque hubiera arañas gigantes aunque claro no eran muchos los que se adentraban en lo más profundo del bosque así que todo podía ser. Les dijo que pasaran y fue a avisar a Palin que la acompañó con varios monjes hasta la enfermería donde atendió al herido.
Entonces vi que mi padre bajaba por las escaleras apresurado, supongo que alguien ya le había avisado o había intuido que pasaba algo, él siempre intuía cosas.
-¿Ha pasado algo?
-Pues unos viajeros han llamado a la puerta, uno de ellos esta herido. Tenían armas, dicen que les ha atacado una araña gigante pero no sé... No llevaban ninguna insignia ni nada que los distinguiese, les he dejado entrar. ¿He hecho bien?
-Si has hecho bien, vamos a ver quienes son nuestros nuevos invitados. -dijo mientras empezó a andar hacia la enfermería y yo detrás de él
Entramos en la sala, Palin atenía al herido con la ayuda de dos otros monjes, le habían arrancado la ropa del pantalón y se podía ver la fea herida de la pierna, parecía como si le hubieran clavado algo del tamaño de un puño y luego se lo hubieran retorcido, era impresionante que aún conservase la pierna o que no hubiera muerto desangrado.
-Buenos días a todos - saludó Antoin.
-Buenos días, señor - respondieron los tres aventureros.
-Soy Antoin DeMolay, el encargado de dirigir este centro de retiro espiritual. Mi hija me ha informado de que traen con ustedes a un herido, y estamos encantados de poder ayudar. Díganme, ¿qué les ha ocurrido?
Uno de los aventureros, el más alto de pelo negro se levantó y le tendió la mano a Antoin quien se la estrechó efusivamente.
-Me llamo Breyten Acker, señor Antoin. Éste es mi compañero Tak Redeker, y nuestro amigo herido es Ari Zenden. Somos aventureros que estábamos buscando un antiguo túmulo trasgo en la colina que ustedes llaman "Corona de Dragón" cuando fuimos sorprendidos por una araña gigante - Breyten puso cara de asco al hablar de la araña, debía ser muy repugnante- Combatimos con destreza y conseguimos derribarla, pero mientras caía hirió a Ari en la pierna. Es una herida demasiado profunda y no tenemos las substancias necesarias para curarla.
-Ya veo - respondió el padre de Alma pensativo - supongo que podremos curarle, no parece una herida que nuestro amigo Palin no sepa curar. Estáis en buenas manos.
-Os lo agradecemos mucho señor, tenemos dinero con el que podemos pagarle por su ayuda - respondió el otro aventurero, al que el primero había llamado Tak Redeker.
-Agradecemos que queráis contribuir económicamente a cambio de vuestra estancia en el templo, pero me temo que eso no será suficiente - respondió el maestro.
Los aventureros intercambiaron miradas, no esperaban esa respuesta.
-Este templo se rige por unas normas, y todo el que se encuentre bajo su techo debe contribuir en las tareas necesarias. Tenemos fruta por recoger, leña por talar, comida por preparar y habitaciones que limpiar. Espero que ayudar como hacemos todos sea un precio que estéis dispuestos a pagar - Antoin sonrió a nuestros invitados.
El gesto de perplejidad cambió en sus rostros hacia un gesto de alivio. Quizá los aventureros esperaban un precio más alto.
-Estaremos encantados de ayudarles, señor. Haremos todo lo que sea necesario.
Los días fueron pasando y Ari Zenden se estaba recuperando aún de su herida, aunque tenía mucho mejor aspecto y ya empezaba a caminar, se recuperaba muy rápido, la verdad es que las artes curativas de Palin eran inigualables, o eso pensaba Alma. Por su parte, Breyten y Tak ayudaron en todas las tareas del templo, incluso me libré un par de veces de limpiar los baños gracias a ellos en las siguientes tres semanas. Eran gente simpática y amable.
Una noche, sentados en la sala común, los aventureros empezaron a contar anécdotas sobre sus viajes. Las horas pasaron volando mientras escuchábamos historias sobre las cuevas del monumento de Murogrís, o sobre cómo una vez fueron capturados el poblado de Arrancacráneos, en Darguun.
Tak incluso le dejó a Alma un collar que había robado a un trasgo mientras dormía. Sin darnos cuenta se hizo de noche, y cuando el fuego empezó a apagarse Palin decidió que era hora de ir a dormir. Alma y los monjes junto con Palin y Antoin se fueron a sus respectivas habitaciones mientras que los tres aventureros se quedaron en la sala común.
Alma cerró la puerta de su habitación, se acercó a la ventana y la abrió dejando que la luz de plata tocase su piel, entonces se dio cuenta de que aún tenía el collar que Tak le había dejado. Por un momento vaciló sobre si bajar a devolvérselo o salir y trepar al tejado de la torre para disfrutar un poco de la luna. Finalmente decidió bajar a devolverlo. Salió de su habitación y bajo las escaleras intentando hacer el menor ruido posible, no quería que Palin la pillara fuera de la habitación.
Ya estaba a punto de entrar en la habitación del salón cuando empezó a escuchar las voces de los tres aventureros, la curiosidad de la niña hizo que se quedara a escondidas escuchando la conversación que estaban teniendo.
En su interior Alma sintió que aquello estaba mal pero no pudo evitarlo.
-¿Te has fijado bien en la niña? -dijo Breyten, o al menos eso le pareció a Alma
-Sí. -ese era Tak.
-¿Y bien? ¿Crees que mis sospechas son ciertas?
-Puede ser.
-¿Puede ser? Estoy casi seguro, es el heraldo, cada vez tengo menos dudas al respecto.
-¿Y qué quieres hacer?
-Comprobarlo, tenemos que someterla a la prueba.
-¿Y si es el heraldo, qué haremos?
-Nos la llevaremos.
Alma escuchó toda la conversación a escondidas aunque todo le pareció un poco confuso. Estaba un poco asustada, estaba claro que hablaban de ella y habían dicho algo de llevársela con ellos, por otro lado al parecer sabían algo sobre sus orígenes y eso era suficiente para que Alma se decidiera a interrumpir la conversación. Confiaba con que estando bajo el techo de su padre estaba a salvo.
Salió de su escondite como si acabara de llegar, con naturalidad, o al menos eso intentó. Al mismo tiempo que entraba tosió para llamar la atención. Tenía el collar de Tak en sus manos.
-Perdonadme, pero me había olvidado de devolvértelo. -se acercó a la mesa.- ¿Que, contáis más historias? -dijo mientras se sentaba en una silla de la mesa como si nada.- Contadme algo mas, nunca he ido demasiado lejos.
Breyten y Tak se miraron entre ellos y sonrieron, Aria permanecía en silencio mirando a Alma con sus ojos penetrantes.
-Vaya, eres una chica muy curiosa. Eso está bien.
-¿Qué hacemos, Tak, le contamos nuestro siguiente proyecto?
-Venga, de acuerdo.
Alma los miró, parecían emocionados con esa idea. Breyten se aclaró la garganta.
-Vamos a ir a Xen'drik. Al continente perdido de los gigantes.
-Dicen que antaño existió una civilización más avanzada que la nuestra, que construyó edificicios tan altos como montañas y artefactos tan complejos que un humano jamás podría entender.
-¿Y esa civilización ya no existe? -pregunté yo con curiosidad.
-No, ya no queda prácticamente nada de ella, sólo ruinas. Nadie sabe lo que pasó, pero empezaron a dar pasos hacia atrás. Ahora los gigantes ya no viven en sus ciudades, se han separado y viven en tribus en la selva.
-Vaya, ¿y qué queréis hacer allí?
-Buscar esto -Breyten sacó una daga brillante de su bolsillo. Parecía de cristal, pero emitía destellos de luz intermitente. Seguramente estaría imbuida con magia.
-Eso es una daga fabricada con cristal dragontino -explicó Tak.
-Es uno de los materiales más valiosos y poderosos de nuestro mundo. Dicen que Xen'drik está lleno de ellos.
Breyten se levantó de la silla y caminó hacia ella hasta quedarse a apenas dos palmos.
-¿Quieres verla?
-Vale. -Estaba algo nerviosa.
-Cierra los ojos, ya verás. Cierra los ojos y deja la mente en blanco, ya verás como notas su poder.
Alma cerró los ojos e intentó dejar la mente en blanco tal y como le había dicho Breyten. Él dió un pasó hacia ella con cuidado y acercó la daga a su cuerpo. Entonces Alma pudo sentir un calor tibio, seguramente mágico, sobre su hombro. Pensó que Breyten debía de estar acercando la daga a ella.
El corazón de Alma se aceleró, notó como la ansiedad empezaba a recorrer su cuerpo, no ml gustaba aquella situación.
-Emm... se está haciendo tarde, creo que lo mejor sería irme a la cama -dijo a la vez que abría los ojos.
Alzó la vista hacia Breyten y lo vió sonriendo, mirando a Tak. Ari continuaba tan serio como antes.
-No te pongas nerviosa, mujer. No quería asustarte. Toma, cógela -
Breyten le tendió la daga para que la cogiera. Pero Alma continuaba si ntiendo aquella sensación de ansiedad.
Alma empezó a notar un frío gélido allí donde tenía la marca de nacimiento, estaba brillando estaba segura. Intentó levantarse pero en ese momento Breyten la cogió por el brazo y Tak se abalanzó hacia ella.
La niña se asustó y sintió como el frío empezaba a extenderse desde su marca por todo su cuerpo, era frío pero no le afectaba para nada. Sin saber cómo ,una ola de agua golpeó a los dos hombres y los tiró al suelo.
Alma gritó asustada y empezó a correr hacia la puerta, pero ellos era mucho más rápidos y antes de que pudiera darse cuenta ya le estaban pisando los talones.
-No queremos hacerte daño, sólo queremos comprobar una cosa -dijo Tak.
-Seguro -respondió ella. Girándose y encarándose con ellos.
Se abalanzaron sobre ella, cada uno por un lado, y ella aprovechó eso para correr e intentar escabullirse por el medio, aunque no lo consiguió. Breyten la agarró de la muñeca y estubo apunto de caer al suelo de bruces.
En ese momento la puerta de la habitación estalló en mil pedazos, y su padre y los demás monjes entraron en la habitación.
-¡SOLTADLA! - gritó su padre.
-¡No queremos hacerle nada malo! ¡Sólo queremos hacerle una prueba!
-¡Soltadla, no lo repetiré otra vez! -Antoin DeMolay tenía fuego en los ojos.
-¡No!
Alma había visto jamás a su padre tan enfadado, rebosando de ira, a punto de estallar.
-¡MATADLES! - gritó.
Todo ocurrió rápido. Espadas, bastones, gritos, madera al romperse, golpes, y sangre, mucha sangre. Todo se mezcló en la cabeza de Alma. Y de pronto todo había acabado.
La imagen de tensión calmada después de la lucha se le grabó a fuego en los ojos de Alma. Los tres aventureros muertos en el suelo, dos de los monjes heridos, y su padre arrodillado con una espada corta clavada en la clavícula.
Derein Miembro Legendario
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Tema: Re: Alma, el legado de la luna Lun Jun 13, 2011 11:59 pm
este último capítulo tiene algunos errores de texto (más que en los demás) porque estaba escrito en primera persona y luego lo pasé a tercera y han quedado algunos errores, sinceramente no he tenido valor de ponerme a corregirlos todos así que pido perdón de antemano, y si quereis decirme donde hay errores en cualquier capítulo no solo este os lo agradeceré así podre corregirlos ^^
(Si lo sé necesito un editor xD)
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Tema: Re: Alma, el legado de la luna Mar Jun 14, 2011 1:12 am
Derein escribió:
este último capítulo tiene algunos errores de texto (más que en los demás) porque estaba escrito en primera persona y luego lo pasé a tercera y han quedado algunos errores, sinceramente no he tenido valor de ponerme a corregirlos todos así que pido perdón de antemano, y si quereis decirme donde hay errores en cualquier capítulo no solo este os lo agradeceré así podre corregirlos ^^
(Si lo sé necesito un editor xD)
xDDD Es normal con lo que mola Alma xD
Derein Miembro Legendario
Mensajes : 1954 Fecha de inscripción : 29/08/2010 Edad : 36 Localización : Barcelona...¿?
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Tema: Re: Alma, el legado de la luna Jue Jun 16, 2011 7:54 pm
LA COSECHA
El ciclo de la vida, un círculo eterno. Primero llegó la vida y con ella trajo la muerte, ninguna existencia puede eludir ninguna de estas dos verdades, primero siembra la vida y luego viene la muerte y empieza su cosecha...
Sangre. Estaba por todas partes, Alma se había quedado sin habla, podía verlo todo pero a la vez no veía nada, su cerebro se había paralizado, estaba viajando a algún otro lugar más agradable, se escondía. Ni siquiera se movió, el tiempo parecía que se hubiera detenido para ella, o quizás fuera su tiempo el que se había detenido.
La batalla había sido feroz, los tres hombres, Breyten, Tak y Ari estaban en el suelo desangrándose por las heridas producidas de la espada a manos de Antoin DeMolay, quizás fuera viejo pero aún sabía como manejar la espada, antaño fue uno de los grandes espadachines de su época. Dos monjes habían resultado heridos gravemente a manos de Ari y Tak, quienes fueron sentenciados por el maestro, Breyten consiguió herir en un último intento a Antoin quien con una estocada directa al corazón lo mató. Antoin aún no era consciente pero la estocada que le había herido lo había sentenciado para el fin de sus días. Hoy la muerte se acababa de dar un festín.
Antoin cayó al suelo con la espada atravesándole aún el hombro, había perdido bastante sangre pero sobreviviría, o eso pensó. La espada estaba envenenada con un potente veneno que provocaba fuertes dolores en todo el cuerpo durante unos dos días, a veces tres y finalmente llegaba la dulce muerte con su descanso eterno.
Palin fue a socorrerle y ordenó a unos monjes que trajeran paños limpios, agua y tres camillas. Los otros dos monjes heridos también estaban tendidos en el suelo, uno de ellos tenía la pierna izquierda sesgada por el tendón y era incapaz de ponerse en pie mientras que al otro le faltaba poco para que se le salieran las tripas de su sitio.
Por su parte, Alma continuaba catatónica en mitad de aquella vorágine de sangre y violencia, su corazón se había detenido por un instante. A su alrededor había mucha actividad pero por alguna razón parecía que nadie había reparado en ella, necesitaba a alguien que la consolase, que le dijera que todo iba a salir bien, aunque ella supiera que no fuera así, muy en el interior de su corazón lo sabía.
El tiempo volvió en su interior, pudo ver como se llevaban a su padre en una camilla, parecía sufrir un intenso dolor, el agua empezó a subir y pronto sus ojos se cubrieron de lágrimas y de sus mejillas empezaron a caer ríos, pero se sentía incapaz de moverse, incapaz de hablar, alguien o algo se había llevado su voz, su voluntad. Le oprimía el pecho, sentía nauseas y la boca se le había secado.
Aún sin saber como, consiguió levantarse, sus piernas temblaban, toda ella parecía una gelatina en movimiento, no era del todo consciente de su entorno ni de la multitud de cosas que pasaban por su cabeza. Empezó a andar lentamente y salió de la sala común, luego hasta el fondo del pasillo y abrió la puerta. Una brisa fría, helada y cortadora entró por la puerta y golpeó el golpe de la pequeña Alma quien apenas pudo darse cuenta, hoy la noche parecía más oscura. Salió al patio delantero y miró al cielo buscándola pero no estaba allí, ella no estaba allí...
La visión de Antoin era borrosa, le dolían todos los músculos de su cuerpo. Palin le había extraído la espada hacía apenas unos segundos e intentaba contener la hemorragia, por su parte Antoin era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera ese dolor intenso, electrizante y angustioso que le recorría el cuerpo.
Palin olió la herida y acto seguido cogió algo de sangre con una jeringuilla y ordenó a los monjes que pararan la hemorragia. Mientras él cogió un líquido transparente y vertió un poco en una proveta, luego vertió dos gotas de sangre, tapó la probeta y la agitó con energía. El líquido se había vuelto de un color azul oscuro. El rostro de Palin serio hasta ese momento se tornó en una imagen de tristeza y abatimiento. Sus peores sospechas se acababan de confirmar, no era normal que un hombre fuerte como Antoin sufriera tanto por una herida como esa, solo había tres venenos que él conociese que actuasen de aquella manera y ninguno de ellos tenía remedio alguno.
Desinfectó y cosió la herida de su maestro con sumo cuidado y luego aplicó unos vendajes con un remedio de hierbas para ayudar a aliviar el dolor. Preparó una infusión de raíz de Talabro que ayudaría a Antoin a soportar el dolor. Antoin tenía los ojos abiertos, poco a poco fue recuperando la consciencia, miró a Palin, las gotas de sudor caían por cada poro de su piel.
-¿Donde esta Alma? ¿Esta bien? -dijo, su voz sonaba afónica, sin fuerzas apenas.
Fue entonces cuando Palin se recordó de la pequeña. Nadie se había percatado de la niña con todo lo sucedido. Ordenó a un par de monjes que la fueran a buscar.
Alma se dejó caer sobre la hierba húmeda por el rocío de la noche, seguía mirando al cielo buscando algo que no podría encontrar en su inmensidad. Las estrellas brillaban en el firmamento pero no había rastro de la luna. Ella la necesitaba, necesitaba su consuelo, su frío abrazo pero no estaba por ningún sitio. Miró en el camino entre los árboles allí dónde vio hace unos años aquellos ojos azules, gentiles que la miraban con amor, también los buscaba, quería su confort pero solo encontró el negro de la densa espesura del bosque.
Sus lágrimas continuaban cayendo como ríos de sus ojos por sus mejillas y saltando al vacío como cascadas hasta sus manos, su ropa y la hierba.
Dos monjes salieron al patio, cuando vieron a Alma se acercaron a ella, uno de ellos la abrazó pero ella continuaba absorta mirando el cielo. El otro se agachó delante suyo y la miró.
-Vamos Alma, tu padre quiere verte. -sonrió.
No hubo respuesta.
-Vamos pequeña, aquí fuera vas a coger frío. -dijo el otro esperando una respuesta, pero no la hubo.
Los dos monjes se miraron y la agarraron por los brazos, no parecía darse cuenta de su presencia. Entonces la empujaron hacia arriba para levantar a la pequeña, se puso de pie, intentaron dirigirla hacia el templo pero se sacudió violentamente.
-¡No, dejadme, dejadme buscarla! -empezó a gritar entre lágrimas. Su voz había vuelto.
-Vamos Alma tranquilízate pequeña. -intentó agarrarla de nuevo pero ella se soltó, aún por ser una niña era más fuerte de lo que aparentaba.
Alma se lanzó al suelo, los monjes decían cosas pero no era consciente de ello, solo quería mirar en el cielo y buscarla, la necesitaba. La agarraron de la cintura y la intentaron levantar.
-¡No, fuera, dejadme! -gritaba.
Se agarró tan fuerte en el suelo que sus dedos se hundieron en la tierra, los monjes la levantaron, tenía las manos llenas de tierra y hierba, no paraba de agitarse violentamente. Se volvió a liberar, corrió unos metros y volvió a caer al suelo, ahora estaba estirada mirando al cielo, al negro cielo llorando por su ausencia.
-¿¡Donde estas, donde, donde estas cuando te necesito!? -gritaba.- Donde, donde donde donde... donde... -su voz se fue apagando y se volvió a escapar de su garganta.
Ahora solo quedaba su llanto, toda la furia había desaparecido, toda la energía, volvía a estar vacía. Sin saber como Alma se vio en el interior de la habitación de su padre, Palin estaba allí a su lado y tendido en la cama estaba su padre. Aún estaba consternada pero poco a poco volvía en sí.
-Cariño, no llores -dijo Antoin, su voz era débil.- ¿Te acuerdas de aquella vez que encontramos aquél pajarito con el ala rota que se había caído del árbol? -Alma sabía a donde conducía aquella conversación, pero no estaba dispuesta a aceptarlo. Los siguientes minutos transcurrieron con su padre hablando pero apenas pudo ser consciente de ello.
-Vamos pequeña. -lo siguiente que escuchó fue a Palin. -Tenemos que dejar descansar a tu padre, mañana ya podrás hablar con él.
Palin posó su mano sobre el hombro de la niña con gentileza, la ayudó a levantarse y la acompañó hasta su cuarto.
Alma se dejo caer sobre el colchón de su cama, la ventana estaba abierta y se podía ver el cielo, la niña se levantó y cerró la ventana y corrió las cortinas violentamente y se tiró de nuevo sobre la cama. Allí se durmió entre lágrimas.
A la mañana siguiente se levantó cansada, por unos minutos sintió que era un día cualquiera pero luego recordó lo pasado en la noche anterior y un enorme yunque oprimió su pecho. Salió de la habitación, al abrir la puerta se encontró a Palin que le llevaba el desayuno con una sonrisa.
Le explicó que su padre estaba muy débil y debía dejarle descansar más tiempo, le preguntó que fue lo que sucedió y Alma se lo explicó todo, la conversación, lo de la daga. No probó el desayuno, pero Palin dejó la bandeja allí con la esperanza de que la niña tuviera suficiente hambre como para comer algo, y así fue. Se comió la rebanada untada con la mermelada de cerezas pero dejó la leche con miel y la naranja.
Al mediodía fue a ver a su padre en la habitación. El sol entraba y iluminaba toda la estancia. Su padre estaba allí en la cama forzando su mejor sonrisa pero era evidente que sufría un inmenso dolor, ahora parecía mucho más viejo, su piel estaba pálida, tenia el cuerpo entero bañado en sudor y las cuencas de los ojos eran oscuras y sus ojos de color amarillento. Parecía que tuviera veinte años más por lo menos. Tenía algo entre las manos.
-Ven querida, siéntate a aquí a mi lado. -obedecí. -Escúchame atentamente, se que es lo que vas a negarte pero soy tu padre y me obedecerás porque eso es lo que hacen los hijos por sus padres. Pronto yo ya no estaré aquí, habré muerto, no hay nada que lo pueda cambiar. -hizo una pausa, noté como las lágrimas volvían a asomar. -Voy a mandarte con un viejo amigo llamado Gavin Rumhaar, es un miembro de la casa Deneith como yo lo fui hace tiempo, él cuidará de ti, aquí no estas segura. -miró a Palin. -Palin te acompañara, pero luego deberá marcharse, el será el nuevo maestro y dirigirá el templo ¿lo entiendes? -asintió, no era capaz de hablar. -He escrito una carta que deberás entregarla, no dudo que cuidará de ti como si fueras su propia hija. -descubrió el contenido de sus manos, era la daga de cristal dragontino.- Toma esto, debes guardarlo. Esto te recordará que siempre debes de tener cuidado y ser precavida. Cariño, te quiero más que a nada en este mundo y has sido una bendición, tu me has enseñado la auténtica alegría de vivir por eso te doy las gracias... -se calló, su voz era débil y somnolienta.- tu siempre serás mi luna... mi... que... -no terminó la frase.
Antoin DeMolay se sumió en un sueño que no acabaría hasta la mañana del día siguiente cuando la muerte llegó para cosechar su alma.
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Tema: Re: Alma, el legado de la luna Jue Jun 16, 2011 8:10 pm
Aiiiiins como mola Alma >.<
Derein Miembro Legendario
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Tema: Re: Alma, el legado de la luna Jue Jun 30, 2011 2:33 pm
Nuevo Rumbo
Destinatario: Gavin Romhaar
Remitente: Antoin DeMolay Querido Gavin, Puede sonarte típico, e incluso podrás pensar que es una broma, pero no lo es: cuando leas esta carta estaré muerto. Ayer fuimos atacados en el templo, y una espada envenenada me atravesó el hombro derecho. Palin, nuestro experto en sanación, afirma que no duraré más de dos días. Quiero pedirte un último favor. Te lo pido como amigo, como compañero, como camarada, como alguien que luchó codo a codo contigo en la Última Guerra. Cuida de mi hija, Alma. Ella fue el motivo del ataque. Tres aventureros intentaron hacerle daño asegurando que ella era "el Heraldo", o alguna estupidez así. Ya sabes cómo funciona esta maldita tierra, la gente es incapaz de asumir que no hay nada detrás del telón, y buscan explicaciones a todo, poderes ocultos que jamás existieron y profecías que hasta un mono borracho sería capaz de escribir. Es una niña muy especial, alguien la dejó en la puerta de mi templo cuando sólo era un bebé, y la he cuidado desde entonces. La quiero como la hija que nunca pude tener. Y te pido que la protejas y le enseñes a defenderse. Tiene un gran potencial con la magia, aunque ella todavía no lo sepa. He podido ver destellos de magia pura brillando a su alrededor mientras ella juega. Cuida de ella, por favor, hasta que sepa cuidar de sí misma. Voy a morir, pero me voy tranquilo. Sé que no me fallarás. Sé que harás lo que te pido. Y te estoy muy agradecido por ello. Antoin.
El hombre corpulento y de espesa barba dejó la carta sobre la mesa y miró a aquella pareja que tenía delante suyo, uno era un monje que vestía los hábitos, completamente calvo que estaba entrando ya en la mediana edad. A su lado había una muchacha con un aspecto bastante salvaje, no era una dama precisamente, lo que estaba bien pensó el hombre. La niña de doce años llevaba una daga en su cinto, era un arma de gran calidad forjada con cristal dragontino, la empuñadura estaba decorada con conchas marinas y corales que trepaban por su filo de treinta y dos centímetros como si hubiera pasado décadas en el mar.
Gavin Rumhaar era un hombre muy corpulento, aunque no era muy alto, no medía mas de metro setenta y cinco y debía de pesar unos ciento diez kilos de puro músculo, a pesar de su desproporcionada musculatura era mucho más ágil de lo uno se pudiera imaginar. Tenía ya cincuenta y siete años aunque el paso del tiempo lo había tratado muy bien, pelo rizado y marrón con barba espesa y multitud de cicatrices de incontables batallas decoraban su cuerpo. Era un poco hosco de personalidad, había luchado junto con su maestro y amigo Antoin DeMolay en la Última Guerra y ahora era uno de los mejores instructores de la casa Deneith.
-Vaya, esto si que son malas noticias... -dijo con expresión funebre.- Haría cualquier cosa por mi viejo amigo, puede estar seguro que cuidaré de la niña y haré de ella la mejor luchadora que la casa Deneith ha visto jamás. -miró a la pequeña Alma y sonrió.
-Sólo deseo que la proteja , sinceramente no me hace mucha gracia dejarla en un sitio como este, no es el ambiente adecuado para una chica pero era la voluntad de mi maestro Antoin y la pienso respetar. -dijo Palin muy seriamente.- Espero sinceramente que cuide de ella, si me entero que la pequeña Alma ha sufrido cualquier daño le buscaré y... -Gavin estalló en una gran carcajada, Palin lo miró perplejo y ofendido.
-No se preocupe monje, desde ahora en adelante esta niña es hija mía y la trataré como tal.
Alma escuchaba la conversación discretamente mientras su mente viajaba a otro lugar. Cuando su padre murió lo enterraron en el jardín de la entrada en un funeral privado, fue una ceremonia sencilla como él había querido, allí donde fue sepultado plantaron un roble que crecería fuerte, un símbolo de su fortaleza.
Cuatro días después ella y Palin habían cargado en una carreta todas las cosas de Alma, que eran en su gran mayoría ropa y una flauta. La despedida fue silenciosa y dolorosa, en pocos días la vida de Alma había dado varios giros inesperados y aún había más cambios por trastocar. Marcharon los dos en la carreta tirada por dos mulas que avanzaban a paso lento, habían tardado tres semanas en llegar a la casa Deneith de Breland.
La casa de Breland no era muy grande, era una pequeña fortaleza que podía albergar a unos quinientos soldados, rodeada de muros, el edificio principal era una torre circular que se erigía en el centro rodeada de varias casas. Había unas cuadras, una herrería e incluso algunas tiendas al igual que una taberna.
-Tienes un arma muy bonita ahí niña, ¿que es, cristal dragontino? -dijo Gavin.- No suelen verse armas de esta calidad, son casi legendarias, yo solo he visto tres objetos hechos con este material y solo uno era un arma, exceptuando esta por supuesto.
-Es mía. -le espetó Alma desafiante.- Mi padre quería que me la quedara.
-Vaya vaya... -Gavin soltó una carcajada.- Si que tenía bien escondido esa reliquia el viejo Antoin...
Entonces Palin le explicó de donde venía el arma y todo lo sucedido con detalle. Hubo un silencio un tanto incómodo, fue Gavin quien se atrevió a romper ese silencio.
-Los cristales dragontinos son un material muy preciado que se usan para la fabricación de objetos mágicos, los cristales más comunes son los de menor tamaño, pero esta arma esta hecha con un cristal de gran tamaño y por lo que parece es un cristal puro, es una auténtica pieza de arte y su color es también poco habitual. -explicó Gavin.- Hay quienes dicen que los cristales dragontinos se formaron hace eones cuando los dragones reinaban en todos los territorios y que cuando un dragón moría sus descendientes quemaban su cuerpo con su aliento mágico, su cuerpo carbonizado se fosilizaba y entonces el poder de la sangre y el alma del difunto dragón formaban los cristales.
-Sólo son cuentos. -dijo Palin.
-Bueno, ¿que os parece si vamos a buscar una habitación para la pequeña Alma? -dijo Gavin mientras se levantaba de la silla.- No hay muchas chicas por aquí por lo que nuestra princesita gozará de unos aposentos privados.
Acompañaron a Gavin fuera de su despacho que estaba en el penúltimo piso de la torre, el sexto. Bajaron por las escaleras de caracol, no había barandilla lo que le daba poca sensación de seguridad a Palin. Bajaron hasta abajo y salieron de la torre, pasaron junto a los barracones hasta que llegaron a una casa, Gavin explicó que allí vivían aquellos trabajadores que no pertenecían a la casa Deneith y era de las pocas que tenían habitaciones individuales, dos en concreto, las dos libres en ese momento. Ordenó a un mozo de cuadras que trajera todo el equipaje de la pequeña Alma a su habitación.
La habitación no era tan grande como la que tenía en el templo pero seguía siendo espaciosa, unos dieciséis metros cuadrados. Había una cama grande, un armario, una mesa redonda con un par de sillas y una mesilla de noche con tres cajones.
-Espero que te guste, es de lo mejorcito que hay por aquí. -Alma no dijo nada, estaba pensando en el templo y en su padre.
-Bueno Alma, yo debo partir cuanto antes, me queda un largo camino de vuelta y en el templo me necesitan. -Palin se agachó.- Cuídate mucho, te escribiré todos los meses, espero que tu hagas lo mismo.
Los dos se dieron un largo abrazo, los ojos de Alma se llenaron de lágrimas y también los de su amigo Palin, no se dijeron nada, aquél abrazo era más que suficiente y valía mucho más que todas las palabras del mundo. Después de aquello Palin se fue con su carreta tirada por las dos mulas y Alma se quedó en su habitación sola, hasta que llegó la noche y bajo la luz de la luna ya no se sintió sola.
Derein Miembro Legendario
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Tema: Re: Alma, el legado de la luna Lun Jul 04, 2011 10:00 am
LA CANCIÓN DEL ÉTER
Existe una canción más vieja que el mundo, más vieja que toda la existencia. Todo se rige al son de esa melodía, la melodía de la vida. Es más vieja que el tiempo, sus notas hacen temblar los cielos y sus dioses, la canción del éter, la magia...
Una estocada, dos, tres, cuatro y así sucesivamente, Gavin atacaba a Alma con la espada de entrenamiento sucesivamente mientras ella intentaba parar sus golpes que cada vez que sus espadas chocaban la hacían temblar y perder el equilibrio. Gavin la había hecho retroceder a cada golpe. Entonces paró.
-Parece que la espada es un arma demasiado pesada para ti... -dijo.- Quizás deberíamos probar con otra cosa, algo menos convencional... -entonces tuvo una idea.- Ya que tienes esa daga preciosa podría enseñarte a luchar con ella, es un estilo de combate inusual y peligroso ya que precisa acercarse peligrosamente a tu enemigo pero te da la ventaja de la agilidad. ¿Que piensas? -miró a la pequeña Alma.
-Me parece la mejor idea que has tenido hasta ahora... -resopló Alma exhausta a la vez que dejaba caer la espada y sus hombros doloridos y acalambrados.
-Tienes suerte de que conozca tantos estilos de lucha. -Gavin se fue y volvió con cuatro dagas, eran de verdad.- Bueno, no hay dagas de entrenamiento así que deberemos conformarnos con estas, no están muy afiladas pero aún así siguen siendo mortales. Coge dos de ellas vamos.
Gavin lanzó las dos dagas a los pies de Alma, esta se agachó para cogerlas, cuando levantó su mirada vio que su maestro se abalanzaba sobre ella con otras dos dagas amenazando con atacarla.
-Primera lección, -gritó a la vez que desencadenaba su primer ataque, Alma rodó hacia un lado esquivando el ataque.- debes aprender a ser más ágil que cualquiera tanto físicamente como intelectualmente. -Alma volvió a esquivar el ataque a duras penas, a pesar de ser tan corpulento Gavin era increíblemente ágil, parecía una broma pesada.- ¡Mal! Bien, paremos. -se detuvo y relajó los músculos.
Alma apoyó sus manos sobre las rodillas y aprovechó para respirar profundamente, aprovechó para sacudirse todo el polvo de su cuerpo de rodar por el suelo. Gavin saltó en carcajadas, después miró a Alma con seriedad.
-Escucha, el estilo de lucha que voy a enseñarte es un arte muy complicado. -dijo mientras jugueteaba con sus dagas.- Se trata de tener un perfecto control de tu área, tanto el ataque por los flancos como por la espalda, además te permitirá también dada tu proximidad efectuar todo tipo de maniobras como llaves marciales para darte una gran ventaja sobre tu adversario. -lanzó sus dos dagas al aire y cuando las movió hizo unos movimientos rápidos espectaculares.- La velocidad es tu mejor aliada, la capacidad de matar de una daga es mucho menor que la de una espada así que debes basarte en ataques rápidos y precisos para debilitar a tu enemigo, para defenderte de tus adversarios te valdrás de una de tus armas para desviar la suya mientras que con todo tu cuerpo avanzarás para efectuar el contraataque con tu segunda arma, cortes rápidos para debilitar y apuñalar para acabar con tu enemigo. Vamos, te voy a enseñar los movimientos básicos. -Alma sonrió satisfecha.
La vida en la fortaleza, o La montaña como la llamaban allí no era tan dura como había imaginado Alma en un principio, todo el mundo era amable con la pequeña Alma, aunque ya no era tan pequeña, ya tenía catorce años. Sus clases de lucha iban como la seda, Alma aprendía fácilmente el arte dela lucha. Gavin había decidido que era hora de aprender a usar la magia, aquello era algo completamente diferente, llevaba dos años intentando aprender hasta el más simple de los hechizos pero se veía incapaz de refinar su poder. Además las prácticas las tenía que hacer exclusivamente de noche por culpa de su afección.
-Así no... -dijo Dolan Vohl el instructor de magia.- Debes dejar fluir el poder a través de cada fibra de tu ser, visualizar aquello que quieres conseguir y mediante los gestos y salmos adecuados efectuar el hechizo.
Alma rebufó frustrada, era de noche y estaban en el campo de prácticas, la luz de la luna los iluminaba con su luz plateada. El entrenamiento básico trataba con intentar mediante un hechizo intentar hacer levitar un jarrón, aquella noche ya había roto veintitrés, todos habían explotado sin siquiera levantarse ni un ápice de la mesa. Por alguna razón era incapaz de aprender hechizos, sin embargo podía dominar a voluntad su poder mágico para hacer cosas parecidas, aunque no eran hechizos con sus movimientos ni sus salmos, el inconveniente de aquello era que el poder de la magia era mucho más difícil de controlar.
La magia depurada, aquello era lo que intentaba aprender, depurar la energía mágica a través de su cuerpo para crear un hechizo preciso y poderoso, la principal diferencia entre aquello y lo que hacía Alma era como intentar pescar con las manos desnudas en vez de una caña de pescar con cebo.
-Nunca me cansaré de ver como maltratas esos pobres jarrones, el artesano estará contento contigo estás alimentando a toda su familia con las ventas que nos hace en jarrones. -Alma se giró y vio a Aidan Kalestra sentado encima de la valla, Alma no soportaba aquél tipo, solo tenía un año más que ella y se comportaba como si fuera mejor que nadie.- De verdad que no se te da bien nada, eres tan mala en la magia como en la lucha, supongo que siempre puedes limpiar los pasillos, ¿no era eso lo que hacías en ese templo? -¿Que es lo que quieres Aidan? -dijo Alma.
-Solo venía para reírme un poco de ti. -se burló.
-Pues ya esta, ahora vete de aquí si no quieres que te patee el culo. -contestó agresivamente mientras desenfundaba a Marea, era el nombre que le había puesto a su daga.- Venga vete.
-Uuuuh, así que la niña tiene agallas. -dijo mientras hacia una gañota.- No eres rival para mí y lo sabes. -cogió una espada si afilar y se puso en guardia.- Venga, atrévete.
Alma sonrió con picardía, lo que no sabía el pobre imbécil de Aidan es que cuando era de noche Alma era capaz de hacer las cosas más increíbles, y hoy era luna llena y su poder estaba en auge. Saltó a gran velocidad hacia Aidan quien no se lo esperaba, aún así la Aidan era un gran espadachín a pesar de su edad y pudo parar el golpe.
Alma volteó alrededor de Aidan y intentó atacarle pero él simplemente se apartó y la empujo, en otras circunstancias Alma hubiera caído de bruces al suelo pero en vez de eso dio una voltereta a la vez que se daba la vuelta y cogía impulso para su próximo ataque, el joven que no se esperaba este ataque intentó protegerse con su espada, consiguió parar el golpe pero asombrosamente el afilado filo de la daga partió en dos la hoja de la espada y a Aidan le fue por un par de centímetros que no le cortó la cara.
-¡Maldita sea, ¿pero que coño esta pasando!? -gritó el muchacho frustrado.- se han acabado los miramientos.
Aidan cargó contra Alma y la atacó con la espada rota, esta desvió la hoja y se desplazó por el flanco de Aidan dispuesta a hacerle una llave para derribarlo pero hábilmente el chico se giró a tiempo y cogió el brazo de Alma empujándola y golpeándola en la sien con el puño de la espada. Alma trastabilló y cayó de rodillas al suelo.
Lo primero que sintió fue un fuerte mareo que hizo que le entraran ganas de vomitar, cayó el suelo y sintió rabia pero también sintió poder, un inmenso poder que se acumulaba a su alrededor, podía ver las partículas de magia flotando a su alrededor arremolinándose atraídas como el metal a un imán, y entonces lo vió claro. En su cabeza empezó a formarse una imagen, era la magia, eran notas, notas musicales.
Sin saber muy bien lo que estaba pasando empezó a cantar aquella melodía que se formaba en su mente.
Lo que vió Aidan fue sorprendente, incluso aterrador o eso le pareció. Alrededor de Alma se había levantado una luz fría y plateada, la temperatura había descendido varios grados y el aire se arremolinaba a su alrededor. El aire empezó a transformarse poco a poco en agua como si la humedad se estuviera concentrando a su alrededor como un lazo que la rodeaba, se levantó. Los ojos de Alma brillaban de un color entre plata y azul, sus cabellos ondeaban como olas, empezó a mover los brazos, parecía en trance, el agua a su alrededor era cada vez más abundante, al menos habría diez litros a su alrededor. Alzó los brazos y en su palma empezó a concentrarse todo el agua en una diminuta gota como si todas las partículas y moléculas se estuvieran apretando en un mismo punto. Entonces se dió cuenta de que estaba cantando, era una canción en algún idioma extraño, tenía una voz preciosa.
Finalmente como sentenciando aquella escena Alma cantó la última nota, de la gota salió un chorro de agua a presión veloz como una flecha directa al cuerpo de Aidan, solo a diez centímetros de partirle el cuerpo una descarga de luz chocó con el chorro de agua y lo desvió hacia el cielo, el agua empezó a caer como una lluvia muy fina.
La temperatura volvió a la normalidad y el aura brillante de Alma desapareció, sus ojos dejaron de brillar y volvió a ser completamente consciente de ella misma. La sangre caía por el lateral de su rostro, caliente.
-¡Ya basta! -gritó Dolan autoritario aún con las manos alzadas de la descarga mágica que acababa de salvarle la vida al joven Aidan.- Tu, a tu barracón. ¡Ya!
Aidan se fue corriendo asustado. Dolan se acercó a Alma que estaba a punto de caerse al suelo exhausta.
No sabía cuanto tiempo había pasado, cuando Alma recuperó la consciencia estaba sentada en una silla y Dolan estaba delante suyo. Su maestro sonreía.
-Quien lo hubiera imaginado. Dime pequeña, ¿sabes lo que acabas de hacer?
-N-no... -contestó Alma aún desorientada.
-¡Un hechizo! -levantó las manos con alegría.- Y uno bastante potente y peligroso. -¿Yo? -Alma no sabía si creérselo.- Como puede ser... no recuerdo nada...
-Lo que acabas de hacer es algo de lo que sólo había escuchado hablar a mi maestro, La canción del éter. -Alma lo miró desconcertada.- Antiguamente, los primeros hechiceros para usar la magia empleaban esta misma canción, nadie conoce su procedencia, el primer mago aseguraba que era la canción de todo lo que existía. Nadie lo sabe exactamente y ya nadie emplea esa canción porque nadie la recuerda y quienes lo hacen no saben emplearla adecuadamente. Eres una caja de sorpresas. -La canción del éter... -susurró Alma.
Carpazzo Miembro Legendario
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Tema: Re: Alma, el legado de la luna Lun Jul 04, 2011 10:58 am
Por qué tan poca comentacion. Leed malditos!
Derein Miembro Legendario
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Ficha del Personaje Habilidades primarias:
Tema: Re: Alma, el legado de la luna Lun Jul 04, 2011 1:24 pm
Carpazzo escribió:
Por qué tan poca comentacion. Leed malditos!
Es que yo no soy tan famoso como herrian xDDDD
Furion Admin
Mensajes : 5294 Fecha de inscripción : 12/06/2010 Edad : 27 Localización : Vivo en mi localizacion.
Tema: Re: Alma, el legado de la luna Lun Jul 04, 2011 6:22 pm
Es que yo ya me lo leí por feisbuk... Y comenté por feisbuk...