4 de Marzo de 2010 [Alex Sullivan]

4 de Marzo de 2010

Centro clínico Holy Guard, New Jersey
9:00 AM



La luz blanca de los pasillos se reflejaba en el linóleo negro del suelo, aquella luz artificial tan molesta que caracteriza a todos los hospitales. Llevabas allí cinco años y aquello era una de aquellas cosas que no soportabas y habías sido incapaz de acostumbrarte en todo aquél tiempo, por suerte era tu último día allí, por fin volvías a casa.

Cuando pensaste en casa recordaste que allí ya no había nadie, ni siquiera sabías si tus amigos aún estarían en Cedar Creek, te preguntaste que estaría haciendo ahora Karen. Por suerte tus tíos te habían dejado una casa, y luego estaba la tienda de discos. Era un buen trabajo pensaste, aunque no necesitaras dinero inmediatamente ya que tenías una pequeña fortuna en los bancos.

El silencio en aquél pasillo era casi absoluto a excepción de algún paso del personal de la clínica que retumbaba por las paredes. Sentías los latidos de tu corazón, lentos pero firmes tum tum, tum tum. La ansiedad empezaba a hacerse notable, las manos te sudaban y tu pulso retumbaba en los oídos. Hacía tanto que no salías de allí, era un poco angustioso pensar en toda esa libertad recien adquirida de golpe sin nadie para supervisarla.

Te diste cuenta de que tenías los dedos blancos de lo fuerte que los estabas apretando en tus rodillas. Un parpadeo y todo se volvió oscuro, solo fue un segundo pero te sobresaltó y estubiste a punto de soltar un grito. Por el rabillo del ojo te pareció ver a un niño correr girando por la bifurcación del pasillo. Imaginaciones tuyas pensaste, es solo la ansiedad. Estabas sudando, era un sudor frío.

La puerta de la consulta se abrió, una enfermera salió sujetando una tablilla sujetapapeles, la miró y luego te miró a tí, no había nadie más.

-¿Alex Sullivan? -sonrió- Ya puede pasar.

Te levantaste y pasaste a la consulta del Dr. Gerard Hennigan donde habías pasado muchísimas horas en los últimos años. En todo aquél tiempo la consulta no había cambiado ni una sola vez, los mismos cuadros, las mismas butacas de piel, las mismas cortinas color caqui...

El Dr. Hennigan te esperaba sentado en su butaca con su siempre aire pasivo y tranquilo, te miraba por detrás de sus lentes rectangulares. Se rascó por debajo de la barba y esperó a que te sentaras.

-Buenos días Alex, ¿como te sientes? -dijo.- Seguro que estas emocionado por poder salir de aquí de una vez por todas. ¿No? -esperó con una sonrisa a tu respuesta.

(...)
¿Que cómo me siento?

Ojalá hubiera una respuesta fácil.
Los colores de la habitación me resultaron molestos a primera vista, mientras sopesaba mentalmente todas las posibles respuestas a la pregunta del Doctor. Fue como si todo el plano visual de la existencia se abalanzase sobre mis ojos cansados y no me permitiese ver que, detrás de todo lo superficial, había más. Mucho más. Pero, ¿no era ese, al fin y al cabo, el motivo de mi reclusión en... este lugar? ¿Cegar mis ángulos, a los demonios de la desesperación, de la nada, de la pasividad catatónica de una rutina hostil y... blanca... siempre blanca?

Miré al Dr. Hennigan con una mezcla de afecto y condescendencia palpitándome en el corazón. Aquel rostro había significado tanto... durante tanto tiempo. Reconozco que, al principio, intenté odiarle. A él y a todos los que se ocupaban de mí el sanatorio. Sabía que era lo que había que hacer, pero no pude. Simplemente no pude. Eso fue lo que me destrozó al principio; mi incapacidad para odiarles, para culpar a alguien de mi caída a los infiernos. ¿Qué había sido aquello? ¿Realmente podría... sentir algo alguna vez?

"Ellos... Alex... ellos nos han encerrado..."

Pero, ¿a quién culpar? Nunca quise convertirme en ese chico atormentado, objeto de todas las miradas de pésame. Aunque... para qué engañarnos. Eso era lo que me esperaba en Cedar Creek. Cientos de rostros desconocidos... extraños... ¿me tendrían miedo? ¿O sólo curiosidad? Tanta gente que no sabía nada de mí, vecinos fantasma, vacíos, ocultos tras sus propias máscaras, envenenados por lo que habrán podido oír sobre mi historia en algún callejón de mala muerte. Y, ¿después qué? Sería la novedad del pueblo durante algún tiempo, el nuevo animal que traen al zoo desde un lugar muy lejano... ¿qué oportunidad tenía alguien como yo de renacer en un lugar así? Sin amigos, sin familia, sin... nada. Hasta "ellos" habían dejado de venir... La soledad absoluta. ¿Eso era lo que me esperaba?

Y luego estaba Karen... No. No quería ni pensar en ella. La simple posibilidad de que me tratase como al bicho raro recién llegado me revolvía las entrañas. Aunque tal vez ni siquiera me reconzca. Había pasado mucho tiempo. Tal vez fuera mejor así.
Un escalofrío de muerte sacudió mi espina dorsal.

¿Que cómo me sentía?

- Estoy... bien. Gracias... Dr. Hennigan. Aunque he de reconocer que tengo... algo de miedo. No sé si el mundo que encontraré ahí fuera será el mismo que dejé hace mucho tiempo... ¿y si ya no hay un lugar para mí? ¿Y si realmente debo permanecer aquí? -Un par de lágrimas comenzaron a aflorar de mis párpados cegados por la luz-. ¿Cómo puedo saberlo, Doctor? Han estado tan ocupados curándome que se les olvidó cómo enseñarme a vivir una vida real... a mí se me ha olvidado... y temo no recordar.

"En el fondo... me he acostumbrado a la luz blanca"

Derein escribió:

-No tienes porque preocuparte Alex, estas preparado para iniciar una nueva vida, además siempre podrás llamarme para cualquier cosa. -carraspeó.- ¿Quieres una galleta? -te ofreció un cuenco con oreos, barquillos de nata, vainilla chocolate y otros tipos.- Piensa que ya lo he dejado todo preparado para cuando llegues a Cedar Creek, tu casa, incluso tienes un trabajo en la tienda de discos que tenían tus tíos. Sabes que si yo no creyera que estas preparado no dejaría que te marcharas pero creo que ya es hora de darte una oportunidad, de que te des una oportunidad.

¿Una oportunidad... para mí? No depende sólo de mí, ese es el problema... no soy la única persona en este mundo y, sin embargo, estoy completamente solo. Durante mi internamiento he estado asistido las 24 horas por médicos, enfermeros y psiquiatras... mi única familia. Y eso es triste. Demasiado triste. ¿Qué ocurrirá cuando salga ahí y tenga que enfrentarme al mundo por mi cuenta, sin ayuda, sin apoyo, sin... calor humano? ¿Cómo voy a llevar un negocio adelante si no he podido hacer nada por mí mismo desde...? Ya ni siquiera lo recuerdo.

"¿Cuántos años han pasado?"

De repente, y sin saber por qué, Karen volvió a mi mente. Me pregunto qué pensaría de mí al verme convertido en todo un hombre, con mi propio trabajo... tal vez deba hacer un esfuerzo. Por ella, por todos... por mí. No quiero ser el pobre chico al que todos miran con lástima. Sí, debo esforzarme, dar lo mejor de mí...

"¡Idiota!"

¿Y por qué iban a acoger al chico loco en su comunidad? ¿Qué saben de mí, qué sabe Karen de mí? ¡No seas idiota, Alex! No te conocen, nadie sabe quién eres, murmurarán a tus espaldas y tendrás que soportar que te señalen con el dedo cada vez que dobles la esquina... no, nunca te aceptarán. No importa lo que hagas. Siempre serás el chico del manicomio, el que presenció cómo sus padres...

Temblé. Las palabras del Doctor se difuminaron en mi mente. Los sonidos, los colores e imágenes de cada centímetro de la habitación resbalaron violentamente hacia el epicentro más oscuro de mi mente... todo se volvió negro, y entonces volvieron. Volvieron transformadas en una evocación terrible, sangrienta. Real.

Mis padres. Muertos. Una habitación. Sangre. Lágrimas.
"¡Fuera!"

Los aparté. Apagué la luz de aquella maldita habitación que me había atormentado durante tantos años... los mandé lejos. Iba a salir. Mi vida empezaba ahora. No iba a permitir que los fantasmas volvieran...

Derein escribió:

Se incorporó y busco algo por debajo de la mesa. Sacó una carpeta de color marrón de esas de papel que acaban deshaciéndose siempre en tus manos.

-Quiero hacerte un test antes de que te vayas, es una rutina. -dijo mientras sacaba unas hojas de cartón de la carpeta.- Es un test Röscharch, hace años hicimos uno ¿te acuerdas? -se rascó por debajo de la barba.- Es muy fácil, solo tienes que decirme que es lo que te viene a la mente cuando te enseñe cada imagen.

Sin decir nada más te mostró el primer dibujo, era extraño, parecido a unas manchas de tinta.

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... no, no volverán.

Entonces, la imagen que Hennigan había sacado de su carpeta captó toda mi atención.

"Oh, otra vez ese maldito test..."
Casi no recordaba cuantas veces había tenido que mirar esas horribles imágenes, aunque sí recordaba las escenas tan desalentadores en que se transformaban esos dibujos... Reconozco que en algún momento llegaron a aterrorizarme. Me provocaban una angustia difícil de describir. La sensación de que mis palabras serían medidas y estudiadas, de no saber qué responder o qué consecuencias traería cada respuesta... ¿más tratamiento? ¿Más terapia? Dolor... siempre había dolor.

¿Qué... qué debo hacer?

Y aquella imagen... la había visto demasiadas veces. Pero ahora era diferente. No era oscura. Era blanca. No era terrorífica. Era esperanzadora. Era...

- ... un ángel. Es un ángel. Tiene alas, unas enormes alas de color blanco. Creo... creo que está volando...

"¿Qué me está pasando?"
Entonces, todo ese dolor que me provocaba la idea de mi regreso... simplemente desapareció. Sentí cómo mis ojos se iluminaban, y una palabra surcó mi mente entonces. Fue un instante efímero e intenso, como una ráfaga de revelación desatada...

"Karen..."

Necesitaba respuestas. Y ella las tenía.

4 de Marzo de 2010

Centro clínico Holy Guard, New Jersey
9:00 AM



Continuó enseñandote imágenes, diez en total y a cada una esperó tu respuesta mientras las apuntaba en una libreta.

Viendo que el Doctor se empeñaba en que concluyéramos el test, respiré hondo, tratando de apartar mi frágil mente de intromisiones externas, y traté de concentrarme en las imágenes... otra vez.

"Vamos allá... un poco más y estaré fuera. Estaré fuera..."

2. Dos animales peleando por un trozo de carne.
3. Una mujer dando a luz.
4. Una lechuza... o un búho...
5. Una máscara.
6. Un ratón muerto.

Esto cada vez me gustaba menos. Comenzó a invadirme esa angustia de cuando uno se siente arrastrado hacia un destino desconocido, sin saber cómo ni por qué... Y eso me aterrorizaba.
Tomé, casi en un acto reflejo, una de las galletas que me había ofrecido Hennigan, y la mordisqueé sin ganas. Tenía un nudo en el estómago.

7. (...) Un espejo.
8. Un cuerpo humano... desde dentro.
9. Un incendio.

"..."

Me detuve unos segundos. La última imagen me turbaba. Era como si mi mente ya le hubiese adjudicado un significado que aún no podía comprender. Traté de sumergirme en los colores y formas de la fotografía, uniendo extremos, fusionando conceptos antiguos... Y entonces, lo vi...

10. Es el ángel. El mismo ángel de la primera imagen. Pero está... muerto.

Le di otro mordisco a la galleta.

4 de Marzo de 2010

Centro clínico Holy Guard, New Jersey
9:00 AM



El Dr. Hennigan acabó por apuntar algunas notas en su libreta y luego levantó su mirada hacia a tí de nuevo con aquella sonrisa. Cogió un barquillo de nata y la mordisqueó mientras guardaba todas aquellas cartulinas y la libreta de apuntes.

-Bueno Alex, pues eso es todo. -dijo levantándose de la butaca.- Una vez llegues a Cedar Creek deberás ir a la consulta de un buen amigo mio, el señor Charles Deschains, dos veces por semana durante el primer mes para ver como te adaptas. La medicación deberás seguir tomándotela. Una pastilla de toracina al día no más. -el doctor sacó un pote de pastillas de un cajón del escritorio.- Toma. Para cualquier cosa que necesites puedes llamarme a mi o al doctor Deschains, y que no te preocupe llamar a la hora que sea. Tómate la medicación eh, que luego dirán que vamos soltando locos pro ahí. -bromeó, no tuvo gracia.- La toracina y también un deprax 100mg para la depresión.

Te acompañó hasta la puerta y la abrió, cuando creías que todo había acabado justo detrás de la puerta lo viste. Una silueta oscura, era imposible ver su rostro pero sabías que estaba sonriendo, era él, Shaggy. "Bienvenido", oíste que se metía en tu cabeza aquella palabra.

-Una cosa más Alex. -dijo el doctor Hennigan desde el otor lado.- ¿No habrás visto a Lex o a Shaggy ultimamente verdad?

"No... no es posible..."

Ignoro si el terror que me invadió ese momento llegó a reflejarse en mi rostro macilento... o si el Dr. Hennigan pudo percatarse de que algo iba mal. Realmente mal. Recuerdo ese instante como si fuera un sueño lejano... igual que la primera vez que vi a Shaggy. Sentí como si mis muñecas se retorciesen sobre mis venas azules, disparando auténticas olas de miedo afilado a mis sienes, que parecían a punto de estallar en mil fragmentos de cristal quemado por la agonía... en cualquier momento.
Esta vez fue parecido.
No... miento. Fue peor. Fue el retorno de un antiguo demonio; un demonio de los que nunca te dejan escapar, una aguja cruel que jamás dejó de atravesar mi corazón. En ese momento lo entendí. Mi internamiento había sido en vano. No puedes luchar contra un fantasma... y mucho menos vencerlo.

Y entonces, lo que sentí fue impotencia.
Contárselo al Doctor tendría tanto sentido como intentar golpear a Shaggy con una piedra. Al fin y al cabo, que estuviera delante mía, hablándome de nuevo, era la prueba palpable de que sus terapias eran pura escenografía.

"No... nadie puede ayudarme. No con ésto. No sé si yo mismo podría..."

Pero allí estaba. Ese hijo de puta estaba allí, frente a mí, fraguando en su retorcida mente las maneras más horribles de atormentar mi ya de por sí incierta existencia...
Intenté tragar saliva, pero un nudo agarrotaba mi garganta.

"Shaggy..."

Me miraba. Me sonreía.

- Tranquilo, Doctor. Shaggy y Lex están muertos -repondí a Hennigan, tratando de esbozar mi sonrisa más convincente-. Porque todo el mundo muere. Hasta los demonios.

Y acto seguido, le di la espalda al manicomio, al Doctor, a Shaggy y a todas sus malditas voces.
"Yo... sólo quiero que me dejen tranquilo..."

Era hora de plantar cara al futuro. Cedar Creek me esperaba.
Aunque mentiría si dijese que no estaba aterrorizado. El frío me calaba hasta la nuca, y un mal presagio, como una bandada de mil cuervos fantasmales, atravesó mis pensamientos.
Entonces, temblé.

4 de Marzo de 2010

Centro clínico Holy Guard, New Jersey
9:32 AM



Él desapreció como si nunca hubiera estado allí. En recepció te dieron una mochila con todas tus pertenencias, la mayoría ropa que era ya inservible, un mp3 sin pilas, las llaves del candado de tu bici. Te preguntaste que habría pasado con aquel trasto, probablemente estaba acumulando polvo y óxido. No tenías las llaves de tu casa. Te dieron los datos de una cuenta donde tenías todo tu dinero y cien dólares más, también dos potes con veinticuatro píldoras cada uno de toracina y deprax, tus eternas amigas...

Y así te alejaste deaquel edificio que había sido tu hogar y tu prisión desde hacía cinco años. Tu autobús hacia Cedar Creek no salía hasta dentro de hora y media.