[Campaña 4] (Jiang, Miquelangello Brunetti y Alexei Tolstói)

Con largas zancadas y veloces movimientos, Alexei consigue dejar atrás a sus perseguidores. Miquel y Jiang intentan darle alcance, pero el cansancio del oriental, que acababa de derribar una puerta de hierro con una patada, no le permitió correr demasiado y no tardó en perder a Alexei de vista. Miquel se adelantó, corrió con fuerza y ganas, pero no fue lo bastante rápido como para alcanzar al violinista.

@Alexei Consigues escapar fácilmente, ayudado además por las continuas desviaciones con las que te topabas: pasillos con hasta cinco puertas, bifurcaciones, escaleras que conducían a distintos sitios, era imposible seguirte el rastro una vez perdido el contacto visual.
Aunque el haber corrido de tal manera por la fortaleza, te desorientaron completamente, más aún de lo que ya estabas. Te limitaste a buscar una ventana, un balcón, cualquier cosa que pudiese servirte para echar a volar.

Haz una Tirada de Buscar.

Parecía haber dejado atrás a esos dos. Dejar que se perdieran la fortaleza ya era algo demasiado peligroso. Si el maestro o algún otro miembro se enteraban de que habían escapado les darían caza…

Busqué una balcón, o una ventana lo suficientemente grande como para salir por ella. Una vez extendiese mis alas podría irme de aquí. Sólo tenía que llevarme bien lejos este orbe. Miré el artefacto mientras corría por la fortaleza, seguía dormido, brillando con una tenue luz blanquecina.

Su silencio me turbaba.

Buscar 15+ 96+ 66 = 177

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'Dado de 100' : 96

Abierta de ventanal gigantesco de vidrio de colores con órgano de fondo para mi huida triunfal por los cielos

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'Dado de 100' : 66

Parecía que aquella esfera brillante te favorecía, pues no habías dejado de tener suerte desde que te hiciste cargo de ella. Conseguiste alcanzar una puerta que daba a un inmenso balcón. El cielo estaba tan oscuro y nublado como de costumbre. Desplegaste tus alas para echar a volar, pero antes de separar tus pies del suelo, algo llamó tu atención.

El balcón tenía vistas al patio del castillo, circundado por varias murallas. En dicho patio, pudiste ver a tres personas: Dos de ellas ya las conocías, eran Seol y tu hermana, Seles. El tercero era un completo desconocido para ti, sin embargo, cuando lo viste, tu corazón se detuvo un par de segundos. Comenzaste a jadear repentinamente, tu pulso se aceleró estrepitosamente, tus manos comenzaron a sudar, empezaste a sentir miedo, mucho miedo. Aquel ignoto personaje inspiraba un terror indescriptible.
Era un hombre alto y corpulento, de cabello negro y lacio, con una perilla bajo su labio inferior que sostenía una pavorosa sonrisa. Su mirada era negra, ensombrecida aún más pos sus grandes ojeras. Eran dos cuencas llenas de oscuridad, con un sutil destello de su pupila.
Lo ataviaban ropas oscuras y ostentosas, cubiertas por un espeso abrigo de pieles.


Aquel siniestro individuo centró tanto tu atención, que tardaste en fijarte en tu maestro y tu hermana: estaban malheridos, llenos de magulladuras y con parte de la ropa destrozada. La postura que mantenían delataba su cansancio.
Raramente, aquel tercer hombre estaba impoluto, no padecía rasgo alguno de cansancio y mucho menos de haber sido herido. Estaba como nuevo.
Las cosas no te encajaban. Seol y Seles eran las personas más fuertes que jamás habías conocido… verles casi moribundos ante otra persona, era un concepto para ti, hasta hace poco, impensable.

-No es posible… el sello…

Dijo Seol entre jadeos, apretando su dañado hombro con la mano.
Aquel hombre no se molestó en hablar, por su expresión parecía estar tomandoselo todo a broma. Como si el poderoso Seol y la terrorífica Seles no fuesen más que dos niños ante sus ojos.
Seles, en la lejanía, te miró de soslayo. Entonces oíste su voz en tu cabeza:

-Hermano, sal de aquí, las cosas no han salido como pensábamos… huye con el Orbe del Silencio… tendremos… que posponer nuestra vuelta a casa… con Madre.

Aquellas palabras te emocionaron. La tristeza con la que eran entonadas te destrozaba el corazón.

-¡Corre hermano! ¡Corre!

Al mismo tiempo que pronunciaba esas palabras en tu cabeza, que solo tú oías, Seles se incorporó vigorosamente. Rápidamente comenzó a mover sus manos, hasta reunir una esfera flotante de agua. Mágicamente, la esfera se congeló en cuestión de un segundo, después se quebró en pequeñas cuchillas de hielo, que inmediatamente salieron lanzadas, como balas, contra su enemigo: el misterioso y siniestro hombre.
Quisiste correr, seguir su orden, pero no podías. Era tu hermana, la persona que más querías en el mundo… no la abandonarías así como así. Por un momento quisiste intervenir, pero sabías que era un suicido, además estabas demasiado lejos.
Las estalactitas de hielo impactaron en su objetivo, quien no movió ni un dedo para evitar aquel mortal ataque. Asombrosamente, el hielo atravesó el cuerpo de aquel hombre, como si de aire se tratase. Por un instante, su torso se convirtió en humo negro, que rápidamente se reestructuró, hasta recuperar su forma original. El hielo chocó contra el muro de atrás, destruyéndose en pequeños cristales.

-¡Corre maldito idiota! ¡Corre de una vez o cuando salga de esta te mataré!

Gritó en tu cabeza, insistente.
El siniestro personaje se abalanzó contra Seles, sin borrar su molesta sonrisa. Puso su mano abierta sobre la frente de tu hermana y murmuró algo en voz baja, palabras que ni siquiera Seles pudo oír.
Automáticamente, el vientre de de tu hermana estalló, como si hubiese explotado un puñado de pólvora en sus entrañas.

-¡Seles!

Exclamó Seol, con el rostro desencajado de rabia.
La boca de la joven comenzó a sangrar, sus ojos se cerraron, su aliento, poco a poco, se extinguió en tu mente:

-Hermano… perdona… no podre ir contigo y con mamá… encuéntrala por favor... y dile que la quiero… adiós hermano, a ti... también te quiero.

El cuerpo muerto de Seles cayó sobre la fría roca. Seol era el siguiente.


Al morir Seles, el innato desaparece y el poder mental que mantenía engañada a la mente de Alexei, también se desvanece. Es decir, que acabas de recordar toda la verdad, Dakota y Daguerrero, al igual que Godia, eran tus amigos, siempre lo fueron.
La explosión de emociones que siente Alexei son indescriptibles, pero tú debes intentar plasmarlos con palabras, es el momento más importante en la vida del violinista.

Debe responder únicamente Alexei.

Corría todo lo que mis músculos podían, pero no estaba en mi mejor momento. Anímicamente estaba débil, algo en mi mente no me dejaba esforzarme todo lo que podía. Vi perderse la sombra de Alexei, como un rápido halo de humo disipándose en el aire.

Maldita sea, lo necesitamos para escapar. Es el único que sabe cómo salir de aquí

Tirada de Erudición, para detectar el Ki de Alexei y saber por dónde se ha ido

CM (150) + 30 (Advertir) + 52= 232

El miembro 'xinu' ha efectuado la acción siguiente: Tirada de dados

'Dado de 100' : 52

Jiang percibe la energía espiritual de Alexei con sus poderes. No le resulta nada difícil conseguirlo. Rápidamente, y seguido por Miquel muy de cerca, corre en dirección al violinista. Por un motivo u otro, ya sea por venganza o simplemente para encontrar la salida, el único camino conocido era seguir el rastro del joven Alexei.
Jiang y Miquel encontraron la forma de moverse entre la laberíntica fortaleza, la posición de Alexei hacía de Norte para Jiang, lo cual facilitaba muchísimo el recorrido. A modo de brújula, el guerrero oriental logró encontrar la salida, hasta el patio de armas.
Aunque ambos miraron al cielo con alegría, este seguía negro y amenazante. El patio de armas estaba circundado por altos muros de piedra, a los lejos, la torre de homenaje se alzaba poderosa sobre las demás torres del bastión.

Allí mismo pudieron ver a Alexei, pero algo raro pasaba. Estaba descendiendo en picado desde una torre, con sus alas negras desplegadas. Su mirada derrochaba ira, sus ojos estaban inundados de lágrimas.
Entonces, Miquel y Jiang se giraron hacia el foco que había desencadenado la ira de Alexei: era un hombre alto y vigoroso, de pelo negro y mirada penumbrosa, con lujosos atavíos de pieles y joyas. Sonreía victorioso sobre el cadáver de una chica.
No muy lejos, había otra persona. Era un hombre negro y calvo, de unos cuarenta años, vestía una túnica negra llena de magulladuras y roturas.
Alexei vio a los recién llegados. Se posó grácilmente junto a ellos, recogiendo sus alas.

RE: Jiang, Miquel, Alexei


Teneis dos opciones: mataros entre vosotros o intentar enfrentaros al Maestro, y que solo os salgan abiertas. Vosotros decidís, pero antes quiero un bonito diálogo.

Salimos corriendo Jiang y yo, persiguiendo y persiguiendo a la sombra de Alexei, que siempre daba la vuelta cuando estabamos a punto de alcanzarlo. Hasta que, al final, llegamos a un patio de armas, donde vimos como Alexei caia en picado con unas alas negras, mas negras que el azabache. Su mirada desprendia una ira muy, muy grande. Y su foco, una persona que habia ahi, parada, mirando el cadaver de una chica. Tambien habia un hombre calvo, lleno de magulladuras...

No comprendia nada, pero a la vez...
Lo comprendia todo.

Una vocecilla sonaba en mi cabeza, una nana que me cantaba mi madre de pequeño.

I'm walking through the world,
Never end, never stop.
I'm looking, country by country,
For a perfect place for me...
An Utopia.

A place where you don't have to care
About my age, or about how I look like.
Where nobody uses fight,
To show power, or courage.

I'm looking for a place,
For my perfect place.
An Utopia...

Sometimes I've been asking myself
"Why me? Why me?!"

A lot of people think
that having my skills is good...
But it is not...

It is not...

...Until I find...

...My Utopia.

Alexei fue descendiendo poco a poco, hasta posarse al lado nuestro. Estaba llorando... Pense que no era el momento para empezar una confrontacion con el, asi que lo unico que pude hacer, es pasarle el brazo por encima de sus hombros... -Tranquilo... No llores... Siempre hay alguien que te puede ayudar... ¿Que paso? ¿Es la muchacha que esta ahi, tirada en el suelo? -Le dije, susurrando.

Sacudí mi cabeza varias veces. No podía entenderlo. Hasta hace unos segundos perseguía a Alexei, le quería pegar hasta que rogara perdón por lo que había dicho. Ahora lo tenía delante de mi, llorando, como el joven niño que era. Las palabras de Miquel, como siempre tan acertadas y llenas de paz, tranquilizaron mi alma.

Había algo que había frenado a Alexei, quien ya no tenía esa rara esfera luminosa. Miré hacia las personas que estaban alejadas. Una yacía en el suelo, otra estaba moribunda, y el que quedaba estaba impoluto con una sonrisa diabólica en su rostro. Ese hombre inspiraba temor. ¿Sería el que mandaba en esta Fortaleza? Tenía toda la pinta. Si fuera así, estábamos perdidos. Habíamos destrozado la celda y escapado.

Temerosa, hablé, si es que teníamos tiempo para eso en estos momentos.

-¿Q-quién es aquel hombre?

Justo cuando pronunciaba la última sílaba comprendí todo. Aquel era el que nos había encerrado, el responsable de que Alexei estuviera llorando, el que había matado a Ren...

Quizá visto de otro modo, Alexei era el único que podía ponerse a nuestro favor, podíamos hacer una alianza, como en el pasado. Podíamos volver a luchar juntos.

Mis dientes comenzaron a rechinar. Apreté mis puños.

Esto no quedará así

Allí, en el patio de armas, estaban también Jiang y Miquel. No sabía cómo había llegado hasta allí, pero sentía que les debía una disculpa. Había hablado sin saber, ellos habían sufrido también.

Descendí grácilmente junto a ellos, posándome en el suelo al mismo tiempo que mis negras alas se desvanecían. Mis ojos estaban rojos de tanto llorar, y mi mirada furibunda seguía fulminando al maestro.

- Yo… - comencé. No sabía encontrar las palabras adecuadas, no después de todo lo que había sucedido.

Entonces Miquel pasó su mano por mis hombros, en un gesto familiar y tranquilizador. Y me habría abrazado a él para llorar, pero no podía.

Volví a hablarles con palabras envenenadas por la ira, pero esta vez no era en su contra.

- Es el maestro. Tiene cautivos a los seres queridos de toda la hermandad, todo el mundo está aquí en contra de su voluntad. Seles y mi maestro querían detenerle, pero… - las palabras salían de mi boca con dificultad. En ese instante fui más humano que nunca.

Di un paso hacia adelante, sin poder contener la ira que me consumía.

- Él ha matado a mi hermana, a lo único que me quedaba. Yo me uní a la hermandad por ella, para que pudiésemos estar juntos de nuevo – alcé mi violín, apoyándolo en mi hombro -. Siento de verdad que os hayáis visto implicados en este asunto.

Y di otro paso, sin mirar atrás. Me iba a enfrentar al maestro, sin importarme las consecuencias. Vengaría a Seles, era lo menos que podía hacer.

- Esta no es vuestra batalla, no quiero que muráis también - una última y amarga lágrima recorrió mi rostro. Me dispuse a interpretar mi última melodía.

El cambiado Alexei, se disculpó, aunque yo ya eso no lo necesitara. Un amigo estaba destrozado y necesitaba nuestra ayuda. Que estuviéramos ahí juntos los tres no era casualidad, el destino nos había impuesto una última prueba. Si estaba escrito que debíamos morir allí, que así fuera.

Conforme Alexei hablaba, más motivos alimentaban mi venganza. Aquel Maestro no se iría sin probar mis puños, vengaría la muerte de mi amado.

Agarré por el hombro a Alexei, que miraba a su objetivo con ojos envenenados.

-No, amigo -Sonreí-. Tengo cuentas pendientes con ese hombre. Déjame luchar a tu lado.

Eran las únicas palabras sinceras, nacidas puramente de mi corazón, que pronunciaba en mucho tiempo.

Me coloqué bien los guanteletes. Vamos chicas, hacedlo lo mejor que podáis.

Estabais decididos, preparados, listos para afrontar lo inafrontable. A pesar de vuestras diferencias, os unía un enemigo común: la Hermandad. Jiang sabía que Ren, el amor de su vida, había muerto, por más que intentaba engañarse. E independientemente de quién le quitó la vida, más importante era bajo la orden de quién. Sin duda la respuesta la tenía delante. Por su parte, Miquel, haría cualquier cosa por defender a Jiang y apoyar su causa, no necesitaba entablar una enemistad con el Maestro para luchar, defender a sus amigos era un motivo más que contundente para hacerlo.
El escenario constaba de una amplia plaza, con el suelo de piedra, rodeada por altas murallas negras y unas cuantas torres. Había dos accesos al interior del castillo desde el patio, una de las puertas estaba bajo la torre de homenaje, detrás del Maestro, el otro justo enfrente, a espaldas de Alexei, Jiang, Miquel y Seol. Este último, algo más adelantado, se crujió el cuello y dijo:

-Aquellos inquisidores no tardarán en recuperarse, pedirán refuerzos y en cuestión de unas horas estará ante estos muros toda una legión eclesiástica. Este es tu final…

Tomo un poco de aire, el combate anterior le había extenuado.

-Afróntelo, Maestro. La situación no le favorece en absoluto: apenas le quedan hombres fieles, su Orbe ha sido robada y aunque seamos mucho más débiles que usted, somos cuatro.

Aquel a quien llamaba Maestro no pareció inmutarse ante las palabras de Seol.
De repente, una figura apareció en lo alto de la muralla: pelo trenzado y castaño, rasgos claramente extranjeros, de Shivat, y un fabuloso kimono azul océano. En sus brazos descansaba una niña, parecía dormir plácidamente: era Dakota.
El joven miraba fijamente al Maestro, con una expresión seria y valiente. No había odio en su mirada, pero sí unas ganas imparables de hacer justicia. Entonces, el joven habló, delatando su posición:


-En realidad... somos seis.

Dakota abrió los ojos y sonrió al chico oriental. Éste cuidadosamente la puso en el suelo, después se presentó:

-Mi nombre es Ren-Zen, guerrero y guardián del espíritu del Este, y tú, Maestro… ¡te voy a patear el culo!


[COMBATE FINAL: https://rolporforo.activoforo.com/la-hermandad-del-silencio-f3/combate-4-dakota-cromwald-jiang-miquelangello-brunetti-y-alexei-tolstoi-t650.htm#17512]

Os recuerdo que es más que posible que la inquisición esté buscando la fortaleza. Podeis hacer lo que querais, pero no es muy recomendable quedarse charlando por allí.

Offrol: Por cierto, os dejo plena libertad (especialmente a Jiang), para controlar vuestras acciones y las de los PNJs. Todo está permitido si haceis un bonito post como cierre de campaña, que influirá mucho en la experiencia final.

Las llamas nos envolvieron, intentando engullirnos a todos. Como pude, intenté defenderme. Intenté parar aquellas llamas. No me importaba si era imposible, si no era "lógico." No pensaba en ello. Me preocupaba más por ella...

Sabía que aquí terminaría todo. Dentro mío, sabía que podía salvar a alguien. Y claro, mi humana vanidad me hizo escoger por Jiang. Porque descubrí lo que sentía...

...Porque la amaba.

Pero enseguida recapacité. Cuán arrogante sería de mí si me tirase a salvar a la persona que más quería. No podría soportar verla humedecer sus hermosos ojos, recordando a su querido Ren. Y no podía culparlo a él; los caminos de Dios son inescrutables y a veces doloroso...

Por lo que decidí hacer algo al respecto.

-Mikael, justiciero y salvador, toma mi vida en tus manos y salva a Jiang y a Ren. -Susurré. Dirigí mi mirada al anaranjado cielo por una última vez, y cerré los ojos.

Por un momento, en aquella burbuja de oscuridad, tuve desconfianza. Sentía y temía que, sea quien sea quien esté allí arriba, en el Cielo, no me hubiese escuchado...

He hecho todo lo correcto...

Desde aquel día en el que los Inquisidores arrasaron con el que aprendí a llamar "hogar", he hecho lo que mi corazón decía, y lo que Dios aceptaría...
... Y aún así nunca me ha escuchado.

Siempre he hecho lo más justo; no para mí, sino para los demás...
... Y aún así nunca he recibido una respuesta.

¿Acaso Dios se está burlando, ahí arriba, en el Cielo, de mi estupidez? ¿Acaso existe alguna entidad divina?

No sé... Es todo tan confuso...

Noté como una lágrima caía por mi rostro, para enseguida evaporarse, por las llamas.

Entonces, un rostro apareció en mi mente, sonriendo. Se le veía orgulloso, como si hubiese estado esperando este momento toda su vida.

-La bondad de tus actos algún día cambiará el mundo. Sigue así y nunca cambies. Yo iluminaré tus días, para que nunca más tengas que caminar entre fuego y sombras.

Cuando abrí los ojos, una celestial cúpula nos envolvía a los tres; a Jiang, a Ren, y a mí. Sentía una confortable calidez profunda en el pecho. No de quemaduras, sino de satisfacción emocional.

Cuando todo terminó, la cúpula se desvaneció. Entonces, un enorme cansancio se posó en mis hombros, con el peso del mismísimo cielo. Pero ni el cielo me importaba ya.

A lo lejos, el tumbado cuerpo de Alexei rezaba sobre el alborotado suelo de la Fortaleza, ahora destruída. Salí corriendo hacia él. Su cuerpo estaba intacto, ni una sola mancha de cenizas, por lo que debió de haber sobrevivido...

-Alexei... Alexei, por favor... Despierta... -Dije, agitando el cuerpo del joven Tolstói. Un susurro, ahogado por el viento, y el silencio...

Un zarandeo, y el ficticio paisaje comenzó a estremecerse. La extraña visión se desmoronó como un sueño que ya había acabado.

Sabía que debía acabar por lo que no intenté resistirme.

Simplemente abrí los ojos.

Al principio la imagen era borrosa, pero en pocos segundos pude ver con claridad a Miquel, y el desolado lugar en el que estábamos.

- ¿Qué le ha sucedido a la fortaleza? - di un bote de pronto, me puse tenso al instante -. ¿Y el Maestro? ¿Y el orbe?

Era como si una gran explosión hubiese sacudido la fortaleza entera. Todo eran escombros. Más allá se podían ver cadáveres calcinados. Observé la escena con una mirada nerviosa. ¡Me había quedado inconsciente en medio del combate! ¿Había sido aquel el resultado del ataque del Maestro?

Logré distinguir a mis compañeros, a todos excepto a Seol. Miré a Miquel, dubitativo, y luego reparé en los tres cadáveres calcinados que había allí.

- ¿Q-qué ha pasado?

El Maestro no estaba a la vista... ¿Habíamos ganado? ¿A qué precio?

...Y Alexei se despertó.

Como Furion diría, a partir de la "ciencia" que estudiaba, Alexei volvió a la vida. Irónico, cabe decir...

-¿Q-qué ha pasado? -Preguntó. Me pensé un momento qué decir. Ciertamente, habíamos ganado la batalla. Pero no me sonaba decir simplemente "Hemos ganado." Habíamos perdido gente en el camino a aquí, e incluso ahora gente estaba muerta...

Simplemente sonreí. -Ya ha terminado... Todo... -Dije. Pero claro, un joven de 16 años no se iba a calmar con esa respuesta. Jóvenes de hoy en día... Quieren saberlo todo.

Así que empecé a contarle.

-El Maestro intentó atacarnos. Pero no pudo. Fallaba, y fallaba, y fallaba... Y nosotros igual. Hasta que Ren-Zen decidió atacarle con todo lo que pudo, y de dos golpes lo dejó escupiendo sangre en el suelo. -Tomé una bocanada de aire. Recordé a Padre, contándonos fascinantes historias sobre cómo acababa con diabólicos y oscuros espíritus, sombras de lo que nunca debieron de ser. Y me entró un fuerte sentimiento de nostalgia...

-Entonces, el Maestro murió, y el Orbe empezó a flotar en el aire, y luego explotó, intentando arrasarlo todo... El hechicero que estaba con nosotros cayó, me pareció ver que intentó defenderte... -Terminé. Decidí parar, no sé por qué. Simplemente, pensé que era lo correcto.

Me levanté, y le tendí la mano a Alexei, para que se levantase. Esbocé una sonrisa.

-Ya todo ha terminado...

Entonces el orbe... Apreté los dientes al recordar como lo había arrojado al suelo para ir a enfrentarme al maestro.

Seles y Seol me habían pedido que lo llevara lo más lejos posible, y ahora Seol había muerto intentando protegerme de la explosión.

Me sentía débil, vulnerable. Alguien como yo no habría podido proteger a Seles...

-Ya todo ha terminado... - dijo Miquel al mismo tiempo que me tendía la mano, sonriente. Aunque no me sentía el chico más afortunado del mundo.

Agarré su mano para poder levantarme. Noté como todo mi cuerpo se resentía del fuerte impacto que había recibido. Flaqueé durante unos instantes, pero el firme brazo de Miquel no me dejó caer.

- No es cierto – respondí cuando ya estaba de pie, junto a él -. Los miembros de la hermandad no podrán vivir en paz hasta que sus seres queridos sean liberados. Mi... - miré en la lejanía los tres cuerpos calcinados – nuestra madre... sigue encerrada. Debo liberarla, y a los seres queridos de Seol también. Debemos liberar a todos los que el Maestro encerró.

Noté como todo este tiempo había estado apretando la mano de Miquel con fuerza, lo solté y comencé a andar con pasos irregulares. Me dirigía hacia el más pequeño de los cuerpos carbonizados, el más joven.

Apenas había vivido nada. Y por mi culpa se había visto inmersa en todo esto, porque la dejé sola.

Me arrodillé junto a lo que quedaba de Seles y miré sus restos con una mezcla de nostalgia y rabia.

- No puedo dejarla aquí. Ni a Seol tampoco.

Merecían un entierro digno.

Miré a Ren por última vez, esperando que en mis retinas quedara para siempre el recuerdo de su imagen antes de ser devorada por las llamas. Pero algo pasó, algo maravilloso e inesperado.
Oí la voz de Miquel, mucho más pura que nunca, como si las palabras fueran pronunciadas desde lo más profundo de su alma.

-Mikael, justiciero y salvador, toma mi vida en tus manos y salva a Jiang y a Ren.

Donde esperaba morir, viví. Donde vi el fin, ahora veía el principio. En un abrir y cerrar de ojos, las llamas pasaron y estábamos sanos y salvos. La plegaria de Miquel nos había salvado… una vez más.

Empecé a pensar que todo lo bueno que me había pasado desde que me fui de Shivat, era por estar al lado de Miquel. Conocer a toda esta gente, derrotar a Gao, encontrar a Dakota y a Alexei después de tanto tiempo… Pero sobre todo, de encontrarme con Ren después de tanto tiempo. Lo creía muerto, y seguro que él a mi también. De toda la inmensidad del mundo, encontrarnos aquí, precisamente, al borde de la muerte. Algo superior había intercedido para que estuviéramos aquí y ahora, vivos todos; vivos los dos.

Me fijé en Ren, a lo lejos, jadeante pero sereno, con la mirada atenta. Era igual que cuando lo vi por última vez. Era igual que en mis sueños, en los que no paraba de golpearle por romperme el corazón. Comencé a temblar porque me di cuenta que él aun no sabía quien era yo realmente. Noté como mi rostro ardía fuertemente, y dando pasos enérgicos me giré hacia Miquel que estaba ayudando a Alexei a incorporarse.
Me quedé callada, mirándolo fijamente, con Ren a mis espaldas.

-Gracias Miquel, me has salvado, otra vez más. No sé qué haría sin ti…


Ren relajó la postura. Ya no había nada que temer, todo había acabado. Observó a la pequeña niña que había rescatado justo antes de iniciar el combate, bastante alejada del resto del grupo. Mientras caminaba hacia ella, oyó a uno de los hombres hablar, y se paró en seco. Se giró bruscamente hacia la persona que acababa de hablar. Reconocería esa voz ligeramente forzada en cualquier lugar, hasta en el más concurrido mercado, incluso en medio de un volcán en erupción la voz de aquella persona resplandecería como el sol. Su corazón se paró de golpe, para después no parar de acelerarse hasta retumbarle en los oídos. Ya no podía oir nada más que no fuera esa voz, no podía ver otra cosa que ese cuerpo.

Con paso hipnótico, fue hacia ella. Hacía años que no la veía, pero sabía que era ella. Era inconfundible a sus sentidos. Inconfundible para su corazón, que no había dejado de amarla ni un segundo. Abrió la boca, pero no le salían palabras, sólo balbuceos.


La blanca melena de Jiang dejó de ondear al viento, quien sabiendo el encuentro de los amantes, decidió callar y escuchar. La joven cerró los ojos, podía sentir la presencia de Ren detrás de ella, y ahora, en el silencio de la tarde, podría escuchar hasta los latidos de su corazón. Como si tuviera todo el tiempo del mundo para ella, se fue volviendo lentamente hacia su amado. Cuando estaban perfectamente en frente el uno del otro, abrió los ojos y lo miró, con esos ojos rasgados y amarillos que años atrás habían conquistado su mente y su cuerpo.

Por fin se habían encontrado, esos lazos del destino que los unieron para luego separarlos en una amarga despedida, los volvían a juntar. Así lo habían querido ellos y así se lo devolvía el universo.
Los segundos se gastaban, en los que ninguno de los dos se atrevía a decir nada. Se habían herido con palabras en el pasado, y sabían que podrían volver a hacerlo. Nunca se les dieron bien las palabras para manifestar su amor, sus miradas les bastaban, sus besos les saciaban.


Como empujados por alguien, se lanzaron uno en los brazos del otro. Fuertemente, se sentían arder, como rodeados de un hielo tan frío que quemase. Los brazos de ambos se volvieron piedra, eran pura fuerza como intentando agarrarse a la realidad que no sabían si estaban viviendo. Querían disfrutar cada milímetro, cada poro, cada respiración. Las dos almas separadas hacía miles de años, por fin volvían a unirse en la eternidad.

Permanecieron así horas, quizá días. Para ellos el tiempo ya no tenía sentido. El amor es sentimiento casi divino que dura poco en el cuerpo pero perdura para siempre en el alma. Ren y Jiang jamás se separarían ahora. Nada ni nadie les podría arrebatar lo que tenían, lo que por fin habían encontrado. Sus corazones se habían unido de tal manera que no podría latir el uno sin el otro.

Jiang explotó de felicidad, dejando que una fina lágrima recorriera su rostro, limpiando tras de sí la ceniza que impregnaba el aire en su piel. Mojó levemente la camisa de Ren, que, bajo su férrea apariencia, sonrió, relajando un poco sus brazos. Se alejó un poco para ver la cara de su amada, cubierta de pelo y de polvo. A escasos centímetros el uno del otro, le apartó el pelo de la cara, para poder verla en toda su plenitud, con las cicatrices que había dejado el tiempo en su piel. Se pudo ver a él mismo reflejado en los vidriosos ojos miel de Jiang, que no paraba de traspasarle con la mirada, escrutando en lo más profundo de su alma, sacando fuera todos sus recuerdos.

Le secó la lágrima con sus ásperos dedos, sin dejar de mirarla ni un segundo.

-Te he estado buscando tanto tiempo… Pensé que… pensé que mi hermano…

Jiang negó con la cabeza, no quería escuchar nada, nada importaba ya. Se olvidó de lo que había a su alrededor, de su apreciado Miquel, de la pequeña Dakota, del recién encontrado Alexei… hasta de los que habían muerto en el combate.

-Te tengo, no necesito nada más.

Entonces sus labios callaron, dando paso a primer beso del resto de sus vidas. Sus labios se rozaron, pero intensificados todos los sentidos parecía como si el mismo cielo estuviese cayéndose en pedazos. No sentían nada más que al otro, no prestaban atención a nada más que no fuera el puro amor que emanaban sus cuerpos.

En ese momento volvieron a sentirse uno, y jamás se sentirían solos.

-Gracias Miquel, me has salvado, otra vez más. No sé qué haría sin tí...

Dijo aquella dulce y melodiosa voz, siempre música para mis oídos. Me giré para ver aquel hermoso rostro, la mirada de Jiang. -Yo no tengo mérito de nada. Todo es gracias a Dios. -Dije, con una media sonrisa.

Pero ella ya se había girado. Ya me había dado la espalda, enfocándose en el que sería su centro de atención, el centro de la Tierra sobre la cual ésta gira: Ren. Y, como si todo estuviese cordinado y ensayado una y otra vez, como si de una gran obra de teatro se tratase, Jiang se lanzó a los brazos de Ren, y Ren a los de Jiang. Y tras eso... bueno, se besaron.

No pude dejar de esbozar la media sonrisa. Me sentía contento. Contento al ver que la pobre Jiang, tras haber sufrido lo que ha sufrido, tras haber pasado lo que ha pasado, se reunía ahora de nuevo con su amado Ren.

Pero me sentía extraño. Por una parte, me sentía fuera de lugar, como si no formase parte de ese momento. Según mi punto de vista, los protagonistas de esta aventura eran ellos, y yo no más que un simple personaje secundario, cual aquel borracho que anda gritando "¡El Rey ha muerto!" Pero eso no me importaba. Ellos dos se lo merecían.

Por otra parte, sentía que había cumplido lo que Dios me encargó, fuese lo que fuese. Me sentía lleno, completo. Y que ya era hora de partir.

Miré a mi lado. Ahí estaba Alexei, media mente alerta por el recién-terminado combate, media mente todavía en el mundo del Más Allá. Sonreí, y le pasá el brazo por el hombro otra vez, como antes del combate, como antes de todo lo ocurrido... -Cuídate, muchacho. -Dije en voz baja, de manera que sólo sus oidos captasen mis palabras. -Ya es la hora de mi partida. Nos volveremos a encontrar... Pronto...

Lo solté. El muchacho se puso ahora a agrupar lo que eran las cenizas de su fallecida hermana. Sabía cómo se sentía él (yo también he perdido a mi hermano) pero no pude ayudarle del todo, pues el joven buscaba un recipiente donde colocar las cenizas, y yo no tenía idea de dónde encontrar alguno.

Me levanté, pues me había agazapado a ayudar a Alexei a recoger las cenizas de su hermana, girándome de nuevo hacia Jiang y Ren. Ya se habían separado. No decían nada, pero las miradas que se intercambiaban valían más que mil palabras. Me acerqué, intentando no interrumpir, dirigiéndome hacia Ren, extendiéndole la mano.

-Un placer haber combatido junto a su lado... Señor Ren-Zen. -Dije. Luego, me coloqué de manera que pudiese ver a los dos. -Es mi hora de partir. Ojalá Dios ilumine vuestro camino, y lo llene de alegría, paz, y prosperidad.

Sonreí por última vez ante la alegre pareja, y tras una reverencia, me giré. Me dolía con todo el alma separarme así de ella, de Jiang. Saber que a lo mejor no la volvería a ver. Pero sabía que ella estaba en buenas manos. ¡Y bah, qué demonios! ¡Si se le ve muy contenta! Y eso era lo que más me importaba a mí.

Empecé a caminar. Di un paso, y luego otro, hacia la improvisada salida de la Fortaleza. Me giré a la derecha un momento, para ver a la pequeña Dakota en lo que quedaba de muro. Le saludé con la mano, para luego seguir por mi camino.


Ahí estaba, aquella solitaria silueta, mirando cómo el Sol rompía aquella noche que por minutos se volvió día por aquella explosión, preguntándose qué le deparaba el destino.

Pasaron los minutos, que en los brazos de Ren, parecían segundos. Pero no nos podíamos quedar ahi, había mucho que hacer aún. Teníamos que salir de alli pronto, se llenaría de inquisidores en poco tiempo. Se acercó Miquel, con esa sonrisa suya que venía del alma, y se despidió. Se iba ya, y era normal que quisiera irse. Había sufrido mucho. Lo vi alejarse, pensativo. Corrí tras él, mientras Ren se iba hacia Alexei, para ayudarle.

En la salida de la Fortaleza, vi a Miquel, mirando el horizonte.

-Miquel, lo siento. No te he ayudado a encontrar a tu hermano. Sé que has sufrido mucho, sólo quería decirte...gracias. Gracias por todo.

Me acerqué a él, y de puntillas le besé la mejilla.

-Yo me quedaré a ayudar a Alexei. Sé siempre como eres. Ve con Dios.

Acto seguido me di la vuelta y corrí hacia Alexei y Ren. Enterraríamos a los cadáveres, y luego nos marcharíamos.

Tiro buscar por si hay algo que nos sirva de pala.

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Si encuentro algo decente, me pongo a cavar ahí mismo.