La Noche mas Larga -Acto I-

Enseguida entramos al hospicio, resguandardonos del frio.. La verdad es que no estaba muy acostumbrada al frio... Si, habia visitado algun sitio con "frio", pero era mas como "airecillo" comparado con esto...

Cuando entramos, una mujer se subio a una mesa y empezo a taconear. "Arghh...!!" Pense. Recuerdo aquellas calidas noches bajo la luz de la luna, y acompañados por el calor de la hogera. Cantabamos y bailabamos placidamente, al son de unas guitarras -normalmente desafinadas. En fin, la pasabamos bien...

Pero eso ya era pasado... Todo, todo, se habia terminado...

Agite la cabeza un momento. Debia de olvidarme de todo eso. Me dirigi al padre Pandor. -¡Buenas! -Alcance a decir. Tras eso, me acerque a la hoguera. Mientras me calentaba, una melancolica melodia surgia de mis labios. Los recuerdos me venian a la cabeza...

Todos tranquilos, de noche, alrededor de la hoguera. Un caballo galopando, arrastrando a un hombre. Cuando se despierta, solo recuerda que se llama Renato. Momentos, preciosos y a la vez preciados momentos...



Tras haberme calentado, me volvi a girar hacia el padre Pandor. -¿Puedo ayudarle en algo? Veo que hay bastante gentio por los hospicios, y Alexia y usted estan atareados... -Le dije, dedicandole una de mis mejores sonrisas.

Nemaydes fue el primero en volver, trayendo entre sus manos un cráneo humano que se esforzaba por arrastrar. Lo acuné y dejé la calavera con ligera desgana, torciendo el bigote a causa de la decepción. Nemaydes había sido desde siempre una especie de espía personal y saboteador. Cuando en Argos esos cabrones de Góngora, Lope de Vega y Quevedo se las apañaban para sabotear mis creaciones era a Nemaydes a quien solía enviar para hacer justicia. Tal vez quedara raro viniendo de mí, mas en la senda de la escritura solo unos pocos pueden entrar y brillar, y para brillar a veces hay que hacer cosas sucias. Yo mismo me sorprendo de ellas y recuerdo, con horror, cuando…

-Pene.-Saludó Quijote desde detrás de mí. No había reparado en su llegada. Tal era mi abstracción que tardé todavía unos segundos en reaccionar, segundos que aprovechó, como siempre, para soltar una endiablada perorata.-Me he encontrado al mejor tipo del mundo y mira, una polilla. La llamaré Betty y tú serás su… *A partir de este punto dejé de prestar atención* Solo pude captar frases como “amor platónico”, que para él era aquel amor consistente en platos y diferentes vejaciones hacia mi persona por no prestarle la atención que merecía, según él, el asunto.

Para colmo de males, nos llovió por el camino. El barro era como una trampa mortal que amenazaba con engullirnos y que más de una vez trató llevarse mis botas. Por suerte había tomado en mis años de servicio la costumbre de atármelas hasta que me palpitasen las piernas; en una ocasión, en plena batalla, estuve a punto de morir a causa de la pérdida de una. Tropecé al perderla y el arcabuz del soldado enemigo ya me estaba apuntando cuando Quijote apareció y le clavó la lanza entre pecho y cabeza. Desde entonces tengo especial cuidado con los fallos tontos, de la misma manera que tengo cuidado de cubrirme las espaldas con mi espectral compañero.

Corvis lucía extrañamente distinta cuando llovía. El sonido incesante y repiqueteante de los elementos acrecentaban ese aire nocturno y fantasmal que en ocasiones afloraba de ella. Los puentes y escaleras empapados casi eran invitaciones a descalabrarse en una caída poco propicia. El agua se colaba a través de la gabardina de combate. Tenía barro hasta las rodillas y empezaba a sentirme mareado. Para colmo de males Quijote no cesó de charlar en ningún momento. Asco de vida.

Llegamos finalmente, y tras un buen rato, al hospicio. Sucios, fríos y empapados, fuimos entrando por la puerta, desde dentro de la cual se oían los sonidos cálidos y envolventes de las risas y comentarios de los pobladores, que se habían reunido ahí. Había de todo, lo más bajo de lo bajo, no me molestaba, había aprendido hacía años ya la virtud que podían encerrar los más pobres, además de que en un día como aquel, en el que podían tener comida y techo gratis, estarían, cuanto menos, felices y sin ánimo de atracar a nadie.

Una atareada Alexia nos saludó, le devolví la bienvenida con sequedad y un asentimiento de cabeza. Odiaba la lluvia, siempre la había odiado y siempre la odiaría. Odiaba que la ropa se pegara y pesara, odiaba que enfermara por culpa de ella y odiaba resbalarme y no ver por su culpa. Esas molestias se translucían en mi, por entonces, adusto rostro. La chica nos indicó también donde encontrar a su tío y aunque el ambiente estaba realmente animado, optamos por ir a los fogones, donde por lo menos podríamos calentarnos.

- ¡Maeses! Que alegria que volvieran, cuando vi la llovizna... cagüen... habranse resfriado fijo ¡Acercense al fuego y en cuento terminemos afuera podremos hablar con un plato caliente delante!

-¡Buenas!-Saludó la pequeña con energía. Ah… Juventud, divino tesoro, quien la tuviera de nuevo... Era consciente de que a la Muerte no le faltaría mucho por hacerme una visita. Trataría de retrasar la cita lo máximo posible, pero eso no era comparable a tener una vida por delante...

-Gracias, y buenas tardes-Saludé. Al oler el guiso, sin embargo, mi rostro se mudó en una hambrienta sonrisa.-Perfecto, perfecto.-Me froté las manos, acercándolas al fuego. El calor las desentumecía lenta y apaciblemente.

-Oh, cállate. Yo me he enamorado y tú no escuchas mis cuarenta y nueve cuentos de castores azules, setenta y dos de ellos inventados y ochenta y cuatro con contenido explícito. Eres una guacamole desafortunadamente abrecartas.

-Pues al final en el cementerio no había nada en especial.-Dije ignorando (De nuevo) al espectro.- Si bien me han hablado de un loco que suele frecuentarlo, parece haber sido una completa pérdida de tiempo ¿Se os ocurre alguna idea de cómo continuar? O... O por lo menos una manera lo más legal.-Mi gesto se ensombreció levemente.-Pero... Si no la hay me parece que no pasaría nada por meternos en ciertos barrizales si lo hacemos con cuidado.

-¡Hijodeputa!

La comida caliente os sentaba bien y Alexia parecia sentirse feliz de traeros una y otra vez jarras de vino aguado caliente y con miel, porque y a pesar de que Pandor la miraba con cierto reparos ella no podia evitar de vez en cuando echarse una copita.

No os preocupeis mis buenos amigos. Pandor fregaba el último de los platos y a su vez se despedia de los pocos mendigos que ya se iban a sus camas. El cementerio Oriental ha sido una penosa idea. Y me siento culpable por no haberos podido ser de mas ayuda antes. Asi que me he dedicado a pensar lugares donde investigar entranto que mi joven sobrina se apañaba con la casa

Y por eso hede macharme AHHHHH. Bostezo sonoramente. Estudiar un poco ahora, los exámenes de acceso son dentro de nada. La pobre tenia la cara colorada y una mirada achispada, y a pesar de sus intenciones a lo mas que logro es a acurrucarse en el cómodo sillón.

Ha sido un dia duro para ella. Pandor la tapó con una manta.

Como os venia diciendo, he estado haciendo una lista de gente y lugares a los que os interesaría ir. Paró un segundo y se encendio su pipa, ofreciendoos un poco a los hombres.

Los Gadock perdieron al anciano Hagger. Son una familia con algunas vacas que vive en el exterior de la puerta oriental.

En el cementerio septentrional otras dos tumbas fueron profanadas. Miro afable a Adrian. No os preocupeis, este cementerio es privado y bien cuidado. Conozco al sepulturero personalmente y es un hombre afable a pesar de su problema con lo de la bebida... Termino musitando para sí.

Y por último los Fullet viven a media mañana de camino hacia el sur. Son ovejeros y la pobre Lorna quedó viuda hace un tiempo, es muy triste que despues de tanto tiempo el cuerpo de su marido haya sido profanado.

Y estos son todos. Por ahora podemos dormir y mañana podeis continuar con la investigación en cualcuera de esas localizaciones. Esperemos que se resuelva todo pronto.

Dicho esto Pandor se despidio de vosotros. Bueno, ya sabeis donde teneis vuestras habitaciones, y Adrian, si quereis dormir aqui, os habilitaré una ahora mismo. Si no, marcho ya a la cama, que mis viejos huesos me lo están pidiendo a gritos.

Tragué la comida caliente sin apenas detenerme a degustarla. No era tan exquisito como lo que cocinaba mi hermano, pero servía para entrar en calor. La joven Alexia nos ofreció bebida pero la rechacé, estas cosas dificultan el pensamiento.

Al parecer había más lugares que teníamos que visitar. Por suerte ninguno de ellos era un asqueroso, fangoso, desagradable, feo, maloliente, poco bello, para nada estilístico, guarro, dejado y pobre cementerio. Decidí fiarme de la palabra del padre Dumas.

No había ninguna otra víctima que tuviese cierta relevancia en la ciudad. Al parecer ese chulo y prepotente idiota era la única víctima adinerada. Los robos parecían ser al azar, sin ningún patrón. Lo único en común eran las extrañas circunstancias en las que desaparecían los cadáveres, y el rastro que dejaban.

Malditos ladrones chapuceros…

- Sin ánimo de ofender… - comencé. Aunque la verdad es que no me importaba mucho, pero no me convenía enemistarme con esta gente – creo que prefiero irme mi casa.

Más grande, más bonita, y más segura.

Ya había acabado de cenar, por lo que me levanté.

- Buenas noches, padre Dumas. Charles, nos vamos – miré a mis compañeros antes de marcharme, dudando – Eh… esto… buenas noches.

La verdad es que no era una buena noche, era lluviosa. Y odio la lluvia porque enfanga el suelo y me hace ensuciarme. Y también te hace resbalar, y deja charcos por todas partes. Y es muy ruidosa.

Miré rápidamente mi reloj de bolsillo. Con la cena me había olvidado de mirarlo. Era tarde, demasiado. Seguramente mi hermano se estaría preguntando dónde estábamos Charles y yo.

- Mañana nos volveremos a ver aquí, a la misma hora que hoy.

No dije nada más, y me fui de allí junto a mi guardaespaldas.

El vino me fue devolviendo poco a poco el color y el ánimo, por lo que presté atención a todo aquello que Pandor Dumas tenía que decirnos. Antes de que empezara la información sustancial, Alexia tuvo que irse a dormir, pues estaba rendida (Y, la verdad, no me extrañaba, pese a que nunca hubiera cuidado un hospicio). Pero bueno, al parecer la idea de ir al cementerio oriental fue tan acertada como podría ser la idea de darle una bomba de relojería a Quijote estando éste borracho. Es decir, un desastre en toda regla. Por suerte, el buen padre había tenido la amabilidad de preparar una lista con sitios que podríamos visitar, que por cierto, y no queriendo pese a ello querer resultar descortés, habría preferido hubiera redactado antes, pero bueno, no todo se podía tener.

-Los Gadock perdieron al anciano Hagger. Son una familia con algunas vacas que vive en el exterior de la puerta oriental.

En el cementerio septentrional otras dos tumbas fueron profanadas. Miro afable a Adrian. No os preocupeis, este cementerio es privado y bien cuidado. Conozco al sepulturero personalmente y es un hombre afable a pesar de su problema con lo de la bebida...-Terminó musitando. Quijote, de fondo, gritó un "¡Y buen hombre que es! ¡Vivecarpos!"-Y por último los Fullet viven a media mañana de camino hacia el sur. Son ovejeros y la pobre Lorna quedó viuda hace un tiempo, es muy triste que despues de tanto tiempo el cuerpo de su marido haya sido profanado.

-¿Kuiiik?-Chirrió Nemaydes desde el fardo que mantenía entre mis rodillas. Cerré la bolsa con un movimiento de la pierna, impidiendo que el mono saliera. Tuve que fingir un ataque de tos a la vez que le ordenaba a Nemaydes por medio del vínculo espiritual que nos unía (Concretamente el que me permitía, en el peor de los casos, someterlo) que se quedara quieto. Me aseguré de no ser demasiado explícito y, de paso, de no pasarle imágenes mentales de halcones y águilas.

Y estos son todos. Por ahora podemos dormir y mañana podeis continuar con la investigación en cualcuera de esas localizaciones. Esperemos que se resuelva todo pronto.

-Cerv. Te vas a reír.-No contesté.-Verás. Me acabo de enterar del tema de las tumbas profanadas. Es decir ¿No íbamos simplemente de excursión en el viaje de mi vida? Jopetas, malditas sean tus falacias por toda la existencia de los rinocerontes lucrecianos.-En esos momentos se me pasaron por la cabeza gran cantidad de palabras tajantes, preguntas malsonantes, golpes aun más malsonantes y también varias maldiciones sobre la memoria o la percepción de Quijote, que al parecer servía para nada excepto para encontrar señores en los cementerios.

-Y estos son todos. Por ahora podemos dormir y mañana podeis continuar con la investigación en cualcuera de esas localizaciones. Esperemos que se resuelva todo pronto. -Remató Pandor Dumas, deseando por lo que parecía irse ya a dormir, cosa nada reprochable teniendo en cuenta su edad.-Bueno, ya sabeis donde teneis vuestras habitaciones, y Adrian, si quereis dormir aqui, os habilitaré una ahora mismo. Si no, marcho ya a la cama, que mis viejos huesos me lo están pidiendo a gritos.

Sin embargo, Adrian optó por irse a su casa, rechazando de forma torpe la invitación y diciendo de quedar a la misma hora en el mismo lugar; en resumidas cuentas: Vuelta a madrugar. Yo fui a mi habitación tras mascullar para mí un "¡Estos jóvenes de hoy en día!" o "¡En mis tiempos una invitación era acatada como una orden y sin rechistar!" y cerré la puerta, tumbándome sobre le jergón. Viendo como iba ese caso, y también que Nemaydes no era suficiente, pensé en invocar algo, dado que no había nadie para ver podía ser una buena ocasión.

Saboree la comida, la deliciosa comida, que nos ofrecio el padre Pandor, mientras que daba algun que otro trago a las copas que traia Alexia. La comida, hacia tiempo que no degustaba tal comida. Y la bebida... no habia probado bebida mas refrescante que la que me trajo Alexia.

Cuando termine, escuche las palabras de Pandor, el cual nos estuvo diciendo mas lugares donde podiamos encontrar mas pistas. Luego, le ofrecio hospedaje a aquel muchacho frio y bastante estupido a mi creer, Adrian creo que se llamaba. Pero este rechazo. "Encima desagracedico..." Pense.

Me levante. -Bueno, padre, con su debido permiso, me voy a dormir. Ha sido un dia bastante ocupado, y presiento que mañana tambien lo sera. Muchas gracias por la comida y bebida. Buenas noches. -Con una sonrisa, me retire a mis aposentos. Me volvi a tumbar en el jergon, adoptando la misma posicion que anoche. Intente dormir, pero me costo, pues el ruido de la lluvia me impedia descansar. Siempre, me despertaba tras unos minutos de sueño...

Al no poder dormir, me estire en el jergon, poniendome a pensar... Aunque, lo que queria era no volver a pensar... No acordarme de nada, no saber nada... Aunque la idea era ironica en si, pues ya habia sufrido de amnesia antes... A veces me pregunto quien decide nuestro destino. Por que Dios, si esta ahi arriba, nos hace pasar malos tiempos, muyy malos tiempos. Y todo sin motivo, sin razon...

Al final, pude conciliar el sueño. El preciado sueño...

La mañana se levantó neblinosa, la bruma pesada y axfixiante entraba por las ventanas de vuestras habitaciones y daba un ambiente tétrico al hospicio. Aunque deseabais manteneros en la cama, calientes y a salvo de la lluvia, el deber para con el padre Pandor y la ciudad de Corvis os impelia a recorrer las calles en busca del ladrón de cuerpos.

Cervantes:

Tus huesos te machacaban con esta humedad y pasaste la mayor parte de la noche en vela, asi que no te resultó dificil levantarte de la cama. Al abrir la ventana una fria brisa despejó tu mente. Allá a lo lejos se veia luz en la casa del cura, y atisbabas una delgada figura sentada en un escritorio frente a la ventana. Que buena estudiante la joven Alexia.

Bajaste y viste rodajas de pan y un tarro de miel. Vaya, que considerados. Además de un poco de vino especiado en una olla que pusiste a calentar. Era temprano asi que te dedicaste a repasar el papel con el resto de los cuerpos y donde estan enterrados mientras desayunabas con tranquilidad. Solo cuando oiste al joven Turner en la puerta del hospicio guardaste el documento y saliste a saludar.

Adrian:

Nunca te resultó dificil levantarte pronto, las noches de insomnio inducidas por el temor al robo, y tu entrenamiento propio para desvelarte al menor ruido hicieron que te despertases a la misma hora que Charles se levantaba, unos rigurosos cuarenta y cinco minutos antes de que tuviera el deber de llamarte. Así, mientras el preparaba un delicioso desayuno a base de fruta en almibar, leche de vaca y huevos duros con pan tu decidiste asearte y calcular el gasto que supondria esta operacion. Aunque bien igual te daba con tal de atrapar al ladrón.

Después de desayunar prorrumpisteis a caminar hacia la iglesia. Charles estaba asombrado de no tomar el carruaje. Vamos, amigo. Le dijiste sonriente. Una cosa es que no me importen los gastos y otra permitir que mis sucios acompañantes tengan la oportunidad de romper y destrozar mi maravichoso transporte.

Despues de una caminata que relajó tus musculos y abrio tus pulmones llegaste al hospicio, donde ya estaba el viejo soldado abriendo la puerta para darte al encuentro.


Jimena.

Habias dormido poco, y mal. Asi que no fue sorprendente que a pesar de tu firme decision de levantarte a las claras de la mañana no abrieras un ojo hasta oir el borboteo de una cazuela y el olor de la miel caliente. Y aun a pesar de ello no fue suficiente el estímulo que decidiste remolonear un buen rato mas. Solo un parpadeo... musistaste para ti.

Cuando volviste a abrir los ojos ya no se escuchaba el borboteo, lo que si oiste fue la puerta del hospicio cerrarse. ¡Que se iban sin ti! Corriste a toda velocidad a la cocina, agarrando la cazuela para bebertela de un trago ¡Es vino especiado! Pobre de ti que te emborrachas con facilidad, ese vino se te iba a subir a la cabeza. Tomaste además un mendrugo de pan y saliste a toda prisa tras tus acompañantes.




[Ahora estais en la puerta de la iglesia, un post de la anterior página están dichas las posibles vias de investigación, si teneis alguna duda preguntais. Cuando sepa a donde quereis ir planteo el siguiente escenario, mientras tanto ¡Conversad Malditos!]

Saqué el reloj de mi bolsillo al mismo tiempo que la delincuente que se había unido a nosotros salía por la puerta a nuestro encuentro. Miré el reloj durante unos instantes, no se había demorado demasiado pero no pude evitar convertirlo en otra razón más para despreciarla.

- Vaya, parece que no siempre se puede ser puntual, ¿verdad? - dije, regocijándome en la impuntualidad de la tal Jimena. Podría tener el favor de este hombre que nos acompañaba, pero algún día la llevaría a la horca como a todos los vulgares ladrones.

Sonreí de una forma muy forzada, casi burlándome.

- Sea cual sea nuestro destino seguro que voy a acabar hecho un asco, así que os permito - y recalqué con énfasis el verbo "permitir" - escoger libremente el destino al cual nos dirigiremos hoy. Sin embargo, dejad que mi privilegiada mente os de algunos consejos.

Sí señor, yo era muy superior a esos dos... individuos. Además, tenía más dinero del que conseguirían juntos en toda su vida. Bueno, más que el dinero que conseguirían de forma honrada.

Miré de reojo a Jimena, pero sin ocultar el desprecio que destilaba mi mirada.

- En el cementerio no creo que encontremos más que tumbas destrozadas de esa forma tan chapucera, y sin cadáveres. Quizá estas familias... - cerré los ojos un momento, usando mi privilegiada mente para recordar - ...los Fullet y los Gadock puedan darnos más información que un montón de tumbas. ¿No creéis?

Volví a sonreír con suficiencia. La presencia de Charles a mi diestra me hacía sentir seguro como para hablar todo lo que fuera necesario. ¿Quién sabe lo que podría sucederme si estuviera solo con una ladrona y un fracasado mercenario?

El sol se levantaba demasiado rapido para mi, y el gallo interrumpia mi corto y mal sueño. Bueno, el gallo, y el ruido de una cazuela hirbiendo. El estomago me sono, pero aun y asi solo pude pensar en un -Jooo, cinco minutitos maas.... -Por lo que no llegue ni a abrir los ojos. Y, cuando me doy cuenta, el olor ha desaparecido, y un portazo sono fuertemente. Me levante de un salto, poniendome la primera ropa que encontre a mano y saliendo corriendo. -Corcholis, que os vais sin mi! Esperadme! -Seguro que habia despertado a mas de uno, pero bueno... Tampoco importaba mucho.

Por el camino, recogi una cazuela, dispuesta a bebermela de un trago, cuando me di cuenta de que era vino. -Rayos y centellas! -Exclame. Con lo facil que caia en los brazos del alcohol, no podia imaginarme como esto me iba a subir a la cabeza. Solo supe que lo haria. Tambien recogi un trozo de pan, y casi me lanzo contra la puerta, intentando llegar lo antes posible...

...Y alli estaban esperando. El insolente joven que solo sabia ser un cazurro y un desagradecido. Que mal me caia ese tipo, por dios. Si tan solo hubiese nacido pobre, ya habira muerto hace muuuuuuuuucho tiempo. Y luego tambien Cerva. El unico amigo de verdad que pude hacer en el viaje de camino a aqui.

El chaval, Adrian, se puso a quejarse del tiempo. Que si no podemos ser puntuales, que si tal, que si cual... Luego, se puso a chulearse sobre su maravillosa inteligencia. "Privilegiada mente", lo llamaba. Lo mire un momento, mientras me metia un trozo de pan en la boca.

-A veces, el peor enemigo de un ser humano puede ser este mismo. -Dije. -Eso dijo una vez un anciano amigo mio. Y eso es lo que te esta pasando a mi. "Tener mente" no trata de ser listo. Sino de saber comportarse como tal. Asi que callate y dejanos pensar. -Me bebi el vino de un trago.

Me gire a Cervantes. -Pensando que ayer fuimos al cementerio publico, hoy podriamos ir al otro cementerio, y comparar lo que encontremos. No? Al menos para asegurarnos de que es todo culpa de una misma persona (o grupo de personas). -Espere a su respuesta.

La luna se reflejaba palidamente en la espada a la luz de la luna.

No podía dormir, todo ese asunto era simplemente demasiado para mí. Era un hombre acostumbrado a tratar con gente de la peor calaña y peores sistemas morales, pero no con un ladrón de tumbas, y mucho menos sin saber con quién. Estaba furioso por la falta de éxito en la búsqueda... Furioso con el maldito crío que se creía superior al resto simplemente por el dinero... Furioso con las ropas mojadas... Furioso con el día en general.

Era como perseguir una sombra.

-Cervcervcerv ¡No se te vé bien! Deberías tomarte un pomelo.

-Qué es un pomelo.

-Jodeeeer, no sabiendo lo que es un pomelo. Un desastre de gallo con bigote.

-Calla.

-Tío, Cerv, estás más tenso que una cerda en su noche de bodas. En especial porque las cerdas no se casan y sería bastante tenso eso de casarse con un cochino.

-Quijote, no estoy para tus comparaciones. Estoy cabreado. Mucho.

Quijote me atravesó entonces con su lanza, sin hacerla tangible, de manera que simplemente noté una especie de frío espectral ahí donde me había tocado. Le miré, sin comprender, y él ya se había puesto en guardia. Terminé de desenvainar mi espada larga y, sin una palabra, combatimos. No podíamos tocarnos, o al menos no si Quijote no quería. El enfrentamiento se prolongó durante cerca de tres cuartos de hora, tres cuartos de hora en los que giramos, cruzamos aceros y nos insultamos sin parar. Al principio yo toscamente, debido a mi estado de ánimo, pero con el transcurso del combate empecé a encontrarme cada vez más y más a gusto con la pelea. Mientras, Nemaydes miraba todo desde detrás de sus gafas rojas.

Me dejé caer sobre la cama, exhausto.

-¡¡Ahá!!-Dijo, moviendo la espada amenazadoramente.-¡Así que eso es todo lo que puede hacer un humano no amante de Quijote, eh! ¡Pues exijo inventarme otro personaje para tu libro!

La última vez que había inventado uno fue una campesina que el protagonista veía como una princesa... El humor de mi compañero, aunque normalmente bastante cruel, podía llegar a ser interesante, así que le di una oportunidad.

-Venga, di.

-Un hinflador de perros.

-¡Un hinflador de perros!

-Sí.

-No, maldita sea. Me niego.

-Vale.-Dijo, asintiendo. Enarqué una ceja: No podía haber sido tan fácil.-Peeeero a cambio seguiré a una cría que he encontrado durante unos días. Una tal Dakota, qué encanto de cría. Me comeré su postre y además... Hmmm... Eeeer... No sé, llenaré su osito con zumo de naranja ¿Hay naranjos por aquí cerca?

-No.

-¿A lo primero o a lo segundo?`

-A ambas cosas.

-Malo.

Un silencio pesado cayó entonces.

-Oh, venga, vale. Pero aparecerá poco. Muy poco.

-¡SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!

-Ahora calla, voy a invocar un ser que nos ayude contra ese ladrón de tumbas.

-¡Invoca un mierdonio!

-No. Tengo pensado invocar a un Muso llamado Poesía.

Quijote debió encontrar mi afirmación jodidamente graciosa, porque se cayó al suelo de la risa. Y que un caballo con jinete se caiga al suelo se nota.

-PUFFFFFFFFFF... JAJAJA... Tío, Poesía...-Prorrumpió en nuevas carcajadas.-El tipo ese es marica o algo, ¿no? Porque tío, un desastre. Hay nombres mejores, como Espárrago.

Continuó riéndose mientras yo preparaba un largo y complicado ritual en el que tenía que mezclar distintos conjuros de atadura, restricción, invocación en sí y distintos círculos etéreos para evitar el descontrol del ser. Era tan complicado como costoso el precio en energía, pero aun así confiaba en hacerlo. Poesía era un ser relativamente fuera de mi alcance, pero esa misión la consideraba también de idénticas características, así que pensaba que serviría...

Me equivocaba.

Tras una hora de ritual, observé como entre las cadenas mágicas salía la criatura. Un ser de misteriosa belleza rodeado por un halo que formaba lentamente palabras y frases, y cuyas piernas no existían, sino que en lugar de éstas tenía la parte inferior de una pluma de escritura. Su forma se fue concretando, hasta que finalmente apareció frente a mí.

-¡Y ante mis palabras caerás!-Dije, alzando un brazo hacia él.

Las cadenas se rompieron en mil pedazos, y de repente me sentí extremadamente vacío. Di una bocanada de aire... ¿Qué demonios?

-Mieeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeerda.
-KUIIIIK!-Chilló Nemaydes, al ver nuestras reacciones se había asustado.

-Olas gigantes que os rompéis bramando
en las playas desiertas y remotas,
envuelto entre la sábana de espumas,
¡llevadme con vosotras!-Cantó, acompañándose por un movimiento teatral, al tiempo que una serie de esferas transparentes con mares en su interior giraban alrededor de él.

Lo miré largamente, extrañado por ese juego de luces. Quijote, sin embargo, parecía saber bien qué era eso, porque en cuanto vio como la magia entraba en su cuerpo se bajó la visera del casco y apuntó la lanza hacia el enemigo. No fui tan previsor.

-¿Qué...?

Su rostro relajado se constriñó en una horrible y sádica sonrisa.

-Que os voy a obligar a devolverme a mi sitio. Arrancándoos los brazos si es necesario.

Quijote y yo nos pusimos en guardia enseguida, sabía de la agresividad de ese ser por lo que había leído. A fin de cuentas, las Musas estaban directamente emparentadas con las Esfinges, la única diferencia es que una Musa es una cría de Esfinge y humano, cuya esencia acaba por corromperse y fundiéndose con las artes... Desgraciadamente, también heredaban el carácter homicida de sus progenitores monstruosos.

En cuanto me percaté de esto, me tiré sobre la cama y, empujando la mesa con las piernas, la lancé contra él, esperando hacerle caer con ello. No obstante, esas esferas brillaron y lanzaron unos rayos de luz que detuvieron la mesa con facilidad. El espectro, esperando tomarlo por sorpresa, se acercó desde un flanco y, enarbolando la lanza como un bate, trató de golpearle. De nuevo el escudo trató de detener el ataque, y lo consiguió de manera parcial. La lanza fue ralentizándose mientras el ruido de las olas llenaba la estancia, pero aun así la fuerza del caballero espectral consiguió abrirse camino y golpear a Poesía, aunque de manera leve.

Por su parte Poesía, viendo que el supuesto siervo de aquel irritante convocador había conseguido atravesar su defensa, optó por acabar con él primero para evitar problemas.

-Saeta que voladora
cruza arrojada al azar,
y que no sabe dónde
temblando se clavará.

Las esferas se colocaron en formación alrededor de él e, iluminándose, dispararon cada una una ráfaga de saetas que cruzaron la habitación para clavarse en Quijote, que tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para conseguir acumular la suficiente energía como para crear un escudo tenebroso en su brazo antes de que los proyectiles le impactaran. Lo consiguió no obstante, y cuando estos iban a abatirse sobre la oscuridad inescrutable, en ésta se abrió una mandíbula que se las tragó, soltando un sonoro eructo a continuación.

-¿Era eso completamente necesario?-Le increpé, asustado porque alguien pudiera oírnos.

-Definitivamente no.-Contestó con una sonrisa.

Pero aun así su seguridad no me tranquilizó, y empezaba a temer verdaderamente por nuestros cuellos. Sabía lo que la inquisición les hacía a los herejes, brujos o inclusos presuntuos brujos; las torturas habían sido visión de cada día cuando trabajé como guardia eclesiástico en El Dominio... Y desde luego no desearía un final así ni a mi peor enemigo, y mucho menos a mí mismo. Debido a eso, y poniendo todas mis fuerzas en una estratagema que no sabía si funcionaría, lancé un amago de tajo contra su cuello. De nuevo, los rayos de luz la detuvieron, pero aproveché que estaban todas ocupadas para golpearle en el pecho con una patada; las esferas no reaccionaron a tiempo, y Poesía dio con sus huesos en el suelo, poniendo yo mi espada bajo su cuello.

Había caído, y en esas dudaba seriamente que pudiera defenderse decentemente, por lo que me relajé.

-Ríndete, Poesía, o será mía la espada que acabe con tu vida.-Le ordené. Nunca había sido un buen poeta, pero creía que me había salido un pareado decente.

Sin embargo, el ser no parecía demasiado preocupado por mi amenaza, y se limitó a mirarme amenazadoramente mientras veía cómo acumulaba magia. Quijote también debió notarlo, pues se puso hecho una furia, sospechaba que más para asustarlo que por verdadero enfado, a fin de cuentas lo teníamos a huevos para acabar con su vida.

-¡Cerv, acaba con ese mierdas ya! ¡O MEJOR! ¡Déjamelo a mí! Pienso hacerme una bufanda con sus riñones.-Fue eso lo que dijo, con una voz terrible y levantando la lanza amenazadoramente.

Quizás la visión de aquel ser fue demasiado para él, y no era de extrañar, montado en su caballo espectral, siendo atravesado por la tenue luz lunar mientras los ojos de su corcel ardían como brasas, mientras su lanza amenazaba con empalar su núcleo espiritual... Mientras casi le parecía mirar a la muerte cara a cara.

Las esferas cayeron al suelo, como muertas, y pequeños charquitos surgieron de sus pedazos.

-¡Me rindo! ¡Oh, dicha pobre la mía!

Quijote escupió.

-Te callas. Y como vea que te mueves un solo centímetro, como vea que vayas a gritar o a preparar un puto conjuro, te pienso abrir la caja torácica con mis propias manos, arrancarte el corazón o la mierda que tengas ahí dentro, y enseñártelo ¿Ha quedado claro?

Poesía asintió, cohibido.

Aproveché que la situación se había calmado para buscar en mi mochila mi vieja pluma de escribir y mi tintero, y con cuidado fui dibujando un círculo alrededor de Poesía, a la vez que murmuraba los ensalmos necesarios para contener la esencia de aquel ser. Lo hice con más cuidado esta vez, no dejando ni una fibra espiritual libre, constriñendo su alma de manera brutal. A mitad del ritual, le corté un mechón de pelo que posteriormente usaría para dar fortalecer la dominación. Y así, tras una hora, conseguí acabarlo todo.

Me senté en una silla.

-Poesía, has de comprender que para mí invocarte es un gran coste, y algo que no haría si no fuera estrictamente necesario.-Le empecé a explicar, pero él, lejos de comprender, se limitó a sonreír irónicamente.

-Claro, claro... Como que no he conocido humanos sedientos de poder, que para atraparme solo han requerido el querer, sin objetivo, sin ilusión, por simple pretensión.

-No niego que haya gente así, pero en mi caso, en cuanto termine el caso por el que te he llamado te liberaré. Prometido.

Se encogió de hombros, aunque más relajado.

-Tampoco tengo elección, hablad, soltad palabras con conjuradora pretención.

-En todo caso, soy bueno con los seres que convoco, y por ello no suelo aplicar castigos a menos que esté extremadamente cabreado, y en todo caso lo haría mediante un duelo justo, así que no temas.

Poesía soltó una risotada.

-¿Temer? ¿Yo de vos?

-Vos de mí, efectivamente. Pero no te he llamado para charlar, sino para ayudarme en un caso en el que requeriré de tu magia. Para empezar, ocurre que los bandidos del bosque están cada vez más activos y agresivos, hablaron de un escupeniebla o algo así, no me acuerdo, y cayeron sobre nosotros, matando sin piedad. Además, aquí en Corvis se han dado unos cuantos casos de robos de tumbas... Te he llamado principalmente para escoltarme a mí y a una chica gitana cuando entreguemos a los ladrones de tumbas, aunque te pediría que participaras también.

Poesía resopló.

-Viejo, si hubiera sido un poco más de cabrón me habría callado y, cuando estuvieras siendo atracado me alejaría lentamente cantando alguna canción ¿De verdad crees que puedes ordenar algo en CONDICIONAL? Maldita sea, me he encontrado con conjuradores inútiles pero...

En esta ocasión fui yo el que sonreí.

-Tú, por el simple hecho de estar donde estás, con la amenaza de muerte que estar en este mundo sin alguien capaz de esconderte, ya tienes que asegurarte de mi supervivencia. Y honestamente, el pantano de Agammenón no es el mejor lugar para vivir, aunque es innegable que la Inquisición no te perseguiría ahí, pero suerte con todo y tal.

Poesía cerró la boca.

-No lo había visto de esa manera.-Suspiró.-Bueno, pues eso. Supongo que, si me vas a liberar, puedes contar conmigo. Pero es un trato... ¿Es necesario que te llame amo?

-No, puedes llamarme Cervantes.-Contesté, al tiempo que hacía un gesto con la mano y las cadenas del ritual se aferraban en torno a Poesía. Después de hacerlo, desenvainé mi espada e introduje su esencia en ella.

El arma vibró y emitió un tenue brillo blanquecino antes de caer, dormida. En la parte de la hoja más cercana a la empuñadura quedó tallada una pluma plateada, representando el poder que encerraba en su interior.

-Hecho. Nemaydes, ya puedes pasar.

El tamarino asomó su pequeña cabeza por la puerta y entró con cautela, mirando alrededor en busca de aquel señor que tanto miedo daba, pero no lo encontró.

-Nem, se ha ido.

-¿Kuiiik?

-Haré como si te hubiera entendido.

-Kuik.-Dijo, y se metió en la mochila.

-No sé qué has dicho, pero la tuya. En todo caso... Cerv, ¿Te hacen unas cartas para pasar la noche de empalme?-Miró alrededor.-¿Cerv?

Un ronquido le sobresaltó.

-Oh, venga, que te jodan con una lanza. Voy a asustar perros.-Dijo antes de salir atravesando la pared.

________________________________________________________________________________

La mañana amaneció, como sonriente, y la luz entró por mi ventana.

Desperté tarde, para variar, y es que aunque no hubiera tenido un sueño tan profundo como el que tenía, habría acabado levantándome a la misma hora simplemente por la movida de anoche. Aunque bueno, de joven era peor, al menos de viejo no tenía que dormir tantísimo...

Me estiré, todavía adormecido, y tras hacer mis necesidades en las letrinas me amarré la espada a la cintura y me eché la maleta al hombro, todavía bostezando. Había quedado con Jimena y el insufrible chaval esa mañana, y la verdad es que no estaba precisamente de buenas recién levantado, esperaba que por lo menos no empezara con sus sandeces.

La cabeza de Quijote apareció por el suelo, lentamente.

-Cuac. Soy un pato. Asustar patos es mejor incluso que asustar perros...

-Buenos días, Quijote.

-Me gusta eso de meterme dentro del lago y cazar patos, tiene su gracia.-Decía mientras bajábamos las escaleras.-Oh, venga, ¿Ya estás ignorándome para que la gente no piense que hablas solo?

-Sí.

-Vale, eso es un tanto contradictorio.

Pasamos al comedor, donde pasé a desayunar tranquilamente mientras ojeaba el papel donde figuraban el resto de muertos y dónde estaban enterrados, lo cual no era precisamente una lectura agradable por la mañana, pero la leche y las gachas por la mañana consiguieron que no me importara, de hecho, después de todo lo de anoche, fue algo agradable.

O al menos lo fue hasta que llegó el joven Turner, al que salí a recibir de manera cortante y seria, lo mismo que él me devolvió. Apenas habían pasado unos minutos, cuando Jimena salió del hospicio, momento que aprovechó el alfeñique para despreciarla de nuevo.

-Vaya, parece que no siempre se puede ser puntual, ¿verdad?-Dijo, sonriendo.-Sea cual sea nuestro destino seguro que voy a acabar hecho un asco, así que os permito escoger libremente el destino al cual nos dirigiremos hoy. Sin embargo, dejad que mi privilegiada mente os de algunos consejos. En el cementerio no creo que encontremos más que tumbas destrozadas de esa forma tan chapucera, y sin cadáveres. Quizá estas familias... los Fullet y los Gadock puedan darnos más información que un montón de tumbas. ¿No creéis?

Si había esperado tener una mañana tranquila, esa esperanza desapareció en cuanto pronunció aquella perorata. Resoplé, mirándole amenazadoramente.

-Mira, criajo.-Le espeté, pegándome a él y mirándole desde la diferencia de altura que le sacaba.-Si estamos en esto, vas a tener que respetar a la chiquilla y a mí. Y por favor, eso de privilegiada mente te lo guardas para quién le importe, he conocido escobas con más capacidad de raciocinio que tú.-Había tratado de ser amenazador, pero la frialdad que me devolvió su mirada no parecía encontrarme tan terrible.

Jimena no se lo tomó de una manera tan personal, de hecho parecía más bien tranquila, aunque su contestación fue igualmente tajante.

-A veces, el peor enemigo de un ser humano puede ser este mismo. Eso dijo una vez un anciano amigo mio. Y eso es lo que te esta pasando a mi. "Tener mente" no trata de ser listo. Sino de saber comportarse como tal. Asi que callate y dejanos pensar.-
Se giró hacia mí entonces, tras beberse el vino que llevaba en la mano -Pensando que ayer fuimos al cementerio publico, hoy podriamos ir al otro cementerio, y comparar lo que encontremos. No? Al menos para asegurarnos de que es todo culpa de una misma persona (o grupo de personas).

-Ya has oído a la dama, Turner.-Dije, sonriendo.-Aunque de todas formas tu idea no está del todo mal, pero creo que la idea del cementerio está mejor, aunque sea por comparar.

-¡Síiiiiiiiiiiiiiiiiii! ¡Cementerio!-Gritó Quijote.

Iba a responder al fracasado mercenario, pero la aparición de la delincuente acaparó por completo mi atención. Escuché lo que proponía la ladrona, cruzado de brazos. El fracasado mercenario, obviamente, siguió los caprichos de la joven basándose en la discriminación positiva de una clase marginal. Una clase, sin embargo, completamente dedicada al robo. Cabe decir que todo tema relacionado con el robo me suscita un miedo y un desagrado muy, muy pero que muy, molestos para mí.

Sin embargo no podía dar mi brazo a torcer tan fácilmente. Alguien con capacidades debía tomar las riendas de esta investigación, así que retomé las conversación que habría tenido con el fracasado mercenario de no haber sido por la interrupción de la impuntual carterista.

- Bien, técnicamente y... - miré de arriba a abajo al mercenario - sin muchos tecnicismos para no complicarlo, una escoba se trata de un ser inanimado. Si has intentado hacer algún tipo de comparación me temo que has usado términos erróneos. En todo caso deberías decir que has visto a ciudadanos medios con más capacidad de raciocinio que yo. Y me temo que de todos modos sería una afirmación incorrecta así que... - volví a mirar al mercenario, seguramente lo estaba mareando, debería ser más sencillo.

Junté los dedos frente a mí cual brillante orador.

- En resumen, no voy a tomar en cuenta lo que has dicho porque, sencillamente, no tiene sentido.

Miré a la delincuente.

- No voy a callarme mientras tenga algo que decir. Y no lo siento.

La gente solía disculparse siempre por su manera de ser o actuar, y yo consideraba eso una soberana estupidez. Alguien como yo no debería rebajarse a la disculpa. Miré de nuevo al fracasado mercenario.

- El hecho de que estés de parte de ésta individua por que sea una mujer me importa lo más mínimo. Sólo puedo decirte que no podrás defenderla de las consecuencias de sus propios actos - por consecuencias de sus propios actos me refería a las actividades criminales de la susodicha. - Pero sin embargo, nuestra, esto... compañera, digámoslo así - odiaba considerar a la escoria de la sociedad como mi compañera. Pero prefería no desligarme por completo de estos dos. Siempre podría aprovecharme de ellos en ocasión de necesidad. - Ha tenido una buena idea.

Odiaba admitirlo, debo decir de nuevo.

- Así pues me parece bien que vayamos al cementerio a investigar en primer lugar.

Odiaba tener que seguir a esos dos.

- Pongámonos en marcha si no hay nada más que discutir.

No sabía cómo podía aguantar el deseo de separarme de esos dos. Pero debía pensar fríamente, podrían serme útiles más adelante.

Tras un discurso por su parte (Ya estaba empezando a hacerme a la idea de que ese tipo sólo podía hablar mediante discursos faltos de razón), contribuyó a explicarme "muy educadamente" que mi comparativa no servía porque una escoba era un ser inanimado, lo cual me sacó una sonrisa irónica, a fin de cuentas ese recurso era el más simple de todos los que en literatura enseñan. Que no lo conociera Jimena por no haber tenido la oportunidad de aprenderlo no sería algo de risa, pero que alguien que ensalza su inteligencia como escudo caiga de esa manera tan simple... En todo caso, tras eso calló a Jimena, y tras volver a encararme dijo que que estuviera de parte de la gitana no le importaba lo más mínimo, y que no podría defenderle de sus actos (Suponía que de nuevo entrábamos en la espiral de racismo y todo eso, bien íbamos). De todas formas, y contra todo pronóstico, vio la idea de Jimena como buena, y únicamente después de soltar todo ese rollo aristócrata optó por irse si no había nada más que discutir.

-Para empezar, joven.-Puse especial énfasis en la palabra joven.-Lo de la escoba era una metáfora, pero si no has podido ver una tan obvia no voy a poner a explicártela. Da un poco de pena que el que trata de ir de inteligente al final simplemente sepa aparentar, porque total, no tienes cuerpo para luchar, y por tu manía de atacar a chicas parece que tampoco los arrestos suficientes como para hacerlo honradamente. Al final es la gente como tú la que me da de comer, así que la existencia de imbéciles ricos no me es tan desaprovechosa como podría pensar. Irritante sí, pero no desaprovechable.-Hice una pausa.-Lo que quiero decir, por si no lo habías entendido, es que tú solo no eres más que una estatua de cerámica: Muy bonita y digna, pero también inútil y frágil. Y eso también era una metáfora.

La verdad es que tenía ganas de poner a ese chaval en su sitio, aunque fuera para no tener que pelearnos luego... Y qué demonios, incluso era divertido ver la estúpidez real de la clase alta.

-Mas no te preocupes por los actos de Jimena, confío en que no haga nada, y en el raro caso de que haga algo, por lo menos no se podrá decir que no hice nada para ayudarla.-Dije mientras acariciaba el pomo de mi espada, dejando entrever mis intenciones si la gitana se metía en problemas. En cierto modo me recordaba a mi hija, aunque nunca pudiera hablar con ella, ni verla andar... Era algo extraño. Por otro lado, no era la primera vez que me metía en pelea con la policía, aunque esperaba que no hiciera falta en esa ocasión. Ya no era tan joven como antes, y normalmente mis escarceos con la autoridad solían acabar con una paliza y mis huesos en una celda putrefacta.

-¡PELEA PELEA! ¡UH UH! ¡PELEA PELEA! ¡UH UH! ¡PELEA PELEA! ¡UH UH! -Gritaba Quijote, elevando un puño.-NIÑO PIJO CONTRA VIEJO CON ESPADA ¿¡QUIÉN GANARÁ!? Lo veremos en la próxima... ¿Novela?

El fracasado mercenario contraatacó, y decidí que debía responderle gustosamente. Esos temas debían zanjarse antes de que nos pusiéramos en marcha. Debía recalcar, poner de manifiesto, quién era la mente pensante del grupo.

- Amigo mío… - comencé, sin mucha franqueza – Por supuesto que sé lo que es una metáfora. El caso es que el campo de la literatura nunca me ha gustado demasiado. Si de verdad me importase escribir mariconadas quizá me habría interesado por ello de pequeño. Pero en este mundo todas esas estupideces de escribir cosas “bonitas” no acaban sirviendo absolutamente de nada.

Sonreí, regocijándome en la diferencia de clases sociales que nos separaba. Los pobres con sus cursilerías, los ricos con su capacidad intelectual.

- Yo me dediqué desde pequeño al mundo de los negocios, aprendiendo cómo sobrevivir en este mundo de injusticias – Suspiré.

Acabé sacando mi reloj. ¡Cuánto tiempo habíamos estado hablando! Sencillamente de me había ido de las manos.

- En resumen, no use sus figuras retóricas para hablar conmigo porque, sencillamente, me importa bien poco cómo quiera adornar sus palabras. Sea claro.

La mayor parte de la seguridad que sentía en esta situación provenía de Charles, silencioso y obediente a mi lado.

-Amigo mío… Por supuesto que sé lo que es una metáfora. El caso es que el campo de la literatura nunca me ha gustado demasiado. Si de verdad me importase escribir mariconadas quizá me habría interesado por ello de pequeño. Pero en este mundo todas esas estupideces de escribir cosas “bonitas” no acaban sirviendo absolutamente de nada.

Oh, este criajo quiere gresca. Pensé. Era de la opinión de que los libros, la literatura y las artes en general podían cambiar el mundo, a fin de cuentas, leer un libro hacía que me replanteara mi punto de vista respecto a las cosas, y si un libro puede cambiar a una persona... ¿Por qué no al mundo?

-Yo me dediqué desde pequeño al mundo de los negocios, aprendiendo cómo sobrevivir en este mundo de injusticias. En resumen, no use sus figuras retóricas para hablar conmigo porque, sencillamente, me importa bien poco cómo quiera adornar sus palabras. Sea claro.

Aguanté estoicamente la perorata, mirándolo con ojos fríos y duros como el hielo; desde el mismo momento en el que había atacado a Jimena ya lo había enfilado como un ser ruin, y que insultara a la literatura diciendo que eran simplemente "mariconadas que no acaban sirviendo para nada" no mejoraba la imagen que tenía de él, por otro lado, sus formas de comportarse eran simplemente... Cargantes. Hacía muchísimos años que no trataba con alguien tan repelente, con posible excepción de Elger Brillosol.

-Seré claro pues: eres una rata. Dices suspirando que éste es un mundo de injusticias , pero en lugar de cambiarlo te afanas por volverlo aun más injusto. La gente como tú me da asco.-Escupí a un lado para recalcar mis palabras.-Nunca has salido de tu maldita cárcel de cristal, o por si el señor lo quiere bien masticado: Probablemente toda tu vida hayas estado bajo la protección de papi y mami, o rodeado de sirvientes que te adulaban como si fueras su rey o algo por el estilo ¡Ja! Y aun así te atreves a hablar de injusticias, tú que no has visto nada del mundo... ¡Si no fueras tan blandengue te enseñaría la primera injusticia del mundo: Cómo el fuerte se come al débil!-Dije, llevando la mano sana al pomo de la espada, pero sin llegar a desenfundarla.

Puse los brazos en jarras mientras escuchaba el discurso del fracasado mercenario.

- ¿Te atreves a imaginarte mi vida como la de un criajo que lo ha tenido todo fácil? - sus creencias completamente infundadas herían mi orgullo gravemente.

No me pensé ni un momento si debía plantarle cara o no, esto ya era personal.

- Desde bien pequeño he tenido que valerme de MÍ mismo para hacerlo todo. Desde joven he sufrido, me he esforzado, he sudado. Y lo he tenido que hacer SOLO.

Di un paso hacia delante, enfadado.

- Me apostaría gran parte del dinero que he conseguido yo SOLO durante toda mi vida a que tu infancia fue mejor que la mía. Seguro que no tuviste que aprenderlo todo por ti mismo.

En efecto, yo había sido víctima común del acoso de otros niños. Mis padres estaban siempre viajando y haciendo negocios aquí y allá. Nunca nadie había tenido tiempo para mí, sólo Charles lo había tenido cuando decidí que no quería salir más de casa. ¿Y por qué? Porque mis padres le pagaban, y seguía pagándole yo en estos momentos.

- Así que no me vengas con tus sandeces, no a mí, que he tenido que sobrevivir y luchar en éste océano lleno de tiburones que se comen al más pequeño. Me he pasado toda mi juventud labrándome un futuro, viviendo de aquella misma pasión que alejó a mis padres de mí.

Me sentía realmente dolido, pero debía intentar mantener la compostura.

- Y tú - recalqué señalándole - no eres nadie para insultarme de ese modo.

Podría hablar, podría decir muchas más cosas, pero sentí en mi pecho una gran presión. Recordé la angustia, el miedo, la inseguridad. Debía eliminar el robo de la sociedad, y lo haría fueran cuales fueran las consecuencias, tanto si estaban de acuerdo conmigo o si no.

Me giré, y comencé a andar hacia el cementerio, sin preocuparme por si el fracasado mercenario y la delincuente me seguían o no. Si se perdían ya les estaría bien merecido.

El joven y Cervantes empezaron a discutir, y a discutir. No pude prestar mucha atencion porque hablaban demasiado rapido y sobre demasiadas cosas. Lo unico que sabia es que desde pelearse por la claramente enana inteligencia del tal Adrian, pasaron a pelearse por sus infancias. Discutian, se insultaban, etc... Un poco mas y llegarian a los puños...

-¡¡BASTA!! -Grité. -¡Parad ya de discutir! Eso solo llevaria a mas odio, a mas daño, a mas guerra. -Me giré a Cervantes. -Por favor. Aunque el criajo ese no me haga caso (que no lo hará), te lo pido a ti. Por favor, para con esto. Hazlo por mí.

Tras un incómodo silencio, me giré hacia el joven, y lo seguí. -Más te vale que sea el camino correcto, ¿eh? -Dije, para intentar aliviar tensiones.

La mañana fria resulta contrapunto para los ánimos del grupo. El cementerio se encuentra cerca de la Catedral, al norte. Poco despues de recorrer callejas y avenidas del barrio rico, cuyas farolas de lampyridae iluminan con luz fantasmal a falta de los rayos del sol oculto tras las densas nubes que cubren el cielo.

Cementerio Septentrional

El cementerio septentrional es el mayor camposanto de todo Corvis. Es una basta extension de lápidas, criptas y tumbas, entrecruzadas oir estrechos senderos serpenteantes y salpicado de escualidos matorrales y árboles. La mayor congregacion de lápidas se encuentra entre los edificios de la vieja Iglesia del lado norte. En el centro del cementerio hay un pequeño edificio de piedra que concuerda con la casita del guarda, segun os la describio el padre Pandor.

La casa del guarda tiene la chimenea encendida, nada raro pues a pesar de ser temprano hace vivo frio en el lugar. Por otra parte no ha de costar mucho encontrar las tumbas, pues este cementerio está bien cuidado.

A lo lejos veis una figura alta y robusta envuelta en una capa. Parece que lleva el uniforme de la guardia de la ciudad. Adrian lo reconoce como el Capitán Julian Helstrom, de la Guardia de la Ciudad. Parece llevar un ramo de flores en su mano derecha, aunque porte espada y pistola en su cinto.

[Esas son mas o menos las opciones, la casita del guarda, el capitán o investigar por vuestra cuenta]

El pase hasta el cementerio se me hizo increíblemente incómodo. Aún no sabía cómo podía haber accedido a trabajar con esta gente. Sin duda las palabras del fracasado mercenario habían herido mi orgullo, y habían reabierto viejas heridas. Pero no debía pensar en eso, necesitaba toda mi capacidad mental si quería resolver el caso.

Cuando nos adentramos en el cementerio comencé a andar con cuidado, mirando bien dónde pisaba y con intención de ensuciarme lo menos posible.

Distinguí a lo lejos la figura de un capitán de la guardia. ¡Al fin nos topamos con las autoridades pertinentes! Llevando ese ramo de flores dudaba de que hubiese venido a investigar, pero alguien tenía que informar a la guardia de la ciudad de los crímenes de esos ladrones sin escrúpulos.

Ni corto ni perezoso comencé a caminar hacia el Capitán Helstorm. Sin duda él sí que podría aportar algo, no como esos dos.

Me acerqué a él hasta una distancia prudencial. Si algo había aprendido a lo largo de toda mi vida es que a las autoridades sí que tenías que guardarles respeto.

- ¿Capitán Helstorm? Buenos días. Sé que este no es el lugar más indicado para tener una conversación, y quizá le pillo en mal momento, pero me gustaría hablar con usted sobre un tema que afecta a toda la ciudad.

Judaix y Alicia


Alicia

La mañana era fria en la Zorra Dormilona, el olor a sebo inundaba la estancia baja de la posada, debido a los dos velones que habia en tu mesa, iluminando tus proyectos y un estudio de la universidad de Arkangel sobre las nuevas aleaciones y su aplicacion a la construccion de siervos de vapor. Nunca habias visto un siervo, y eso que en Corvis hay dos al menos. Esperabas ir a verlos trabajar en cuanto te asentaras en la ciudad.

Una taza de miel aguada, mal calentada, era tu único desayuno. Habias visto las bodegas y no habias querido probar nada mas. Estabas deseando marcharte cuando decidiste ir a despertar a tu compañero.

Tu compañero...

Te lo habias encontrado en el linde del camino, con la respiracion entrecortada e inconsciente. Era un chico joven, y a su manera guapo. No pudiste evitar cargar con el -Aunque el camino te costo el triple por ello- y conseguirle una habitacion en la primera posada que visteis, que por desgracia, habria de ser de las peores de Corvis.

Aun seguia en su habitacion, pero tu ya habias decidido recoger todo y marcharte ¿Porque ibas a ir a avisarlo? Ni tu misma lo sabias...

Judaix

El espiritu llevaba dos horas insultandote, decia llamarse Treotogor, earl del Rey Knut, tambien conocido como "el Rey Mendigo". Tu habias decidido cerrar los ojos y esperar a que se fuera, asi sentado en la cama, con todo recogido esperaste a que se aburriera. Fue entonces cuando llamaron a la puerta.

Era la joven Alicia, la chica que te habia llevado a la posada. Se mostro realmente atenta. Tu decidiste no asustarla contandole la maldicion, y aunque sabias que no era realmente peligroso -No al menos mientras no robases nada- le agradeciste profusamente su ayuda. ¿Pero tanto como para prometerle seguirla hasta saldar tu deuda? No sabes como salio eso de tu boca, pero claro, nunca habias roto una promesa. Y esa no seria la primera en romper.

Despues de un breve saludo y la conversacion de rigor, cojiste tus pertrechos pues los de Alicia ya estaban abajo y decidisteis marcharos de aquel lugar.

Descendiendo las escaleras os topasteis con una extrala escena. Acababa de entrar una jovencita de unos dieciseis o diecisiete años, con grandes gafas y un reloj enorme al cuello, pelirroja y de nariz algo torcida, con pecas por toda la cara.

Hola... ¿Hola? Saludo a la gruesa camarera cuando esta la miró. Soy la sobrina del Padre Dumas, me han dicho que viniera a por la anciana Chataya, que se habia quedado aquí...

La anciana ha muerto, esta arriba en una de las habitaciones.-Dijo secamente la tabernera.-Sube y llevatela, yo tengo cosas que hacer. No tardó en salir por la puerta de atrás despues de eso.

A su vez dos buscalios entraron por la puerta.-Bonita jaca la que esta ahí fuera... Y fiuuuuuu.-Dijeron dandole un vistazo de arriba a abajo a la joven.-Y mejor la que tenemos aqui. ¿No quieres subir un rato a una habitacion con nosotros? Seguro que si.

Dejenme.-Dijo la joven dandole un pisotón a uno de ellos.

¡Auch! Ya aprenderás. La agarraron y abofetearon un par de veces. Hemos sido educados, y mira como nos tratas. ¡Te enseñaremos como se ha de tratar a la gente del Grifo!

Alicia Von Schwarzschild Alexandross de Du'Lucart

Ya había amanecido y el aire era húmedo. Éstaba pegada a las sábanas y no me apetecía levantarme, quería continuar durmiendo me sentía fatigada aunque quizás fuera sólo por el viaje. Apenas llevaba aquí un par de días. Decidí que lo mejor sería desperezarme, había tantas cosas que tenía y quería hacer... ¿Donde estaría mi primo? Quizás había muerto, según se dice, Corvis es una ciudad peligrosa, me saqué esa idea de la cabeza, lo mejor sería pensar en positivo.

Miré la mesa donde tenía algunos proyectos, la vela había derramado cera por toda la mesa. Abrí el arcón donde tenía toda la ropa, me cambié la ropa interior y me puse un vestido y empecé mi ritual, primero me puse mi cinturón de herramientas, la bolsa, y luego el cinto para el estoque, después las pistoleras una a cada lado de mi cintura por arriba de el estoque y las herramientas casi como una sobaqueras. Me arremangué y en mi brazó izquierdo me puse la pistola pequeña, me resultaba útil porque era muy fácil de ocultar y la podía usar como elemento sorpresa, nunca se era lo suficientemente precavido. Me puse las bolsas de munición a los lados sin mezclarlas, solo me faltaría equivocarme al cargar mis armas. Enfundé mi otra pistola y cogí el revólver, comprobé que estaba cargado y lo guardé también. Me coloqué todas las joyas y me recogí el pelo. Cogí el reloj de bolsillo, me quedé mirándolo y no pude evitar derramar una lágrima.

Bajé para desayunar, no había mucho y no estaba seguro de su calidad así que opté por una taza de miel aguada, la habían calentado demasiado y se había quemado. Recordaba perfectamente cuando de niña mi madre me preparaba una taza con miel caliente agua y miel, era reconfortante, me entró la nostalgia y a punto estube de derramar una lágrima, pero aquella bebida no valía nada, dejé la taza a medio terminar y subí a las habitaciones. No me había dado cuenta que estaba delante de la habitación de Judaix, ¿que me ataba a él? Recordaba perfectamente el día que lo encontré no hace mucho, estaba a punto de morir tirado en la cuneta del camino...

Sin embargo golpeé a su puerta, era la única persona que conocía en todo Corvis, almenos la única que supiera dónde estaba. Pasaron un par de minutos sin respuesta pero podía escuchar perfectamente al muchacho levantándose de la cama.

-¡Vamos que no tengo para todo el día! -grité.- ¡El sol ya ha salido, bueno quizás no puedas verlo por la polución de las fábricas pero... -la puerta se abrió, era Judaix.

Bajamos hacia abajo cuando entró una joven alegre preguntando por una mujer, llevaba un reloj colgando del cuello, sería genial echarle un vistazo pensé. La posadera le dijo que arriba había un muerto, ¡vaya por dios! Aunque bueno almenos no apestaba. Detrás suyo entraron unos tipos que tenían ganas de buscar problemas. Alabaron la belleza de la joven de una manera poco educada, entonces la agarraron, la muchacha intentó librarse, yo avanzé. La volvieron a coger y dijeron nosequé de un grifo. Los miré manteniendo las distancias y analizé la situación, aquello me molestaba mucho.

-¿¡Vaya, que tenemos aquí señoritas!? -empecé.- ¿Es que yo no os parezco lo suficiente guapa? -puse mi mano encima del revólver.- Gente del "Grifo", vaya la verdad es que si que apestáis bastante a alimaña. -desenfundé el revólver y sonreí.- Solucionemos esto de manera pacífica ¿os parece? Venga va, quizás podamos charlar un rato aún no he tenido el placer de conocer a nadie interesante en esta maravillosa ciudad y bueno, con agujeros en el pecho no es la mejor manera de iniciar una conversación. -les guiñé un ojo.

El camino fue muy pesado, y las artificiales luces no ayudaban mucho, iluminando tenuamente la calle, manchada por la densa niebla que le da a la ciudad este grisaceo color. Y luego el viento enfriaba el ambiente mas de lo ya enfriado por culpa de las "diferencias en el grupo".

Cuando llegamos, el indecente joven se dirigio a un hombre enfrente de una tumba, seguro que dandole sus respetos a los recien llevados por el Señor. "Vaya asco de joven." Pensé. "Una cosa es no respetar a los vivos, y otra no dejar que los vivos respeten a los fallecidos."

Me giré hacia Cervantes. -Creo que sería mejor separarnos. Tú puedes ir a investigar al cementerio. Yo le preguntaré al guarda.

Tras eso, me dirigí a la caseta.

Judaix y Alicia.

Cuando Alicia llegó, vociferante y altanera, los hombre sonreian. ¿Que iban a pensar de aquella diminuta rubita que se les ponia por delante?

El grande de los dos, un hombre gordo, cercano a los dos metros, con una cicatriz en la frente y media oreja izquierda, de profusa barba que cubria unos labios gordos y una nariz bulbosa supo mantener la compostura.

El otro, que no habia dejado de juguetear con su dada desde que habia llegado, era un tipo nervioso y delgado, aunque casi igual de alto que el anterior. Habia estado riendose para si desde que entró, pero ahora tenia los ojos como platos. Como un perro ante un suculento chuletón.

Oi, oi, oi. La vos era grave, profunda. Que bonita cosa que tiene la chica linda de cabellos de paja ¿No crees Skinner?

Y-ya l-lo c-creo T-t-om... T-t-omard. Casi se le podia caer la baba de lo embelesado que estaba con el arma.

Pero no eres la unica con armas aquí. Con un rápidisimo movimiento de las anchas mangas teñidas de rojo de Tomard el Gordo, saco dos pistolas pequeñas, no reconocias al fabricante de lo usadas que estaban. Pero estaban bien mantenidas. Skinner por su parte habia lanzado la daga y en un segundo habia sacado una ballesta de mano de la espalda, para acabar recogiendo la daga al caer. Unos tipos muy rápidos...

Después de eso todo sucedió muy rápido. La tension se cortaba en el ambiente cuando Judaix bajo las escaleras y se chocó deliveradamente con Tomard. Este hizo un amago de esquivarlo, pero no pudo y lo unico que consiguio fue empujarlo. Judaix se hizo a un lado y se colocó cercano a una de las columnas.

Para Skinner, un tipo nervioso y de gatillo facil eso fue suficiente aliciente. Sin apuntar siquiera disparo su ballesta. El virote cruzó toda la sala y mas allá, llegando a chocar con una jarra de cerámica que estallo en mil pedazos.

Ese fue el pistoletazo de salida del combate.

Parece que toqué alguna fibra sensible, porque después de hablar se puso hecho un basiliso, básicamente decía que él había tenido que sobrevivir por sus propios medios, y que toda su fortuna la había conseguido trabajando y tal. Todo muy loable, si no se hubiera vuelto tan prepotente y arrogante probablemente habría sido alguien de admirar, pero no era el caso. Lo que normalmente sería de admirar, no sirvió ni para echarme atrás en la discusión, pero tampoco ésta continuó, pues Jimena se interpuso entre ambos y nos suplicó parar. No era algo que aceptara de buen grado, pero la manera en que lo pedía me conmovió hasta tal punto que me vi obligado a dejar todo el enfado de lado, al menos de manera temporal. No dije una palabra, no estaba de humor para hablar, aunque tampoco lo estaba para discutir después de que nos interrumpieran, así que hice todo el camino en silencio.

En casi silencio, quiero decir.

-Tíoooo... ¿Por qué no hay pelea? ¡Cabrones, maricas!-Iba gritando Quijote una y otra vez.

Tras andar bajo las nubes de Corvis y pasar por los barrios ricos en una fría mañana, llegamos al cementerio septentrional, al norte de Corvis. Huelga decir que este cementerio estaba mejor cuidado que el otro, lo cual tampoco era difícil. Al menos en éste no costaba encontrar las tumbas ni parecía que fuera a salir con medio metro de barro bajo las botas, además de que los arbustos contribuían a embellecerlo dentro de lo posible.

Nada más llegar, a lo lejos vimos a un hombre de figura robusta con un ramo de flores, espada y pistola; esta combinación sería lo más raro del minuto de no ser porque estábamos en el cementerio más grande de Corvis y probablemente fuera a visitar a un ser querido. El chaval al verlo, ni corto ni perezoso, fue a hablarle e intuía que no precisamente de su vida.

Mejor, cuanta más tierra haya entre él y yo mejor viviré. Pensé mientras me iba con Jimena.

Ésta propuso que yo fuera a investigar por el cementerio mientras ella iba a preguntarle al guarda, me parecía bien, así podría soltar a Quijote y a Nemaydes para que investigasen por su cuenta.

-Hecho.-Le contesté.-Cuando acabes vé a la entrada, que seguramente tarde más en peinar este sitio. Yo iré en cuanto acabe. A ver si tenemos algo de suerte... En fin, hasta luego.-Me despedí, revolviéndole el pelo.

Me fui entonces, y en un lugar más o menos apartado abrí mi maleta y dejé salir a Nemaydes. Habría dejado también a Poesía libre, pero en ese sitio llamaría más la atención que un hombre mordiendo a un perro verde. Una vez libre, les dije a Quijote y a Nemaydes que buscaran cosas sospechosas en el cementerio, con cuidado por parte de este último de que no le vieran. Tras unos minutos tratando de dejarlo todo bien claro para asegurarme, nos separamos.

Alicia Von Schwarzschild Alexandross de Du'Lucart


Aquello se había convertido en un caos en cuestión de segundos. La gente gritaba, se empujaba e intentaban huir de la habitación, lo cual era difícil con aquellos dos patanes delante de la puerta así que la mayoría de la gente optó o por subir arriba o bien esconderse detrás de las mesas y la barra.

El gordo disparó, fue más rápido que yo pero por suerte su puntería no era tan aguda pero me había salvado de poco. La bala pasó rozando mi vestido desgarrando la tela al nivel de mi cintura.

-Tienes que estar de coña... ¿Sabes cuanto cuesta este vestido? -no estaba como para ir tirando ropa la verdad.

Instintivamente salté a un lado a la vez que tiraba una mesa para usarla de protección y disparé, pero había fallado, el tipo gordo se escondió detrás de una de las columnas mientras el delgado, Skinner se abalanzaba contra Judaix empuñando su ballesta, intentó golpearle con la culata pero Judaix lo esquivó grácilmente y entonces disparo. La saeta se hundió en su hombro derecho y del impulso cayó al suelo. Ahora estaba a merced de aquél tipo.

Intenté salir de mi escondite para dispararle pero un par de balas chocaron en la madera de la mesa haciendo saltar miles de diminutas astillas advirtiéndome que si salí de mi cobertura sería un blanco fácil, Judaix estaba a su suerte.

Skinner apuntó a la cabeza de Judaix pero este le dió una patada haciendo que se tambalease y cayera al suelo, momento que aprovechó para levantarse e intentar ponerse a cubierto pero él estaba herido y Skinner era más rápido. Se acercó por detrás y le golpeó con la culata del arma en la nuca. Judaix se desplomó al suelo como un peso muerto, la saeta se quebró y torció, eso no era bueno para la herida aunque aquél era el menor de los problemas ahora mismo. Ahora estaba indefenso y tenía a un gilipollas muy cabreado a punto de ensartarle la cabeza con su arma.

Nunca había estado en un combate de verdad, aquella era la primera vez y no era para nada como lo había imaginado. Por supuesto que había participado en combates de esgrima en muchas ocasiones pero aquello se trataba de un combate con reglas y con armas no afiladas, aquí no había reglas y si te descuidabas un momento estabas muerto. Aquello provocaba que mis piernas flaquearan y temblaran más que un flan, la verdad es que si hubiera intentado ponerme de pie en ese mismo momento no habría podido o como mucho lo hubiera conseguido para caer luego ridículamente al suelo.

Tenía miedo, una sola equivocación y estaba muerta. El corazón me iba a cien por hora y era consciente de que si no hacía algo y pronto Judaix moriría y no podía permitir que eso ocurriera después de salvarle la vida en aquél camino. Pero estaba paralizada, el terror era tan fuerte que ni siquiera me había dado cuenta de que estaba llorando. Tenía que hacer algo... Entonces sentí una repentina excitación, me sentía capaz de hacer todo aquello. Ni siquiera pensé lo que hice y supongo que aquello fue lo que me salvó.

-Maldita sea...

Con mi recuperada confianza y la mente en blanco salí de mi cobertura encarando a Skinner que levantaba ya su ballesta, todo ocurrió en cuestión de milésimas de segundo, pero siempre es así cuando quitas una vida. En un segundo estas vivo y al siguiente ya no. Disparé, el ruido fue ensordecedor pero no me molestó, el humo y el olor de la pólvora quemada subió por mis fosas nasales irritando mi nariz pero tampoco me importó. Lo que si sentí fue una claridad absoluta, veía el objetivo a la perfección y dirigí la bala directamente a mi objetivo sin apenas mirar ni pestañear. La bala entró por su entrecejo, no hubo expresión de dolor ni de asombro, su cara se paralizó en la expresión que tenía en ese momento y simplemente se desplomó al suelo como si se hubiera desmayado. Nunca había quitado una vida, aquella era mi primera vez.

-¡Skinner! -gritó Tomard.- ¡Maldita zorra, estas muerta, muerta!

Una avalancha de sentimientos se amontonó sobre mí, me sentía abrumada por ello peor lo contuve, tenía que hacerlo, no podía desmoronarme ahora si no quería morir. Un, dos disparos de Tomard que hicieron saltar más astillas de la mesa que ya no aguantaría mucho. Salí dispuesta a meterle una bala en su cogote de burro pero otro disparo impactó en la culata de mi revólver rozándome la mano. Mi arma salió disparada y se deslizó dos mesas más allá.

Mierda... Aún tenía mi pistola de muñeca pero solo tenía una oportunidad, volví a cubrirme. Más disparos, hubo un momento que parecían haber cesado, aquella era mi oportunidad, salté a un lado dispuesta a acabar con aquél tipo, lo que no había calculado es que aquél mastodonte se habría acercado tanto. Nada más salir me encontré con una mano enorme que me cazó al vuelo agarrándome por el cuello.

-Te tengo zorrita...

Me tiró al suelo violentamente, el golpe contra el suelo fue brutal y me dejó atontada, la cabeza me daba vueltas, me la había golpeado al caer. El tipo enorme se tiró encima mío y me inmovilizó los brazos con su enorme mano, era increíblemente fuerte, y rápido.

-Voy a hacerte sufrir y gritar como la puta que eres.

Arrancó parte de la falda de mi vestido. No podía creerlo, aquél hijo de perra quería violarme y no había nada que yo pudiera hacer. Cerré los ojos entre lágrimas y gritos, me sacudía violentamente pero era inútil, noté como aquél pervertido se bajaba los pantalones. Dios... Esto no puede estar pasando... Sentí su húmeda y asquerosa lengua lamiendo toda mi cara, me sentía impotente y humillada, la verdad es que las palabras no son suficientes para describir la desesperación que sentía en aquél momento. Y todas aquellas personas que había se dedicaban a esconderse asustadas como ratones mientras yo me debatía desesperadamente contra aquél tío enorme.

Desemparada de salvación sentí el dolor. Aquél gilipollas me penetró, sentí un dolor inmenso y como corría la sangre, en aquél momento sentí como el corazón se me rompía una sensación de vacío que me tragaba por dentro y subía desde mi estómago. Mis ojos se anegaron de lágrimas de desespero, humillación y dolor, de mí nariz caían mocos y no controlaba la salivación de mi boca.

Entonces Alexia que había permanecido escondida detrás de una columna acurrucada e impotente se acercó con un jarrón en la mano y con todas sus fuerzas golpeó en la cabeza de Tomard, el jarrón se hizo añicos y Tomard gritó, me soltó y empujó a Alexia al suelo, aquella era mi oportunidad.

-¡Muere cabrón de mierda! -grité con mi voz desgarrada.

Coloqué mi mano encima del cuello de aquél tipo apuntando a su carótida y disparé. En dos segundos un río de sangre se desbordó por el agujero de aquella herida mortal, el tipo sorprendido no fue capaz de decir nada. Su sangre bañaba mi vestido y mi piel y cabello. Lo aparté con dificultad, aún estaba vivo, ahora todo lo que podía sentir era furia. Desenfundé mi estoque y sin miramientos se lo clavé en su polla de mierda, luego le abrí las entrañas.

-¡Esta muerto! ¡Déjalo ya! -gritó Alexia.

Entonces las lágrimas volvieron a mis ojos, dolorosas y cansadas. Alexia me abrazó, supongo que fue algo instintivo pero yo le devolví el abrazo a aquella desconocida, no arreglaba nada de lo ocurrido pero me reconfortaba un poco.

-Tenemos que salir de aquí, tu amigo esta herido... Venga venid al hospicio conmigo...

Yo no quería quedarme allí después de lo ocurrido y probablemente los dueños de la Zorra dormilona tampoco me querrían por allí cerca así que accedí.

-Vale, tengo que recoger mis cosas y... cambiarme. -mi voz sonaba pero era como si mi mente estuviera muy lejos de allí.

Fuí a mi habitación y me cambié, tiré ese vestido y toda la ropa que llevaba encima, no quería volver a verla en mi vida. Tardé unos veinte minutos, para cuando bajé Alexia ya había preparado la carreta y Judaix estaba dentro. Sentí como todos me miraban, los cadáveres aún estaban allí tirados. Fui hacia la puerta donde me esperaba Alexia con una sonrisa de compasión.

-Espera un momento. -Me dirigí hasta el cadáver del gigantón.- Si no te importa me voy a quedar con todo esto. -dije mientras cogía sus pistolas y su munición, parecían dos buenas armas.

No había perdido mis impulsos por la tecnología y la fabricación de armas, supongo que aquello era bueno al fin y al cabo.

El camino al hospicio transcurrió en un silencio absoluto, lo que agradecí profundamente ya que no tenía ganas de hablar en absoluto. Durante el camino pensé en todo lo que había ocurrido, en unos minutos mi vida había dado otra vuelta de trescientos sesenta grados, por enésima vez... Había quitado dos vidas y aunque intentaba pensar que no me importaba y que se lo merecían no podía evitar sentir una angustia que se amontonaba en mi estómago, quitar una vida era en parte, algo embriagante que te llenaba con una sensación de poder pero también era algo muy triste y cruel, pero me alegraba de haberlos matado y eso aún me dolía aún más, me habían violado, aunque solo fueran unos segundos me habían violado y solo por aquello se merecía lo que había hecho pero eso no me ayudaba a sentirme mejor. Entonces entendí que ya nunca volvería a ser la misma, algo dentro de mí había muerto.

Ya en el hospicio Alexia me ofreció algo caliente para tomar, hablamos un poco y nos presentamos, yo le conté que hacía en Corvis. Judaix por su parte había recuperado la consciencia pero tenía fiebres altas y apenas parecía ser consciente de lo que ocurría a su alrededor.

Me estiré en una cama dispuesta a descansar después de aquellos terribles eventos, me sentía vacía y exhausta. Cerré los ojos y al cabo de un rato me dormí. No soñé nada.