La Noche mas Larga -Acto I-

De pronto dejo de escuchar las espadas tan cerca de mí. ¿Y Charles? Espero que no haya salido muy malparado, que esté bien.

Un momento. ¿Yo preocupándome del guardaespaldas? Con el dinero que cobra debería tener bastante consuelo sin que yo tenga que preocuparme de nada. Sí, bueno.

Quizá me preocupa… un poquito.

Pero entonces algo irrumpe en la carreta, me levanto para ver qué o quién es. Si es uno de esos bandidos estoy absolutamente perdido. Quizá es Charles que vuelve. Pero mis esperanzas de seguir con el mismo guardaespaldas fiable y no muy caro se desvanecen cuando veo a la zingeuner en la carrera.

- ¿Qué? ¡Tú! – me levanto, tratando de mostrarme más digno -. ¡Eres una más de esa panda de estafadores y ladrones! ¡Nunca me disteis buena espina! ¡Y ahora os habéis montado un complot para saquear la caravana con esos bandidos! – a medida que suelto toda mi rabia voy deshinchándome, perdiendo la fuerza por la boca. Esa mujer va armada, y seguro que no lleva buenas intenciones.

Me echo hacia atrás.

- ¡No te acerques! Soy… ¡Soy un gran espadachín! ¡Si intentas atracarme te rebanaré el cuello! – ciertamente es prácticamente imposible que con mi nulo adiestramiento en esgrima pueda siquiera sostener una espada recta, pero… ella no lo sabe. Pero mi plan cae en saco roto cuando me percato de que no tengo ninguna espada cerca.

Cada vez estoy más nervioso, como presintiendo que la situación se me va a ir de las manos. Con ladrones no se puede tratar. Comienza a dolerme un poco la cabeza, como si algo estuviese tratando de salir.

E-estafadores? C-complot? Q-que t-tu est-tas dic-ciendo?! Decia Jimena. Todavia tartamudeaba del miedo.

- ¡No te acerques! Soy… ¡Soy un gran espadachín! ¡Si intentas atracarme te rebanaré el cuello!

Al escuchar eso, Jimena solto la vara, aterrorizada. Levanto las manos y exclamo -Por favor, no me hagas nada! Yo no he hecho nada, tenia miedo de los bandidos... Por favor...no termines con mi vida... Decia Jimena. Tras eso, empezo a llorar.

La zingeuner deja caer su vara. Pese a que no he tenido que hacer ninguna demostración de esgrima mi amenaza ha funcionado. Comienzo a sentir que controlo la situación, y eso me da fuerzas. El leve dolor de cabeza remite rápidamente a medida que voy tomando las riendas.

- Te perdonaré la vida porque pareces haberte rendido – Por ahora, estafadora. Porque nada más llegas a Corvis te llevaré a la horca, a ti y a toda la panda de ladrones y bandidos… -. Ahora aléjate de tu arma y siéntate ahí.

Me acerco dos pasos hacia ella, manteniendo la distancia prudencial. – Ahora quiero que me cuentes absolutamente todo el entramado de este complot. No tengo tiempo para deducirlo yo solo, esta batalla me impide pensar con claridad. Vamos… ¿Cuándo habíais planeado este asalto? ¿Os pensabais que no nos daríamos cuenta? No llores, no te servirá para eludir tus responsabilidades – cruzo los brazos de modo amenazante.

- Cuando haya desentramado todo esto tú me ayudarás a contrarrestar este asalto.

Jimena salto, sobresaltada. -A-a-asalto? Q-que asalto? Decia, casi balbuceando. Seguia aterrorizada por lo visto.

Se encogio de hombros y piernas. Estaba sentada en la carreta, asi que le era facil. Intento dejar de llorar. Ese hombre se lo pedia, y encima sabia llevar un arma... Pero no podia. Alguna que otra lagrima seguia cayendole por su rostro.

Tomo aire. Estaba dispuesta a tener un poco de valentia, lo suficiente para contarle la verdad a ese hombre que la amenazaba de ladrona y/o estafadora. -Yo no soy ninguna estafadora, ni ladrona! Como se atreve usted a decirle eso a una señorita?!?! Se paro. Estaba a punto de darle una cachetada, cuando recordo que el hombre aquel manejaba espadas.

Se volvio a sentar. Penso claramente todas las palabras que le iba a decir al hombre aquel. -Usted es... es un maleducado. Da asco hablar con gente que ni si quiera sabe hablar sin faltar al respeto a las mujeres... Es...es un monstruo. Decia, poco a poco. Cuando termino, le pego una cachetada. Como se atrevia a acusarla de estafadora?!

Por primera vez en toda la conversación mi rostro cambia. Normalmente siempre hago la misma cara, pero esta vez no puedo evitar esbozar una mueca de desdén.

¿Pero qué me estaba contando esta mujer?

- ¿Un monstruo? – comienzo a enfadarme con la estafadora. – No sabes con quien estás hab…

Me pega una cachetada.

…

…

Aprieto los puños y el miedo al robo se convierte en ira.

- ¿Pero qué crees que haces? ¿Te atreves a pegarme después de haber montado todo este complot?

La situación se me comienza ir de las manos. Estar enfadado no es lo más apropiado para controlar una conversa con una estafadora.

- ¡Tú y toda tu gente! ¡Panda de ladrones y estafadores! ¡Vosotros sois el monstruo! ¡El carroñero que infecta el patrimonio de los trabajadores! ¡El zorro astuto que roba de los bolsillos de la sociedad!

Doy un paso hacia delante con decisión. Todo a mi alrededor deja de existir, dedicándome completamente a canalizar mi rabia en esa ladrona. Vuelve la angustiosa sensación de antes, pero abandona el dolor para convertirse en algo diferente. Fuerza.

- ¡Y yo soy el que acabará con todo esto! ¡El médico de la sociedad! ¡El que curará las heridas del hurto! ¡Cortaré de raíz con el mal que lleva dominando el mundo desde tanto tiempo! El robo.

Me pongo rojo de tanto chillar. Siento como si toda la fuerza acumulada se me escapase por la boca, pero proyectándose hacia la mujer, como si tratase de apresarla.

El golpe de Walros a la cabeza de André hace que este ponga los ojos en blanco. El medico no pierde el tiempo y vuelve a golpearle, en la mandibula primero y en la boca del estomago despues. André parece mantenerse unos segundos en pie antes de caer de bruces. El colega del noqueado mira asombrado como el gigante cae. Viendose en un dos contra uno el tipejo sale por patas antes de que os de tiempo a reaccionar.

Un grito surge de la oscuridad. Oscuridad de la que aparece Quijote.

Tronco no veas que pasote. ¡A pasado un idiota y le he acertado en todo el ojo con la lanza! A molado un monton cuando le he atravesado la jeta y lo he lanzado por los aires. Parecia contento, orgulloso de sus logros. Y eso no es lo mejor, ven que te tengo que enseñar una cosa.

Walross se acerca sin poder evitar acercarse y tomar el pulso al gigante. Te alegras al ver que tiene, solo esta inconsciente. Te giras para observar como el mercenario contratado por la caravana esta absorto mirando a la nada.

Mientras tanto, Jimena y Adrian siguen en su disputa con la cabeza gacha, a salvo en la carreta.

El anciano parecía versado en las artes del combate pues con maestría y habilidad consiguió zafarse de su atacante encadenando una rápida sucesión de golpes que terminó con su desfallecimiento en plena carreta. El otro, que había demostrado ser más escurridizo que su acompañante, soltó el arma y huyó atemorizado.

No volvería a hacerlo.

De entre las sombras brotó un grito de puro terror. Luego cascos, cascos de caballo. Y así, como un jinete del apocalipsis, emergió Quijote de entre la oscuridad portando su lanza en una mano y exhibiendo una ancha sonrisa de autosuficiencia y felicidad ¿Dónde se había metido que había tardado tanto en volver?

-Tronco no veas que pasote. ¡A pasado un idiota y le he acertado en todo el ojo con la lanza! A molado un monton cuando le he atravesado la jeta y lo he lanzado por los aires. Y eso no es lo mejor, ven que te tengo que enseñar una cosa.

Ay, madre, ¿Qué habrá hecho para estar tan feliz aparte de quitar una vida? Me estremecí solo de pensarlo. Sin embargo, no podía hablar, no me gustaría que pensaran que estaba loco o algo. Antes tendría que ir solo, aparte estaba preocupado por Jimena, la pobre había gritado en la carreta contigua y temía que le hubiera pasado algo.

-Voy a ver cómo van las cosas por delante, buen hombre.-Le dije al anciano (Que en esos momentos se encontraba tomando el pulso al bandido que había noqueado).- Resguárdese aquí y tenga cuidado. Volveré ahora, aunque viendo sus facultades realmente me pregunto quién debería proteger a quién.-Sonreí tranquilizadoramente antes de girarme para seguir a Quijote a ver lo que quisiera enseñarme.

-Enfermedad? Zorros? Medico? Decia Jimena. Estaba intentando seguir a ese hombre, pero ya estaba diciendo demasiados desvarios.

-Pero que tu estas diciendo?! Habla claro de una vez!

Se quedo callada durante un rato. Cogio su vara, y se asomo a la calle a ver si el ambiente esta mejor. -Ahora, si no te importa, tanto tu como yo, seguro, tenemos mejores asuntos que tratar... Dijo. Queria alejarse de ese hombre, era muy..."raro"...

Ademas, la trataba mal, y a ella no le gustaban los hombres que tratan mal a las mujeres... y peor aun si las amenaza con la horca...

La mujer parece quedarse algo desconcertada ante mi improvisado discurso. Coge su vara y hace ademán de querer salir de la carreta.

- ¡Eso! ¡Huye! ¡Ya me encargaré yo de esto! – digo mientras me asomo, tratando de encontrar a Charles. Él podría defenderme de esta estafadora armada y dejarla fuera de combate.

Sigue en mí ese molesto dolor de cabeza. La situación se me va de las manos. Yo no puedo equilibrar la balanza en este enfrentamiento. ¡Deberíamos haber contratado a más gente para proteger esta caravana! ¡Si el dinero no es problema!

Vuelvo a mirar a la mujer. No puedo confiar en ella, pero Charles está indispuesto en estos momentos.

- Bueno, mira. Haremos un trato. Si me ayudas a desmantelar todo esto no te llevaré a la horca.

Aunque sé que existen más castigos para gente como ella. Por el momento no debe saberlo.

Jimena se giro. -Crees que deba de hacer tratos contigo, despues de como me has tratado? Dijo, intentando parecer pensativa. Pero no lo conseguia. Se le notaba enfadada, bastante (muy mucho) enfadada...

Se giro. -Mira, voy a hacer ese trato contigo. Pero no porque me de miedo la horca (Que NO me da miedo), sino porque quiero llegar al fondo de esto. Volvio a sentarse.

Pero tenemos que organizarnos, y actuar rapido. Yo por mi iria a la primera carreta que fue de donde volaban las saetas. Pero no me siento capaz de hacerlo sola... Decia, mientras chocaba las puntas de los dedos indice.

Walross

Habiase quedado solo, inmerso en la niebla, cuando oyo un silbido. Se giro a tiempo para ver la piedra, pero no para evitar que esta le impactara en la frente.

Cayo inconsciente.

[Como Kal no esta, lo saco "Sutilmente" mientras este fuera]

Cervantes

Mira mira, por aqui. Cervantes avanzaba lanza en ristre y dio una mueca de disgusto cuando una bala atreveso su incorporeo cuerpo. ¿Te acuerdas de esos sucios Zingeuner?

No hubo de decirte mas, la parte trasera de la caravana tenia menos niebla, asi que lo observaste todo. No hay caballos, una de las caravanas esta en llamas y todos los zingeuner estan muertos.

Lo vi todo camarada. Quijote hacia dibujos explicativos con la punta de la lanza. Eran al menos media docena, se encaramaron a las carretas venian diciendo yo que se de la distraccion y de que el encargado del escupeniebla habia muerto. Que iba a saber que me lo cargue yo, no veas como lloro el jodio.

El caso es que tenian prisa, pero fueron muy eficazes, nada de chapuzas. Quemaron la carreta menos valiosa y mientras un par se encargaban de desvalijar a todo dios, los otros cogieron los caballos. No se atrevieron a avanzar mas porque estaba el Sr. Mudito armado con una ballesta en una carreta, ademas hicieron buen botin con lo que habia en las carrozas zingeuner, si señor.

El caso es que esa vieja loca, la que me queria llevar al catre, esa mordio a uno de ellos en la nariz, ja. Se la arranco, no veas como gemia el tipo.

Entonces se cabrearon y degollaron a todos.Es asombroso con que insensibilidad y austeridad narra las muertes de una docena de artistas ambulantes. El caso es que se han largado y seguro que ya habran avisado a los demas de que es tiempo ya de salir por patas. Si avisas al gordo barbudo seguro que nos podemos largar ya de aqui.

Adrian y Jimena

[Estais aun en la carreta, no me habeis dicho a donde os dirigis, cuando lo hagais hago un anexo con vuestra escena]

Mira mira, por aqui.-Me orientó, yendo lanza en ristre, de haber estado vivo habría sido asesinado de un balazo. No se dio el caso y el proyectil tan solo pasó de largo.-¿Te acuerdas de esos sucios Zingeuner?

-No digas...-Empecé diciendo, sin embargo resbalé y a punto estuve de besar el suelo. Gracias a mi espada no se dio el caso, pero cuando quise continuar el fantasma ya estaba hablando de nuevo. Torcí el bigote, frunciendo el ceño y le seguí.

Detrás había algo menos de niebla, la suficiente como para ver que los zingeuner habían sido masacrados. Se me cayó el alma a los pies, no los conocía, sin embargo, la sola visión me resultó tan cruel que... No, no era solo eso, aquella vista me recordaba demasiado a la de Kushistán. Todos muertos, todos saqueados, las llamas...

-Lo vi todo camarada.-Empezó a decir, señalando y dibujando con la lanza aquí y allá, explicando la situación.- Eran al menos media docena, se encaramaron a las carretas venian diciendo yo que se de la distraccion y de que el encargado del escupeniebla habia muerto. Que iba a saber que me lo cargue yo, no veas como lloro el jodio.

El caso es que tenian prisa, pero fueron muy eficazes, nada de chapuzas. Quemaron la carreta menos valiosa y mientras un par se encargaban de desvalijar a todo dios, los otros cogieron los caballos. No se atrevieron a avanzar mas porque estaba el Sr. Mudito armado con una ballesta en una carreta, ademas hicieron buen botin con lo que habia en las carrozas zingeuner, si señor.

El caso es que esa vieja loca, la que me queria llevar al catre, esa mordio a uno de ellos en la nariz, ja. Se la arranco, no veas como gemia el tipo.

Entonces se cabrearon y degollaron a todos. El caso es que se han largado y seguro que ya habran avisado a los demas de que es tiempo ya de salir por patas. Si avisas al gordo barbudo seguro que nos podemos largar ya de aqui.

Yo no le oía, seguía paseando la mirada nerviosamente entre las carretas. No había ningún zingeuner. Ni uno solo con vida. No habían tenido culpa de nada, solo eran una panda de artistas ambulantes. ¿Entonces...? Ni siquiera reparé en lo del "escupeniebla", me encontraba furioso conmigo mismo por no haber sido capaz de protegerlos. Me sentía triste... Por Jimena.

-¡Jimena!-exclamé, recordando su grito en la carreta contigua. Salí corriendo, me caí un par de veces al barro, pero me volví a levantar. Todavía me preguntaba como iba a decirle que los suyos habían muerto.

-Er... Cerv, no, creo que se llamaba Gunner, no Jimena, no lo traviestas, el nunca lo haría.-Dijo Quijote, cruzando por mi lado. Le ignoré como bien pude y subí el escalón abriendo la puerta de una patada, espada en ristre.

-¡Jimena!

-¡Jimena!

Jimena giro la cabeza. Ahi estaba el señor Cervantes. -Hola... Dijo, con un tono bastante diferente al con el que hablo con el la primera vez. Esta vez sentia una mezcla entre ira y terror...

Se acerco a Cervantes, y le dio un abrazo. Jimena necesitaba un abrazo de alguien con el que liberar ese miedo, y esa ira. Se queria hacer la dura, pero ya no podia mas... Tengo miedo, señor Cervantes... Le susurro, mientras un par de amargas lagrimas le caian por aquella mejilla...

-Hola...-Saludó con un tono de voz... distinto. Se levantó, sin embargo, pronto su confianza se derrumbó. Se abrazó a mí como si fuera una hija. No pude evitar acordarme de Beatriz, mi pequeña... ¿Cómo habría crecido? ¿Me odiaría por haberla abandonado o simplemente habría encontrado a alguien a quien llamar padre?-Tengo miedo, señor Cervantes...-Susurró. Las lágrimas del miedo bajaban por sus mejillas.

-No te preocupes, Jimena. Ya se han ido.-La abracé un poco más fuerte. De nuevo volví a recordar a mi hija.-Ya se han ido...-Volví a decir.

Mientras, Quijote vomitaba.

Jimena se quedo abrazada de Cervantes. -Quiero que todo se acabe... Para poder volver con el circulo y seguir viajando... A conocer mundo... A cantar todas las noches bajo la luz de la hoguera... A hacer la vida que tengo... Le decia.

-Quiero que todo se acabe... Para poder volver con el circulo y seguir viajando... A conocer mundo... A cantar todas las noches bajo la luz de la hoguera... A hacer la vida que tengo...

¿Y ahora como se lo digo? No, simplemente no podía contárselo, y, aun así, tampoco podía dejar que lo viera. Estaba en una encrucijada ¿Qué hacer?

-Jimena, no puedes salir de esta carreta. No puedes, de verdad. Es algo demasiado... horrible.-Musité, conociéndola querría salir, eso sería aun peor ¿Pero qué podía hacer? ¿Qué?

-Marica, ¿No es más fácil contarlo como lo ha hecho el paradigma de la perfección? O sea, yo. Ah, y Cerv, ya me vas a dejar de hablar, que use palabras como "paradigma" empieza a ser algo serio ¿Estás seguro que no es contagioso o algo?

Jimena seguia abrazada. Nada ni nadie la iba a sacar de ahi. No de momento... -Jimena, no puedes salir de esta carreta. No puedes, de verdad. Es algo demasiado... horrible.

Al escuchar eso, Jimena se aferro mas a Cerv. Tenia miedo, mucho miedo. Mas de lo que ella imaginaria tener hace unos dias... -P-pe-pero que pasa?! Que ocurre ahi fuera?!

Su miedo era palpable. Al oír mis palabras se aferró aun con más fuerza a mí, no podía alargar más la situación, no era posible, solo conseguiría hacerle más daño. Cosas como éstas... cosas como éstas me hacen darme cuenta de que, o bien dios no existe, o bien es un ser cruel y sin sentimientos. No sabía cual de las dos opciones me resultaba peor.

¿¡P-pe-pero que pasa?! ¡¿Que ocurre ahi fuera?! -Gritó, aterrada. Ni siquiera Quijote hablaba, igual le era difícil, estaba vomitando, pero al menos no me lo hizo más difícil de lo que ya era con sus comentarios cínicos.

-Es... están muertos, Jimena...-Musité abrazándola más fuerte. Sabía como se sentía, lo sabía demasiado bien. El miedo a perderlo todo... el miedo a perder a quienes te conocen, quienes, en menor o mayor medida han contribuido a dar forma a tus pensamientos. A quien ha sido tu familia, tus amigos... Dios ¿De verdad eres un ser benévolo? Dios mío ¿De verdad existes? ¿Nos has abandonado? ¿Nunca fuiste más que un invento de la humanidad?

¿O simplemente te diviertes viéndonos sufrir?

-Es... están muertos, Jimena...- Dijo Cervantes, abrazando a Jimena mas fuerte. -NOOOO!!!! Grito, a duras penas. Irrumpio en llantos, amargos llantos que solo mostraban una minuscula parte de lo que ella sentia. Todo, desde su infancia hasta sus amigos, pasando por su "familia", quedo destrozado... Y todo por esos asesinos...

Jimena se paso llorando un buen rato, no podia salir del estado de shock en el que estaba. Pero, tras un largo rato, consiguio decir algo... S-se-seguro... Seguro q-que f-fue l-la... la adivina! E-ella *sniff* s-siempre m-me p-pa-parecio r-rara... Decia, entre sozollos.

Estoy a punto de asentir con la cabeza, dando por válido el plan de la zingeuner cuando de pronto alguien la llama desde fuera. Ella sale a gran velocidad y va a abrazarse con un tipo con espada, seguramente uno de los que tenían que proteger esta caravana.

Bueno, al menos he salvado el pellejo. Espero que no nos hayan robado demasiado. Me estremezco.

Bajo de la carreta con pasos inseguros, buscando con la vista a Charles, esperando que todo esto haya acabado.

- ¿Charles? ¿Estás por ahí? – mi voz, lejos de sonar preocupada, parece una monótona orden.

La Jimena esa sigue abrazada al tipo cuando de pronto se pone a gritar.

- NOOOO!!!!

Frunzo el ceño, molesto por el estridente sonido de su voz al gritar. Veo que llora. Si, claro. La mujer sigue hablando, quizá tenga relación con todo esto del asalto. Tras dar un último vistazo en busca de mi guardaespaldas me acerco unos cuantos pasos a esos dos.

- ¿Qué ha pasado? – cabe decir que, como siempre, estoy de lo más insensible con todo lo demás cuando hay dinero en juego -. Espero que no hayan hecho demasiados destrozos por ahí atrás.

Suerte que no he traído mucho dinero.

-¡¡¡¡NOOOO!!!!-Gritó, prorrumpiendo en amargos y dolorosos llantos. El dolor que parecía sentir quedaba catalizado en su interior, solo veía una pequeña parte, como el agua que cae de una bañera cuando ésta se llena. Tras un rato de llantos ininterrumpidos trató de musitar algo, mas no la pude oír, pues en ese momento estaba demasiado pendiente calibrando al otro chaval. Un tipo de aspecto frío y cruel.

- ¿Qué ha pasado? Espero que no hayan hecho demasiados destrozos por ahí atrás.

Fruncí el ceño con fuerza y me desasí levemente de Jimena, mirando a aquel hombre a los ojos desde arriba. En mis tiempos a alguien así lo habrían apalizado hasta saltarle un par de muelas.

-¿Cómo demonios te atreves a hablar así de gente que ha muerto por culpa de unos estúpidos asesinos? ¿Cómo te atreves a tratarlos como si de escoria se tratasen cuando han luchado más valientemente por su vida que tú?-Aunque trataba de controlar mis palabras para evitar una reyerta inútil mi rostro era una máscara de ira, el bigote subía y bajaba, furibundo, con cada palabra, prácticamente escupiendo la última. Mis ojillos oscuros ardían como si se tratasen de carbones al rojo. Solo mi educación me impidió abalanzarme sobre él.

-¡Pelea pelea! ¡Uh, uh! ¡Pelea pelea! ¡Uh, uh!-Gritaba Quijote en un lateral, moviendo el brazo con frenesí y silbando algún improperio de vez en cuando.

Jimena se quedo mirando todo lo que estaba pasando. Iba a contarle a Cervantes lo que paso antes de que el viniera, pero no podia, no salia del shock.

Se sento a un lado, intentando dejar de llorar, intentando ser fuerte, intentando volver a la normalidad... Pero no podia. Nunca antes habia sufrido por perder a su circulo, a lo unico que tenia. Sentia un... un enorme vacio en su interior. Un vacio que se llevo sus fuerzas, su valor, su coraje, su forma de ser...

Al final, quien sabe como, Jimena musito -Se-señor Cervantes... E-este ho-hombre... m-me ha t-tra-tratado mal... M-me ha am-menazado c-con mat-tarme... , entre sollozo y sollozo.

- ¿Cómo demonios te atreves a hablar así de gente que ha muerto por culpa de unos estúpidos asesinos? ¿Cómo te atreves a tratarlos como si de escoria se tratasen cuando han luchado más valientemente por su vida que tú?

El hombre ese parece realmente enojado. Pero puesto que no es un ladrón (o no lo parece) ni siquiera hago gesto alguno de parecer traspuesto ante sus preguntas retóricas.

- ¿Muertos? – alcanzo a decir mientras la Jimena esa trata de buscarme problemas con el hombre del bigote.

- Se-señor Cervantes... E-este ho-hombre... m-me ha t-tra-tratado mal... M-me ha am-menazado c-con mat-tarme...

Me llevo la mano la barbilla durante unos instantes, pensativo. Sigo manteniendo una expresión hierática. Si todos ahí atrás han muerto se habrán llevado todas nuestras pertenencias, o lo más caro. Comienzo a temblar durante unos segundos, trato de tranquilizarme pensando en el dinero que me queda en casa. Me encojo de hombros desanimado mientras saco el reloj de engranajes de mi bolsillo, ausentándome de la situación durante unos segundos.

- Vaya, perdí la cuenta del tiempo. Estas cosas me ponen demasiado nervioso - comienzo a decir mientras guardo de nuevo el reloj. Miro de nuevo a esos dos, a la Jimena con desdén -. No le voy a dar mi opinión porque cualquiera la calificaría de insensible, cruel, o algo peor. La he dado demasiadas veces como para saber cuando no la tengo que dar.

Mi mirada se centra ahora en el hombre, ignorando los sollozos de la mujer.

- Sin embargo esta mujer tiene razón. La he amenazado puesto que, según mi parecer, estos zingeuner no eran de fiar. Pensé que se habían aliado con los bandidos para asaltar la caravana – miro un poco más allá, donde se encuentran las carretas de los zingeuner muertos -. Aunque visto lo visto no han tenido nada que ver.

Me encojo de hombros de nuevo, centrando mi mirada de nuevo en esos dos.

- Suerte que no había traído demasiadas cosas para el viaje, suelo ser muy precavido con este tipo de asuntos – recuerdo momentáneamente mi primera desgracia empresarial, cuando era pequeño, y me vuelvo a estremecer – Bien – miro a Jimena -. Creo que en estos casos la gente dice eh… Tiene mi más sentido pésame.

Bah…

- Por cierto, ¿y los bandidos? Parece que Charles ha hecho bien su trabajo. Tendré que subirle el sueldo.

-Se-señor Cervantes... E-este ho-hombre... m-me ha t-tra-tratado mal... M-me ha am-menazado c-con mat-tarme...

Fruncí el ceño aun más, las arrugas de la frente se plegaron, una sobre otra, formando una calzada de profundas líneas que reflejaban mi enfado. La mandíbula me dolía de tan apretada que estaba. Pero eso lo empeoró, aun más si cabe, la respuesta del chaval. No porque fuera descortés o iracundo, sino todo lo contrario. Ese ser era... hielo. Un hielo frío y cínico, tachaba de culpables a los zingeuner por el simple hecho de serlo, había amenazado a una chica sin más motivo que una paranoia sin sentido. Parecía el tipo de persona que envía a un batallón a morir por una mínima posibilidad de éxito, quien solo llora por sí mismo.

Lo odiaba.

-Vámonos, Jimena.-Murmuré con los dientes apretados, saliendo a buscar a Gunner para decirle que podíamos continuar y, de paso, para no cometer alguna locura.

-Dioooooos, este tipo es peor que Hitler o algo. Jey, Cerv, ¿Te conté la historia de Hitler alguna vez? Venga, como pareces cabreado te voy a subir la moral hablándote de una encantadora persona. Veamos... Johan Hitler, un tipo bajito y con bigote. Capitán de una división de... er... Kushistán creo, solían llamarse los "Nah-al-zis" y la mayoría tenían capacidades de convocatoria, eran un grupo muuuuy pequeño, pero también muuuuy matón. Y pobre de ti como no cumplieras las expectativas, todavía me duelen sus castigos, y eso que harán... doscientos años o así, que murió. Oh, eso también es una historia graciosa. El tipo pronunció mal una palabra por culpa del bigote y entonces le atravesé el ojo con la lanza. Eso sí que fue dios. Ah, y era de Togarini, pero odiaba lo que no fuera Tayahar, er... viéndolo así la verdad es que apesta bastante.

Mientras, yo no le escuchaba, caminaba con pasos furibundos, con la mano de la espada picándome por atravesarle el corazón a esa sabandija. Claro que, si lo hacía, yo no sería mejor que él, de hecho, demostraría ser peor. Eso me enfureció aun más. Aumenté el paso.

Gunner llegó al lugar donde estabais todos. Hmpf, he visto los tiesos de ahi atras, menos mas que plantaron cara o si no estariamos todos fiambres. Con sorpresa miro a la unica zingeuner superviviente. Oh... siento, hum, la perdida.

Pero hemos de ponernos en marcha, les hemos dado una sorpresa siendo tan duros de roer, pero es posible que tengas amigaches y vuelvan a por mas, y no nos queda mucho mas que dar.

Justo entonces, en la neblina Charles, el silencioso guardaespaldas de Adrian cargaba silencioso al Doctor Walross, seguido de un dolorido y aturidido Lewis

¿Esta muerto?

...

Es mudo.-Dijo Adrian con cierta insolencia.

N-no señor, esta solo inconsciente, le han dado un buen golpe. Musito Lewis levemente.

Vaya, una pena, tenemos unos cuantos heridos y nos vendria bien la ayuda del dostor.

¡Muy bien caballeros! Cojed todo lo que sirva de las carretas de los... ehh.-Miro a Jimena.- De las carretas posteriores y apresuraos para marchar.

Iremos primero a la catedral, el Padre Pandor tiene un hospicio donde podrá atender a los heridos, ademas tengo un par de cajuelas pa' el.

Avanzais penosamente pues el camino embarrado no deja que acelereis el paso. Mas de una vez las ruedas se quedaron encalladas y aunque sin la densa niebla que habia precedido al ataque, seguiais rodeados de neblina y miles de ruidos os mantienen tensos.

Cervantes caminaba cerca de una de las carretas, en las que estaba subida Jimena, sollozante, y Lewis y el inconsciente doctor. Adrian habia optado por estar lejos del grupo, acompañado solo del silencioso Charles.

Al fin, abandonais la pantanosa cienaga del Bosque del Viudo. Los arboles negros y retorcidos quedan atras y la interminable niebla finalmente clarea y desaparece. Frente a vosotros se encuentra Corvis, Ciudad de Fantasmas. Una muralla baja rodea toda una densa masa de estructuras de piedra carente de toda lógica. Chapiteles de marmol rematados en oro, brillan a traves de la niebla y el humo de las calles alzandose hacia los cielos. Todo está entreñazad con una petrea maraña de puentes y bovedas.

Pronto llegais a la plaza de la Iglesia, uno de los pocos sitios realmente abiertos de la ciudad. Gunner lleva al interior por una de las puertas laterales. Un par de monaguillos acomodan a los heridos y os ayudan a descargar las mercancias.

Cervantes y Jimena estan al lado de la cama donde Walross descansa, Adrian se ha acercado a ellos al ver en las ropas de Walross destellos de calidad. No se deja a un compañero pudiente en las zarpas de mercenarios y ladrones.

¿Que ha ocurrido? Pregunta el Padre Pandor. Vaya pregunta mas tonta. Se responde a si mismo ¿Bandidos no? Ahora que se acerca la Noche Mas Larga aumentan su actividad, con todos los comerciantes y ricachones que vienen. Como si no tuvieramos suficientes con los robos de cadaveres...