[Campaña] La Sombra del Destino - Capítulo I: Viaje

Murallas de Osvalth

Delante de la gran ciudad impenetrable se alzaba un ejército de más de 100.000 guerreros y maquinaria de asedio. Era imposible que tal magnitud de tropas no fueran avistadas con mayor antelación. El general del ejército de Osvalth miraba aterrado el gran ejército de Nilveria, era imposible poder detener tal número de tropas, apenas contaban con 30.000 soldados en la ciudad y pedir refuerzos parecía completamente inútil, para cuando los reinos vecinos tuvieran noticias de lo sucedido ya habrían tomado la ciudad y con ella el reino.

Sus manos temblaban, sabía que iba a morir. Hizo llamar al comandante de la guardia pretoriana y le pidió que huyeran con el rey y que pidieran asilo al reino Dovalern, era el más próximo y por el momento el más seguro. Las tropas ya estaban preparadas para el asedio, y la ciudad estaba prevista de provisiones para dos semanas, aunque lo más probable es que no fuera a aguantar tanto, por suerte de momento solo ocupaban la cara sur por lo que escapar aún era una opción posible.

El general miró al horizonte de color rojizo, mientras se alzaba el sol del alba. Parecía que el cielo clamase sangre, la sangre de muchos buenos soldados que hoy morirían defendiendo sus creencias y su libertad. Había una razón por la que Osvalth no había sido nunca conquistada ante ningún asedio. Muy debajo de la ciudad, situado en la ciudadela hay unas catacumbas y allí yace un artefacto de la edad antigua. Un artefacto que con su bendición había protegido la ciudad y fortificado sus muros con magia, pero hace dos semanas esa luz se apagó, dejó de brillar, haciendo que los muros antes impenetrables e indestructibles no fueran nada más que piedra. Las campanas empezaron a sonar, sentenciando ya al fin el destino de la gran ciudad. El asedio empezaría en cuestión de horas y los soldados corrían ya a sus puestos.

El general bajó de la muralla y se dirigió a la puerta donde un corcel negro esperaba su llegada. Ensilló al animal y subió, otros dos hombres le acompañaban. Uno portaba el estandarte del reino y el otro, el consejero del rey. El portón de unos diez metros de altura empezó a abrirse dejando entrar la luz rojiza del alba, todo estaba en silencio.


Frente a la ciudad de Osvalth: Campamento de Nilveria

La tienda no era muy grande, pero el general Forlas ya estaba acostumbrado a eso, había encendido una pequeña hoguera y ahora mismo estaba enfrente a la presencia de Lord Nars que le hablaba a través de un hechizo en el fuego.

-El plan ha resultado a la perfección, no se esperaban que llegásemos tan pronto ni tantos señor. – Forlas se inclinó ante su señor.- Esa… nueva habilidad suya, nos va a ayudar mucho en nuestras futuras conquistas.
-Recuerda, si encontráis a la niña, traédmela. Si muere todos tus hombres correrán su mismo destino.- Nars lanzó una mirada asesina.- Lo mismo va por usted señor Forlas. Una vez hayas conquistado la ciudad podéis quemarla, no me interesa lo que hay en la superfície.
-Como usted desee mi señor.- Forlas tragó saliva.

El fuego se extinguió rápidamente una vez cortado el conjuro de comunicación. En ese momento entró un soldado en la tienda, avisó de que se acercaban al campamento el general de Osvalth para parlamentar. Forlas sonrió maliciosamente, salió al exterior, el cielo era de color rojo. Avanzó hasta al frente y cogió un arco y una flecha. Aún estaban a unos 50 metros de distancia. Tensó la flecha en la cuerda del arco y la soltó, esta voló en el aire varios metros hasta clavarse en el pecho del portaestandarte, justo después de que eso ocurriera el cuerpo entero y el estandarte empezaron a arder.


Posada de Loaine

La puerta de la habitación del mago y la niña se abrió mostrando su interior, la niña que intentaba calzarse apresuradamente y el mago que ya tenía todo el equipaje en su bolsa. Miró con serenidad al grupo que tenía ante ellos, desde ese momento esos serían sus compañeros de viaje, sonrió levemente. Apenas parecía preocupado por la situación actual.

-Debemos marcharnos de la ciudad ahora mismo. –Dijo el hechicero con total tranquilidad.- Antes por eso deberíamos conseguir algunos víveres para el viaje, al menos para la primera semana. Supongo que Loaine estará dispuesta a vendernos algunas de sus provisiones, así como algo de tabaco para mi pipa.

SELINA HAWKEYE

Las campanas repicaban sonoramente, haciendole saber al pueblo que habia un ataque enemigo. Mi instinto me decia que debia de ir a ayudar. A abatir al enemigo, como solo yo sabia hacerlo. A defender la ciudad... La ciudad del Portador... Cumpliria con la labor que empezo mi abuelo...

Pero, por el otro lado, mi mente me decia que no. Mas que nada por el anciano y la niña, ambos aparentan fragil... Aunque, el anciano parecia muy tranquilo. Una voz me decia en el interior "Ese señor es amigo del Portador! DEL POR-TA-DOR!! No lo entiendes? Debe de tener veinte mil trucos debajo de la manga!"

Otra voz volvio a sonras en mi interior. Parecia una pelea de niños.

"Pero... Y la niña? Vas a dejar que una inocente niña muera?
Y el hombre del colgante, Leon? Que pasaria con el? Es la unica prueba de nuestra mision principal!!
Y aquel muchacho? El joven que decidio pararnos? Que nos pidio que dejaramos de pelearnos?

Vas a dejar de lado a toda esa gente?"

Baje un momento la cabeza, mientras cerraba los ojos. Me dolia la cabeza, era normal cuando me pasaban cosas asi... Por un momento, solo habia silencio dentro de mi... Hasta que tome mi desicion. "Es verdad. No los puedo dejar de lado... No se merecerian tal cosa... Ademas, si les doy la espalda, seguro que las quejas llegaran al cuartel... No solo eso...

Son... Son mis compañeros..."

Levante la mirada de nuevo. Se podria decir que una llama se encendio dentro de mi. Con un tono decidido, mire a mis compañeros uno a uno. Tras eso, me dirigi al anciano. -Digame como le puedo ayudar! -Exclame.

Leon

Debemos marcharnos de la ciudad ahora mismo, Antes por eso deberíamos conseguir algunos víveres para el viaje, al menos para la primera semana. Supongo que Loaine estará dispuesta a vendernos algunas de sus provisiones, así como algo de tabaco para mi pipa. - Dijo el anciano cuando la puerta se abrió.

Nosotros o al menos la mayoría estabamos listos, la pequeña seguía vistiendose.

Cojí 3 monedas de oro de mi bolsa y se las dí al chico que intentó defenderme ayer de esa miliciana de gatillo facil.

Pidele a Loaine lo que sea, esto bastará. Veamos si podemos salir de aquí en el menor tiempo posible. - Me habría gustado volver a ir a mi mansión...aunque fue saqueada...la katana aún se encontraba allí...hay gente que sabía que mi familia habia muerto y saqueó la mansión...

No...ahora mi prioridad es esta chica...que sabe algo de Elena...

Digame como le puedo ayudar! - Dijo la miliciana decidida...al anciano por supuesto.

No me importa ahora mismo lo que pueda pasar aquí, solo me interesa la pequeña...

Entré en la habitación y miré por la ventana....sin duda el combate no va a ser algo que podamos evitar al intentar salir de aquí....deberíamos...pero aún callejeando por los barrios sin duda nos crucemos con alguien, es necesario que esta chica siga viva para mi cometido, el anciano de momento me da igual.

Volví a mirar a la habitación y al personal.

Lo que sea, decididlo ya. - Dije mientras me acercaba a la niña y me ponía de rodillas mientras se ponía esos zapatitos suyos.

Mi deber es protegerla, cueste lo que cueste.

Pequeña...no te separes de mi ni del señor Halerd - Le digo mirandola a los ojos.

Con una de mis manos...recorrí el perimetro del colgante...recordando su significado...empezemos de una vez.

Alan Lightwood


La puerta se abre de pronto. El mago ya se encuentra preparado, la pequeña intenta ponerse lo más rápido que puede su calzado. La miro durante unos instantes, entristecido. Una niña no tendría que verse involucrada en todas estas cosas…

El chico que nos pagó a todos la noche me da unas monedas de oro. Qué extraña sensación, la de que nunca te falte el dinero… pienso con nostalgia.

- Pídele a Loaine lo que sea, esto bastará. Veamos si podemos salir de aquí en el menor tiempo posible.

- Entendido – respondo automáticamente mientras comienzo a descender por las escaleras - ¡Loaine! – grito, alzando la voz para que el sonido de las campanas no me silencie.

La posadera debería estar abajo. Necesitamos todos los víveres de los que podamos disponer para el viaje, pero tampoco tanto como para sobrecargarnos. Deberemos huir rápidamente de la ciudad, no sería nada factible vernos inmersos en el combate que está por venir.

Realmente no quiero luchar, pero si se da el caso deberé darlo todo por mi misión.

Posada de Loaine

Alan bajó al piso de abajo gritando el nombre de Loaine a viva voz. Cuando llegó por fin pudo observar como la puerta de la entrada estaba abierta. Miró a su alrededor y pudo ver una nota junto a una bolsa grande, la nota decía:
Señor Halerd amigo mío nos conocemos desde hace tiempo así que anticipandome a sus deseos le dejo este petate con varias raciones de viaje y algunos utensilios de cocina, no se preocupe he dejado una bolsa de tabaco en el interior.
Yo me he ido con mis hijos a un lugar seguro hasta que acabe toda esta locura, espero que nos volvamos a ver muy pronto.

Loaine

Dentro del petate había: pan, queso, carne curada, fruta deshidratada, especias, frutos secos, mantequilla, un pescado ahumado dos botellas de vino y 4 cantimploras llenas de agua. También hay una olla, sartén, 6 bols, 6 cucharas, tenedores y cuchillos, yesca y pedernal y una bolsa de tabaco.

Mientras Alan miraba en la bolsa un ciudadano que pasaba corriendo se paró en la puerta, estaba aterrorizado y respiraba con dificultad.
-¡Huye por tu vida muchacho, van a entrar en la ciudad!- después de esas palabras se escuchó un gran estruendo, el hombre miró hacia las murallas horrorizado y echó a correr en dirección contraria.

Entonces Alan empieza a sentir un dolor en el pecho, algo punzante. El corazón empieza a acelerarse y un pitido agudo le atraviesa los oídos. Delante de él aparece una sombra, justo al otro lado de la habitación, inmóvil, el dolor se hace más fuerte y cae de rodillas al suelo pero en ese mismo instante se detiene, al alzar la vista ya no hay nadie, ¿habrá sido una alucinación?

Mientras tanto arriba la niña ha acabado de vestirse y el mago ha recogido sus pocas pertenencias, la niña se coge de la mano del mago. Este mira a los otros dos impasible.

-La ciudad va a caer y ninguno de vosotros podrá hacer nada. El ejército esta comandado por Forlas y sus doce sanguinarios el escuadrón de élite del ejército de Nilveria. Són soldados veteranos, los más salvajes y despiadados del ejército. Ni con mi poder podría luchar con los 13 sin correr demasia... -En ese momento se escuchó un estruendo increíble procedente de las murallas.- Tenemos poco tiempo, así que escuchadme atentamente mientras nuestro amigo nos consigue algunas provisiones. Debajo de la ciudad hay una red muy compleja de pasadizos que llevan a un antiguo santuario, hace siglos que nadie baja ahí pero se de muy buena mano que desde ahí podremos llegar fuera de la ciudad sin ser vistos. Nadie conoce los pasadizos pero resulta que yo tengo un mapa que nos ayudará. Tenemos que llegar al templo de la ciudadela, allí esta la entrada.

Leon

La ciudad va a caer y ninguno de vosotros podrá hacer nada. El ejército esta comandado por Forlas y sus doce sanguinarios el escuadrón de élite del ejército de Nilveria. Són soldados veteranos, los más salvajes y despiadados del ejército. Ni con mi poder podría luchar con los 13 sin correr demasia...- En ese momento se escuchó un estruendo increible procedente de las murallas.- Tenemos poco tiempo, así que escuchadme atentamente mientras nuestro amigo nos consigue algunas provisiones. Debajo de la ciudad hay una red muy compleja de pasadizos que llevan a un antiguo santuario, hace siglos que nadie baja ahí pero se de muy buena mano que desde ahí podremos llegar fuera de la ciudad sin ser vistos. Nadie conoce los pasadizos pero resulta que yo tengo un mapa que nos ayudará. Tenemos que llegar al templo de la ciudadela, allí esta la entrada.

La niña se agarró a la mano del anciano y yo la verdad deseaba salir de allí como alma que lleva el diablo.
Intenté pensar...como lo haría alguien que conociese la ciudad...he vivido aquí tiempo, pero, nunca imaginé que esto pudiera llegar aquí y sin embargo ahora tengo que pelear por mi vida...que no es otra que la chica que aparece en los sueños de esta pequeña.

Se me ocurrió algo, y la arquera podría ayudar.

Me giré para mirarla a los ojos.

Si tanta puntería y buenos ojos tienes, creo que lo más sensato sería que fueses por los tejados, despejando el camino en el caso de que sea necesario, a vista de pájaro podrás ver donde está el templo y el enemigo, el muchacho de abajo y yo nos encargaremos de la defensa de Halerd y la pequeña en tierra. - Lo dije en tono serio...y pensando que era posible que pasara por mi casa incluso...pero...no. Miré al anciano. - Si usted propone algo mejor para llegar a los pasadizos me gustaría oírlo.

Pensaba que eso es lo que tendríamos que hacer para llegar en el mínimo tiempo posible...
Atravesé la habitación dirigiendome a la salida, y bajé las escaleras.
Vi al muchacho en el suelo...de rodillas, mirando hacia una zona de la habitación...no vi a nadie, sin embargo afuera era una verdadera batalla campal.

Puse una rodilla en el suelo y le miré a los ojos.

Vamos...tenemos que irnos de aquí. - Le dije tranquilamente...aunque...las espadas hoy se desenvainarían y eso significa que habría que derramar sangre.

Pude ver como a un lado había una bolsa y una nota, me acerqué. Parece ser que Loaine lo tenía todo pensado, ya está todo listo, salgamos de aqui.

Halerd, vamos, está todo listo.- Grité de forma de que me pudiera oir.

SELINA HAWKEYE

Si tanta puntería y buenos ojos tienes, creo que lo más sensato sería que fueses por los tejados, despejando el camino en el caso de que sea necesario, a vista de pájaro podrás ver donde está el templo y el enemigo, el muchacho de abajo y yo nos encargaremos de la defensa de Halerd y la pequeña en tierra. -Dijo el hombre del colgante. No era mi conorel, ni mi teniente, ni nadie que me diera ordenes. Pero aun asi, puse mi mano derecha en la frente, como saludo militar. -¡Si, señor! -Exclame.

Sonrei en mi interior. Hacia tiempo que no decia esas palabras.

Mientras el hombre bajaba, yo me subi al tejado por la ventana. Era la manera mas rapida. No pude evitar musitar antes un -Cuidaos...

Con un Hale~hop!, me subi al tejado, dispuesto a seguirlos con la mirada. No estaba segura de poder saltar de tejado en tejado, pero... Algo se podria inventar.

Cualquier cosa con tal de defenderlos...

Tejado de la posada

Selina subió al tejado. El cielo estaba despejado, tenía un color azul claro y el sol brillaba con intensidad. Era un bonito día, algo irónico dada la situación en la que os encontrais. Escudriñó a su alrededor, desde ese punto se veía perfectamente la muralla.

Desde la muralla se escuchaba el fragor de la batalla, el acero chocando con el acero y los gritos de dolor y muerte provocadas por el corte de las carnes de los soldados. El ejército de Nilveria estaba subiendo por las murallas con enormes escaleras. Desde esa posición se podía ver el gran portón de la entrada sur de la ciudad, pronto comprendió el origen del estruendo de hacía unos minutos, uno de los portones estaba completamente destruido, y el otro estaba a medio derribar. Del exterior no paraban de entrar soldados enemigos y era custión de minutos que los soldados Osvalthenses perdieran esa linia de defensa. Probablemente obligándoles a retirarse ala ciudadela donde el muro era mayor pero el espacio más concentrado.

Hacía un día muy bonito, podían verse algunos pájaros volando a cientos de metros. La ciudad parecía muda y desierta d eno ser por los soldados que luchaban en las murallas y algún refuerzo que bajaban de la ciudadela mientras que algunos heridos subían a ella. Osvalth caería, ahora estaba claro, solo era cuestión de tiempo, probablemente para el final del día ya estaría en manos del ejército Nilverense. No había civiles, o almenos no se veía ninguno en las calles, alguna de las casas estaban tapiadas con maderas, probablemente los aldeanos conscientes de que iba a ser invadida en las próximas semanas tapiaron sus casas antes de partir a las montañas para prevenir los saqueos que continuarían tras el asedio.

La muralla de la ciudadela era imponente. Más de cien metros, el portón permanecía abierto y se podían ver a soldados montando barricadas detrás y delante de este. Era cuestión de tiempo que retiraran a las tropas de la muralla principal y cerraran la ciudadela. Desde detrás del muro se podía ver el campanario del templo de un bello color blanco con un techo de teja roja y una campana de plata. Estaba aproximadamente a unos quiniento metros de la posada. El castillo y sus torres tambien se podían observar desde la posición, majestuoso e imponente. Los soldados montaban la maquinaria pesada en sus muros.

En ese momento Selina escuchó un zumbido proveniente de fuera. Desde el exterior del portón vió entrar una flecha de fuego que subió recta por la calle principal hasta clavarse a un capitán que ordenaba a sus soldados montar la barricada de delante el portón de la ciudadela. La flecha se clavó en su pecho dejando una estela de fuego por donde había pasado, el cuerpo del pobre soldado empezó a arder y murió al instante. Parecía imposible que algo así fuera posible, esa flecha había recorrido una distancia de almenos setecientos metros en linea recta hasta acertar a su objetivo con presición impecable, quien quiera que hubiera hecho eso gozaba de unas habilidades más allá que la de cualquier simple mortal, parecía magia, sin embargo la flecha era real...

DESTINO INQUEBRANTABLE

En un lugar desconocido



Estaba oscuro, el cielo era completamente negro y una fuerte tempestad azotaba el lugar. Gracias a los truenos y relámpagos que caían incesantemente cada varios segundos como rayos fulminantes sobre la tierra se podía vislumbrar una gran torre, una de las más altas y antiguas que han existido jamás. Imponente, observadora, desde lo alto de una montaña.Vigilante, su arqitectura gótica y afilada se alzaba imponente en la tormenta mostrando su lado más siniestro. Múltiples gárgolas guardaban el edificio de indeseables que que se atreviesen a acercarse, guardianes de piedra, inmóviles.

En lo más alto de la torre hay una sala, oscura y tétrica, ahi hay alguien, una persona que observa impaciente el desarrollo de los hechos, su rostro permanece oculto. La sala estaba completamente vacía a excepción de un pequeño altar en el centro donde hay un cuenco de plata y en su interior un líquido dorado, en el se dibujaba una escena de un lugar muy lejano. En es emomento otro individuo entró en escena, llevaba una capucha negra que ocultaba su rostro, se acercó al otro por detras.

-¿Que es lo que ves, hermano? -dijo el hombre que acababa de entrar, su voz era potente y firme.- Aún sigues observándolos? Llevas tres días seguidos.
- Ha empezado, por fin... -dijo el otro hombre con una voz mas suave, sinuosa.- Estan empezando a juntarse.

Un relámpago iluminó la habitación, el rostro del primer individuo se iluminó levemente mostrando su mentón pálido y arrugado, estaba sonriendo. Otra tercera figura se levantó desde la pared este de la habitación, tambien llevaba capa, pero su figura era femenina. Su rostro era bello, pelo negro largo y lacio, sus ojos... sus ojos una vez fueron gentiles, ahora parecían desquiciados, no había rastro de felicidad alguna. Cualquiera diría que aquella mujer pudiera haber tenido un rostro angelical y bondadoso, pero no era así. Avanzó a paso lento hacia el centro de la habitación, una sonrisá empezó a dibujarse en su rostro, no era una sonrisa de felicidad, era algo mucho más siniestro y triste. Se movía con temblores, sus ojos descencieron para ver en el interior del cuenco, entonces su rostro cambió completamente, parecía aterrada, lágrimas descendieron por sus mejillas y se tiró al suelo gritando y llorando mientras se agarraba la cabeza.

-¡No, sal de mí! ¡No quiero! -Estaba completamente desquiciada.- Aghhh... por favor...
-El muchacho morirá Verbena, no es algo que puedas cambiar, así esta escrito. -Dijo el anciano.- Resígnate.
-No... ¡No no no no no no! -Las lágrimas caían por el rostro de Verbena mientras golpeaba su cabeza contra el suelo.- ¡No!... Así no...



Se levantó, de su frente brotaba un hilillo de sangre, ahora sus ojos estaban abiertos, completamente fuera de sus orbitas, empezó a reír. Un relampago iluminó la sala y luego el silencio invadió el lugar, un silencio que solo era roto por la carcajada enloquecida de Verbena. Alzó su brazo izquierdo y abrió la palma de su mano, de ella surgieron unas sombras que se transformaron en una guadaña con una hoja negra y un mango de acero rojo. Enarboló el arma hacia atrás y saltó en dirección al anciano mientras gritaba.

-¡Yo cambiaré su destino! -Estaba completamente fuera de sí.- ¡No te dejaré hacerlo!

El otro sujeto se interpuso en la trayectoria de Verbena y bloqueó su ataque con un mandoble gigante de dos metros y medio. Con la velocidad del salto su capucha descubrió el rostro del segundo individuo. Sus facciones eran duras y masculinas, su ojo derecho había sido quemado y lo tenía ciego, una cicatriz subía por su mejilla derecha desde la comisura de su boca, haciendo que esta fuera mas grande por ese lado dandole una expresión grotesca. Su otra mitad de la cara estaba intacta, un tatueaje tribal con muchas flechas le cubría parte de la sien y los pomulos, su ojo izquierdo era de color miel, y su pelo corto y cenizo. Verbena saltó hacia atrás y empezó a gritar de pura rabia.

-No te esta permitido cambiar su destino y lo sabes -Dijo el anciano con más autoridad.- Hazle entrar en razón Zeron.

Zeron sonrió con su macabra boca y se puso en posición de combate. Su figura parecía imponente y poderosa enarbolando ese mandoble que era sin duda mucho más grande y pesado que él mismo que apenas llegaba al metro ochenta. Verbena continuaba riéndose, levantó su mano izquierda y de ella surgieron varias serpientes de oscuridad que salieron disparadas hacia Zeron. Este clavó el mandoble delante suyo y gritó con potencia, a su alrededor aparecieron unas llamas azules que disiparon el ataque de Verbena, esta frustrada por su ataque hizo aparecer una segunda guadaña y se lanzó al ataque. Zeron agarró el mandoble y esquivó el ataque girando a un lado y golpeando a Verbena con el filo plano de su espada. El cuerpo de Verbena salió despedido en dirección a la pared, esta chocó con ella y la atravesó haciendo añicos la piedra, su cuerpo siguió volando hasta varios metros fuera de la torre y entonces se desvaneció en una nube de sombras.

Zeron sonrió, miró hacia abajo, el filo de una guadaña asomaba por su pecho. No había prevenido la capacidad de teletransportarse de Verbena. Cogió la hoja con sus dos manos y empezó a tirar de ella. A su espalda Verbena agarraba el arma con fuerza, pero no era suficiente. Zeron sacó la guadaña de su pecho atravesandose el arma entera a través de su cuerpo. Tiró el arma al suelo y se giró, miró el rostro furioso de la mujer que tenía ante él.

-No puedes vencerme, lo sabes muy bien. -Zeron continuaba sonriendo.- Déjalo ya, nosotros cuidaremos de tí, ¿no te acuerdas? Te lo prometí.



El rostro de Verbena cambió por completo, se llevó las manos a la boca y empezó a llorar desconsoladamente. Cayó de rodillas al suelo mientras su llanto rompía el silencio sepulcral de la habitación solo iluminada por los incesantes relámpagos. Ahora ocultaba su rostro bajo sus manos pálidas y suaves que amortiguaban sus sollozos, no eran lágrimas de locura, no esta vez. Eran lágrimas de desesperación, de tristeza y... amor.

-No puede morir... no... él no... -musitaba entre sollozos.- y-... y-y-yo... yo... ¡lo AMO!... ¡lo amo, lo amo, lo amo, lo amo, lo amo con toda mi alma!
-Querida... -El anciano ahora se acercaba a la muchacha, su voz era compasiva.- Tienes que entenderlo, se que lo entiendes. Ojalá hubiera otra forma, pero no la hay, esas fueron las condiciones.
-No quiero... no puedo afrontarlo... yo... -el llanto no cesaba, la mano del anciano se posó reconfortante en la espalda de la chica.- ¡Por favor! Haz que pare...

Verbena se agarró desconsolada de la capa del anciano y siguió llorando. Lloró hasta no poder más y durante días su llanto retumbo entre las habitaciones vacías de la torre que se alzaba imponente en medio de la tormenta.

Alan Lightwood

Llego raudo al piso de abajo. Una nota y una bolsa llena me indican lo que ha sucedido. Le echo un vistazo rápido a la bolsa. Perfecto, no creo que falte nada.

- Gracias, Loaine… - murmuro.

En ese momento alzo la cabeza, y un ciudadano que pasaba corriendo me advierte - ¡Huye por tu vida muchacho, van a entrar en la ciudad! – no reacciono apenas. Por curioso que parezca este asedio no me asusta lo más mínimo. Sólo sufro en estos momentos por la seguridad de la niña. Tras un ruidoso estruendo el ciudadano echa a correr de nuevo. Parece que esos soldados van a penetrar en la legendariamente intocable Osvalth.

Me dispongo a reunirme con mis compañeros cuando una punzada en el pecho me hace estremecerme. Llevo mi temblorosa mano a mi pecho, el dolor me impide respirar. Un agudo pitido resuena en mis oídos, amenazando con hacerme caer inconsciente. Y ante mí aparece una sombra, una figura inmóvil que me observa.

- ¿Quién… - caigo de rodillas al suelo al sentir como el dolor crece en mi interior, cortándome la respiración e impidiéndome articular palabra alguna.

Alzo la mirada de nuevo, pero ya no hay nadie. El dolor ha cesado de pronto. ¿Una alucinación? No puede ser… Hay venenos que… no, creo que no he ingerido ningún veneno. Siempre soy cuidadoso respecto a esas cosas… ¿Qué ha sido entonces? Frunzo el ceño al verme confuso, sin saber qué hacer. Me molesta no saber lo que me ha sucedido.

En ese mismo instante llega junto a mí el joven rico que nos acompaña. Se arrodilla junto a mí y me mira a los ojos. Sostiene el contacto visual mientras me habla, sus palabras suenan vacías a mis oídos, sin significado. Tardo varios segundos en comprender el mensaje. Me levanto, comprobando que me encuentro bien. No es momento de flaquear.

- Bien, ¿pero cómo vamos a salir de la ciudad? No creo que sea fácil huir de una ciudad asediada. Antes he oído un gran estruendo, creo que no presagia nada bueno.

Me cuelgo la bolsa al hombro, listo para ir a donde sea.

Leon

Pero ¿como vamos a salir de la ciudad? - Me alegré de ver que ese chico recuperaba la compostura y se levantaba, bien fuera para hacer frente al fragor de la batalla cumpliendo juramento o bien por el hecho de estar más relajado.

Esperaba que fuera por ambas cosas sinceramente.

La arquera esta arriba cubriendonos con vista de pájaro, nosotros protegeremos a la pequeña en tierra - Vi como cargaba con la bolsa a la espalda... - Deberías ir delante, Halerd y la pequeña irán entre ambos, tenemos que llegar al templo de la ciudadela, vigilaré la retaguardia, el frente lo dejo en tus manos y de la arquera.

La retaguardia...posicion dificil de vigilar si la ciudad esta siendo atacada...espero que no pensara que lo hacía por cobarde, si le pasara lo que sea en la retaguardia a el con tanto peso no podría cargar, sin embargo en la vanguardia nuestra tiradora y el podrían eliminar a un hombre o 2 facilmente, de cualquier modo, no permitiré que le ocurra nada a la pequeña.

Vi al anciano bajar con la chica.

Vamos, no hay tiempo, cuando nos movamos nuestra tiradora se movera con nosotros. Chico, tu primero, Halerd iré cubriendo la retaguardia.

Lo dije con decisión...pero ¿sonaría de igual manera en sus oidos?

Me sorprendí cuando la arquera me saludó como si fuera un capitán...

Madre...¿es posible que la sangre que hay en mis venas hubiera sido la de un general militar que no salía de su tienda de estrategias? o ¿quizás me habria quedado en la vanguardia infundiendo valor a las tropas?

Sea como fuera...iba a morir como alguien que luchó hasta el límite de sus fuerzas.

Y no iba a ser hoy, eso lo tenía claro.

Osvalth

-Vamos, no hay tiempo, cuando nos movamos nuestra tiradora se movera con nosotros. Chico, tu primero, Halerd iré cubriendo la retaguardia.-Dijo León.

Halerd lo miró intrigado, sin duda el chico tenía madera de líder. Alina apretó con fuerza la mano de Halerd, estaba asustada, levantó la cabeza para poder ver al mago que para ella era como una torre.

-¿Han vuelto los hombres malos? -Su voz era tan inocente como siempre pero se percibía el temor en su timbre de voz.
-No te preocupes, todo va a salir bien. -Dijo Halerd gentilmente.- Aún no parece que hayan invadido la ciudad, tenemos tiempo de subir a la ciudadela, una vez entren las tropas se retirarán a la ciudadela y cerrarán las puertas y con ellas nuestra oportunidad de escapar.

Por la calle principal subían soldados que transportaban a los heridos en camillas hacía la ciudadela. Había algunos que estaban en muy mal estado, algunas heridas eran mortales pero aún así los soldados los transportaban sin pararse por el camino. Cuando salís a fuera podéis ver calle abajo a unos trescientos metros como los soldados luchan con el enemigo, en ese momento algo que parece una llama sale por la puerta principal, viene del exterior. Sigue volando recto dejando una estela de fuego a su paso hasta la barricada que hay a unos setecientosmetros para arriba hasta clavarse en un capitán Osvalthense, era una flecha envuelta en llamas. El cuerpo del capitán quedó completamente calcinado.

La batalla en las puertas se detuvo unos segundos. Otra oleada de soldados enemigos entró por la puerta, esta vez las líneas de defensa no aguantarían, empezó a sonar la trompeta que tocava la retirada.

Leon

El espectaculo invitaba a huir de allí a corazones que no tuvieran el coraje de hacer frente a la muerte y a la desolación...

Elena...no falta mucho para volverte a ver.

El chico que cargaba con el saco de comida salió primero, el anciano y la pequeña lo acompañaron...

La flecha salió a una velocidad que...si no hubiese tenido esa adrenalina en el cuerpo probablemente no habría podido siquiera verla, era una estela de fuego que se clavó en un guardia que estaba bastante alejado de la puerta principal...

El flechazo vino de fuera...

No eran soldados normales...hombres fuertes, hábiles y audaces había en muchisimos sitios. Parece ser que este era uno de ellos.

Tocaban retirada, nosotros tambien.

Avancé detrás de el anciano y la chica, mirando de vez en cuando hacia atrás. No pude evitar de igual manera mirar instintivamente a los tejados, esa arquera tiene que estar moviendose...

Alan Lightwood

El chico parece tomarse bastantes confianzas conmigo a la hora de erigirse como ”líder”. Si es incluso más joven que yo… De todas formas no tengo tiempo para replicar, salgo cargado con la bolsa. No tengo intención de agredir a nadie (por lo menos mortalmente), espero que la arquera haga bien su trabajo. El chico se queda en cambio en la retaguardia. No me quejo, seguramente seremos perseguidos si los atacantes se dispersan por la ciudad.

Nada más salir de la posada una flecha incendiaria surca el cielo y abrasa a un capitán. Esa flecha ha recorrido un largo trecho. No puedo evitar sospechar de la magia de la que seguramente hace uso el ejército invasor. Parece que saben lo que se hacen. Poca esperanza queda ya para Osvalth.

- Avancemos pues hacia la ciudadela – digo a mis compañeros mientras comenzamos a avanzar. La defensa de la ciudad pronto caerá, y sus calles se verán infestadas de violencia. Avanzo con paso seguro hacia la ciudadela, por suerte los soldados enemigos aún no han penetrado del todo en la ciudad. Podremos correr sin percances un buen trecho.

- ¡No nos podemos demorar! – grito a mis compañeros, encabezando la pequeña compañía. La bolsa pesa, pero no lo suficiente como para hacerme desistir.

SELINA HAWKEYE

Hacia un dia precioso. El sol brillaba con bastante fuerza en el celeste cielo, cubierto solo por la nube de la guerra. En el porton principal, el cual estaba derruido, estaba alojando una gran batalla. Aunque se sabia el resultado, se veia bastante epico como los soldados de Osvalth intentaban resistir las fuerzas de Nilveria. En vano, eso si... Se oian los gritos de dolor y panico, y el olor a muerte y a sangre se olia por cualquiera de las calles. Mi espiritu guerrero y protector me decia de acudir a la batalla, de hecho ya tenia una flecha tensada, pero luego me acorde del motivo por el que estaba en el tejado, asi que volvi a enfundar la flecha.

La muralla se levantaba, imponente, en el horizonte. Un muro de mas de cien metros, con el porton abierto, y miles de tropas, tanto Nilverianas como Osvalthenses, pasaban por el. Se podia ver el campanar, blanco como la nieve, con un techo de unas tejas rojas, color sangre, y una preciosa campana de plata. De pequeña, siempre soñaba con casarme ahi algun dia. Era tan precioso... Tambien se podian ver el castillo y sus muros, mostrando fuerza, mostrando poder. Pero todo llegaria a su fin...

Los pajaros cantaban, como si se estuvieran despidiendo de esta hermosa ciudad. Su musica era preciosa... Cerre mis ojos. No podia ver. No QUERIA ver. Simplemente escuchaba. Escuchaba como el canto de los pajaros se complementaba con la campana, creando un compas de una cancion relajante...

Y, en medio de la cancion, un zumbido me distrajo. Una flecha, demasiado bien lanzada, impacto contra un guardia. Lo peor era que la flecha estaba envuelta en fuego. ¿Podria ser... Alquimia? No me lo podia creer. Aunque bueno, tampoco era tan malo... Al fin tenia un archienemigo, como en las historias de los bardos.

La voz de mis compañeros me saco de mis pensamientos. Ya se habian mobilizado. Ahora, solo me faltaba defenderlos con mi ojo... Con el Ojo del Halcon.

Osvalth

Los soldados intentant mantener el perímetro a la vez que se retiran pero los soldados de Nilveria superan muy en número a la guárdia de Osvalth y poco a poco empiezan a traspasar la línea defensiva mientras los soldados son aniquilados irremediablemente.

Al final de la calle podéis ver como los soldados de Osvalth empiezan a entrar a la ciudadela, se disponen a cerrar la puerta. Quedan 600m. Por otro lado los enemigos suben a la carga, apenas os separan unos cien metros, son muchos.

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Se requiere tirada de atletismo

Alan Lightwood

A varios cientos de metros los soldados de Osvalth comienzan a refugiarse en la ciudadela. Maldita sea, si cierran las puertas nos quedaremos fuera...

- ¡Daos prisa! ¡Corred! - grito a mis compañeros mientras avanzo lo más rápido que puedo.

Atletismo 20+

El miembro 'Herrian' ha efectuado la acción siguiente: Tirada de dados

'Dado de 100' : 41

Leon

¡Daos prisa! ¡Corred! - La voz del muchacho que iba al frente no iba falta de razón aunque es posible que esto hiciera que me despistara...no iba tan rápido como debería o bien el enemigo corría demasiado rápido o bien yo era demasiado lento. Seguramente sería la segunda...

Me da igual lo que pase ahora mismo, el anciano y la pequeña tienen que salvar la vida.

¡No mireis atrás y corred! - Quizás el hecho de mirar hacia atrás lo que hiciera que mis pies no se movieran a la velocidad que tuvieran que hacerlo...no quería que eso afectara al avance del grupo.

Miraba a los tejados viendo a nuestra tiradora...espero que esta chica si esté corriendo y que le vaya mejor que a mi...

Me estoy quedando atrás...

SELINA HAWKEYE

El enemigo se acercaba, a velocidad de vertigo. Con lo que pude, me dispuse a saltar de tejado en tejado, cuando vi que Leon, el muchacho del colgante, se retrasaba. Sus pies daban cada vez mas retrasados pasos, echandose atras. Tambien vi como algunos de los enemigos se acercaban aun mas a el. No pude evitar gritar un -¡TU! ¡Date prisa! ¡Te van a...!

Di un paso en falso. Tropece, y me cai de los tejados. Por suerte, pude aguantarme del borde, para luego apoyarme en la pared, y asi ralentizar la caida, haciendome salir ilesa.

Sali de entre aquellos dos callejones, y corri lo que pude, intentando llegar hasta Leon.

A veces... odio tener un instinto fraternal...

Osvalth

Mientras que Alan mantenía la distancia, León se quedava atrás mientras intentaba vigilar a sus enemigos. Selina por su parte resbaló por un despiste al intentar avisar a León de que no se quedara atrás, por fortuna pudo evitar una caída mortal y aterrizó sin ningún rasguño.

La puerta se cerraba, era una puerta grande así que tardaría un tiempo pero quizás no fuera suficiente para los héroes. Desde el otro lado los soldados enemigos subían a la carga.

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Haced todos 5 tiradas de atletismo así nos ahorramos el hacerlo turno por turno. León 6 y Selina 7

Osvalth

Alan empieza a correr con todas sus energias y consigue llegar hasta la puerta de la ciudadela, aún no esta cerrada pero en dos minutos se cerrarán completamente las puertas, al girartse para mirar atrás ve a Halerd que llega con la niña en brazos , no obstante falta alguien.

A medio centenar de metros puede ver a León y Selina que corren juntos pero justo detrás suyo una decena de soldados están a punto de alcanzarles, si continuan a ese ritmo no llegarán a tiempo, y lo que sería peor aún, los soldados los podrían alcanzar y matarlos.

SELINA HAWKEYE

Ibamos corriendo Leon y yo por las abandonadas calles de Osvalth, cuando resulta que los guardias se acercaban rapidamente hacia nosotros. Pese a mi entrenamiento en la milicia, siempre he estado en desventaja en cosas como esta. Tenia que mejorar...

Pero, aunque estuvieramos en desventaja...

Cuando cai del techo, llegue a tocar el suelo con las manos, viendo que era de piedra. Una piedra que me iba a ayudar en cosas como esta de ahora mismo. -Tranquilo, de esta salimos. -Le dije al muchacho. Le guiñe un ojo.

Note como mis energias fluian por mi cuerpo. Iba a necesitar de un poquito de ellas... Asi que las cogi. Haciendo como que caia, me apoye con mi mano derecha. "Creacion..." Pense. ¿O mas bien murmure?

Uso Creacion Menor para crear con el suelo del camino unas puas que ralenticen a los guardias. ACT: 30. Zeon Inicial: 240. Zeon Actual: 210.

Leon

Al mirar a la chica de los tejados, vi como esta desapareció en un momento...no se que había pasado, y unos segundo mas tardes estaba a mi lado corriendo.

Adelantate, el anciano y la pequeña son los que tienen que salir vivos de aqui. - Y nosotros tambien...pesé mientras corría a mi lado...obviamente...a esta distancia el arco no servía de mucho...

El chico que iba a la vanguardia llegó de sobra...no se cuanto faltaría para que esos soldados nos pasaran por encima...pero había que darlo todo, un último esfuerzo.

Tranquilo de esta salimos. - Dijo la arquera guiñandome un ojo.

Ten por seguro que no voy a morir aquí. - Le contesté.

La chica se caía...o eso pareció al principio. Esto no podría pasar, ¿sería algo pensado?

Un último esfuerzo ¡¡VAMOS!! - Grité mientras miraba a la arquera...empecé a correr de nuevo, a toda velocidad, sin mirar atrás...pensando que Elena estaría más cerca de mi si conseguia llegar a esa ciudadela...

Gasto 2 puntos de cansancio y procedo a tirar otro atletismo

Osvalth

Con todo el ajetreo Alan no se había percatado del mago a su lado. Una aura brillante rodeaba todo su cuerpo y a su alrededor el aire se movía como un remolino, incluso el suelo parecía temblar ante él. Se giró y miró a Alan con gentileza, sonrió.

-Cuida de la niña, ahora mismo vuelvo. -dijo el hechicero con naturalidad.- Confío en ti.

La niña se cogió de tu mano, parecía un poco asustada con todo lo que estaba ocurriendo. Mientras tanto, Selina y León continuaban su carrera, los pinchos de Selina habían entorpecido un poco el avance de las tropas enemigas pero continuaban avanzando sin parar y cada vez se les unían más soldados enemigos, contaban ya más de sesenta. León por su parte haciendo un sobreesfuerzo había empezado a avanzar, ya quedaba poco para llegar a la puerta. En aproximadamente 45 segundos se cerraría por completo. Alan que tenía a la niña cogida de la mano apenas pudo percatarse de que Halerd ya no estaba a su lado, sino que había aparecido justo por detrás de Selina. Levantó su bastón, ahora podía verse perfectamente como unas corrientes de energía se reunían a su alrededor concentrandose en el bastón. Entonces, el bastón descendió con furia hasta golpear el suelo, por una fracción de segundo la ciudad enmudeció. Seguidamente un estruendo hizo temblar la misma tierra bajo los pies.

En medio de la calle separando a los enemigos de los héroes el suelo empezó a abrirse en una grieta que cruzaba toda la calle deteniendo así el avance de las tropas enemigas por ese lugar.